A Quiet Passion es la biopic de la obra y vida de la gran Emily Dickinson, una poetisa que paso la mayor parte de su vida en casa de sus padres en Amherst, Massachusetts. La mansión en la que vivió sirve de telón de fondo al retrato de una mujer nada convencional de la que se sabe muy poco. Nacida en 1803, fue considerada una niña con talento, pero un trauma emocional la obligó a dejar los estudios. A partir de ese momento, se retiró de la sociedad y empezó a escribir poemas. A pesar de su vida solitaria, su obra transporta a sus lectores a su apasionante mundo. Esta es la historia de la poeta estadounidense Emily Dickinson, desde su infancia hasta convertirse en la famosa artista que conocemos.

  • IMDb Rating: 6,9
  • RottenTomatoes: 92%

Película / Subtítulos

La vida de Emily Dickinson en manos de un realizador como Terence Davies es una experiencia única. El director británico de The Deep Blue Sea abandona el formato un tanto más convencional de su última película, Sunset Song, para hacer una film que se parece a sus anteriores, pero que propone algo inédito también en su cine: el humor y un acercamiento a algo que se parece al teatro. Al comenzar A Quiet Passion uno podría pensar que está ante un trabajo de Eugène Green o, si se quiere, de autores como Manoel de Oliveira o el Alain Resnais de sus últimas obras: Davies cuenta la historia de la poetisa norteamericana en muy pocos escenarios, con un estilo actoral algo “tieso”, que uno podría asimilar al de un recitado, y con una puesta en escena seca, de ángulos rectos y planos frontales.

Esas viñetas de la juventud de Dickinson y su familia tienen a la vez un costado humorístico muy grande, como si el guión hubiera sido revisado por algún pariente de Oscar Wilde: las conversaciones que tienen entre los familiares y quienes los visitan son una catarata de ingeniosos remates, de frases vivaces y pícaras, marcas claras de que los tres hermanos Dickinson tienen en la punta de los labios siempre una respuesta sagaz, inteligente y muy audaz para la época.

De a poco, mientras la vida de Emily se va cerrando sobre sí misma –su poesía no tiene repercusión, su vida personal se complica, especialmente en lo relacionado a lo amoroso y a su salud– y ella casi no sale de su casa, la película va, a la vez, oscureciendo su tono (las bromas están ahí, pero menos que antes) y acercándose desde lo emotivo. Si la primera parte de A Quiet Passion era fresca pero distante, la segunda es triste pero cercana, emotiva. De a poco los actores van naturalmente abandonando ese distanciamiento y sus problemas van haciéndose carne en el espectador, que pasa de mirar cómo esa suerte de comedia extrañada se convierte en un doloroso drama familiar.

La relación principal se da entre Emily (Cinthia Nixon) y su hermana Vinnie (Jennifer Ehle), con importantes lugares para el resto de la familia, algunos amigos y potenciales amantes de los hermanos. Y entre todos ellos se va conformando una especie de mapa que sirve para entender el mundo de la poetisa: una inteligencia a prueba de todos y todas, una capacidad poética asombrosa, pero a la vez una dificultad e inseguridad personal (se ve fea y está convencida que por eso jamás conseguirá marido) que la llevan a encerrarse y recluirse cada vez más en sí misma.

A la vez, A Quiet Passion es una película sobre mujeres que intentan pelearle a los hombres en el siglo XIX lugares de poder que en ese entonces eran impensados que pudieran ocupar. Sin ir más lejos, escribir y publicar poesía (muchas de las cuales son leídas en voz en off). Para Emily es una obsesión en la que se le va la vida, tal vez la que cubre esas ausencias emocionales, esas zonas a las que no puede acceder desde lo personal pero sí desde lo intelectual. Esa fuerza poética de la escritora es lo que seguramente interesó a Davies y lo hizo llevar adelante este proyecto, ya que se trata de un cineasta bastante inteligente y solitario, con un enorme mundo interior y que también parece sentirse incomprendido por eso que llaman “las fuerzas del mercado”.

Volviendo un poco a sus orígenes y creando escenas inolvidables (humorísticas de carcajada pura y trágicas, de una elocuencia demoledora), Davies sigue demostrando ser una de las voces más particulares del cine actual, alguien que sigue haciendo películas fuera de toda moda o tendencia, un artista para quien el cine es poesía, y el arte la única forma de salir y darse a conocer al mundo. (Diego Lerer – Micropsia.com)