En Dr. No, James Bond llega a Jamaica con la misión de investigar los asesinatos de un agente especial británico y su secretaria. Pero, al mismo tiempo, descubre la existencia de una siniestra organización en la isla Crab Key. En esta ocasión, su enemigo es el Doctor No, que, con la ayuda del profesor Dent, se propone ejecutar un siniestro plan: desviar la trayectoria de los cohetes de Cabo Cañaveral.

  • IMDb Rating: 7,2
  • RottenTomatoes: 95%

Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

 

Ian Fleming creaba en 1952 un personaje dedicado al espionaje que iba a dar mucho que hablar en el futuro y que obedecía al nombre de James Bond. Sin embargo, aún pasarían dos años hasta que se editase la novela Casino Royale, convirtiéndose con rapidez en todo un fenómeno editorial, algo que el mundo de la televisión quiso capitalizar lo antes posible, por lo que ese mismo año Barry Nelson dio vida al agente 007 en un episodio de la serie Climax! (1954-1958), siendo Peter Lorre el encargado de interpretar al pérfido Le Chiffre. El problema es que el capítulo no fue más que un descarte de una hipotética serie de televisión que no llegó a prosperar, pero, como es obvio, eso no supuso la muerte audiovisual del más famoso agente con licencia para matar.

Las novelas fueron sucediéndose y pronto empezó a hablarse de la posibilidad de rodar un largometraje, pero no fue algo precisamente sencillo, ya que la mayoría de productoras de Hollywood no creían que James Bond fuera un personaje con suficiente potencial comercial. Eso no amilanó a Albert Broccoli y Harry Saltzman, quienes consiguieron que United Artists les concediera un relativamente modesto presupuesto de 1 millón de dólares de la época para sacar adelanto el salto al cine de la creación de Ian Fleming. Tocaba entonces elegir cuál de los libros iba a ser el adaptado, teniendo ambos una especial predilección por Operación Trueno (1961), pero diversas disputas legales les hicieron apostar por Dr. No (1958).

Fueron también muchos los directores que declinaron el ofrecimiento de llevar las riendas de la película, aunque alguno como Guy Hamilton no tuvo problemas en rodar años después varias entregas de la saga. Se contrató finalmente a Terence Young, modesto realizador que ya había colaborado con Broccoli en varias cintas de los años 50 como The Red Beret, de 1953. Igual de complejo fue el proceso para elegir al James Bond cinematográfico una vez descartado Cary Grant por la imposibilidad de que rodara más de una película. Se barajaron nombres como los de Patrick McGoohan o Richard Johnson, pero ambos declinaron el ofrecimiento. Finalmente, Broccoli y Saltzman se decantaron por el desconocido Sean Connery tras un encuentro personal con el actor en el que quedaron convencidos de que tenía todas las cualidades necesarias. Todo estaba cerrado para empezar a hacer historia.

Vista hoy en día, Dr. No es una muestra bastante endeble de lo que todos asociamos a James Bond, ya que el estilo de la franquicia no empezaría a perfilarse del todo hasta From Russia with Love, de 1963, matizándose ya por completo en Goldfinger, un año despúes. Esto es ya evidente en la primera secuencia, donde un agente británico es asesinado y, como es comprensible al ser la primera entrega de la franquicia, la presencia de Bond brilla por su ausencia. Esto se extiende a unos títulos de crédito iniciales totalmente alejados del estilo que se desarrollaría después: La anatomía femenina carece de importancia y la canción que suena, el mítico tema musical que todos asociamos a James Bond, no tiene letra.

Young demuestra poco después su habilidad para crear la primera escena emblemática de toda la saga con el momento en el que se desvela el rostro del protagonista. Durante un rato se juega con una incógnita ya irrelevante a día de hoy, pero Young consigue crear un halo de misterio que sigue plenamente vigente a día de hoy. La secuencia, eso sí, acaba resultando un tanto alargada tras desvelarnos el rostro de Bond, pero la cosa empieza a hacer aguas cuando 007 ha de acudir a la llamada de M, con una anodina presencia de Q para realizar un cambio de arma del protagonista, algo que un lector de lo que un lector de las novelas de Fleming se quejó en su momento por su falta de verosimilitud, y poco más, siendo también pelin desgastados sus coqueteos con Moneypenny. Es Bond, pero no del todo.

Ir secuencia a secuencia sería una tarea poco agradecida, pero sí que conviene destacar la primera secuencia con Bond en Jamaica, con unos hombres persiguiendo a Bond y éste desenmascarando a su conductor, ya que contiene lo mejor y lo peor de lo que está por llegar: Tensión con el enemigo suicidándose antes de decir nada a Bond y cierta sensación de cutrez (el presupuesto no daba más de sí) y de alargamiento de todo hasta llegar al clímax final. Lo peor de todo es que este segundo aspecto se irá imponiendo al primero en secuencias necesarias para la trama, para algo cansinas a día de hoy como el asalto por parte de los jamaicanos y la llegada al rescate del agente americano o cómo acaba despachando a uno de los aliados del Dr. No, algo que lleva a la película a rozar el aburrimiento, pero que, a la postre, sirve para matizar la frialdad de Bond a la hora de avanzar en su misión.

Uno de los grandes problemas de Dr. No es la ausencia de una referencia real del gran villano del relato. Y es que es cierto que éste siempre acaba teniendo una importancia primordial en el último acto, pero aquí su ausencia es total hasta los últimos 20-30 minutos de película, siendo ése un margen bastante escaso para que realmente provoque un auténtico impacto en el espectador, algo que se corregiría con rapidez en From Russia with Love, una película transicional en este aspecto, pero en la que los villanos específicos de la misma ya aparecían en el prólogo de la misma, sirviendo también para añadir un misticismo hacia el personaje de Blofeld que luego la saga sólo aprovecharía a medias.

Lo cierto es que Joseph Wiseman cumple con corrección, pero no consigue que el espectador olvide de que va a aparecer para poco más que desvelar sus planes y tener un gran enfrentamiento con éste. Además, los intentos de espectacularidad en la resolución del conflicto, para los que se consiguió que United Artists cediera otros 100.000 dólares, no terminan de encajar bien con el look algo más barato del resto de la película. No me olvido tampoco de Ursula Andress, que entra en escena ya pasado la mitad de metraje, pero tampoco creo que merezca muchos comentarios, porque más allá de su recordada primera aparición, homenajeada muchos años después por Halle Berry en la injustamente menospreciada Die Another Day, de Lee Tamahori, (2002), no aporta gran cosa, algo, por otro lado, bastante habitual en ese tipo de rol dentro de la saga.

Son muchas las pegas que he puesto ya a Dr. No, pero me parecería bastante injusto apenas pasar de soslayo por uno de sus principales atractivos: La magnética presencia de Sean Connery como James Bond. Cierto que no es, ni de lejos, su mejor versión del espía británico, pero Connery ya da sobrados motivos por los que es (casi) unánimemente reconocido como el mejor agente 007 que ha visto el cine.

Ya he mencionado su primera aparición, pero es que es ahí donde Connery da lo mejor de sí mismo a la hora de mostrar ese encanto varonil por el que el público ha de aceptar que cualquier mujer heterosexual sobre la faz de la tierra va a acabar cediendo a sus encantos. Además, también cuenta con varios momentos en los que mostrar esa frialdad rozando lo psicopático que, por desgracia, la franquicia suele evitar siempre que le resulta posible. La pega son los momentos intermedios, en los cuales Connery se deja arrastrar por las evidentes debilidades del guión de Richard Maibaum, Johanna Harwood y Berkely Mather a la hora de decidir cómo querían que fuera el personaje, pero la innegable elegancia de Connery le ayuda a salir del paso hasta en ese malos momentos.

En definitiva, Dr. No es una irregular primera aventura de James Bond que se queda lejos de merecer entrar entre las mejores películas protagonizadas por el agente con licencia para matar. Hay buenos momentos específicos y tiene un gran interés didáctico como un primer embrión de la versión cinematográfica del espía inglés, pero llega a hacerse pesada, algo bastante imperdonable en una producción de estas características. (Mikel Zorrilla – Espinof.com)