En Guilty of Romance, Izumi es la esposa de un exitoso escritor. Su día a día pasa por una anodina rutina y por una relación sin pasión. Un día, Izumi comienza a trabajar en un supermercado vendiendo salchichas; otro, termina involucrándose en una película pornográfica; y finalmente, comienza a ejercer de prostituta. Mientras ella se sumerge en una espiral de sexualidad irrefrenable, un cadáver aparece en el barrio de los hoteles del amor.

  • IMDb Rating: 6,8
  • Rotten Tomatoes: 67%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

¿Qué es esto? No hay palabras para abarcarla. Y la película deja en claro que ciertas experiencias escapan al lenguaje, para entrar en el orden de la locura, que puede ser también el de lo sublime (pero un sublime físico a la manera de Herzog, aunque sórdido y genital en este caso). Guilty of Romance pertenece a un reducido grupo de películas de la historia del cine en las que la representación de sexo y muerte supera toda convención y habla de un orden de cosas terminal, de un imaginario colectivo en crisis. A diferencia de Saló o los 120 días de Sodoma o El imperio de los sentidos, a las que heredera, Guilty of Romance transcurre en el presente del rodaje, por lo que el estado de cosas terminal es el nuestro. La historia de un ama de casa sumisa que se libera (lo que no significa ser libre) prostituyéndose no es nada novedosa, pero la magnitud del impacto alcanzado por la puesta en escena lo es.

Por estar filmada en Japón durante el año pasado, la lluvia es lluvia y mucho más también, por más que nadie mencione cataclismo alguno. La superficie visual está dominada por una claridad difuminada que corresponde al orden inicial de la vigilia, tradicional e inocente si se quiere, hasta el momento en que la noche irrumpe. Esa noche es una noche de neón y fluorescencias, cuyos rojos y verdes aparecen tan difuminados como el dorado diurno, reverso simétrico del día y sus connotaciones ligadas al orden, la claridad o el bien. El último plano es acaso el único nítido, y en él aparecen la protagonista, heroína para entonces, y dos nenes que la miran mear con el mar de fondo, de un azul distinto a todo hasta ese momento, esperanzador quizá, en todo caso más concreto y menos sórdido. Creo que para encontrar imágenes similares -terminales y seminales en las que sexualidad y fisiología expresen funcionamientos psíquicos y sociales – hay que volver a los 70 y ver, además de las películas de Oshima y Pasolini, un par de las de Marco Ferreri. (Marcos Vieytes – hacerselacritica.com)

Se proyectó una sola vez en Cannes (y una más en un cine de las afueras de la ciudad, además de alguna función cerrada en el mercado), pero quienes la vieron la consideraron no sólo como la mejor de la pobre selección que este año ofreció la Quincena de Realizadores sino incluso como una de las más valiosas de todo el festival (en la votación de los muy exigentes críticos consultados por nuestro blog Micropsia tuvo un promedio de 8,17 puntos).

Gracias a los servicios de la excelente plataforma online para profesionales FestivalScope pude recuperarlo: se trata de Guilty of Romance, lo nuevo del director de Love Exposure y Cold Fish, que sin dudas, será uno de los títulos del año, al punto que tanto el BAFICI como Mar del Plata estaban intentando sumarlo a sus próximas programaciones.

En la línea del mejor cine de Wakamatsu Kôji y Nagisa Oshima -y con algo del Takashi Miike de Audition-, Guilty of Romance narra la gris cotidianeidad de Izumi (la exuberante Megumi Kagurazaka), una inocente, sumisa y aburrida esposa/ama de casa que vive al servicio de su marido, un exitoso escritor de novelas eróticas. Pero la reprimida treintañera decide salir del hogar/cárcel y, poco a poco, se va sumergiendo en el negocio del sexo (una productora de material erótico, una red de prostitución) y descubriendo su costado más oscuro, extremo y perverso. El film -dividido en tres episodios- tiene aristas escabrosas con una serie de asesinatos con mutilaciones incluidas y personajes de lo más sórdido. Pero Sono Sion no se queda sólo en el voyeurismo o en la mera explotación sino que dota a este film de múltiples capas y matices (y sorpresas) de una tensión y una densidad infrecuentes en el cine contemporáneo. Los directores japoneses, se sabe, han sido desde siempre verdaderos maestros en el arte del erotismo y Sono Sion es uno de los más interesantes herederos de esa rica tradición. (Diego Batlle – otroscines.com)