En Introduction Young-ho va a visitar a su padre, a su consultorio médico. Allí lo encuentra atendiendo a sus pacientes, uno de los cuales es un famoso actor. Cuando su novia Ju-won se muda a Berlín para continuar con sus estudios, Young-ho viaja a la capital alemana para sorprenderla. A través de su madre, Ju-won ha encontrado alojamiento en la casa de un artista cuya belleza la intimida. Algún tiempo después, Young-ho va a almorzar con su madre que quiere presentarle a un colega: es el mismo hombre que Young-ho conoció en la clínica de su padre.

Mejor Guión en el Festival de Berlín 2021

  • IMDb Rating: 6,2
  • RottenTomatoes: 76%

Película (Calidad 1080p. La copia tiene subs en varios idiomas, entre ellos español)

 

La primera escena de Introduction, la nueva película de Hong Sang-soo (presentada en la Competición Oficial de la Berlinale 2021), muestra una imagen que remite directamente a The Woman who Ran, el anterior film del cineasta surcoreano, donde las mujeres acaparaban el protagonismo, hasta tal punto que no se alcanzaba a ver el rostro de ninguno de los personajes masculinos. Ahora, parece repetirse la jugada: vemos la espalda de un hombre encorvado sobre sí mismo, en actitud delatora de una tensión insoportable. Ante él, temerosamente inclinado, se erige un altar profano: una pantalla de ordenador apagada; una página en blanco que inspira terror. Pero resulta que, en realidad, este hombre se está dirigiendo a instancias más elevadas. Junta las manos y agacha aún más la cabeza para suplicar la gracia del Señor. Pide “una nueva oportunidad”, y a cambio está dispuesto a lo que haga falta. Las deudas, ya lo sabe, se pagan con los bienes de los que uno dispone, pero también con las acciones que podrá llevar a cabo. Una vez terminada la plegaria, se levanta, la cámara abre zoom y el hombre abandona la habitación.

Corte, y ahora estamos en el exterior, en una calle donde camina, hacia nosotros, una pareja de jóvenes. Y por fin volvemos a ver un rostro masculino. En este nuevo juego, se heredan las normas del anterior… pero estas no tardan en modificarse. El cine de repeticiones y variaciones de Hong Sang-soo, compuesto últimamente por piezas muy breves (la que ahora nos ocupa apenas suma los minutos necesarios para ser considerada un largometraje), puede ser visto como una mega-película conformada por micro-films. Por un lado, tenemos un catálogo de temas recurrentes y gestos reconocibles: esos acercamientos que subrayan determinadas declaraciones, esos paneos que destilan curiosidad o pesadumbre etílica… Por el otro lado, en este recorrido emergen cambios que revelan un mundo vivo, misterioso. A pesar de moverse siempre en un marco reconocible, el cine de Hong no deja de buscar nuevos ángulos, nuevas posiciones, nuevos caminos. La magia (imperceptible a primera vista) de Hong se explica, en parte, a través de este acto: a fuerza de contar siempre lo mismo, llega a nuevos territorios, a nuevas ideas.

En Introduction, tragicomedia romántico-familiar dividida en tres capítulos y en dos países, prevalece la mágica sensación de estar ante un cine que se despliega en directo. En este caso, la pandemia del coronavirus se instala como discreto pero perceptible telón de fondo, mientras que la acción pasa por Berlín, ciudad que el propio autor visitó, hará un año, para presentar The Woman who Ran. Escenarios que reflejan nuestro presente y apuntes a pie de página que son fácilmente interpretables como referencias más o menos veladas a la vida íntima del propio Hong Sang-soo. Todo en orden. Aun así, como cabía esperar, Introduction reniega de las zonas de confort. Tras el respiro cromático que supuso The Woman who Ran, en Introduction volvemos a la casilla del blanco y negro, que ahora está ocupada por la juventud. Por unas nuevas generaciones que, esto sí, sienten sobre ellas el peso asfixiante de aquellas que les precedieron. Hong vuelve a invocar a más-que-probables alter egos, a despertar fantasmas de infidelidades y a bañar con soju esas discusiones marca de la casa en bares que, por mandato sanitario, han sido convenientemente despejados de público indeseado… Pero esta vez el zoom se fija en los más jóvenes, los que están “introduciéndose” en el mundo; en particular, en la relación que une a los hijos y a las hijas con sus respectivos padres y madres.

La distancia que separa a los primeros de los segundos marca los objetivos y el tono del texto, pero también se refleja en unas imágenes cuya aparente nitidez, en realidad, no deja de abrir interrogantes que no tienen por qué ser respondidos. Un joven, que seguramente es la razón de los rezos de su padre, camina por una playa gélida, pero se detiene, pues siente que, desde muy lejos, su madre le está mirando. Y sí, parece que la mujer le observa desde el balcón de un hotel. Él quiere hacer la suya, pero también sentirse cuidado; ella que le dejen en paz, pero también asegurarse de que su retoño irá por el buen camino… trazado por ella. El caso es que el chico la ve y levantar la mano, pero reprime el gesto de agitar el brazo en el aire, pues ni él ni nosotros sabemos si ella está saludando, o si está fumando, o si simplemente se está agitando el cabello.

Una vez más, Hong, el realizador, guionista, montador, compositor y director de fotografía que sabe que se puede conocer a alguien por cómo bebe y fuma (por sus vicios, vaya), pero también por cómo abraza y besa, propone misterios que no necesariamente deben ser confrontados de manera frontal. Ahí quedan, dispuestos por el camino (vital), cual piedras con las que tropezar incontables veces… y con las que aprender. Los personajes de la expansiva constelación de Hong siguen siendo el recipiente de errores en los que, con suma vergüenza, nos podemos ver reflejados, pero también se comportan como inspiradores fuentes de ternura y sabiduría. La vida fluye a través de todos ellos, y ahora, además, se pasan el testigo los unos a los otros: el cine como eterna introducción hacia esa historia que nunca terminará. (Victor Esquirol – OtrosCinesEuropa.com)