Keep the Lights On es la crónica del viaje emocional de dos hombres en la ciudad de Nueva York a través del amor, la amistad y la adicción. El director de documentales Erik y el abogado Paul se encuentran casualmente, pero pronto conectan y comienzan una relación. Tanto juntos como por separado son personas impulsivas, acostumbradas a las drogas y el sexo y a las que les gusta el riesgo. A lo largo de una década de relación, definida por altas, bajas y patrones disfuncionales, Erik lucha por establecer sus límites y conservar su dignidad sin dejar de ser leal a sí mismo.

Premio Teddy a la Mejor Película en el Festival de Cine de Berlín 2012

  • IMDb Rating: 6,2
  • RottenTomatoes: 90%

Película / Subtítulos

Hace poco, tuve ocasión de comentar en estas mismas páginas una pequeña gran película independiente de temática gay, titulada Weekend (2011). En ella, asistíamos a una bonita relación amorosa entre dos hombres que se conocían en un pub de ambiente homosexual y que disponían de 48 horas para estar juntos, ya que uno de ellos estaba a punto de abandonar el país para siempre. Lo efímero de este amor y la intensidad con que se viven las experiencias que sabemos que tienen fecha de caducidad, hicieron que el romance de Weekend acabara siendo idealizado, pese a que la psicología de sus personajes y los conflictos que ya habían comenzado a aflorar en esos dos únicos días de convivencia, hicieran pronosticar que no habría sido una historia para toda la vida, precisamente. Pues bien, el filme que nos ocupa podría ser la versión dilatada en el tiempo de Weekend, ya que comparten el mismo paisaje urbano, la estética indie y una construcción de personajes muy similar.

Ira Sachs (Little Men) se había convertido en un nombre a tener en cuenta allá por 2005, cuando se hizo con el Gran Premio del Jurado en Sundance con Forty Shades of Blue. Con este Keep the Lights On (2012), Sachs volvió a estar en la sección oficial competitiva del festival que le colocó en el ojo del huracán, además de obtener 4 nominaciones en los Independent Spirit Awards (incluyendo mejor película) y el Teddy 2012 en la Berlinale. Se trata de un drama de corte romántico sobre la turbulenta relación que se establece entre dos hombres a lo largo de una década. Dos personajes opuestos entre sí como Erik, un realizador de documentales abiertamente gay, que busca el amor a través de los encuentros sexuales que tiene con desconocidos con los que contacta a través de las líneas eróticas y Paul, un joven abogado que lleva una doble vida (tiene novia) y padece una fuerte adicción a las drogas. Lo que comienza siendo un “polvo sin compromiso” entre dos perfectos desconocidos, se irá convirtiendo en una intensa y muy conflictiva relación de pareja en la que Erik pondrá toda la carne en el asador por redimir a Paul de sus adicciones y retenerle a su lado, aun cuando éste tienda a rebelarse y a huir del hogar en cada recaída.

Lo que primero llama la atención de Keep the Lights On es que directa, seca y sin concesiones, es el excelente trabajo de Thure Lindhardt en el rol de Erik. No es un papel agradecido, ya que tiene todas las papeletas para no ser entendido por el espectador, que verá en él a una persona sin orgullo, capaz de soportar por un amor rayano en lo enfermizo, humillaciones como tener que presenciar cómo su pareja tiene relaciones sexuales con otro ante sus ojos. El actor ofrece una actuación mucho más natural y redonda que la de su compañero de reparto, Zachary Booth. Éste tiene la difícil tarea de lograr que su enfermo personaje de Paul no caiga en la caricatura. Una persona enganchada al crack, con tendencia a la infidelidad y con constantes cambios de humor que hacen que la vida a su lado sea como una constante montaña rusa, difícilmente puede caer simpática a la audiencia. Pero es que Keep the Lights On no pretende ser una historia de amor idílica y perfecta, sino un retrato del poder enajenador de la pasión, capaz de soportar múltiples obstáculos. Sachs no escatima en escenas de sexo donde sus actores se entregan con naturalidad y adorna su película de pequeños detalles con la que cualquier pareja que lleve junta muchos años, puede verse fácilmente identificada (aunque no compartamos las acciones de sus protagonistas en más de una ocasión). Se le puede achacar al relato una cierta frialdad a la hora de mostrar los sentimientos, ya que los momentos sórdidos o infelices acaban ensombreciendo a aquellos que deberían mostrar ese supuesto amor a prueba de bombas. Hay que destacar que la película está basada en la autobiografía del abogado Bill Clegg (Paul en el filme), titulada Portrait of an Addict as a Young Man, por lo que es evidente que Ira Sachs sabe de lo que está hablando. La verosimilitud y sinceridad de su propuesta están fuera de toda duda, sin miedo a resultar incómoda en algunos de sus pasajes más oscuros, como aquellos que muestran el deterioro psicológico de Paul, víctima de las sus excesos. La puesta en escena tiene la sobriedad del mejor cine independiente americano, con una bella fotografía de Thimios Bakatakis que acentúa la intimidad de la historia y una preciosa banda sonora compuesta por temas del músico neoyorkino Arthur Russell, fallecido víctima de VIH.

En definitiva, Keep the Lights On puede considerarse una de las ofertas más interesantes del último cine de temática gay, donde el director se muestra mucho más eficaz a la hora de mostrar los estragos de la droga dentro de una relación de pareja, que para inyectar auténtica emoción a su triste historia de amor. Si Sachs hubiese mimado más a sus criaturas, dulcificando sus personalidades para hacerlas más cercanas al público, tal vez habría logrado una película más comercial, pero habría traicionado a su contundente veracidad. Una elección personal totalmente respetable. (José Antonio Martín – ElAntepenultimoMohicano.com)