En L’armée des Ombres Philippe Gerbier es un ingeniero civil que ha entregado todos sus esfuerzos a la valerosa resistencia francesa, de la que es uno de sus máximos responsables. Pero llega el día en que la policía colaboracionista le captura, siendo retenido en un campo de concentración bajo atenta vigilancia. Tras un traslado logrará escapar improvisando una fuga relámpago. A partir de ese momento viviremos con su testimonio el día a día de la resistencia y sus dificultades ante el poderoso invasor.

  • IMDb Rating: 8,2
  • RottenTomatoes: 97%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Extraordinario film, ambientado durante la ocupación alemana de Francia en 1942 y 1943, sobre las meticulosas operaciones de un grupo perteneciente a la Resistencia ante los alemanes. A pesar del trasfondo bélico, al cineasta Jean-Pierre Melville -que también se movió en estos grupos durante la Segunda Guerra Mundial- no le interesa en absoluto realizar un film sobre el acontecimiento histórico, sino que realiza una minuciosa crónica del modus operandi y de las vidas de las personas que luchaban contra los nazis, demostrando una extraordinaria humanidad por el camino, así como la dureza de pertenecer a estos grupos, en los que cualquier podía ser un delator y, por tanto, las actividades debían permanecer en el más estricto de los secretos. Lino Ventura encabeza el reparto de una de las mejores obras de su realizador, rodada entre los éxitos de Le Samouraï y Le Cercle Rouge, con un elenco de secundarios de lujo que incluye a Paul Meurisse, Simone Signoret y Jean-Pierre Cassel.

Seguramente, el que era el operador habitual de Jean-Pierre Melville, el director de fotografía Henri Decae, se encontrase ocupado en algún otro film en el momento de rodar L’Armee des Ombres, lo que hizo que, curiosamente, aunque por aquél entonces el cineasta francés ya manejaba presupuestos que podrían considerarse holgados para los estándares europeos, escogió para ilustrar su guión en imágenes a un director de fotografía joven y de relativamente poca experiencia, posiblemente, para imponerle sus propias ideas de forma más sencilla que a un operador más veterano, según algunas tensiones de rodaje desveladas por el que finalmente fuera director de fotografía, Pierre Lhomme, con motivo de la restauración de la película llevada a cabo a mitad de la década de los años 2000. Lhomme, cuyas obras más conocidas quizá sean Cyrano de Bergerac (Jean Paul Rappaneau, 1990) y Le Joli May (co-dirigido con Chris Marker, 1963), además de aquéllas en las que colaboró con James Ivory o Robert Bresson, era un operador que hasta aquél momento había trabajado principalmente en documentales, de manera que tenía una forma de concebir la iluminación cinematográfica extremedamente realista o naturalista.

L’Armee des Ombres destaca sin lugar a dudas por su sobrio diseño de producción, que combina localizaciones reales para exteriores y algunos interiores, así como decorados interiores construidos expresamente para la ocasión. Todos estos decorados se concibieron con la imposición del director de que la película tuviera un aspecto prácticamente monocromático (evitando por diseño colores rojos, naranjas y amarillos), así como un tono general azulado con rostros pálidos. Este aspecto (que al menos también identifica la última parte de la filmografía de Melville, como a «Le Cercle Rouge«) se obtuvo fotoquímicamente pintando los decorados de colores ligeramente más cálidos de los pretendidos, para posteriormente retirarlos en el etalonaje, de forma que las localizaciones lucen con el tono pretendido inicialmente y los rostros fríos y desaturados, tal y como gustaban a Melville.

Aunque Lhomme no oculta que Melville era un realizador muy autoritario en su trabajo en el set de rodaje, capaz de indicar a su operador qué lámparas debían permanecer encendidas o apagadas para cada toma, lo cierto es que en este film se aprecia un naturalismo todavía más visible que en los trabajos del propio Decae para el realizador (y eso que la fama de Decae, precisamente, era la de ser uno de los operadores que comenzó a liberar la cámara y a los actores con su audaz estilo de luz rebotada y pretensiones realistas, dentro de la Nouvelle Vague).

En términos generales, aunque tampoco faltan momentos en que se hace uso de luz difusa, los decorados o localizaciones de L’Armée des Ombres están iluminadas con luz dura y directa procedente de las fuentes naturales, mientras que se emplea luz suave sobre los actores. El efecto resulta, por consiguiente, mucho más natural que el de la técnica clásica de los tres puntos de luz, no sólo porque es más realista, sino porque la dirección de la luz a lo largo del film es siempre la correcta, aunque tampoco falten recursos clásicos como el contraluz a pesar de carecer de justificación en muchos momentos. Si bien los interiores diurnos son destacables, los nocturnos resultan muy sorprendentes puesto que demuestran una clara determinación por integrar en los decorados las propias fuentes de iluminación, que no en pocas ocasiones realizan el verdadero trabajo en un alarde de técnica y arrojo en una época en que el forzado de las emulsiones aún no se había extendido tanto como lo haría poco después. Ello en ocasiones repercute en que los niveles de negros o contraste en la imagen no son óptimos, pero desde luego, los efectos que se consiguen son absolutamente realistas y desconocidos en cine por aquélla época, al menos hasta la llegada de las emulsiones de alta sensibilidad y las ópticas ultraluminosas. Y por el camino, Lhomme tiene tiempo hasta de lucirse en una magnífica secuencia nocturna (la del intento de liberación del compañero de resistencia captivo por los nazis), en la que, eso sí, para suavizar sus luces duras para iluminar a los actores y los fondos, el operador hace uso de filtros de niebla bastante aparentes, aunque precisamente justificados por tratarse de una de las pocas noches cerradas que aparecen en la película.

Los exteriores, por el contrario, con la excepción de un par de tomas, siempre son retratados escogiendo cuidadosamente el momento del día, de manera que la luz natural es suficiente para exponer el negativo y obtener imágenes de calidad sin hacer uso de luz de relleno artificial, incluso en las múltiples escenas rodadas en la hora mágica o en las extraordinarias noches americanas de las que hace gala el film. Sin embargo, aunque el aspecto siempre es envidiable, quizá lo más destacable dentro del conjunto sean los múltiples planos, tanto interiores como exteriores, en los que los cineastas no tienen el menor miedo a la subexposición y a obtener imágenes muy oscuras. Cítese por ejemplo la escena del confinamiento de Lino Ventura casi al final del film, iluminada por un simple farolillo, o el gran número de secuencias exteriores en las que las localizaciones únicamente reciben pinceladas de luz de un par de proyectores y en las que los personajes, haciendo honor al título, se mueven entre sombras y siluetas, que hace de L’Armée des Ombres un trabajo muy moderno –a pesar de su imagen de época- y arriesgado.

Todo ello, unido a la precisa y milimétrica puesta en escena de Melville -a primera vista muy simple y pausada, pero con inspiradas composiciones de imagen por doquier, un plano inicial inolvidable e incluso un interesante uso del zoom como focal variable-, constituye un conjunto magnífico y de absoluto primer orden, por su soberbia planificación, recreación de época, vanguardismo técnico e indudable gusto por la narrativa visual, manteniendo un admirable equilibrio entre el clasicismo y modernidad sin caer en algunos defectos que en busca de ésta han dejado obsoletos muchos trabajos de su misma época. (HarmonicaCinema.com)