En Mad Max Fury Road, y perseguido por su turbulento pasado, Mad cree que la mejor forma de sobrevivir es ir solo por el mundo. Sin embargo, se ve arrastrado a formar parte de un grupo que huye a través del desierto en un War Rig conducido por una Emperatriz de élite: Furiosa. Escapan de una Ciudadela tiranizada por Immortan Joe, a quien han arrebatado algo irreemplazable.

Mejor Montaje, Diseño de Producción, Vestuario, Maquillaje, Sonido y Mezcla de Sonido en los Premios Oscars 2015
Mejor Montaje, Diseño de Producción, Vestuario y Maquillaje en los Premios BAFTA 2015
Mejor Película 2015 para National Board of Review (NBR)
Premios FIPRESCi 2015 a la Mejor Película del Año

  • IMDb Rating: 8,1
  • RottenTomatoes: 97%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Treinta años después de su último episodio, la saga Mad Max regresa, previsiblemente recargada, a las pantallas. Y si hay unos pocos directores capaces de sacarle el máximo provecho a los cambios de Hollywood –y del cine de acción mainstream– en las úlimas décadas, ese es George Miller, un hombre que siempre se manejó cómodo en la velocidad, la potencia y la aceleración permanente. En cierto sentido, se puede decir que Mad Mad Fury Road –el cuarto episodio de la saga, una «secuela» en el sentido en el que las películas de James Bond son secuelas unas de otras– lo pone a la par de otros «viejitos acelerados» como Martin Scorsese y Michael Mann: todos ellos prueban que, después de los 70 años, son capaces de adaptarse al juego que juega la industria en términos de ritmo narrativo y llevarlo un paso más allá, donde la velocidad ya se mezcla con la experimentación audiovisual y hasta la abstracción sensorial.

Miller, claro, se maneja en un terreno más tradicional de superproducción, de tanque taquillero. Si bien la saga Mad Max significa poco y nada para los que crecieron en los ’90 o aún después (el público que hoy hace y deshace éxitos de taquilla) y su culto es muy minoritario si se lo compara con el de otras sagas de esa misma época como Star Wars e Indiana Jones, Miller hace todo lo que tiene que hacer para devolverle vida e insuflarle actualidad a la película. Es un filme que, de no mediar circunstancias curiosas del marketing cinematográfico, debería ser un éxito instantáneo, ganándole aún a Fast & Furious en el juego que esa saga mejor juega: el del frenesí y la persecución constante.

haber visto las tres películas anteriores de la saga para engancharse, aunque no hay duda que esta bebe más que nada de la segunda, Mad Max 2: Road Warrior, en su visión post-apocalíptica y desértica en la que un ex policía (su tragedia familiar, que se cuenta en la primera película, abre la nueva en un rápido repaso via voz en off y luego reaparece mediante algunas alucinaciones de nuestro antihéroe) circula por rutas y desiertos resecos, con sus facultades mentales al borde de la catatonia, y siendo perseguido y atrapado por todo tipo de tribus que sobreviven en esos mismos parajes infernales.

Mad Mad Fury Road se hace un poco eco también de la estética más bizarra de la tercer película de la saga (sí, la olvidable con Tina Turner), pero ese kitsch futurista que amenaza al principio con llevar todo a un terreno over the top de a poco va cediendo a la lógica pura y dura de la película, que es la persecución constante. No es, como especulaban algunos por la información previa, una constante carrera pero está cerca de serlo. La lógica del filme es la del avance permanente hacia ninguna parte, con algunos giros fuertes en la trama pero con un sistema inamovible: el de la persecución, el acecho y el combate en movimiento.

La trama es sencilla y acaso peca de excesiva corrección política: Max (Tom Hardy en lugar de Mel Gibson) es atrapado por los War Boys, soldados del pequeño pero imponente imperio que controla Inmortan Joe, amo y señor que maneja el acceso al agua y a las provisiones de los desesperados sobrevivientes. Y cuando todo está a punto de volverse un video kitsch de los ’80 (con un excesivo uso de la aceleración de cuadros para generar intensidad) aparece un transporte conducido por Furiosa (Charlize Theron) que se escapa de su asignado destino de traer provisiones. Los ejércitos de Joe salen a perseguirla –con Max como un literal estandarte– y allí empieza la versión Correcaminos de la trama, con mínimas detenciones en la ruta.

Furiosa está huyendo por una causa noble que no revelaremos aquí aunque está contada en todos los trailers del filme. Y tras una serie de accidentes, luchas y peleas mano a mano, Max terminará uniéndose a ella en su batalla contra el poderoso de turno. En cierto sentido, una vez que aparece Furiosa en acción, la película le pertenece más a ella que al monosilábico Max, que –a diferencia de Gibson– Hardy interpreta más cerca de la depresión que de la manía. Furiosa y su banda de mujeres en fuga son las que llevan las riendas del relato, de la mitad en adelante.

Si bien el costado medio Cirque du Soleil de algunas de las decisiones de arte y diseño de la película pueden incomodar al principio –los maquillajes excesivos, la dupla guitarrista y percusionista en vivo que dan al filme una banda sonora de acción casi diegética, algunas actuaciones desaforadas propias de la saga–, promediando el relato los personajes y sus problemáticas cobran mayor peso (no solo Max y Furiosa, sino el grupo que los acompaña). Es recién ahí que Miller suelta las riendas del todo en una persecución final que se extiende por muchísimo tiempo, pero que a diferencia de las batallas/persecuciones recientes, conserva un ritmo y una lógica espacial impecables, no dejando que los efectos digitales se lleven puesto el relativo «realismo» creado por Miller y poniendo siempre al espectador al centro de la acción y no como un espectador distante que ve cosas explotar por los aires hasta que todo le da lo mismo.

Miller proviene de una época en la que los villanos y los héroes tenían dimensiones y problemas reconocibles (no hay aquí galaxias lejanas ni Infinity Stones, digamos) y apuesta por esa medida de las cosas: la extinción de la raza humana por falta de agua potable, la explotación del hombre por el hombre y el uso y abuso de las mujeres son los temas principales de Mad Max Fury Road. Y cada golpe, cada muerte, cada bizarro stunt de las persecuciones tiene un sentido dramático reconocible. No solo Miller narra mejor que muchos en lo que respecta a los resortes del cine de acción y aventuras sino que crea personajes cuyos destinos nos involucran, cuya suerte nos preocupa.

No se trata de una película perfecta –tal vez los condicionamientos de hacer un blockbuster lo llevaron a utilizar algunos recursos un tanto innecesarios como la aceleración y los excesivos cortes de montaje–, pero no hay duda que Miller logró con Mad Max Fury Road revivir a una saga que se creía extinguida y no solo para darse un gusto personal. Max y Furiosa (más Furiosa que Max, para ser honestos) tienen cuerda, parece, para rato. Es de esperar que los espectadores los acompañen… (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)