Memorias del Subdesarrollo narra la vida de Sergio, un burgués que decide quedarse en Cuba mientras toda su familia abandona el país luego del triunfo de la Revolución. Sergio buscará un sentido a su vida escribiendo sus memorias, y la Revolución se convierte en un reto: tratará de comprenderla y hallar una coherencia dentro de su sistema de valores.

  • IMDB Rating: 7,8
  • Rottentomatoes: 91%

Película (Calidad 720p)

 

¿La condición de la sociedad refleja al individuo, o por el contrario, es el individuo el que reflexiona a la sociedad? Cuando hablamos de individuo bien podemos referirnos a un pensador o a un poeta, ¿puede el cineasta tomar este mismo papel?

En el caso que nos ocupa, Tomás Gutiérrez Alea, uno de los realizadores más influyentes en la historia del cine latinoamericano, muestra a Sergio, un personaje que encarna una mirada particular de Cuba en Memorias del Subdesarrollo (Cuba, 1968). Él ocupa el papel de un Antoine Roquentin, un Mersault o un Holden Caulfield, siendo aún más carismático que todos ellos. Critíca lo que él mismo es, a su propio reflejo: un personaje reflexivo y que se molesta de la gente que mantiene/sostiene/defiende —aparentemente sin darse cuenta— el “subdesarrollo”. Esto significa para Sergio, la incapacidad que tienen las personas de relacionar temas, y su necesidad de que otros piensen en su lugar; un subdesarrollo que nace de la falta de cultura, pensamiento y entendimiento.

Memorias del Subdesarrollo toma influencias del cine francés de los años cincuenta y sesenta. Las más claras son Chris Marker, por el uso de la voz en off mientras se observan fotografías fijas —sobre todo en su cortometraje La jetée (1962)—; y Godard, al utilizar personajes tan extraordinarios como seductores (para los personajes de la película y para nosotros, el público) que cambian de opinión, de movimientos y de emociones en segundos; fuman mientras leen y son fotografiados en blanco y negro creando un contexto bohemio. También encontramos bellas mujeres que enamoran hasta el tuétano a Sergio, provocándole muchos problemas. Personajes (algunos de ellos) culturizados y “emancipados” —en el sentido utilizado por Rancière— del ya mencionado “subdesarrollo”. La puesta en escena de los cuerpos, es presentada a través de la cámara subjetiva y una cámara en mano en constante movimiento que les sigue el paso. En ese sentido, Tomás Gutiérrez Alea también observó, entendió y utilizó el montaje innovador de la película À bout de Souffle (Francia,1959), haciendo uso de los jump cuts y del corte abrupto en la música.

En Memorias del Subdesarrollo Sergio piensa su infancia, su país, sus libros, a las mujeres que han estado con él y una vaga idea de su futuro. Habla del hambre en Cuba mientras observamos fotografías de gente enferma; habla de la muerte que es ocasionada por la misma desnutrición. Se pregunta si sería buen escritor mientras admira al Hemingway enamorado de Cuba, a ese premio Nobel de literatura que decidió quedarse allí, en ese territorio. Observa y (nos) habla de la casa donde jugaba de pequeño, recordando tiempos que parecen nunca haber pasado (a menudo se lee, que Cuba es el país donde se detuvo el tiempo).

Sergio se olvida de Elena, la chica morena que conoce y de la cual le gustan sus rodillas: «Elena me obliga a sentir el subdesarrollo a cada paso» se dice a sí mismo. ¿Cómo se sale del subdesarrollo? Parece ser que a Elena ni siquiera le preocupa el tema, es más, ni siquiera sabe de qué se trata. Un subdesarrollo que pesa pero que no cansa; un subdesarrollo disfrutable para Sergio y para el espectador. Al fin, ¿estamos totalmente librados del subdesarrollo al visionar esta película? ¿Sergio es un personaje subdesarrollado aunque él quiera verse como todo lo contrario? ¿Tomás Gutiérrez Alea queda alejado de ése subdesarrollo al realizar la película? Estamos distantes del cine que se produce allí, pero al final, a pesar de todas estas preguntas, siempre seguirá Hollywood olvidando Cuba. (Victor Villagómez – correspondenciascine.com)