En Minnie and Moskowitz, Minnie trabaja en un museo y vive con un hombre que la maltrata. Moskowitz es un viejo beatnick aparcacoches que no encuentra su lugar en el mundo. No tienen nada en común, excepto su soledad. Se conocen en un parking, cuando Moskowitz defiende a Minnie de la agresión de su acompañante. A pesar de sus diferencias y su amargura, descubren la gran necesidad que tienen el uno del otro.

  • IMDb Rating: 7,3
  • RottenTomatoes: 86%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

“Las películas hoy muestran solo un mundo ideal y han perdido contacto con
la verdadera manera de ser de las personas. En este país, la gente muere a los 21.
Mueren emocionalmente a los 21, quizás más jóvenes. Mi responsabilidad como
artista es ayudar a la gente a que logre pasar los 21. Las películas son un mapa
de ruta a través del terreno emocional e intelectual que brinda algunas ideas
acerca de cómo ahorrar dolor”
John Cassavetes

El amor y la muerte atraviesan la totalidad de la vida humana, en tanto especie y como individuos. La conciencia de la finitud de la vida es la certeza que nos define; mientras que contrariamente el amor es lo incierto, aquello sobre lo que no sabemos ni cómo, ni cuando, ni con quien, pero sobre lo que no paramos de ir, de insistir. El amor sucede y Minnie and Moskowitz es una maravillosa puesta en escena del carácter contingente del amor.

Minnie and Moskowitz es una película cercana a la comedia, es a su manera romántica y tiene un final feliz, pero no deja de ser un John Cassavetes auténtico, real e intenso, desbordado y absolutamente vivo. Minnie y Moskowitz nos muestran que la violenta vitalidad de la vida en el universo Cassavetes no está reñida con la felicidad. Minnie and Moskowitz es una de las películas femeninas de Cassavetes. Gira en torno a la sensibilidad de Minnie; a la conciencia de su necesidad de amor; a la inestabilidad de su deseo. La película es Minnie porque ella es el eje en tono al cual giran los hombres (Jim, Zelmo y Moskowitz); porque es su búsqueda amorosa y su desequilibrio lo que permite la entrada en juego de cada uno de ellos; y porque todo el relato está impregnado de su sensibilidad. El relato también gira en torno a Moskowitz, pero Seymour es igual a sí mismo desde la primera hasta la última escena. Hay una estabilidad cercana al objeto, y lo verbaliza con absoluta claridad: “yo no pienso” dice, y corre. Moskowitz es una flecha en el aire, potencia lanzada en búsqueda de su blanco, energía cinética. Moskowitz es acto. Habla, maneja, se mueve y siente de la misma manera, por impulsos. No se engaña, no miente, no reflexiona; parece un comediante del cine mudo, lo suyo es el “slapstik”: golpes, caídas, acting. Seymour se quema en su amor por Minnie, no puede descargar la energía que esa pasión le genera, su único momento de relax y silencio es cuando está con otra mujer, con una que es solo un cuerpo, solo sexo.

Probablemente Minnie and Moskowitz sea una puesta en escena de la frase de Cassavetes que abre este trabajo, la película está plagada de gente mayor de 21 que nos es presentada resaltando algún aspecto de su vida que hace pensar en la frustración, en algún tipo de abandono vital, de resignación, gente que ha tirado la toalla. La locura psiquiátrica de Morgan Morgan, vencido según su relato, por la vida, «mi mujer ha muerto» repite como una letanía, haciendo orbitar su desequilibrio en la pérdida amorosa. La soledad de Florence cargada de resignación, pero aun esperanzada con el amor. Jim preso de su propia incapacidad, esparciendo el malestar en cada paso, sobre su amante, sobre su esposa, sobre su hijo. Zelmo, solo, violento y temeroso de las mujeres, intentando tapar todo con su vozarrón. Un muestrario de personajes que por no saber, por no poder o por no querer parecen ser la personificación de lo que Cassavetes dice acerca de la muerte afectiva del americano medio al entrar en la vida adulta. Tal vez por eso en todas sus películas los hombres en crisis añoran una juventud idealizada y perdida.

Seymour va al cine a ver The Maltese Falcon, ama a Humprey Bogart. Minnie va al cine a ver Casablanca, ama a Bogart. Pero en la coincidencia no hay nada relevante, lo interesante es el discurso que Minnie le suelta a Florence: «El cine es una conspiración porque te tiende una trampa. Te condiciona desde pequeña, te engaña para que te lo creas todo. Nos hace creer en ideales, en la fuerza, en hombres buenos, en romances… y por supuesto en el amor. Así que te lo crees. Sales y empiezas a buscar. Si no lo encuentras sigues buscando. Trabajas… aprendes a ser femenina. Pero no hay Charles Boyer en mi vida, ni Clark Gable, ni Humprey Bogart. Nunca. No existen. Esa es la verdad. Pero el cine nos ha tendido una trampa. Y por muy lista que seas, te lo crees.»
¿Es eso lo que vemos del amor a través del cine? Quizás sea una de las miradas que nos otorga, la del cuento de hadas moderno, la del final de eterna felicidad. Quizás sea esa la que nos brindaba el cine de estrellas de Hollywood, cuando la idea de amor era sinónimo exclusivo de romance. Pero la felicidad eterna es solo una parte del engaño que Minnie denuncia, la otra es que está destinada solo a los bellos, sanos y equilibrados personajes que componen esas estrellas. Cassavetes también puede construir un final feliz, la diferencia es que sus criaturas son poco agraciadas, un tanto desequilibradas, débiles, sin muchas luces, parecidas a lo que cualquiera de los espectadores.

Minnie se nos presenta en una escena memorable, luego de ver en el cine Casablanca junto a Florence, una compañera de trabajo bastante mayor que ella, le pregunta si a su edad sigue teniendo deseo sexual. Son dos mujeres comunes, corridas de todo registro erótico o histérico, hablando de su sexualidad, de su soledad, de la necesidad de amor. Una escena sencilla y única, extraña por la naturalidad. Pero hay más, Minnie reflexiona acerca de lo que son sus relaciones amorosas: «No solo quieren tu cuerpo, quieren tu corazón, tu mente, tu alma, quieren todo. Hacen cualquier cosa por tenerlo. Y cuando lo tienen, en realidad no lo quieren.» Minnie no hace otra cosa que desmenuzar la idea del amor cómo conquista, el amor que se expande en la seducción y se contrae cuando tendría que hacerse acto cotidiano.

Minnie en la camioneta con Seymour, le toma entre sus manos el rostro, lo mira y le dice: “Esa no es la cara con la que he soñado” “No eres el hombre de quien me pueda enamorar”; ese hombre es Jim, pero solo en la apariencia, Jim es el deseo de Minnie, pero la realidad no se condice con el deseo, Jim la ha abandonado con su hijo mayor como testigo, Jim le ofrece dinero a cambio de desaparecer de su vida; Jim le dice que la ama mientras la deja, antes le ha pegado mientras le decía que la amaba. Jim es la idealización del amor, pero es su negación en el mundo real.
Seymour no encaja en el ideal de hombre, no tiene nada que ver con ella. Pero resulta que sus actos, excesivos, casi histéricos, son actos de entrega, son la materialización de su amor, desde el salvataje frente a la locura de Zelmo; pasando por la persecución en su camioneta y la pelea sin sentido con Dick; hasta el tijeretazo que corta su bigote. Moskowitz le demuestra que ella es lo importante, que su amor es lo importante; que lo que hay que ver es lo que genera no lo que parece ser. Seymour no es el hombre que Minnie soñó pero es el hombre que la ama y que con su locura la estabiliza, es la flecha que al impactar da sentido al blanco. Seymour no piensa, solo actúa, pero sabe muy bien que los anteojos negros son la coraza de Minnie, sabe que tiene que comer helado, y por sobre todas las cosas sabe cuáles son las palabras mágicas para terminar de enamorar a esa mujer.

Minnie y Moskowitz descubren que se aman y acto seguido todo lo demás pierde importancia, y para demostrarlo ahí está la escena con las madres. La madre real de Gena Rowlands haciendo de madre de Minnie y la madre real de John Cassavetes haciendo de madre de Seymour; y jugando ambas todo el poder castrador, una infantilizando a su hija y la otra desprestigiando a su hijo. Pero ambos están tan lejos de la influencia materna como para no entrar en juego y seguir sintiendo que lo único importante y real es el amor que sienten y el deseo de estar juntos. Cassavetes siempre vuelve sobre la familia como espacio ambivalente, el de las madres castradoras como también aparece en Una mujer bajo influencia; el de la prisión que sienten los personajes de Maridos, pero a la vez el único ámbito de desarrollo del amor.

Minnie and Moskowitz se suma a la mirada sobre los géneros que toda su filmografía construye: hombres más bien limitados y toscos, y mujeres profundas, sensibles y complejas. Zelmo, Jim y Seymour tienen un formato parecido: parecen incapaces de cualquier tipo de reflexión acerca de si mismos, son pura respuesta a la situación, son puro acto. Aunque estén cargados de valores diferentes, Seymour es claramente el más sensible, honesto y valiente, y eso es lo que lo hace distinto. También sus vínculos con las mujeres son diferentes: Zelmo expresa claramente su temor frente a ellas; Jim parece ser un manipulador que necesita de ellas; y Seymour aun temiendo a la mujer o al vínculo, se entrega, gira en torno a ella, el sentimiento parece ser todo para él.
Minnie es en algún punto la contracara de ellos: duda, piensa, se problematiza, sabe algo de lo que sufre como un síntoma, la frustración amorosa que se repite sostenida en un ideal de amor que jamás se alcanza. Ni Humprey Bogart, ni Charles Boyer, ni las escenas de las película románticas aparecen en su vida; y lo que se le parece son solo ilusiones.  (CineSinOrillas.blogspot.com)