En Playtime un grupo de turistas americanas hace un viaje por Europa, que prevé la visita de una capital por día. Al llegar a París, se dan cuenta de que el aeropuerto es exactamente igual al de Roma, de que las carreteras son idénticas a las de Hamburgo y que las farolas guardan un curioso parecido con las de Nueva York. En resumidas cuentas, el escenario no cambia de una ciudad a otra. Y ya que no pueden conocer París, se conformarán con pasar veinticuatro horas con parisinos de verdad, entre ellos Monsieur Hulot.

  • IMDb Rating: 7,9
  • Rotten Tomatoes: 98%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

A menudo, el atrevimiento es el detonante de un gran cambio. Claro que, nadie garantiza el éxito en esa nueva forma de hacer las cosas. Ni siquiera otorga la posibilidad de recibir admiración o respeto. A menudo, la osadía genera más críticas e incomprensión que fortuna y gloria. Por ello, aquel que decide iniciar la difícil empresa de innovar y cambiar el orden natural de las cosas, suele ser alguien arrojado y valiente (quizás insensato) dispuesto a fracasar a ojos de todos. Y, sobre todo, alguien dispuesto a mejorar el mundo que le rodea. Alguien como Jacques Tati. Obras como Playtime (1967).

Decía François Truffaut, el gran cineasta y compatriota francés, que “Tati crea un universo delirante, alucinante, carcelario, que más fácilmente paraliza la risa que la provoca.” Además, opinaba que su discípulo Jacques se equivocaba al rodar sus películas a través de planos generales. Sin embargo, Tati opinaba todo lo contrario, ya que “las personas no vemos la vida arrimándonos a la nariz de nuestro interlocutor”. De aquí podemos extraer que este director no pretende aleccionar ni opinar (al menos, conscientemente), sino mostrar lo que ocurre, da forma más o menos irónica y divertida.

Es importante recalcar que aunque no opine, al menos directamente a través de la imagen, sí que lo hace a través de sus historias. Cintas como Las vacaciones del Sr. Hulot (1953), Día de fiesta (1949), y, sobre todo, Mi Tío (1958), aportan un punto de vista tierno y alegre en torno a la mirada que tienen los niños de sus incipientes vidas. No obstante, todo cambió para él cuando obtuvo un gran presupuesto y decidió lanzarse a la piscina con una obra estratégicamente imposible.

No es fácil cooperar con Playtime. No cuenta nada más allá de la legendaria torpeza y mala suerte del señor Hulot y la arbitrariedad de movimientos que ejercen los turistas sobre un terreno. Y, sin embargo, no necesita nada más para obnubilar y atraerte a un mundo casi onírico, donde todo está a la vista y puedes mirar donde quieras. La profundidad de campo es muy amplia, y por ende, nada destaca por encima del resto. Todo está a foco, por lo que es el espectador el que elige donde mirar y qué desechar, dando lugar a infinitos visionados de la misma.

No hay un solo plano cerrado en todo el metraje. Solo encuadres abiertos que retratan un posmodernismo hierático y espacial en la arquitectura de la ciudad donde todo transcurre. Geometrías lo más cuadradas posibles y espacios muy delimitados, donde uno o se pierde o se automatiza. Al menos, en la primera parte de la película. La segunda es algo realmente indescriptible e inteligible (en el buen sentido, si es que existe). Una locura desmedida que transcurre en un restaurante a priori modélico y a posteriori enajenado.

Nos encontramos, debatiblemente, ante la cinta mejor planificada de la historia. La capacidad de Playtime de mostrar varias situaciones paralelas en la misma secuencia, con cientos de actores realizando cada uno su acto significativo y relevante, es algo inusitado y nunca antes visto. Se describe a todas las personas que habitan temporalmente el restaurante de una forma tan precisa que hasta llega a sobrecargar de información. Además, sin centrar la cámara en ninguno de ellos, sino dejando al espectador que elija la situación más cómica que encuentre. Y eso se consigue teniendo un manejo increíble de la colocación de la cámara y el pulso cinético de una escena.

La guinda del pastel es la extrema belleza de las imágenes que se contemplan. Aquí, Tati logra la mejor fotografía de su carrera de largo. Y solo la mera representación de una aglomeración de coches girando en una rotonda haciendo las veces de noria es ya, histórica. Lo consigue, eso sí, con el mayor presupuesto del cine francés hasta la fecha del rodaje de la cinta. Pero, como es natural, poseer un número grande de dinero no hace grande a una película, sino lo que haces con ello. Y esta gesta fue tan grande que supuso el gran fracaso de su carrera. Nadie entendió lo que aquí ocurría, adelantándose demasiado a su época.

A menudo, el atrevimiento es el detonante de un gran cambio. Para Jacques Tati, supuso la ruina. Para la gente de la época, supuso un ejercicio de exceso de pretensiones. Para la historia del cine, supone una gesta indescriptible y que, sin lugar a dudas, se mantiene más vigente que nunca. A menudo, aparecen obras como Playtime que mejoran, aunque sea un poquito, el mundo que nos rodea. (Álvaro García-Dotor – 35milimetros.es)