En Taste of Fear Penny Appleby, una joven a la que un accidente ha dejado en silla de ruedas, decide irse a vivir con su padre, al que no ve desde hace diez años, y con su nueva esposa, pero a su llegada descubre que su padre no está. Con el paso de los días, Penny está cada vez más convencida de que ha muerto, pero nadie la cree, excepto el chófer, y juntos inician una investigación.

  • IMDb Rating: 7,4
  • RottenTomatoes: 79%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Aunque sea el firmante de otras tres películas generalmente escoradas al cine policiaco, lo cierto es que el relativo prestigio del palestino de nacimiento y británico de adopción Seth Holt viene marcado por sus dos primeras aportaciones para Hammer Films –la tercera de ellas tuvo un rodaje accidentado y Holt murió antes de finalizarla, dejando bruscamente interrumpida una trayectoria que hubiera podido fructificar en títulos definidos por sus singulares modos visuales de realización.

Una de sus dos renombradas aportaciones para el célebre estudio británico, llevaba el sello de Jimmy Sangster en calidad de guionista y productor. Fue precisamente Sangster quien potenció en la firma la presencia de films de terror psicológico al margen del revisionismo de las grandes mitologías del género que propusieron a partir de 1957. Fruto del interés de Sangster son películas simpáticas aunque de cortos vuelos, como Paranoic y Maniac, ambas de 1963, o Hysteria, de 1965.

Pero se dio la circunstancia del encuentro con Seth Holt, quien logró trasladar las sencillas directrices de Sangster, extrayendo de sus esquemáticos puntos de partida un planteamiento competente de puesta en escena, que es lo que permite que las dos películas en la que ambos colaboraron juntos, hayan alcanzado cierto status de culto. Taste of Fear, estrenada en EEUU como Scream of Fear, responde al esquema esgrimido no solo por la cinematografía inglesa -en todos los países europeos encontramos títulos de estas características- de imitar el modelo propuesto por el francés Henri-George Clouzot con su exitosa Les Diaboliques. Una película de la que nunca he comprendido ni el ya señalado éxito popular, ni su relativo prestigio crítico. El caso es que el cine británico tuvo bien presente el modelo para plantear historias de crímenes, muertos vivos y desenmascaramiento de asesinatos, bajo un prisma cercano a la aparentemente sobrenatural. Se trata de una vertiente que, sin salir del contexto fílmico en que nos encontramos, tuvo un exponente con Chase a Crooked Shadow, de Michael Anderson –película que tiene bastantes similitudes con la que comentamos, y que elige como escenario exterior la Costa Brava catalana-.

Por el contrario, Taste of Fear tiene como marco físico la Costa Azul, y tras una breve secuencia previa en la que se descubre en un lago un cadáver, la película se inicia en el aeropuerto de Niza, a donde llega en vuelo Penny Appleby (Susan Strasberg). Se trata de la hija de un acaudalado caballero, que años antes sufrió una lesión en un accidente de caballo, lo que le obliga a discurrir en silla de ruedas. En el aeropuerto es recogida por Bob (Ronald Lewis), el chofer de su padre. Es trasladada a la mansión que este posee, conociendo allí a la segunda esposa de este -Jane (Anne Todd)-. No podrá ver a su padre, ya que le indican que se ha marchado de viaje, pero al poco de instalarse, Penny será protagonista de diversas situaciones terroríficas, que le harán suponer que su progenitor ha sido asesinado. Esas sospechas le harán recelar de su madrastra, logrando encontrar en dicho contexto el único apoyo del chófer, quien incluso apunta a un plan destinado a eliminarla, y permitiendo que el desarrollo de su asesinato, designara a Jane como única heredera de la fortuna de su desaparecido padre. Bob incluso descubrirá el cadáver del propietario de la mansión, y junto con Penny acudirán a la policía a denunciar el previsible asesinato. Pero, como suele suceder en estos casos, nada es como parece.

Y es precisamente ese servilismo para intentar sorprender al espectador, lo que más ha envejecido en una película que desarrolla todo un auténtico juego de convenciones entre buenos que parecen malos, villanos que simulan buenos y situaciones que en realidad sostienen una lógica inversa. En ese sentido, Taste of Fear no ofrece grandes novedades pero, por el contrario, es en el capítulo de la puesta en escena y su lograda atmósfera, donde la película alcanza una notable vigencia. Holt supo rodearse de un equipo técnico competente; era buen conocedor de las posibilidades de los profesionales ingleses, ya que él mismo era parte de ellos en su cualificación como montador en diversos títulos de los años cincuenta. Sin lugar a duda, el mayor acierto de todo el conjunto vino dado de la elección de Douglas Slocombe como operador de fotografía, logrando imprimir con su labor en la película unas texturas muy físicas a través de su contrastado blanco y negro. Un rasgo este que se ajustaba a la perfección a una escenografía que alternaba ambientes modernos con otros decadentes en la misma mansión –es una curiosa dualidad que potencia el falso aire fantastique de la película-, y donde destacan cuatro tours de force que, hábilmente insertados, logran mantener el interés de la función.

Estos son el primer encuentro de Penny con la imagen de su padre y su posterior caída a la piscina; la segunda de dichas “visiones”–ya en su propia habitación-; la secuencia submarina dentro de la piscina, en la que Bob localiza el cadáver del padre de Penny y, por supuesto, la del accidente provocado junto al acantilado. Estos concienzudos y eficaces golpes de efecto y la acertada utilización cinematográfica que se ofrece de decorados y objetos, contribuyen a mantener la fuerza de una película que adquiere un climax final francamente poco creíble –esa ira transformada en erróneo asesinato por parte del joven conductor-, a la que hemos de unir la molesta e imperturbable presencia de Ronald Lewis en uno de los papeles protagonistas. Es evidente que Seth Holt –y también Jimmy Sangster-, lograron salvar los escollos que aparecen en esta con todo apreciable Taste of Fear, de cara a la posterior reunión de ambos con The Nanny, en 1965. En ambas, por cierto, los ecos del cine psicológico de Joseph Losey son bastante acusados. (TheCinema.Blogia.com)