En The Bothersome Man, Andreas, sin saber cómo, acaba de llegar a una extraña ciudad. Tiene trabajo, casa e incluso esposa, pero nota que algo no va bien. La gente que lo rodea parece vacía y superficial, y sus intentos por escapar a ese tipo de vida se verán abocados al fracaso.

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En los últimos años el cine nórdico no ha parado de crecer y dirigirse a nuevos terrenos dejando a un lado el pasado y preparándose para un futuro que parece alejarse de todos aquellos nombres (Bergman, Dreyer) que surcaron antaño el cine de constantes más glaciales. Para ello, una buena ración de géneros que no habían surcado esos parajes y han encontrado en un thriller casi descendiente directo de la novela negra el parapeto idoneo.

No obstante, hay vida más allá del thriller y de los parajes dramáticos que han dado vida al cine nórdico en los últimos tiempos, y un perfecto ejemplo de ello es el cuarto largometraje de Jens Lien, también cortometrajista y realizador televisivo que en The Bothersome Man presenta una atípica comedia negra que entremezcla sus genes con el cine fantástico para componer una extraña parábola acerca de la sociedad.

Un autobús llegando a un desértico e inhóspito lugar, y un personaje con traje y gorra bajando de él para afrontar una nueva aventura conforman la atípica presentación de una cinta cuyas intenciones ni siquiera se atisban en esa puesta en escena tan insólita, pero que paulatinamente irá dejando detalles acerca del destino que le depara a nuestro protagonista ese adentramiento en una nueva ciudad, con trabajo nuevo y compañeros nuevos.

De ese contexto emerge una especie de utopía que terminará deviniendo distopía cuando Andreas, ese personaje que más bien parece un pulpo en un garaje, empiece a advertir que empatía y emoción son conceptos que no se atisban en ese nuevo universo donde ha ido a parar. Así, cada nueva relación o incluso el abandono de una anterior le llevan a un estado en el cual el amor parece una noción ciertamente alejada de la realidad.

Con un estilo minimalista que hace acto de presencia prácticamente durante todo el film, The Bothersome Man bien podría emparentarse fácilmente con nombres como los de Terry Gilliam (en la consecución de esas ideas entorno a esa sociedad) o incluso Charlie Kaufman en la puesta en escena de ese planteamiento tan particular. Incluso se podría decir que en su praxis formal cuando música e imagen se encuentran en un mismo espacio, el trabajo de Lien tiene algo de Jeunet (todo ello teniendo en cuenta que el trabajo del Noruego se aleja del habitual y arrebatador estilo visual del galo, optando por un cromatismo mucho más pálido en la imagen).

El pesadillesco periplo de nuestro protagonista llegará a su punto álgido cuando, tras un intento de suicidio (algo bastante infructífero en una ciudad como esa, hecho que el espectador constata cuando durante los primeros compases algo similar a unos empleados gubernamentales retiran un cadáver de las vías sin inmutarse lo más mínimo), encuentre el que parece ser último resquicio de emoción en un lugar desposeído de todo lo parecido a aquello que esa palabra conlleva y, con él, deba decidir si morar en un mundo donde amar no parece posible, o ser desterrado al más inclemente de los parajes. (Rubén Collazos – CineMaldito.com)