Jimmy Rabbitte, un joven de un barrio proletario de Dublín, está empeñado en hacer realidad un sueño: crear una banda y llevar la música soul a su ciudad. Para ello, publica un anuncio en un periódico local y empieza a seleccionar a jóvenes de vida precaria, pero de gran talento musical. Así nace el grupo The Commitments.

Mejor Película, Mejor Director, Mejor Montaje y Mejor Guión Adaptado Premios BAFTA 1992

  • IMDb Rating: 7,6
  • RottemTomatoes: 88%

Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

Tal vez no sea la más vistosa, ni la más pulida, ni mucho menos la más famosa… pero, de las cinco películas de Alan Parker relacionadas a lo musical, The Commitments es la que mejor captura la emoción, los tropiezos y las locas expectativas de pertenecer a un grupo de rock.

Dos advertencias: desde luego se puede alegar que The Commitments no es una película sobre rock, sino sobre soul, que es el género musical elegido por la banda cuya historia se retrata en la película; pero sería absurdo tomar en serio tal diferencia… aunque algunas técnicas y temas difieran, el espíritu de la música es el mismo. Como casi todas las películas de Alan Parker, ésta fue recibida fríamente por el público, y sólo ligeramente con más entusiasmo por la crítica. Pero en círculos especializados, The Commitments ha alcanzado niveles de culto, por el realismo con el que retrata la creación y desarrollo de una sencilla banda, y por el entusiasmo con el que lo hace.

Por si no fuera evidente, aquí va una pequeña sinopsis: el protagonista de la película es Jimmy Rabbitte (Robert Arkins), un emprendedor joven irlandés que pretende formar y manejar un grupo de «soul» en un pobre barrio del norte de Dublín. ¿Por qué soul? Según Jimmy, el soul es la música del trabajador, que lleva el ritmo del sexo y el mensaje de redención a las clases bajas. Además, independientemente de cuestiones étnicas, Jimmy dice: «Los Irlandeses somos los negros de Europa; los Dublineses somos los negros de Irlanda; y los del Barrio Norte somos los negros de Dublín». Luego de las consabidas audiciones humorísticas, Jimmy va encontrando a los miembros del grupo… el rijoso, pero enormemente talentoso vocalista; el veterano trompetista con incontables historias sobre los famosos que conoció en su juventud; el vanidoso saxofonista que gusta del jazz y trata de imponer su preferencia; el violento baterista… y por supuesto no puede faltar el trío de guapas cantantes que apoyan las canciones, no sólo musicalmente, sino con su agradable presencia. Una vez establecido el grupo comienzan los ensayos, pero los conflictos personales no están muy lejos. Deco (Andrew Strong), el vocalista, es grosero y vulgar, ofendiendo continuamente a las muchachas; Joey (Johnny Murphy), el trompetista, miente sobre sus famosos contactos; hay múltiples deudas, nadie cree en la banda, y el padre del mismo Jimmy se burla constantemente, comparándolos con U2 e insistiendo que deben tocar canciones de Elvis. Pero con tenaces ensayos, buena labor de prensa y el incansable esfuerzo de Jimmy por mantener unida a la banda, empiezan a ganar fama y a mejorar su repertorio, hasta llegar a un concierto que decidirá su futuro… si no se separan antes.

No hay mayor complicación en el argumento. Después de todo, la historia no es muy original, pues la hemos visto en decenas de cintas similares. Pero The Commitments destaca sobre su competencia por sus coloridos personajes y la honestidad de su guión. Cada miembro del grupo es único, y sus personalidades están tan bien dibujadas que la dinámica que se desarrolla entre ellos es creíble y fresca, aún cuando las cosas no van muy bien. Y en esos momentos, el guión no ignora los problemas inherentes a reunir un conjunto de gente volátil y creativa.

Desde el punto de vista técnico, The Commitments es tan sobria que parece visualmente aburrida, pero hay que poner atención a los detalles que dan vida a las auténticas locaciones en las que se filmó la cinta. Un perro saltando, un grupo de niños vandalizando un edificio, o los retratos del Papa y de Elvis en un hogar irlandés son tan sólo muestras del sabor irlandés de la película, que no disimula los vicios y problemas de ese país, pero que a la vez señala orgullosamente la tenacidad y entusiasta actitud de su gente. Alan Parker es uno de mis directores favoritos, y aunque no todas sus películas sean obras maestras, siempre podemos contar con su pasión, que en la pantalla se convierte en historias intensas pobladas por personajes con honestas emociones.

Pero cualquier musical es sólo tan bueno como la música que incluye. Afortunadamente, The Commitments sobresale en ese aspecto. Los actores tocan realmente los instrumentos, y la mayor parte de las canciones se grabaron al momento de filmarse, a pesar de los serios problemas técnicos que eso implica. Parker se negó terminantemente a hacer trampa con la música, y por ello decidió armar su elenco con músicos, los cuales tuvieron que aprender a actuar. Las dos excepciones fueron Bronagh Gallagher, famosa actriz de la televisión inglesa que tuvo que aprender a cantar; y Johnny Murphy, frecuente colaborador de Parker, que aprendió a tocar la trompeta.

Aunque no hay canciones originales en The Commitments, el desfile de éxitos de soul es impresionante, y su adaptación a la idiosincrasia irlandesa les da nueva vida al mismo tiempo que los hace más asimilables para audiencias modernas. De esta manera se preserva la intención y mensaje original de las canciones, pero con arreglos que no ahuyentarán a quienes consideren el soul tradicional como música demasiado «étnica» o especializada.

Ojalá que el reciente interés en los musicales (gracias a la fantástica película Moulin Rouge! y a la inerte Chicago) seduzca a Parker para incursionar de nuevo en el género, pues Evita, su último musical, expresa más la identidad de su famosa estrella que de su director.

De cualquier modo, en un género tan abierto, que permite la existencia de obras tan diversas como Josie and the Pussycats y The Doors, tal vez The Commitments no sea temáticamente especial, o técnicamente sobresaliente, pero pocas cintas transmiten con mayor entusiasmo o eficacia la emoción de crear música (aunque sea deficientemente) como parte de un grupo de gente con gustos similares. Y aunque el final de la cinta (como el de tantos grupos aficionados) no sea tan feliz como esperábamos, Parker nos deja un mensaje final que pone en un nuevo contexto la historia, y nos hace ver que no es el éxito lo que importa, sino el enriquecimiento que una experiencia como esta deja en la vida futura. Y hablando como antiguo baterista de rock, a la vez frustrado y satisfecho, debo decir que esa es una lección de vida que nunca olvidaré. (Pablo del Moral – CinEncanto.com)