The Master es un drama sobre la Iglesia de la Cienciología. Lancaster Dodd, un intelectual brillante y de fuertes convicciones, crea una organización religiosa que empieza a hacerse popular en Estados Unidos hacia 1952. Freddie Quell, un joven vagabundo, se convierte en su mano derecha. Sin embargo, cuando la secta triunfa y consigue atraer a numerosos y fervientes seguidores, a Freddie le surgirán dudas.

Mejor Director, Mejor Actor y Premios FIPRESCI en el Festival de Cine de Venecia 2012

  • IMDb Rating: 7,2
  • RottenTomatoes: 85%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Las intrincadas relaciones paterno-filiales son una constante en el cine de Paul Thomas Anderson. Los personajes de sus películas son hijos huérfanos de un sentido al que intentan arribar de forma desesperada, sin plena conciencia de ello. Esa búsqueda se manifiesta a través del contraste entre composiciones actorales exuberantes, caóticas e impulsivas dentro de una puesta en escena controlada a la que se le puede incluso achacar una frialdad de estilo kubrickiano. Freddie Quell, interpretado por Joaquin Phoenix (The Sister Brothers, The Immigrant) es sólo un botón de muestra en el corolario de hombres desamparados e incapaces de encajar en el contexto social que integran la entera filmografía de Anderson. En The Master hay un hombre que busca un padre, un padre que necesita un hijo, un hijo biológico que no quiere serlo y, sobre todos ellos, una madre absoluta que adquiere las formas físicas superficialmente dulces pero profundamente oscuras de Amy Adams (Nocturnal Animals, Arrival), y la simbólica de la mujer de arena que el protagonista amasa frente a un océano profusamente azul.

Enmarcada por la segunda posguerra mundial, The Master sigue el derrotero de este marine, similar al de cualquiera de sus compañeros, presentados mediante una serie de primeros planos que exponen las consecuencias psicológicas de la experiencia bélica mientras la voz de un superior fuera del campo visual intenta venderles un discurso engañoso sobre las propiedades curativas de una juventud claramente corrompida. La escena está inspirada en unas cuantas de Let There be Light (1946), desolador documental de John Huston censurado por el ejército estadounidense que mostraba los diversos traumas de un grupo de soldados a través de sesiones de terapia. En los años que corresponden al presente de la ficción, el cine negro estaba en su apogeo dentro de Hollywood, funcionando como espejo sintomático de las marcas que la guerra imprimió en la sociedad. Anderson retoma ese espíritu no sólo desde aspectos estilísticos, con luces y sombras perfectamente delimitadas o planos en los que apenas pueden discernirse las figuras humanas, sino también en el tono nunca del todo realista ni del todo onírico, articulado sobre un aire malsano e hipnótico de carácter existencialista, reflejo del desesperante estado anímico y psicológico de sus protagonistas.

En The Master, Freddie pasa de las convulsionadas aguas bélicas y los acorazados a la calma de la navegación a bordo de un yate de placer en el que encuentra al “maestro” Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), figura paterna en la que ve, tal vez, una chance de salvación o redención. Pero lo que va descubriendo con el transcurso de la película y la relación es otro discurso falaz, aunque con matices más afectuosos, que promete una libertad circunscrita al marco de la religión -denominada “La Causa”, inspirada en la Cienciología- creada por el líder, y atada a sus arbitrariedades. Aunque innovadora, la represión de la condición animal del ser humano le resultará tan coercitiva como cualquier otra. Los movimientos corporales de Phoenix oscilan entre lo simiesco y lo senil, y su personaje es uno de pulsiones básicas desmedidas, sobre todo sexuales. Lancaster, por el contrario, goza de otro tipo de libertades, posibles gracias al status económico y la capacidad intelectual que le permiten convertirse en el encantador de serpientes de una considerable cantidad de adeptos provenientes de la alta sociedad. No obstante, sobre él pesa el dominio de una esposa que advierte el funcionamiento social falocéntrico y lo controla con mano firme.

El control efectivo y la capacidad dominante de esta microsociedad pertenecen a las mujeres, reconocedoras del hombre con el potencial necesario que les permita posicionarse socialmente y perpetuar la vida mediante la procreación. Lancaster ocupa un rol de liderazgo impulsado por la ambición de Peggy, y la característica indómita de Freddie lo condena a perder a la mujer que ama y ser el objeto de la diversión de Elizabeth Dodd (Ambyr Childers), hija mayor del matrimonio, perfecta aprendiz de su madre que elige un esposo adecuado para satisfacer su ímpetu despótico. Clark (Rami Malek) es un hombre dócil de diáfanos rasgos amanerados. Su temperamento afeminado lo distingue de la disciplinada impotencia de Lancaster para revertir la situación. Clark sabe que estar junto a Elizabeth le asegurará en el futuro un lugar preponderante en esa jerarquía comunitaria que no podría alcanzar de otra manera, dados los prejuicios y convenciones de la época. Cuando Elizabeth expresa fingida molestia por el interés de Freddie durante una cena familiar que gira alrededor de las peculiaridades de aquel, en la cara de Clark se dibuja una sonrisa sutil y mordaz que pone en evidencia la lucidez acerca del lugar que ocupa. En una escena previa, cuando es testigo de la masturbación pública de Freddie a manos de su esposa, reacciona de la misma manera. Ninguno de ellos es el verdadero amo de la causa que encaminan, funcionales como son a las exigencias de un matriarcado categórico e irrefutable que bien podría simbolizar la supremacía política de los Estados Unidos. (Nuria Silva – HacerseLaCrítica.com)