En Favolacce varias familias viven en una especie de limbo a las afueras de Roma. La tensión se palpa en el ambiente y parece poder explotar en cualquier momento; y los niños no son ajenos a ello.

Mejor Guión en el Festival de Berlín 2020

  • IMDb Rating: 6,5
  • RottenTomatoes: 64%

Película / Subítulos (Calidad 1080p)

 

Después de presentar La Terra dell’abbastanza dentro de la sección Panorama en el año 2018, la última propuesta de los hermanos Fabio y Damiano D’Innocenzo ha provocado sudores en la competición oficial de la Berlinale. A pesar de estar ambientada en una urbanización a las afueras de Roma durante un caluroso verano, Favolacce no es ningún pasatiempo estival. De hecho, los celos y la ansiedad se elevan todavía más alto que las inclementes temperaturas, acompañados por los ecos televisivos de una tragedia familiar. Nada parece calmar la situación, a pesar de que los personajes tratan de refrescarse en la piscina de Bruno Placido (interpretado por Elio Germano, que hace doblete en esta edición del festival junto a su contundente trabajo en Volevo Nascondermi). Placido es el típico padre de familia capaz de citar con convicción a Steve Jobs en medio de la cena, mientras fantasea con violar a una mujer que ha acudido a la fiesta de cumpleaños de una niña pequeña. Ese tipo de hombre.

El joven dúo de realizadores italianos compone un microcosmos desagradable, totalmente privado de sonrisas y tan incómodo como unos pantalones ajustados en verano. Ni siquiera esta “época dorada” de la infancia se libra de las indiscreciones de los adultos (incluyendo historias de pornografía), pero la curiosidad de los jóvenes pronto se convierte en resignación. En esta situación, Dennis (Tommaso di Cola) y el introvertido Geremia (Justin Korovkin) intentan arreglárselas por su cuenta, de forma bastante peculiar. Los niños observan discretamente a los adultos, que no son conscientes de estar siendo vigilados en todo momento, e intentan disimular cuando estos alardean sobre parecerse a “Antonio Banderas, el que sale en un anuncio rodeado de tías”.

La película recuerda en cierta forma a Happiness, de Todd Solondz, aunque los protagonistas de esta última eran absolutamente adorables en comparación con los cínicos personajes que presentan los hermanos D’Innocenzo: seres egoístas que tan solo se dedican a criticar la última compra de un vecino o el trasero de una chica embarazada. La película carece de la más mínima empatía, algo que el director estadounidense sí demostraba de forma casi milagrosa hacia todos sus personajes, incluso los más tristes e inadaptados. Sin embargo, a pesar de sus momentos repulsivos y de su enloquecedora banda sonora (dominada por una cacofonía de sonidos de grillos), esta locura veraniega demuestra cierta coherencia, generando un universo creíble.

De hecho, la cinta puede resultar realmente interesante, además de ser bastante divertida (aunque se trata de un humor esporádico ante el que no conviene bajar la guardia). Aún así, Favolacce se vuelve agotadora a medida que avanzan los días, lentos y confusos, llenos de crueldad cotidiana. Resulta revelador que, a pesar de toda su oscuridad, Favolacce es una experiencia tan inquietante como fácil de olvidar. Por otra parte, el final de la película demuestra que los adultos siempre son los últimos en enterarse de lo que sucede delante de sus narices, mostrándose más preocupados por llegar al final de otro día aburrido que por atender a sus hijos y darles un rayo de esperanza. (Marta Balaga – CinEuropa.org)