En Paprika, la psiquiatra Atsuko Chiba ha desarrollado un método de terapia revolucionario, un prototipo de máquina experimental gracias a la cual es posible introducirse en la mente de los pacientes para tratar sus ansiedades. Pero uno de los modelos es robado del laboratorio, y comienzan a utilizarlo para invadir las mentes de sus creadores, destruyendo sus personalidades mientras duermen.

  • IMDb Rating: 7,7
  • RottenTomatoes: 84%

Película / Subtítulo (Calidad 720p. La copia viene con dos canales de audio, en Inglés y en Japonés)

Paprika cuenta las andanzas de la doctora Atsuko y su equipo, que por medio del DC Mini (un artefacto capaz de entrar en los sueños de la gente y grabarlos en video para su posterior análisis) intenta curar los trastornos mentales de sus pacientes, hasta que un día un misterioso terrorista roba uno de estos artilugios y comienza a sembrar el caos en la ciudad. Para capturarlo, tendrán que pedir ayuda a la misteriosa Paprika.
Como en un sueño, el tema central de su filmografía, Satoshi Kon homenajea al cine de la mano del personaje del detective y al propio anime japonés por medio de la cabalgata onírica que aparece varias veces en la película. Reminiscencias que nos trasladan a la mítica Robot Carnival (1987) mientras se mueve continuamente entre las suposiciones y las certezas de la trama; unas veces a un nivel profundo, otras más superficial, con la textura de un sueño y el sabor del pimentón (que es lo que significa Paprika en español, por cierto). El bagaje audiovisual y cultural de Satoshi Kon se articulaba entre el anime de su país que visionó hasta acabar el instituto, pasando por la literatura de Philip K. Dick, algo de cine europeo, western y la filmografía de su compatriota y genio del cine el gran Akira Kurosawa. Todo esto se refleja en Paprika. Los grandes artistas son capaces de amalgamar influencias dispares para construir un discurso propio, nuevo y fresco, algo que sin duda se dio con creces en Satoshi Kon.
Si hay algún ‘pero’ que se le puede achacar al anime, en general, es la inconsistencia y lo confuso de sus argumentos, a menudo debido a que son adaptaciones animadas de mangas de centenares de números, como ocurrió en su momento con Akira, la película que abrió el mundo al cómic japonés (o al revés). Antes de ver Paprika esos miedos están ahí. Miedos, que, por otra parte, rápidamente se disipan. Paprika juega con sus propias reglas: entra rápidamente en el meollo con la escena inicial y despliega una historia repleta de misterios oníricos; algo de jerigonza científica (que como era de esperar, no explica, aunque tampoco lo necesita, prácticamente nada de cómo funciona el ya mencionado DC Mini) muy propia del género; un notable despliegue de imaginación en las escenas de los sueños; pequeñísimos y brillantes detalles aquí y allá (como ese momento en que la protagonista duda en asir o no esa traicionera valla metálica); amores escondidos que salen a la luz; y, unas generosas dosis de fino humor que acaban por convertir a Paprika en una película más que recomendable para los amantes del cine, un grato sueño, amable y reparador que la doctora Atsuko os recetaría sin dudar.
Añadir, como si este que escribre hubiera sido inspeccionado a fondo por la detective Paprika a fin de extirpar mis más arraigados prejuicios, que el trabajo de Kon provoca una catarsis personal que logra cambiar cualquier opinión sobre el anime. Es muy posible que finalmente, entre la producción clásica de los estudios de Hayao Miyazaki, haya espacio ya para producciones más personales y ricas, como esta Paprika, el trabajo restante del propio Satoshi Kon – donde destacan otros títulos como Perfect Blue (1997), Millennium Actress (2001), Tokyo Godfathers (2003) o la aclamada serie de televisión Paranoia Agent (2004) – y otros autores recientes, cubriendo con ello una gran variedad de temáticas y tramas de las que en el pasado estuvo exento el anime.