En Seconds, el banquero Arthur Hamilton está viviendo días grises al lado de su familia cuando comienza a ser incitado por un amigo al que creía muerto, para que visite a La Compañía, donde le propondrán un cambio total de aspecto físico con el que podrá rehacer su vida dejando atrás todo su pasado. Hamilton accede a la compleja cirugía estética, pero ¿le asegurará este cambio un futuro feliz?

  • IMDb Rating: 7,7
  • RottenTomatoes: 87%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

¿Qué le pasó a John Frankenheimer?. El gran director de Grand Prix, The Manchurian Candidate, Seven Days in May, Black Sunday, The French Connection II (y otros tantos títulos importantes de la historia del cine) terminaría rodando bazofias de todo tipo y color a finales de los 70. De su obra de los últimos 20 años, lo único destacable que hizo fue Ronin en 1998.

Quizás el tema pase por su misma carrera cinematográfica, en donde decidió tomar una serie de jugadas decisiones artísticas a principios de los años 70, las que terminaron en sendos fracasos de taquilla. Decir que eso se resintió en la vida personal de Frankenheimer y que, por ello, terminaría volcándose a la bebida y afectaría el resto de su obra posterior sería sacar una conclusión muy simplista dictada por los hechos que dice textualmente su biografía. La gente siempre es mucho más compleja que eso. Lo cierto que el Frankenheimer de los 70 hasta su muerte en el 2002 sería una pálida imagen de la fuerza creativa que iluminó las pantallas en la década del 60.

Seconds (Segundos, aludiendo a la metáfora del renacimiento de la historia) es una de esas apuestas artísticas. En su momento la crítica la defenestró por ser demasiado oscura, amén de que para los estandares moralistas de la época (que aún subsistían) la escena del festival de la viña (que culmina en una orgía, con decenas de hombres y mujeres desnudos metidos en un tonel) era excesivamente audaz. Pero, como siempre, la prensa especializada termina siendo una camada de idiotas especializados y despreció lo que era una pequeña obra maestra que pasó desapercibida en su tiempo.

Seconds es considerada parte de la trilogía paranoica de Frankenheimer, junto con The Manchurian Candidate y  Seven Days in May. Son filmes que bordean lo fantástico, y que tienen que ver con conspiraciones e identidades alteradas. En el caso de Seconds, decir que la película es un mix del mito de Fausto con The Truman Show sería darle una definición simplista. La historia es mucho más compleja y amarga de lo que realmente parece.

He aquí a un cincuentón acaudalado que vive una vida rutinaria y oscura, y al cual le ofrecen la oportunidad de abandonarlo todo, darle una nueva imagen e identidad y la posibilidad de comenzar una nueva y excitante existencia. En realidad, más que oportunidad es una coerción negociada, ya que en un momento al tipo lo drogan, lo obligan a hacer ciertas atrocidades y lo chantajean para que siga adelante con el procedimiento de cambio de identidad. Hay un hombre muy hábil que termina por conversarlo y ponerle los puntos sobre las íes, terminando de empujarlo al cambio. El tema es que, si bien ahora el vetusto John Randolph ha pasado a verse como el apuesto Rock Hudson, sigue teniendo el alma de Randolph. Un tipo aburrido, hueco, que culpa la tristeza de su vida a su familia y a su trabajo en vez de reconocer que él mismo es la causa.

Hasta allí, Seconds tiene varias lecturas. Es como una alegoría sobre la banalidad de las operaciones de cirugía estética – por más que cambie el exterior, sigue siendo usted mismo -, y por otro lado se entronca directamente con el mito de Fausto. Este hombre rejuvenecido ha vendido su alma al diablo, para obtener una existencia de juventud y prosperidad pero al mismo tiempo le es extraña y sólo le trae soledad y penuria. Es que Hamilton no deja de ser un hombre encerrado en sí mismo, incapaz de disfrutar la vida en cualquiera de sus formas.

Pero lo que sigue después de la metamorfosis empieza a ser asfixiante. Hay una breve escena en el filme que a la larga termina por resultar inquietante. Es cuando Rock Hudson se topa con un hombre en el aeropuerto, el cual lo reconoce y lo saluda como si fueran amigos de toda la vida. Allí es cuando uno empieza a sospechar que las cosas no están bien – ¿acaso Hamilton está ocupando la identidad de alguien a quien la organización ha eliminado para dejarle su vida vacante? -, y a esto se suma la presencia del mayordomo (empleado de la organización) y la aparición de una sensual vecina de manera más que casual. Incluso en las fiestas Hamilton / Wilson sospecha (con cierta razón) que está siendo vigilado todo el tiempo. En su segunda mitad Seconds se transforma en un filme extremadamente paranoico. Incluso uno podría llegar a elucubrar que esta misteriosa organización secreta está realizando estas sustituciones de personas con un fin mucho más conspirativo que simplemente darle una segunda oportunidad a sus socios.

Hamilton / Wilson empieza a hacer macanas… y termina por pagarlas de la manera más terrible. El final es realmente estremecedor y termina por redondear el aspecto moralista de la historia. Pactar con el diablo tiene su precio. Y uno muy caro.

Frankenheimer utiliza tomas realmente inusuales, como cámaras montadas sobre los hombros de los actores para dar primerísimos planos y crear un clima claustrofóbico de toda la historia. A esto se suman planos deformados que parecen propios de las pinturas de Salvador Dalí – como cuando John Randolph es drogado -, que le dan a la trama un aspecto onírico… de pesadilla.

Aquí está Rock Hudson en una movida arriesgada de su carrera. Habitualmente reconocido como actor de comedias – como su etapa con Doris Day -, el actor se mete en un papel jugado al que termina de sacarle provecho. Todas las perfomances del filme son realmente buenas, pero la de Hudson es una de gran variedad de registros. Es hermético, conflictuado, iracundo, sufrido. Posiblemente sea la mejor actuación de su carrera.

Seconds es un filme excelente. Hay momentos en que la historia se enlentece demasiado o estira algunas escenas más de lo debido – como la mencionada fiesta del vino -, pero tiene un clima formidable. Y es una muestra más que válida del talento de un director cuyas últimas obras de su vida no le han hecho justicia. (Alejandro Franco – PortalArlequín.com.ar)