The Immigrant transcurre en 1921. Ewa y su hermana Magda dejan su Polonia natal y emigran a Nueva York. Cuando llegan a Ellis Island, a Magda, enferma de tuberculosis, la ponen en cuarentena. Ewa, sola y desamparada, cae en manos de Bruno, un rufián sin escrúpulos. Para salvar a su hermana, Ewa está dispuesta a aceptar todos los sacrificios y se entrega resignada a la prostitución. La llegada de Orlando, ilusionista y primo de Bruno, le devuelve la confianza y la esperanza de alcanzar días mejores. Con lo que no cuenta es con los celos de Bruno.

Mejor Actriz y Mejor Fotografía (Círculo de Críticos de Nueva York 2013)

  • IMDB Rating: 6,6
  • Rottentomatoes: 86%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

El cine de James Gray posee una serie de constantes, que suelen ubicar a los personajes en un mundo marginal,  al que llegan empujados por la necesidad y donde suelen sufrir la típica hostilidad que se le brinda al forastero. En ese entorno, suelen darse historias melodramáticas, donde el amor parece empujar a sus víctimas a la desesperación. Ante el dilema de elegir entre el camino del bien y del mal, sus personajes suelen estar modelados con rasgos humanos, donde la elección moral siempre está presente, aunque no para exponerlos a un juicio por parte del espectador. Así, en Little Odessa, un asesino retorna a su ciudad natal, un pueblo de inmigrantes rusos, donde deberá enfrentarse a una serie de recuerdos agobiantes.  The Yards cuenta la historia de un ladrón que sale de la cárcel y regresa a buscar un trabajo digno, sin darse cuenta de que irá cayendo cada vez más profundamente en la senda de la que quería escapar. En We Own The Night un encargado de un club nocturno se debate entre las presiones de la mafia rusa y la policía para subsistir. En cambio, en Two Lovers, un hombre debe elegir entre el amor sereno de su novia y la pasión tortuosa que le ofrece otra mujer.

En The Immigrant, Ewa (Marion Cottillard), una joven polaca cristiana, llega a los Estados Unidos y en migraciones ve cómo su hermana tuberculosa es apartada de la fila, mientras que a ella se le impide el desembarco por su comportamiento inmoral durante el viaje. La suerte le pone en el camino a Bruno (Joaquin Phoenix), un rufián que maneja a un grupo de prostitutas, quien la ayudará a instalarse en esa tierra prometida. La historia se complica un poco más cuando aparecen los celos de las demás mujeres frente al comportamiento inocente de Ewa y al amor que va naciendo en Bruno por esta mujer. No faltará el tercero en discordia, un actor de teatro que le promete a Ewa irse juntos, poniéndola en el difícil dilema de elegir entre su felicidad o la recuperación de su hermana.

La pareja protagónica de The Immigrant ofrece detalles realistas: Ewa es una chica educada y aparentemente frágil, Bruno nos deja entrever que es un hombre con sentimientos, a pesar del negocio siniestro que maneja. La ayuda de Bruno persigue un fin económico. A Ewa no le queda otra opción que dejarse ayudar. Ambos personajes son complejos. Los sentimientos retorcidos de Bruno y la fortaleza  bajo la aparente fragilidad de Ewa se van desvelando sin premura. Bruno siente odio hacia todo lo que se le opone, pero ese odio no es más intenso que el que siente por sí mismo. Imposibilitado de dominar sus sentimientos y acciones, se va encerrando en un monstruoso laberinto donde quiere atrapar a Ewa, que ve en Orlando, un mago itinerante, su posibilidad de salvación.

Las mujeres del burdel, la regenta del teatro, el ilusionista…, en cambio, son personajes que están delineados en un cuadro, donde los trazos más fuertes corresponden a los protagonistas. Entre Ewa y Bruno se establecen tensiones de dominación, que van acentuándose en uno y en otro, indiferentemente, porque ambos tienen algo que al otro le interesa: Bruno, seguridad… Ewa, amor. Son los caballitos de batalla que ambos blanden para someter al otro, en una dependencia que va cambiando de eje según avanza la historia. Esa relación perversa que se establece entre ellos está tratada delicadamente. El recuerdo del pasado de Ewa en el barco supone una línea de inflexión, a partir de la cual los lazos entre ambos se fortalecerán, pero también le develará a la joven el poder que ella tiene. Estamos ante un texto delicado que, por momentos, es avasallado por un subtexto que emerge con fuerza.

Quizá luego de ver The Immigrant quede la impresión de que no ha habido gran carácter para mostrar un drama de tal naturaleza. Sin embargo, yo me he quedado con la impresión de haber visto un gran cuadro, donde las figuras protagónicas están fuertemente delineadas y el fondo, apenas esbozado.  Gray intentó componer una estética operística para una historia melodramática. Vemos los suburbios de Nueva York poco iluminados, a su gente en coloridos ropajes, y los ambientes cerrados del teatro y de la casa, con tonalidades oscuras y sucias. La Ewa presentada en el teatro como Lady Liberty parece inspirada en los retratos de Robert Henri. La joven, reclinada sobre el camastro que le asignan en la casa de Bruno, nos recuerda la obra de William Glackens. El local nocturno, donde las mujeres de Bruno se presentan para ofrecer su carne fresca, recrea los ambientes de John Sloan. En cambio, la austeridad del inmenso salón de recepción de Ellis, donde la figura humana se ve disminuida, cuenta con el claroscuro típico de las fotografías de Jacob Riss. Todos estos artistas formaron, a comienzos del siglo veinte, la Escuela de Ashcan, ofreciendo con su obra pictórica y fotográfica una imagen desmitificada de la tierra prometida. Y fueron inspiración para que Darius Khondji pudiera construir las atmósferas donde se devana la historia de Ewa.

Si The Immigrant ofrece algunos desniveles en su narración, hay que decirlo, su propuesta formal logra recrear la época de comienzos del siglo veinte, con una estética artística poderosa y las actuaciones realistas de la pareja protagónica, cuya complejidad merece sobresalir sobre el fondo desdibujado de los demás personajes. No profundiza sobre la reiterada mención de una tierra prometida que cobra con creces lo que promete, sino más bien se enfoca en sus personajes, como si fuesen pequeñas criaturas encerradas en una situación donde elegir la salida puede costar muy caro. (Liliana Sáez – elespectadorimaginario.com).