Un Efecto Óptico cuenta la historia de Alfredo y Teresa, un matrimonio de Burgos que viaja a Nueva York con la intención de «desconectar» y hacer todos los planes que vienen en la guía. Pero nada más aterrizar empiezan a percibir señales, sutiles y no tanto, de que en realidad no están en la ciudad que les vendieron en la agencia. ¿Dónde están entonces?

  • IMDb Rating: 4,9

Película (Calidad 1080p)

 

El 68° Festival Internacional de Cine de San Sebastián atesora entre sus secciones alguna sorpresa que puede pillar desprevenido al público. Por ejemplo, a quien decida ir a ver una película seleccionada en Zabaltegi-Tabakalera protagonizada por la famosa cómica Carmen Machi y el también popular actor Pepón Nieto, pero no hayan reparado en quién orquesta la función; que en este caso no es otro que el único e irrepetible Juan Cavestany, director y dramaturgo que no se atiene a las obligaciones de la industria cinematográfica a la hora de escribir y dirigir largometrajes. Basta recordar la perplejidad que provocaron títulos suyos como Gente en sitios o Dispongo de barcos. Su nueva travesura se titula Un Efecto Óptico y también desconcierta, sin dejar de sorprender y divertir.

Este nuevo film podría ser algo así como el primo de Burgos de las películas de Charlie Kaufman y Spike Jonze, pues, como hacen los norteamericanos, no respeta las narrativas generalizadas y se atreve a romper esquemas, arriesgar lo suyo y descolocar al respetable. Aquí la premisa parece sencilla: un matrimonio –cuya hija se ha ido a estudiar a otra ciudad– decide salir de su rutina viajando a Nueva York desde su localidad de provincias. Pero cuando Alfredo y Teresa llegan a la capital del mundo, empiezan a detectar señales extrañas que les hacen cuestionarse si realmente están allí o en alguna otra parte…

Con música omnipresente –como dentro de un ascensor enloquecido– que transita de lo terrorífico a lo feriante, Un Efecto Óptico se inspira más que libremente en aquella teleserie The Twilight Zone que Cavestany se merendaba de niño, y también en los films de David Lynch que ha degustado como adulto. No todo en Un Efecto Óptico debe tener sentido, como tampoco lo tiene en la realidad (se den un paseo por la calle y lo comprobarán).

Entre los pliegues de ese humor entre surrealista y absurdo, el cineasta cuela asuntos más serios y arremete contra la uniformidad estética de las ciudades, homenajea al Nueva York que conoció cuando vivió años allí, plasma el síndrome del nido vacío, guiña el ojo al cine desde el título de la película, y nos pone un cruel espejo delante al recordarnos que, cada vez que viajamos, nos convertimos en protagonistas de una especie de película que, casi nunca obedece a las coordenadas del guion que habíamos previamente trazado (vamos, como sucede en la vida misma). (Alfonso Rivera – cineuropa.org)