La Vendedora de Fósforos de Andersen, el burro de Bresson, la relación entre un guerrillero alemán y una pianista argentina, y Helmut Lachenmann tratando de montar una ópera con la orquesta del Teatro Colón en huelga. En medio de todo eso, Marie y Walter tratan de sobrevivir junto a su hija

Mejor Película en Competencia Argentina en el BAFICI 2017

  • IMDb Rating: 6,8
  • RottenTomatoes: 100%

Película (1080p)

 

El montaje de una ópera en el Teatro Colón. Una pareja (Walter Jacob y la siempre notable María Villar, de Hermia & Helena) que se ocupa como puede de criar a su hija pequeña mientras ambos trabajan. Una vieja y brillante pianista (Margarita Fernández) a la que la protagonista le roba sus ahorros para comprar un piano. Música clásica por mayor y un homenaje (con recreación incluida) a Al Azar Balthasar, el clásico de Robert Bresson. Todo eso -y bastante más- es lo que propone el director de El escarabajo de oro en otro de sus patchworks cinéfilos y rompecabezas de géneros, estilos y referencias.

En esta producción de El Pampero Cine, Moguillansky se basó en un hecho real (en enero de 2014 el compositor alemán de música concreta Helmut Lachenmann vino al Colón para presentar su versión de La Vendedora de Fósforos, transposición del cuento de Hans Christian Andersen) para a partir de allí construir una ficción dominada por enredos, equívocos y desventuras varias.

Walter (o Valter) es el responsable de la régie de la ópera y María (o Marie) va y viene del Colón a su casa y de su casa al estudio de la pianista para la que trabaja tratando de cuidar a la pequeña. Entre los típicos conflictos de pareja, de maternidad/paternidad y económicos, el director va describiendo también los ensayos de La Vendedora de Fósforos (muchas veces complicados por huelgas de la orquesta o paros del transporte) y las distintas ideas de puesta en escena que Marie le va proponiendo cada día a un cada vez más desconcertado Walter.

No es difícil encontrar paralelismos entre la protagonista de la historia original de Andersen y la de la pequeña hija del matrimonio, pero igual la cosa se complica cada vez más con cuestiones como, por ejemplo, la historia de unos guerrilleros del Ejército Rojo alemán en la década de 1970 o los debates sobre la pertinencia o no de la música avant-garde ¿Que son demasiadas cuestiones y ramificaciones? Puede ser. Pero en el exceso, la acumulación, el espíritu lúdico, el sentido coreográfico, el off muchas veces literario y cierta propuesta si se quiere pretenciosa reside también el encanto y la particularidad del cine de Moguillansky. Tómelo o déjelo. (Diego Batlle – OtrosCines.com)

De entrada la voz en off de María Villar nos aclara –cual introducción a un filme de la Nouvelle Vague– los temas que tratará La Vendedora de Fósforos y los personajes que tendrá. De ese cúmulo de posibilidades desplegadas empiezan a surgir un par de líneas. Primero, sabremos que el filme construye una ficción en base a un hecho real: la opera que montó en el Teatro Colón el compositor alemán de vanguardia Helmut Lachenmann en base a La Vendedora de Fósforos, de Hans Christian Andersen. Luego, los actores, la ficción: Walter (pronúnciese Valter) Jacob es el que tiene que hacer la régie de la opera en cuestión aunque no tiene idea cómo hacerla ya que ni siquiera está seguro de considerarla una opera. En tanto, Marie (Villar) interpreta a su mujer, quien –además de acompañar a una anciana y eximia pianista, encarnada por Margarita Fernández– se ocupa de su pequeña hija mientras él trabaja en el teatro.

Entre los ensayos de la opera, las dificultades de Walter para entender cómo hacer la puesta en escena de ese material y las dificultades de la pareja de encontrar un lugar donde dejar a la niña aparece un conflicto que lo ensombrece todo aún más: los músicos de la orquesta están en huelga. Y no solo eso: también hay paros de transporte y otros conflictos sociales que dificultan las vidas de todos. A la niña hay que dejarla viendo películas en la casa de la señora (tiene para elegir entre Al Azar Baltazar, de Robert Bresson, y El Hombre Robado, de Matías Piñeiro; elige la primera) y sus padres la utilizan para ensayar o buscarle la vuelta a la opera hasta que queda en claro, por diversos motivos (no literales como la luz y la oscuridad, pero casi), que la niña no es otra cosa que la vendedora de fósforos en cuestión de esta nueva versión.

Así, entre discusiones sobre la guerrilla alemana de los años ’70, los conflictos éticos surgidos de la apropiación de la música de vanguardia por la burguesía como “algo exótico”, debates acerca de un posible volcán italiano, asuntos de dinero (una constante en la obra tanto en cine como en teatro del realizador de El Escarabajo de Oro) y reflexiones sobre una Argentina en la que el poder está sustentado por los “dueños de todo” (la puesta en el Colón fue en 2014, pero uno supone que esos textos se refieren más al presente, si bien el filme deja las puertas abiertas a ser leído como uno prefiera), padre, madre e hija juegan su pequeña y realista versión del cuento de Andersen o de la película de Bresson, con la niña como la Baltazar de la historia, pasando de mano en mano hasta transformarse en una suerte de divinidad familiar. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)