En las afueras de Birmingham y en los márgenes de la sociedad, la familia Billingham lleva a cabo rituales extremos, rompiendo tabúes en una vida determinada por factores que escapan a su control. Basada en las memorias del fotógrafo y director Richard Billingham, la película se centra en sus padres Ray & Liz, su relación y el impacto que tuvieron en Richard y su hermano pequeño Jason.

Mejor Director Novel y Mejor Nuevo Productor (British Independent Film Awards 2018)

Mención Especial (Festival de Locarno 2018)

Premio Especial del Jurado (Festival de Sevilla 2018)

Mejor Actriz (BAFICI 2018)

  • IMDB Rating: 6,7
  • Rottentomatoes: 96%

Película / Subtítulos (Calidad 720p)

 

Billingham se consagró como fotógrafo en 1996 gracias al libro Ray’s A Laugh, en el que documentó a Ray, su padre alcohólico, y a Liz, su madre obesa y llena de tatuajes. La referencia no es casual, ya que Ray & Liz, su ópera prima como guionista y director que tuvo su estreno en el último Festival de Locarno, vuelve -ahora desde la ficción- a aquella historia autobiográfica que lo tuvo como partícipe con una niñez más que conflictiva.

En el estilo de los kitchen sink dramas de la posguerra, Ray & Liz está ambientada en Birmingham de los tiempos de Thatcher y describe las desventuras de una familia disfuncional por donde se la mire. En el presente vemos a Ray ya viejo y borracho desde la mañana (el alcoholismo es una problemática omnipresente en el film) que vive prácticamente confinado en un minúsculo departamento de un ambiente lleno de insectos. De allí la acción vuelve al pasado con tres largos flashbacks donde la violencia doméstica y la opresión también serán moneda corriente.

Filmada en un 16 mm granulado que le otorga un look vintage y una pantalla casi cuadrada que aporta a acentuar la sensación de agobio, Ray & Liz está llena de situaciones entre extremas (un bebé andando con un cuchillo) y desagradables (vómitos) que la ubican muy cerca del patetismo y con constantes inserts de planos de objetos (¿vicio de fotógrafo?), pero también con pasajes donde la melancólica da lugar a hallazgos poéticos que remiten al cine de Terence Davies.

Los intérpretes están todos muy bien (Patrick Romer y Justin Salinger encarnan a la versión anciana y más joven de Ray, mientras que Deirdre Kelly y Ella Smith hacen lo propio con Liz) y sintonizan con esta mirada desencantada, devastadora sobre esa clase media-baja que no parece tener más horizonte que sobrevivir de la ayuda social. (Diego Batlle – otroscines.com)

Muy personal y autobiográfica es también Ray & Liz, debut como director de cine del fotógrafo británico Richard Billingham, cuyas imágenes de sus padres –los Ray & Liz del título– recorrieron las galerías más prestigiosas del mundo. No se trata, de todas formas, de un proyecto documental: la película recrea con las armas de la ficción –y una extraordinaria dirección de fotografía en Super16mm, cortesía del Daniel Landin– tres instancias en la vida de los padres de Billingham, su hermano y su tío, amén de otros personajes secundarios. El primero de esos capítulos -que hace las veces de disparador, desde un presente ficcional, de los dos restantes- encuentra a Ray en la soledad de su piso de Birmingham, del cual prácticamente no sale, a la espera de que su hijo le haga entrega de las tres botellas de cerveza casera que consume diariamente. Ese presente, temporalmente indefinido, es atravesado por los otros retazos de vida que, a la manera de un díptico, retroceden a un pasado de pobreza y desidia parental, con el marco histórico de la era de Thatcher. Una Gran Bretaña de típicas casas de ladrillos rojos y suburbios ajados que remite a toda una tradición del cine social británico.

El énfasis no es, sin embargo, el mismo que podría hallarse en una película de Ken Loach sino que, muy por el contrario, está puesto en los ínfimos detalles de la convivencia dentro de ese departamento sucio y desordenado, en el cual Liz arma un rompecabezas y fuma su enésimo cigarrillo mientras Ray deja que las cosas ocurran sin influir demasiado en ellas. Si la película parece por momentos estar al borde de un ataque de explotación estética de la miseria, la aparición del humor (un humor extraño, duro, incómodo) y la negativa a dejarse llevar por el golpe bajo o el sentimentalismo terminan dándole forma a un film que no es otra cosa que una extensión o complemento audiovisual de la serie de fotografías que el realizador tomó a lo largo de los años con su propia familia como sujetos. Como un Amarcord más amargo que agridulce, por momentos cercano al primer Terence Davies, Ray & Liz logra convocar algo de piedad pero, por sobre todas las cosas, transforma la catarsis autobiográfica en objeto narrativo de alcance universal. (Diego Brodersen – pagina12.com.ar)