Día: 6 de enero de 2025

  • Tideland (Terry Gilliam – 2005)

    Tideland (Terry Gilliam – 2005)

    En Tideland, ¿qué ha empujado a Jeliza-Rose a trasladarse desde Los Angeles a una granja tejana? ¿Por qué su padre, ex guitarrista de rockabilly, ya no le habla? ¿Y quién hace todo ese ruido en el ático? Jeliza-Rose huye de su cruel infancia, dejándose arrastrar por su viva imaginación, para configurar así un mundo ficticio en el que las luciérnagas tienen nombre, los hombres de barro despiertan al atardecer, tiburones monstruosos nadan por las vías del tren y cabezas seccionadas de Barbies comparten sus aventuras.

    • IMDb Rating: 6,3
    • RottenTomatoes: 64%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Dos años atrás, un par de éxitos y numerosos proyectos malditos después de Brazil, la película que lo convirtió en un “descastado” de Hollywood (a donde volvió a entrar y salir una y otra vez), Terry Gilliam repitió el gesto del artista contra los ejecutivos. Su última película, Tideland, estaba a punto de estrenarse en Nueva York y su pequeño distribuidor norteamericano no se estaba esforzando lo suficiente para que el público se diera por aludido. Entonces Gilliam, viejo tirabombas, se calzó un cartel que decía “Realizador sin estudio, una familia que mantener. Dirijo por dinero”, y salió a la calle a mendigar atención sobre el inminente y huérfano lanzamiento de su película. Tideland había sido producida por escasos 12 millones de dólares juntados de manera independiente, y filmada durante un prolongado alto en el montaje de su película anterior, The Brothers Grimm. La interrupción de esa otra película se debió a desavenencias de Gilliam con los jefes de Miramax, que finalmente se la devolverían para que hiciera con ella lo que quisiera. Grimm se estrenó y no le fue muy bien, pero en el medio terminó de filmar esta otra película, más pequeña y más bien oscura, protagonizada por una chica de unos diez años. Que finalmente tampoco vio casi nadie en los cines y que quizás algún día llegue a ser un pequeño film de culto, pero que en su estreno fue duramente golpeada por la crítica norteamericana. Y que hace apenas unas semanas llegó sin pasar por los cines (aunque sí se vio en el Bafici), directo al DVD local.

    Terry Gilliam la definió como una cruza entre Psycho y Alice in Wonderland. Y hay algo de ambas en Tideland, pero no más que unos cuantos elementos más o menos conectados entre sí y referencias explícitas a la lectura del libro de Carroll. El punto de vista de la narración es el de esta nena, llamada Jeliza-Rose (Jodelle Ferland), quien para el comienzo de la película parece haberse dedicado a cuidar a sus padres heroinómanos (Jennifer Tilly y Jeff Bridges) más de lo que ellos la habrán cuidado a ella; al punto de prepararles las jeringas. A pesar de lo cual, Jeliza-Rose es una verdadera princesita que se las arregla para no perder la cordura ante la falta de atención y la soledad en la que vive, y ni siquiera ante la muerte, temprana en la película y por sobredosis, de sus dos padres. Antes de pasar al otro mundo, su padre recién enviudado la lleva a la casa de la abuela en medio del campo, en el sur profundo norteamericano; en el medio de la nada. Allí la nena seguirá recreando sus mundos de cuentos de hadas un poco tenebrosos, valiéndose de un auto desvencijado y abandonado, de cabezas de Barbies y de lo que tenga a mano. Y relacionándose únicamente con el cadáver del padre en descomposición (bastante a lo Norman Bates) y con sus nuevos vecinos: una mujer que quizá sea una bruja, su hermano lobotomizado, y la madre muerta de ambos, a la que también conservan, aunque cuidadosamente embalsamada. Gilliam lo filma todo en el grotesco que ha explorado desde siempre, y aunque la crítica norteamericana destacó su intención de incursionar en cierto “realismo” (una posibilidad que quizá no abordaba desde The Fisher King, de 1991), la verdad es que el relato pendula entre lo real –la gente, los lugares, los procesos físicos son más o menos factibles– y lo no necesariamente fantástico pero sí imaginario, que se funden en la cabeza de una nena con experiencias demasiado traumáticas que sobrellevar. Acá vuelve a recurrir al gran angular, la lente ligeramente deformante que Gilliam ha usado mucho en sus películas, pero especialmente en Fear and Loathing in Las Vegas, su fallida road movie sobre el libro de Hunter S. Thompson que intentaba sumergir al espectador en la misma experiencia lisérgica de sus protagonistas. Pero este recurso, menos que proporcionarnos un punto de vista levemente desencajado, introduce una mediación, pone una distancia que parece volver todo su espectáculo mortuorio y aberrante en algo más digerible: como si nos dijera: “Así de torcido es como vemos todo esto el resto de nosotros, los que somos más o menos normales”.

    Y a la vez que Tideland encuentra una protagonista cautivante en Jodelle Ferland y, como siempre, Terry Gilliam es un talento capaz de generar imágenes impresionantes –convierte la escena del hundimiento de una casa de campo en la misma tierra que la sostiene como si fuera un barco en el mar, en un cuadro de poder hipnótico–, parece no terminar de conectarse de manera sincera y sensible con aquello que constituye el corazón de su argumento. Como si no advirtiera o no le importara el hecho inexorable de que, por más que esta nena haya conseguido crear su propio refugio garantizándose alguna forma de supervivencia, no puede sino salir dañada de alguna manera de sus dramáticas experiencias. Gilliam ha dicho que su intención era contradecir el lugar común de “sentimentalizar a los niños”, de considerarlos “criaturas frágiles”: “Creo que son duros como uñas, que están diseñados para sobrevivir”, dice. Pero al mismo tiempo incurre en otro lugar común qTidelandue viene de la mano de aquél, y además doble: la idea de la pura inocencia, presuntamente viva en niños y en retrasados mentales. Hace vivir a Jeliza-Rose cosas terribles, y después no registra las consecuencias verdaderas de esas experiencias sino que se regocija en un presunto poder simbólico, mágico, de la imaginación, capaz de ponerla a resguardo de todo. Y se mete en terreno complicado cuando hace que ella y su nuevo vecino, amigo y compañero de juegos, se arrimen a su propia curiosidad sexual, pero luego los mantiene a raya, lejos de toda posibilidad de provocar un escándalo. Lo que no parece ser por miedo a tener que afrontar la polémica sino más bien porque lo que le importa son menos las angustias verdaderas de los personajes de Tideland que sus derivaciones más fantásticas y evasivas, su pura formulación visual y el encantamiento de superficies brillantes en los que asoma, pero nunca termina de revelarse el fondo oscuro y material, bien real, de las tragedias humanas que él mismo propone. (Mariano Kairuz – Página12.com.ar)

  • Timestalker (Alice Lowe – 2024)

    Timestalker (Alice Lowe – 2024)

    En Timestalker la desventurada heroína Agnes involuntariamente se reencarna cada vez que se enamora del hombre equivocado, desde la década de 1680 en el oeste de Escocia hasta el apocalíptico siglo XXII.

    • IMDb Rating: 5,6
    • RottenTomatoes: 88%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    La trama del último film de Alice Lowe, Timestalker, abarca varias eras, viajando desde los albores del tiempo hasta llegar al año 2117. Desde que la directora británica triunfara con Prevenge, estrenada en Venecia en 2016, la espera por su segundo trabajo se ha hecho casi tan larga. Su debut cinematográfico combinó a la perfección terror macabro y humor sutil en el relato de una mujer embarazada que acaba cometiendo asesinato bajo las órdenes de su hijo nonato. Pese a que Timestalker es mucho más ambiciosa tanto en premisa como guion (en una carta de amor a la barroca década de 1780 y a los llamativos años 80), se aprecia sutilmente que hay algo insuficiente, casi peculiar. El film se estrena esta semana en la sección Narrative Spotlight del SWSW en Austin, Texas.

    Como presentación cuidada, pero a la vez espontanea, podríamos decir que este relato acaparador de épocas fusiona el tono y la narrativa del film del año pasado La Bête con la alta comedia de Bedazzled (protagonizada por Peter Cook en la versión original y por Brendan Fraser en el remake de Hollywood). En un triple rol de guionista, directora y actriz protagonista, Lowe encarna a Agnes, que desea y persigue al apuesto byroniano Alex (Aneurin Barnard) a lo largo de varios periodos temporales y escenarios ingleses. Las etapas de 1793, donde Agnes es una ociosa aristócrata y Alex un torpe bandolero; y de 1980, donde ella es una fan obsesionada con el ídolo new romantic en el que él se ha convertido, presentan los segmentos narrativos de más duración. Sin embargo, la película se sirve de rápidos saltos temporales no lineales, pero bien encajados, para mostrar también otras épocas como la historia moderna, la Segunda Guerra Mundial o una distopía postapocalíptica.

    Lowe ha manifestado su desacuerdo con el prototipo de personaje femenino “fuerte e independiente” que tantas veces ha tenido que representar. De modo provocador, la motivación de Agnes se parece más a la de los personajes masculinos de la historia del cine que a la del típico pretendiente desesperado y frustrado cuyos sentimientos amorosos carecen de reciprocidad y catarsis. Sin embargo, el defecto más discutible de Timestalker es su guion, que no es lo suficientemente divertido. En comparación a Sightseers (especie de predecesor espiritual dirigida por Ben Wheatley, pero que Lowe coguionó y protagonizó), este film está visualmente más recargado, mejor logrado y es más fluido. Pero aun con todo, las risas que tanto esperamos (ya sean sutiles o a carcajadas) simplemente no llegan nunca. Todavía en esta línea, la película tiene reminiscencias a un tipo de comedia bastante anticuada, cultivada por la tradición británica por el sketch, herencia de Monty Python, donde se presentan períodos históricos problemáticos de modo irreverente e incluso estereotipado, ya sea con una peluca, maquillaje facial o un tocado victoriano. Para aligerar tanta suntuosidad, Lowe suele recurrir a un lenguaje soez anacrónico o a expresiones de hastío. A pesar del enfoque del film sobre las complejas políticas de género y las inestables leyes de la atracción, la perspicacia y provocación que definieron el anterior trabajo de Lowe están ausentes.

    Aun con todo, Timestalker funciona sin lugar a duda como una admirable y fluida obra narrativa que sabe captar fácilmente la atención del espectador, manteniéndolo pegado a la butaca mientras va uniendo las piezas del puzle, gracias a las pistas visuales esparcidas por el montaje y los match cuts. La película es tan eficaz como el típico relato amour fou, de la que el público de prueba podría esperar ser tan complaciente como lo sería una comedia más genérica. No obstante, además de sus seductores ojos negros y flequillo alborotado, así como de una cuestión de conocimiento heredado, que no aprendido, durante el film, la película no da muestras que justifiquen la pasión que Alex infunde en Agnes. Sin embargo, si algo queda claro es la maestría de Lowe a la hora de tejer una historia absorbente, expresada siempre con delicadeza. (David Katz – CinEuropa.org)