Día: 25 de enero de 2025

  • Try and Get me (Cy Endfield – 1950)

    Try and Get me (Cy Endfield – 1950)

    En Try and Get me un padre de familia en paro, acuciado por las necesidades económicas, conoce a un individuo que le propone ser su chófer en pequeños asaltos. Todo se complica cuando se ve envuelto en un secuestro

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 80%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    El caso de un secuestro sucedido en los años 30 que también inspiró la gran Fury de Fritz Lang, con la que no es casual que esta peli comparta vocablo, está en la base de la novela de Jo Pagno, que firma el guion junto al mismo Cy Enfield que la dirige. Con un presupuesto de 500.000 dólares a caballo entre la A y la B, inevitablemente Try and Get me, (también conocida como The Sound of Fury), que fue una producción independiente distribuida por United Artist con escaso éxito, carga con los defectos de la serie B, esos que el tiempo ha vuelto enternecedoras curiosidades y que mencionaremos más adelante, pero el presupuesto dio para organizar unos minutos finales en los que una masa enfurecida bien numerosa se reúne preparando un linchamiento en toda regla armando un tremendo ruido animal, desgarrador, ese sonido que menciona el título.

    A pesar de su registro limitado, por expresarlo con cariño, el protagonismo de Frank Lovejoy es una estupenda decisión de casting: es un pobre hombre que ha emigrado a la soleada California pero no encuentra trabajo y se acumulan las facturas por pagar para sacar adelante a su familia. Su personaje, Howard, tiene la cara de un tipo que parece que se acaba de dar cuenta de que le han robado la cartera en un lugar concurrido, pero que por vergüenza no da la alarma. Un hombre así hará mal negocio si se arrima al jefe de los carteristas. De eso exactamente tiene toda la pinta el excesivo, pero muy convincente, Lloyd Bridges. Su personaje es un vividor con rasgos psicopáticos, sin sentido alguno de la moral, que al percatarse de la miseria y la debilidad que atenazan a Howard, le capta para que colabore con él en sus cosas de ratero. Howard, agobiado por la pobreza, acepta el trato y comienza así una pequeña ola de asaltos que culmina con un intento de secuestro que sale mal, pues matan al secuestrado.

    Todo esto es la sinopsis de justo la primera mitad de Try and Get me, que genéricamente es un puro negro de serie B ágil, intenso, muy atractivo y con algunos de esos paréntesis curiosos en los que tienden a enfrascarse los guiones de bajo presupuesto. Aquí hay uno curioso, una escena de bolera en la que es imposible no acordarse de The Big Lebowski de lo mucho que degeneró esta curiosa estirpe ficticia con The Dude.

    Intercaladas con la trama delictiva se han ido presentando otros personajes que en la segunda parte del film lo conducirán hacia su verdadera razón de ser, que es la denuncia social. En brutal oposición a la vida pobretona y la desesperación de Howard, conocemos a Gil Stanton (Richard Carlson), un periodista local de pluma relamida al que invitan a hacerse cargo de esta “ola de crímenes” y que él, por pura autocomplacencia, convierte en una serie de artículos sensacionalistas que se recrean en los más bajos instintos para especular sobre unos criminales de los que realmente aún no se sabe nada. También, y este es un momento curioso, Enfield se detiene en la fascinación que la televisión ejercía ya entonces sobre la clase media, por eso Howard promete a su mujer y a su hijo que en cuanto ahorre algo tirarán la vieja radio y la cambiarán por la tele, y por eso cuando vuelve a altas horas de la noche de un atraco y encuentra una nota pegada a la puerta de casa, que por la inexpresividad de Lovejoy nos pareciera una nota de despedida, descubrimos que no, que están en casa de un vecino viendo la tele, en cuyo salón ellos y más gente del barrio miran embobados la caja tonta. Enfield hace un travelling lateral muy significativo que deja claro su desdén por un medio que, como el periódico sensacionalista del pueblo, emboba al público. Como respuesta crítica a esta situación aparece un personaje curioso, un científico italiano que no sabemos qué pinta en el pueblo, pero que se aloja con el periodista y que, preocupado por su deriva sensacionalista, le recuerda que es la razón y no la emoción lo que deberíamos usar para explicar las cosas, incluso la cruel naturaleza de unos asesinos despiadados como parecen ser Jerry y Howard.

    La segunda parte de Try and Get me comienza cuando, obligado a alternar con Jerry, el único asesino despiadado de los dos, Howard, se da a la botella roído por la culpa y por el miedo de enfrentar la realidad en casa, y suda mucho mientras una amiga de la amiguita de Jerry intenta ligar con él. El personaje de esta chica debo reconocer que me ha fascinado porque es ella misma un resumen completo del cine negro de serie B. Se trata de una solterona desesperada por encontrar a alguien que la quiera, así que cuando aparece Howard, aunque ni es guapo ni apenas le dirige la palabra ni hace otra cosa que sudar y beber wiskis dobles, se enamora hasta las trancas. La actriz que la interpreta, que se llamaba Katherine Locke pero nació con otro nombre supongo en lo que hoy es Bielorrusia, es una intérprete mala tirando a pésima, pero es precisamente su forzada expresividad mal modulada, y su rostro atractivo pero poco fotogénico lo que realmente la hacen creíble, o mejor dicho, parte misma de ese contrato por hora y media con la incredulidad que supone el visionado de estas películas. Su malestar en la pantalla acompaña de forma que parece natural y fluida el malestar mal interpretado por Lovejoy, que llora y se desespera tan torpemente que solo una intérprete torpe que anima un personaje torpe puede secundarlo.

    En fin, tan torpe no era la chica, que es capaz de huir y denunciarlo, y cuando lo detienen primero a él, y luego a Jerry, se viene la masa enfurecida. En esta última parte del film en la que se organiza un linchamiento frente a la comisaría local los dos reos quedan prácticamente al margen de la trama, que ahora recae por una parte en la intriga de si se consumará o no el crimen colectivo, y por otra parte está la vertiente política o social, el mensaje final sobre la naturaleza de la justicia, la democracia, y el peligro que supone alimentar los más bajos instintos desde los medios de comunicación, empeñados en modificar la realidad adaptándola a los deseos de la audiencia. Los últimos quince minutos de Try and Get me en los que se resuelve la trama son poderosos, intensos, y los movimientos de masas están salpicados, como el resto del metraje, con unos magníficos planos-secuencia nada artificiosos pero muy bien diseñados que además de ahorrar dinero nos mantienen atentos a la pantalla, pendientes de esa oleada brutal de ciudadanos embrutecidos que parece imparable, a pesar de que alguno, en primera fila, no pueda contener la risita tonta del figurante mal pagado.

    Porque Try and Get me es una película de tesis, otro caso más de esa peculiar ola de cine social de aliento progresista, casi izquierdoso, que recorrió en EEUU las pantallas de los últimos 40 y muy primeros 50. Aunque recibió buenas críticas en general no tuvo éxito. Se la acusó desde algunos medios, como a otros films por el estilo, de ser antiamericana en el sentido de que representa una sociedad en cierta crisis económica -el drama de los excombatientes sin empleo- en la que además la ciudadanía se deja arrastrar por impulsos atávicos. En fin, Enfield tan solo quería darnos una pequeña lección sobre la conveniencia del uso de la razón y la necesidad de comprender los contextos de forma científica e ilustrada. Nos pide que antes de juzgar sin saber los hechos, tengamos presente la complejidad del alma humana, el peso abrumador de las circunstancias, el fango oscuro de lo que desconocemos sobre el otro. En fin, Cy Enfield nos pedía cosas muy sencillas y muy sensatas por boca de un extraño científico italiano. A él un comité presidido por un borracho sudoroso, como Howard, con rasgos psicopáticos, como Jerry, le sacó de la industria al año siguiente y le forzó a irse a vivir a Inglaterra donde, como ya sabemos, se ganó pacíficamente la vida hasta el fin de sus días haciendo películas como Zulu y Hell Drivers. (TrenDeSombras.es)

  • The Girl with the Needle (Magnus von Horn – 2024)

    The Girl with the Needle (Magnus von Horn – 2024)

    En The Girl with the Needle Karoline, una joven trabajadora de una fábrica, lucha por sobrevivir en la Copenhague posterior a la Primera Guerra Mundial. Cuando es despedida, abandonada en la calle y estando embarazada, conoce a Dagmar, una carismática mujer que dirige una agencia de adopción clandestina y ayuda a las madres a encontrar hogares de acogida para sus hijos no deseados. Sin ningún otro sitio al que acudir, Karoline asume el papel de nodriza. Se crea una fuerte conexión entre las dos mujeres, pero el mundo de Karoline se desmorona cuando descubre lo que se oculta tras su trabajo.

    Mejor Director, Mejor Actriz, Mejor Fotografía y Mejor Dirección Artística en el Festival de Sevilla 2024

    • IMDb Rating: 7,5
    • RottenTomatoes: 92%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    Las posguerras suelen ser difíciles, oscuras, complicadas. Y grises, a juzgar por esta y muchas otras películas realizadas en blanco y negro sobre ese tipo de temáticas. Pocas, sin embargo, son más crueles que The Girl with the Needle, un brutal compendio de maltratos, agresiones, problemas, malas elecciones, mala suerte y desgracias que atraviesa nuestra protagonista, una mujer que cree haber quedado viuda durante la Primera Guerra para luego darse cuenta que no fue así. Y que eso le generó ingresar a un camino tenebroso que parece sin retorno.

    De eso va el film del sueco Magnus von Horn (Sweat): en retratar la espiral descendente de una mujer sin recursos y necesitada de dinero que, según la fatalista y virulenta visión del mundo del realizador, tendrá que atravesar todos los peores recorridos imaginables que puede vivir una mujer. No siempre como víctima –ella cava su propia fosa más de una vez, podríamos decir–, pero la mayoría de las veces sí. Y no solo con hombres como victimarios. Las mujeres son tan o más crueles que ellos.

    Las desgracias de Karoline (Vic Carmen Sonne) empiezan cuando se queda sin dinero para pagar el alquiler y la echan a la calle, bruscamente. Termina en una pieza mugrosa y fría que alcanza a pagar gracias a su trabajo como costurera. Su marido no ha vuelto de la guerra y Karoline cree que murió, por lo que va a pedirle a su jefe, Jørgen (Joachim Fjelstrup), un ingreso extra por viudez. Pero como el marido no está oficialmente kaput, el jefe no puede hacer nada. Aunque, se sabe, con algunos cariños todo se puede conversar.

    Karoline acepta las propuestas de su jefe, pronto queda embarazada de él pero termina la guerra y Peter (Besir Zeciri), su marido, regresa con el rostro completamente desfigurado. La chica, que tampoco es un dechado de empatía y amabilidad, lo echa de la casa y le explica que ahora está con otro y espera un bebé con él. Pero pronto se dará cuenta que la casa millonaria del jefe no la maneja él sino su terrible madre, una estirada baronesa, que se la saca de encima como una mosca y encima la echa de la fábrica.

    En esta trama casi dickensiana, la chica queda sola, embarazada y decide usar las agujas con las que teje con otro objetivo. Ya saben cuál. Pero allí se cruzará con Dagmar (Trine Dyrholm, de In a Better World, Queen of Hearts y muchos otros films recientes del cine danés), una mujer salvadora que se dedica a negociar adopciones fuera del sistema. Y se transforma en su tabla de salvación. Al menos por un rato porque tampoco ella es tan amable, honesta o simpática como parece. En el mundo de The Girl with the Needle todo el mundo tiene segundas y terceras intenciones. Y casi nunca son buenas.

    La película de Von Horn es un continuo de brutalidades que esta mujer vive por responsabilidad ajena e inocencia propia. El «qué suerte para la desgracia!» de la frase popular le cabe a la perfección a Katerine, que confía en gente en la que no debería. El único, en realidad, que no la maltrata es su desfigurado (ex) marido, pero con él no quiere saber nada y es ella quien lo desprecia a él. Como sucede en el «cine de la crueldad», acá no se salva nadie. Hasta nuestros «héroes» (o «heroínas») son brutales con los que están en peor situación que ella. Siempre hay un perro aún más muerto de hambre que merece mayor desprecio.

    La película tendrá escenas de crueldad inusitada que apenas se disimulan por los planos lejanos o por el fuera de campo planteado por la elegante fotografía del polaco Michal Dymek (Cold War, EO). Pero uno puede sentir lo que le va pasando a la protagonista y a quienes la rodean. Es cierto que de un tiempo a esta parte uno va sintiendo que alrededor suyo la crueldad se ha puesto, o sea, digamos, «de moda». Y películas como esta, que quizás tengan como intención dejarla en evidencia, en otro sentido no hacen más que celebrarlas.

    Hay algo terriblemente glamoroso en la manera en la que el realizador disfruta –ver sino la fotografía y la música elegida, además de algunos llamativos efectos especiales– de este show de la crueldad que por momentos coquetea con el cine de terror. Como sucede en los films antibélicos llenos de escenas de guerra, acá lo que queda en la memoria no es necesariamente la crítica al sistema sino el maltrato como modo de vida. La luz al final del camino puede estar, pero para verla hay que entrar al pozo armado hasta los dientes. Es que todo lo que nos rodea es peligroso, aunque no lo parezca. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)