Día: 23 de febrero de 2025

  • The Last Showgirl (Gia Coppola – 2024)

    The Last Showgirl (Gia Coppola – 2024)

    En The Last Showgirl una experimentada bailarina debe planificar su futuro cuando su espectáculo cierra abruptamente tras una carrera de 30 años. Como bailarina de cincuenta años, se debate por saber qué hacer a continuación. Como madre, se esfuerza por reparar una tensa relación con su hija, que a menudo pasaba a un segundo plano en su vida.

    Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián 2024

    • IMDb Rating: 6,6
    • RottenTomatoes: 73%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Si uno pudiera cruzar, como en una fórmula, el mundo de películas como The Wrestler, de Darren Aronofsky y Mickey Rourke, con una estética más cercana a la del cine de Sean Baker, se toparía con algo más o menos similar a The Last Showgirl, una película acerca de una bailarina de Las Vegas —interpretada nada menos que por Pamela Anderson– que se enfrenta a su propia obsolescencia, tanto por su edad como por los cambios en «la ciudad que nunca duerme». Es una película triste y melancólica sobre los submundos del detrás de escena de espectáculos que, pese a tener momentos honestos y logrados, se siente demasiado de fórmula, como si su tema y su modo de narrar ya estuvieran probados desde antes.

    Ya la elección de la ex Baywatch como protagonista tiene algo de «fórmula», una que va de festivales a premios o nominaciones en una suerte de práctica usual del Hollywood «indie» de cada año. Anderson está muy bien, pese a sus limitaciones, en el rol de una mujer que se acerca a los 60 años y que se da cuenta que, al bajar el telón del show de cabaret clásico en el que baila hace décadas, es muy improbable que pueda seguir trabajando en lo suyo. Es el rol de su vida para Pamela: anda casi todo el tiempo sin maquillaje, despeinada, vive en una casa muy modesta en las afueras de la ciudad y, salvo cuando se prepara para salir al escenario, se viste de entrecasa como cualquier vecina de barrio.

    Shelly ha tomado algunas decisiones que la metieron en problemas a lo largo de su vida, pero lo más sólido que siempre ha tenido es el Razzle Dazzle, el show modelado en base al viejo cabaret francés, al que cada vez va menos gente. Allí comparte con un siempre cambiante grupo de coristas –las jóvenes con las que se junta ahora las interpretan Kiernan Shipka y Brenda Song– y tiene como permanente «compañero de aventuras» a Eddie (Dave Bautista), el stage manager del show, un hombre con pinta de buen tipo y amable pero con el que claramente han sucedido cosas en el pasado.

    Las relaciones más fuertes, de un modo u otro, las tiene con dos personas muy distintas. Una es Annette, una ex showgirl, como ella está a punto de serlo, que ahora sirve cócteles en los casinos de la ciudad. Interpretada por una excesiva y sobrepasada Jamie Lee Curtis, tanto en aspecto y maquillaje como en intensidad de actuación (algo que le sucede también en The Bear), Annette es su compinche y en cierto modo el espejo en el que se ve reflejada, le guste o no. Por otro lado está su hija, Hannah (Billie Lourd), con la que tiene muy poca relación y que está en la universidad. El intento de reconectar con ella –relación que se vio afectada por su dependencia del show– será el otro eje central de la historia.

    En menos de 90 minutos, con planos intencionalmente desprolijos, montaje veloz y una cantidad excesiva de escenas filmadas a la hora de la puesta del sol, la directora de Palo Alto logra captar cierto aura de la decadencia de un modo de vida, de una ciudad a la que ese tipo de shows clásicos ya no representa (ahora quieren bailarinas más sexys y frontales) y de una mujer que ya no tiene edad para adaptarse (o, si la tiene, nadie la quiere contratar), pero no siempre logra darle una personalidad propia a todo este envoltorio. Es cierto que es un film emotivo, humanista y sensible (Bautista siempre sorprende con sus actuaciones en las que hace mucho con aparentemente poco), pero a la vez se siente como una película que uno ya vio antes, con distintos personajes, características y ciudades pero similar fórmula nostalgiosa y crepuscular.

    Es, de todos modos, lo mejor que ha hecho la nieta de Francis Ford Coppola tras sus dos films previos, que eran bastante fallidos. Y es innegable que Anderson, con su voz aguda y su emoción a flor de piel, lo da todo de sí, garantizándose alguna nominación de alguna asociación a fin de año, especialmente por cómo su personaje seguro evoca cuestiones de su propia vida. Pero pese a su calidez y honestidad emocional, a The Last Showgirl le falta algún rasgo distintivo que la diferencie de lo que, en definitiva, se va volviendo una especie de melancólico «producto indie» de cada año. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

     

  • Tatami (Zar Amir-Ebrahimi y Guy Nattiv – 2023)

    Tatami (Zar Amir-Ebrahimi y Guy Nattiv – 2023)

    En Tatami la judoka iraní Leila y su entrenadora Maryam viajan al Campeonato Mundial de Judo con la intención de traer a casa la primera medalla de oro para Irán. A mitad de la competición, reciben un ultimátum de la República Islámica que exige a Leila fingir una lesión y perder. Con su libertad y la de su familia en juego, Leila se enfrenta a una decisión imposible: fingir una lesión y obedecer al régimen iraní, como le implora Maryam, o desafiar a ambos y seguir luchando por el oro.

    Premio Especial del Juraro y Mejor Actriz en el Festival Internacional de Tokyo 2023

    • IMDb Rating: 7,5
    • RottenTomatoes: 83%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Tatami es el primer largometraje codirigido por el director israelí Guy Nattiv, que recientemente nos brindó la película biográfica Golda, y la directora y actriz iraní Zar Emir Ebrahimi, galardonada con un premio de interpretación en Cannes por su actuación en Holy Spider. En esta película, que constituye un thriller deportivo, político y decididamente feminista en el que se consigue mantener la tensión desde la primera imagen hasta la última, Ebrahimi no solo se coloca detrás de las cámaras, sino que también interpreta el papel del personaje de la entrenadora Maryam. Ya sea para luchar por el título de campeona del mundo de judo o para exigir respeto como mujer libre e independiente, la protagonista de Tatami sacrifica su propio cuerpo en el altar de la causa feminista.

    Tatami, que se ha estrenado a nivel mundial en la sección Orizzonti de Venecia y —más recientemente— ha sido presentada en el Black Movie de Ginebra, se desarrolla durante los campeonatos del mundo de judo en Tiflis, Georgia. Las cosas le van sorprendentemente bien a la judoka iraní Leila (una brillante Arienne Mandi), apoyada por su siempre fiel entrenadora Maryam, pero justo en el ecuador de la competición, la Federación Iraní de Judo, y luego la República Islámica, le ordenan —con medios cuando menos ilegales— que se retire de la competición para evitar que se enfrente cara a cara con la oponente israelí contra la que temen que pierda. Aunque su familia está en peligro, la protagonista de Tatami no se dejará intimidar fácilmente, de manera que no dudará en hacer valer los derechos universales que deberían estar garantizados para todos, independientemente del género y la orientación sexual de cada persona.

    Nattiv y Amir Ebrahimi logran fusionar con maestría la tensión de la competición de judo —rodada espléndidamente a través de un blanco y negro que resulta frío y profundo al mismo tiempo— con las cuestiones relacionadas con la política y la justicia social. Tatami es una película apasionante de principio a fin, una cinta que nos mantiene pegados a la pantalla, preparados para luchar en cualquier momento por Leila, que encarna a su vez la figura de una especie de amazona moderna que, a pesar de verse desprovista de su caballo y su armadura, no duda en seguir luchando con arrojo hasta el final. Por su parte, la entrenadora Maryam es un personaje más ambiguo pero no menos intrigante, una mujer atormentada por el peso de una serie de decisiones que tomó en el pasado y siguen pesando en el presente. Maryam se ve inmersa en un verdadero dilema, ya que no sabe si respetar las normas por miedo a las consecuencias que podría acarrearle una posible desobediencia o dejarse guiar por una sed de libertad que —todavía— no ha sido capaz de exigir, por lo que experimenta a través de Leila una lucha que a ella misma le hubiera gustado librar. Leila y Maryam son la clase de personajes que dejan huella, guerreras solitarias que luchan contra un sistema del que les gustaría escapar, heroínas de carne y hueso que se esfuerzan por defender valores cuya importancia resulta visceral para ellas.

    La imponente presencia física de Arienne Mandi domina los combates de judo de la película, que constituyen una especie de microcosmos compuestos de forcejeos, derribos y estrangulamientos en los que la única diferencia que importa es la destreza que se posea a la hora de luchar. Las cámaras filman con crudeza y elegancia el indomable y herido —pero nunca vencido— cuerpo de Leila, un cuerpo que se convierte en un arma con la que enfrentarse tanto a los miedos internos de la protagonista como a todo un régimen político. Los personajes principales del largometraje están aislados del mundo exterior, atrapados en un laberinto de pasillos en penumbra, oficinas y gimnasios donde se entrenan con rigor militar. Son estos espacios a la vez claustrofóbicos y reconfortantes, así como los comentarios de un periodista deportivo en lugar de las bandas sonoras, los que dotan a la película de esa crudeza y dureza tan características. Tatami es una película audaz y estéticamente poderosa que no cae en la trampa de un final triunfalista, sino que opta por la ambigüedad de una victoria que deja cicatrices imborrables. (Muriel Del Don – CinEuropa.org)