Día: 28 de marzo de 2025

  • In the Summers (Alessandra Lacorazza – 2024)

    In the Summers (Alessandra Lacorazza – 2024)

    En In the Summers las hermanas Violeta y Eva visitan todos los veranos a su amoroso pero imprudente padre Vicente. Él se esfuerza por crear un mundo maravilloso para ellas pero, bajo la divertida fachada, existe una lucha contra la adicción que gradualmente erosiona la magia, culminando en un devastador accidente. Vicente intenta compensar el pasado. Pero las heridas no se curan fácilmente.

    Gran Premio del Jurado a la Mejor Película EEUU y Mejor Dirección en Drama en el Festival de Sundance 2024

    • IMDb Rating: 6,5
    • RottenTomatoes: 93%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    No todos han sentido el amor parental, debería ser algo esencial en la vida de cada persona, sentir cariño por parte de alguien que tuvo que ayudarte cuando más lo necesitabas. En In the Summers de Alessandra Lacorazza, se nos muestran instantes de una familia latina, conformada por Vicente (René Pérez Joglar/Residente) y sus hijes Violeta (Lio Mehiel, Dreya Castillo, Kimaya Thais) y Eva (Sasha Calle, Luciana Elisa Quinonez, Allison Salinas). Es una relación complicada, pues solo tienen oportunidad de verse una vez al año.

    En su debut directorial, Lacorazza refleja parte de su juventud en la cinta, no de manera autobiográfica, pero inspirada en hechos y emociones que marcaron la relación con su padre, y ha mencionado en entrevistas que hacer esta película, le ha hecho reflexionar y apreciar todo lo que hizo su padre en vida. Cuando somos jóvenes, pensamos que los adultos saben todo, que tienen más sabiduría y por ende, respuestas para todo tipo de problemas; al crecer, nos damos cuenta de que estamos muy equivocados.

    A pesar de que Vicente quiere ser un modelo ejemplar para sus hijes, en ocasiones su trauma sale a flote, sus inseguridades, su ira y su miedo. Claro que existe amor de por medio, las tres personas demuestran lo mucho que se quieren, pero eso no significa que puedan remover el pasado, no cuando sus heridas siguen siendo muy profundas.

    Tienen poco tiempo para ponerse al corriente de lo que ha pasado en esos años, pues elles vuelan desde su hogar en California hasta Las Cruces, Nuevo México, solo para pasar el verano con su padre. De cierta forma, nuestra perspectiva es similar a la de Vicente, pues no sabemos cómo se comportan y qué han hecho en California, funcionamos como desconocidos. Los saltos de tiempo y la información omitida no es un problema en In the Summers, en cambio, se puede rellenar o al menos imaginar lo que ha pasado con Violeta y Eva.

    A pesar de que solo son un tercio del reparto actoral de les hijes, Lio Mehiel y Sasha Calle logran estar en la misma línea que sus versiones infantiles y adolescentes. Para ello, veían los dailies (metraje no editado de escenas grabadas) en donde participaban Castillo, Thais, Quinonez y Salinas, observaban sus lenguajes corporales, las maneras en las que hablan y expresan sus emociones; de esa forma, Mehiel y Calle replicaban los comportamientos para mantenerlos en esa misma dirección.

    Si queremos verlo de una manera reflexiva y en ocasiones triste, esto puede ser una interpretación de que el trauma estará con nosotros por siempre, esos golpes nos van a seguir en cada instante durante nuestras vidas. Pero hay que acostumbrarnos a ello, no de manera fatalista, sino tratar de ser resilientes y sobrellevar la situación.

    En el caso de los tres protagonistas, estos ciclos pueden cambiar sus rumbos al no repetir lo aprendido por parte de generaciones pasadas, evitando los errores que tanto les inculcaron.

    Retomando los debuts, Pérez Joglar brilla al representar la gama de emociones de Vicente, desde su lado más juguetón hasta el más caótico. Su personaje hace acciones para proteger y cuidar de su familia, actos de amor sin una necesidad explícita de mencionar la frase “te quiero”. Ese es el cariño que se debe atesorar, pues como un buen dicho, las acciones son más importantes que las palabras.

    A pesar de que no me gusta comparar para saber qué o quién es mejor, Vicente es muy parecido a Calum (Paul Mescal) de Aftersun; tal vez no logren llegar al estándar de padres ejemplares, pero su presencia en las vidas de sus seres queridos, tanto de maneras que en su superficie parecen insignificantes (como un tapete comprado en Turquía o la forma de cómo quebrar un huevo para cocinarlo), como en el aprecio que buscaron darles de tantas maneras.

    Más que enfocarse en recrear escenarios ad hoc a las décadas presentadas en la cinta u otro aspecto técnico, la fuerza de In the Summers recae en un guion y actuaciones que no tienen como objetivo causar lástima o sentirte triste todo el tiempo, también hay momentos muy felices entre Vicente, Violeta y Eva, a pesar de los días nublados o de los golpes inesperados.

    Es una historia tan universal aun cuando no hayamos tenido una buena relación con nuestros padres; no podemos arreglar a una persona rota, pero sí podemos demostrarles lo mucho que les admiras, al buscar y recibir el amor más puro. (Ana Iribe – CinemaWorld.com.mx)

  • The Monkey (Oz Perkins – 2025)

    The Monkey (Oz Perkins – 2025)

    En The Monkey los gemelos Hal y Bill descubren el antiguo mono de juguete de su padre en el ático, y una serie de truculentas muertes comienzan a ocurrir a su alrededor. Los hermanos deciden tirar el mono y continuar con sus vidas, distanciándose con el paso de los años. Pero cuando las misteriosas muertes vuelven a sucederse, los hermanos deberán reunirse para destruir el mono antes de que acabe con las vidas de todos a su alrededor.

    • IMDb Rating: 6,2
    • RottenTomatoes: 79%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    En una escena de la infravalorada Psycho II (1983), Anthony Perkins viajaba a la infancia a través de su reflejo en el pomo de una puerta de madera. Por un instante, la silueta de Norman ya no era la del mítico asesino del Motel Bates, sino la de su niño interior interpretado por su propio hijo, Osgood Oz Perkins, que con sólo 9 años dejaba su rostro impreso en la mansión del clásico de Alfred Hitchcock. La propuesta, en sintonía con el espíritu serial del cine de consumo, era una ampliación del campo de batalla –en la línea de otras sagas de la época como las motosierras de Texas y las garras de Freddy– capaz de compensar su endeble premisa con una dinámica puesta en escena firmada por un inspirado Richard Franklin. Por imposible que parezca, Norman había cumplido condena, se había instalado otra vez en la famosa mansión americana de estética Hopper y, claro, los asesinatos se repetían hasta con peluca de señora y cuchillo de cocina. Ahora bien, lo mejor de aquella secuela insensata –escrita por Tom Holland, el director de Child’s Play (1988), que abría un universo paralelo a las novelas paródicas de Robert Bloch– es que logró trascender sus mil trampas de guion haciendo exactamente lo contrario que la película original de 1960. Donde Hitchcock difuminaba el artificio de matar a su protagonista con sutilezas de cámara y un uso notable del fuera de campo; Franklin, en cambio, celebraba la impostura estirándola hasta el paroxismo en un sabroso despiporre de falsas apariencias, asesinos conmutables y un reguero de muertes a cuál más absurda.

    Han pasado más de 40 años desde aquel bautizo en Hollywood y Osgood Perkins siempre vuelve a la casilla de salida. Suya es la tradición familiar del grito y la cuchillada que ha recogido en títulos de atmósfera malsana y centrípeta como The Blackcoat’s Daughter (2015), I Am the Pretty Thing That Lives in the House (2016) y la muy icónica Longlegs (2024). No obstante, hay algo en su quinta película como director y guionista que escarba en lo íntimo, en las penas de su propio pasado. The Monkey es una estupenda comedia negra que adapta libremente el cuento homónimo de Stephen King, pero su festín gore deja anotadas algunas imágenes sobre la pérdida y la ausencia. Esta lectura no es evidente. De hecho, el punto de partida despista un poco. Lo que empieza como un conflicto cainita entre Hal y Bill –dos gemelos que Theo James encarna en un cambio de rol divertidísimo– y se complica con la aparición de un mono de juguete armado con un pequeño tambor y dos baquetas –en el relato original lleva platillos, pero Disney se apalancó los derechos– se descubre como una mortífera ruleta rusa. El mono nunca falla. Si le das cuerda por la espalda y empieza a tocar, se desatan accidentes terribles y aleatorios. Desde un improbable tiro de ballesta sin tirador o una piscina electrificada por casualidad hasta una estampida nocturna que convierte a un tío que hacía vivac –¡gran cameo de Perkins a la Tarantino!– en un saco de carne triturada. En el fondo, no estamos tan lejos de la mecánica truculenta de Final Destination (2000), pero filtrada por el espíritu festivo y salvaje de Death Becomes Her (1992).

    En cualquier caso, lo que importa aquí, además de la juerga macabra y una fascinación casi erótica por la destrucción, es la impotencia de Hal, el gemelo protagonista, en distintos momentos de su vida, incapaz de evitar lo inevitable, de frenar unas pulsiones de muerte que parecen salir como vómitos de su inconsciente. Por esto, detrás de la densidad que arrastra como adolescente acosado por las malotas del cole, maltratado por su hermano, deprimido por el cinismo de su madre –una desmelenada Tatiana Maslany– y desatendido por un padre ausente que es el verdadero motor del mono diabólico; se esconde una profunda necesidad de afecto no exenta de sarcasmo. En este sentido, el juguete que da nombre al título funciona como demiurgo inmisericorde de un mundo alucinado siempre al borde del apocalipsis. Un mundo, por cierto, que se puede leer como viaje de vuelta a casa o regreso al vínculo entre padre e hijo, aunque todo arda sin remisión. Nada tiene de casual que la gramática de Perkins evoque la memoria de su padre –en una escena donde traza una panorámica en un sótano iluminado con una bombilla que se balancea y que recuerda el momento twist del cadáver de Norma Bates– y también la secuela de Richard Franklin, que, a su modo, bromeaba con la original de Hitchcock de la misma forma que The Monkey ironiza con los códigos del cine de terror a través del humor abrupto. Ahí está, en fin, Elijah Wood interpretando al escritor de una larga saga de libros sobre paternidad que parece guiñarle el ojo a las secuelas exploit de la Universal en las que Anthony Perkins quedó encasillado de por vida.

    Sea como sea, Perkins Jr. lo ha vuelto a hacer. Suya es la estética cuidada al detalle, la composición milimétrica y una armonía cromática que, ahora, pone al servicio de su título más comercial hasta la fecha, pero también el más complejo y autoconsciente de su corta filmografía. The Monkey es tan inofensiva en apariencia como ácida en su caricatura de la impiedad con la puerta un poco abierta a la esperanza. Y sí, está claro que no puede escapar de su estructura ascendente y su fórmula excesiva, incluso atropellada en sus deslices oníricos, pero hay algo en la violencia que desata, en su mala leche gamberra, que la convierte en una comedia irresistible. (Carles M. Agenjo – ElAntepenúltimoMohicano.com)