En All We Imagine as Light la rutina de la enfermera Prabha se ve alterada cuando recibe un regalo inesperado de su marido, quien trabaja en Alemania. Su compañera de piso Anu, más joven, intenta en vano encontrar un lugar en la ciudad para intimar con su novio. Un viaje a una ciudad costera les permite encontrar un espacio para que sus deseos se manifiesten.

Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2024
Premio TVE Otra Mirada en el Festival de San Sebastián 2024
Mejor Película Extranjera 2024 para el Círculo de Críticos de New York y la Asociacion de Críticos de Los Ángeles.

  • IMDb Rating: 7,2
  • RottenTomatoes: 100%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Es All we imagine as light, el segundo largometraje (primero de ficción) de Payal Kapadia, una película que se propone capturar lo inasible: a través de un ejercicio de naturalismo extremo sostenido sobre la desaparición total de la cámara, sobre la transparencia de una puesta en escena que se niega a sí misma para que la propuesta pueda abrir las alas, sobre la ausencia de recursos visuales que interfieran en el fluir de la narración, la cineasta configura sobre la pantalla un mapa de silencios que se ramifican en dolores innombrables, un fresco de miradas cargadas de lágrimas no lloradas que se funden con los párpados de la noche, de cuerpos que se encuentran en la clandestinidad de un parque a oscuras, y de recuerdos que pesan tanto como la incertidumbre que se oculta tras ellos. Es esta, por tanto, una obra que desprende un lirismo magnético sin pretender hacer más que un retrato fiel y honesto de sus tres protagonistas; y es precisamente por eso, por su fidelidad y honestidad con unos personajes que, pese a ser ficticios, son pura realidad, por lo que sus imágenes poseen una fuerza embriagadora, un vuelo poético tan logrado, porque no hay en ellas una brizna de impostura, de falsedad, que deje entrever que hay un artificio detrás.

Kapadia articula un relato de suspiros y mutismo en el que tres mujeres acorraladas por la sociedad construyen entre ellas una red de sororidad que las sostiene ante un abismo de machismo y precariedad. Prabha y Anu son enfermeras, compañeras de trabajo y de piso, y, sobre todo, amigas. La primera ve cómo su vida se consume en la espera perpetua de su marido (con quien se casó por obligación de su familia sin ni siquiera conocerlo) desaparecido hace años en Alemania, donde trabajaba; la segunda, más joven, intenta encontrar un lugar donde mantener relaciones sexuales con su novio, al tiempo que se esfuerza por convencer a sus padres de que no le organicen una boda con un hombre al que (de nuevo) ni conoce ni, obviamente, quiere. El tercer vértice del triángulo protagónico es una mujer recién enviudada que está a punto de ser desahuciada, porque su casa estaba a nombre de su esposo y este, antes de fallecer, no hizo ningún tipo de cambio en el registro de la propiedad que indicase que la vivienda también era de ella.

All we imagine as light está construida desde los momentos de transición que ejercen de bisagra entre una tristeza y otra, entre una conversación rota y una quebrada, entre una mala noticia y un nuevo intento que no cristaliza en éxito, entre el recuerdo de una boda no deseada y el miedo a otra, entre los pocos minutos que unos ojos se pierden observando desde una ventana la inmensidad de Mumbai y los segundos en los que el silencio se queda colgando de una mirada ahogada en palabras sin piel. Kapadia dibuja el perfil emocional de sus personajes partiendo siempre de esos tiempos aparentemente condenados a la intrascendencia para evitar estridencias melodramáticas, subrayados innecesarios y, ya se ha dicho, cualquier elemento que pueda interferir entre las actrices y una cámara que se convierte en un ente de movimientos imperceptibles que lo observa todo desde una cercanía intimista emocionante, y que rehúye de los gestos bruscos y de las composiciones forzadas. Lo importante es el rostro; y desde el rostro de las protagonistas entra el espectador en su dinámica, entiende su angustia, su desesperación, su sentirse perdidas en una ciudad llena de soledad que devora a sus habitantes.

El viaje a un entorno eminentemente natural cuyo horizonte no se pierde entre la silueta de sus edificios se presenta entonces como la única salida posible, como la única forma de huir del pasado y de sortear las múltiples complicaciones del presente para poder empezar a vislumbrar la esperanza de un futuro. Alejadas de todas las formas de coerción patriarcales, las protagonistas consiguen desarrollarse libremente y cerrar incluso aquellas heridas que parecían estar destinadas a permanecer abiertas a perpetuidad. Kapadia acierta así a componer una obra que, desde una sencillez muy compleja, se deshace de todos los elementos que podrían resultar suplementarios, para, desde un esquema ascético, dejarle espacio a sus magníficas actrices, quienes ofrecen unas interpretaciones dignas de aplauso. (Rubén Téllez Brotons – ElAntepenúltimoMohicano.com)