An Elephant Sitting Still sucede en un día desde el amanecer hasta el anochecer, con varios personajes intentando tomar un tren para escapar de la espiral descendente en la que se encuentran

  • IMDb Rating: 7,8
  • FilmAffinity: 7,7

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Esta película china se fue rodeando de un aura de mito a lo largo del festival y en dos etapas. La primera tenía que ver con su historia: una opera prima de cuatro horas cuyo director se suicidó a los 29 años, luego de terminarla. La otra, cuando se empezó a mostrar y el entusiasmo comenzó a circular entre los críticos. Logré verla, finalmente, en su última exhibición, y el cine enorme en el que la daban estaba absolutamente lleno de gente expectante. Muchas veces estas “bolas de nieve” festivaleras suelen culminar en decepciones ya que la expectativa es tal que las películas no suelen estar a la altura de lo que se esperaba. Este NO es uno de esos casos. La película es extraordinaria, el testimonio único de un cineasta que acaso sintió que todo lo que tenía para decir sobre el mundo estaba aquí. Y que después no había nada más.

La película tiene un aire a las primeras de Jia Zhangke (de Xiao Wu a The World), especialmente en su retrato de personajes jóvenes desesperanzados que viven en ciudades de provincia en medio de situaciones conflictivas y/o policiales. Aquí hay un grupo de varios personajes principales y la película se ocupa de ir contando cada una de sus vidas a lo largo de apenas un día y luego de mostrarnos cómo se conectan entre sí. An Elephant Sitting Still podría considerarse como un drama con tintes policiales cuyas marcas de estilo más claras son sus planos largos y complejos (pero no necesariamente virtuosos) y la pintura de una serie de vidas marginales y complicadas, de personas que no parecen encontrar una salida de ningun modo.

Toma un tiempo armar la trama. Está, como metáfora acaso un poco obvia, el elefante que da título al filme. Cuenta la leyenda que en la ciudad de Manzhouli en el norte de China hay un elefante sentado y quieto que no responde a ninguna tentación: le pueden tirar comida que el animal no se inmutará. Eso bien podría describir las vidas de los protagonistas, quienes por más que traten de modificar su situación no hacen más que meterse en más problemas. O al propio país, que no es otra cosa que un gigante al que no le afecta nada de lo que pasa alrededor suyo.

Bu es un joven de edad escolar que tiene que fugarse luego de empujar y herir a Shuai, un bully de su escuela, queriendo defender a un amigo suyo. Una compañera suya del colegio que le gusta, Ling, se ha escapado de casa y se rumorea que tiene un affaire con uno de sus maestros. Cheng, en tanto, tiene también un affaire con la mujer de un amigo, el que al descubrirlos in fraganti decide suicidarse tirándose de la ventana de un edificio. Luego sabremos que Cheng es hermano de Shuai lo que lo pondrá en la situación de tener que buscar a Bu, el joven que lo mandó al hospital. Un cuarto protagonista es Wang, cuyo hijo (y tío de Bu, si es que entendí bien) quiere mandarlo a un geriátrico, pese a sus objeciones.

A lo largo de los 230 minutos del filme (que por momentos también recuerda a A Brighter Summer Day, de Edward Yang) las vidas de los cuatros se irán uniendo, con el deseo común de ir a Manzhouli para escapar de las complicadas situaciones que les tocan vivir. El principal protagonista es Bu, quien va viendo cómo se queda sin opciones cuando Cheng y su banda de mafiositos de provincia lo acorralan de a poco. Lo mismo le pasa a Ling, cuyo romance con el profesor se viraliza por redes sociales poniendo a ambos (y a la madre de ella) en una situación muy difícil. El más duro Cheng, de a poco, va también dándose cuenta que no logra demasiadas satisfacciones con su discreta empresa criminal. Y el anciano visita el geriátrico, va y viene con su nieta, solo para confirmar que tras una vida de trabajo y devoción familiar, su futuro es un agujero negro.

Hu Bo –que también era novelista, algo que explica la estructura episódica y ambiciosa del filme– murió antes de finalizar el montaje (se rumorea que los problemas que tuvo con su productor respecto a la duración de la película estuvieron relacionados con su depresión y posterior suicidio) y An Elephant Sitting Still fue terminado por amigos y colegas. Es cierto que por momentos uno tiene la sensación que la película podría evitar algunas casualidades y golpes de efecto de guion, pero son errores propios de una primera película. El experto manejo de los planos largos y casi siempre en movimiento, de los diálogos (igualmente largos) y la manera en la que la ciudad está filmada como si fuera el lugar más triste del mundo revelan que Hu Bo tenía suficiente talento para una gran carrera.

El filme ha sido comparado con películas de Bela Tarr y Krzysztof Kieslowski, aunque creo que no son las referencias más precisas. Sí, es cierto, Hu Bo maneja el tipo de planos extensos del primero y el pesimismo y la negrura del segundo, pero hay marcas que le son propias y están ligadas no solo a la historia del cine chino sino a la composición de lugar: una tierra de nadie en la que conviven zonas muy pobres con otras que, aunque visualmente más modernas, no ofrecen nada distinto a los protagonistas. Drama existencial de pueblo chico con toques policiales que bien podría firmar un Cormac McCarthy asiático, An Elephant Sitting Still es un testimonio. No solo de la obra coartada de su realizador sino de la situación actual en muchos lugares perdidos de China, ciudades que crecen hacia arriba y que parecen olvidarse de quienes viven abajo y de lo que les pasa. Un elefante gigante, sentado sobre millones de almas. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)