En And Then We Danced, Merab lleva ensayando desde que era muy joven en la Compañía Nacional de Danza de Georgia con su pareja de baile, Mary. De repente, su vida da un vuelco cuando aparece el despreocupado y carismático Irakli y se convierte en su rival más poderoso, pero también en su mayor objeto de deseo. En una atmósfera conservadora, Merab se enfrenta a la necesidad de liberarse y arriesgarlo todo en el empeño.

Premio del Público en el Festival de Sevilla 2019. 7 nom.
Mejor Actor en el Festival de Valladolid – Seminci 2019
Mejor Película en los Premios Guldbagge 2019

  • IMDb Rating: 7,9
  • RottenTomatoes: 92%

Película (La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

 

La danza tradicional georgiana tiene sus particularidades. No me considero un especialista en la materia ni mucho menos pero por lo que se transmite en el film de Akin tiene algo de demostración gimnástica y militar. O, al menos, con el correr de los años y los contextos políticos, se ha vuelto así. Más dura y “marchosa” y nada “sensual”. El talentoso y muy esforzado Merab y su “novia” Mary conforman una pareja de baile del Ensemble Nacional de Georgia con posibilidades de pasar (él, al menos, ya que hay una vacante masculina) a formar parte del elenco estable que gira por el mundo, como lo hicieron sus padres. Pero hay un solo puesto libre y Merab tiene varios potenciales “enemigos”: su muy talentoso pero poco profesional hermano, que vive saliendo de noche y yendo a entrenar borracho, el recién llegado Irakli, que parece tener un talento enorme y es más natural para el tipo de bailarín que se busca que el más sacrificado Merab y las propias “dificultades” de Merab para el tipo de baile que se pide, que se irán desarrollando a lo largo de And Then We Danced

And Then We Danced funciona como un triángulo amoroso pero no de la manera que parece al principio. Es, en realidad, Irakli, el que despierta sensaciones nuevas en Merab y, digamos, el tema no está muy bien visto no ya en la sociedad georgiana sino en el propio y llamativamente homofóbico cuerpo de danza. Los secretos de esa relación, los esfuerzos de Merab por triunfar en el ballet tratando de “masculinizar” su estilo y los encontronazos con una sociedad que sigue pensando la homosexualidad en términos medievales son los ejes principales de este sólido film de Akin, un cineasta sueco de origen georgiano, que se luce en largos planos secuencia, mucho de ellos dedicados a distintos tipos de danza.

El comunmente llamado “tercer acto”, donde los conflictos se agudizan y los problemas se vuelven más y más intensos, quizás estén manejados aquí de una manera excesivamente tradicional: se notan bastante los manejos del guion por llevar la tensión al extremo a costa de una un tanto manipulada serie de situaciones y coincidencias. Lo que potencia al relato, pese a sus visibles costuras, es el conflicto de Merab entre su deseo de triunfar como bailarín “masculino” y el de liberarse de las ataduras que ese cuerpo de baile, reflejo claro de las represiones de la sociedad georgiana, le impone. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

And Then We Danced, el tercer largometraje del sueco de origen georgiano Levan Akin (que también ha dirigido varias series) y el primero en georgiano, ha sorprendido gratamente al público de la Quincena de los Realizadores del 72º Festival de Cannes. La película se apoya en su joven héroe, Merab (interpretado por el encantador Levan Gelbakhiani), un joven bailarín del Ballet Nacional Georgiano que trabaja duro bajo la atenta mirada de su estricto profesor; pero lo hace con tanta energía que pronto comprendemos que él no es como su hermano ni como los demás miembros de su familia, que han perpetuado la tradición de las danzas georgianas antes que él. Descubrimos esta tradición, exaltada por una magnífica escena de canto polifónico, a través del prisma de su vitalidad y de su alegría de vivir, que resulta contagiosa.

Este amor por la vida y por las tradiciones también es compartido por sus compañeros, a quienes conoce desde siempre (y hasta llega a formar un dúo con una chica, a la que todos consideran su futura novia). En este clima de cohesión donde Tbilisi parece una ciudad alegre, que rebosa juventud, a penas percibiríamos la precariedad y la crueldad en la que vive Merab si no fuese porque durante toda la película vemos que su familia vive en la pobreza, que su padre lamenta con amargura su destino y que su profesor subraya que la danza georgiana debe oponerse al “candor virginal” de las chicas con una masculinidad fuerte.

Sin embargo, cuando se presenta en su clase un compañero nuevo, Irakli (Bachi Valishvili), un chico castaño de belleza magnética, que desde el principio se perfila como un posible rival para él, que sueña con entrar en el Ballet Nacional, bastan unos intercambios de sonrisas (así es como se comunica Merab cuando no baila; y por “comunicar” nos referimos conocer a los demás en profundidad y establecer una complicidad que se prolonga hasta el espectador, que también sonríe de oreja a oreja) para que los jóvenes conecten y estalle la felicidad que encuentran en ello, y que ya no les confunde.

Lo más bonito, además de la expresión de Merab cuando se descubre enamorado (se descubre, sin más), es que sucede de una forma muy natural, sin que este encantador héroe se haga preguntas (no más de las que se hacía antes, cuando seguía con alegría un camino ya trazado). Aquí, el punto de malestar o de rebelión, de ruptura violenta, surge cuando la situación se hace evidente y aparece la posibilidad de convertirse en un cuerpo indeseado en un organismo que puede terminar expulsándolo. Merab es un personaje formidable, que conmueve con su pureza y su dulzura, porque llega a comprender lo que tiene delante y se aferra con afecto a lo que tiene en los brazos. Esto ocurre porque él sigue un proceso de afirmación de sí mismo de joven héroe homosexual, que no pasa por un rechazo ni por una traición, pero que trasciende con gracia esta dinámica. And Then We Danced es una película adorable y original, que nos presenta a una sociedad tradicional tanto en su belleza como en su intolerancia pero, sobre todo, con amor. (Bénédicte Prot – CinEuropa.org)