En Guerre, la fábrica de Perrin, con 1100 empleados, conocida en la industria automovilística y afiliada al grupo alemán Schäfer, firmó un acuerdo para que sus trabajadores aceptaran un recorte salarial, con el fin de salvar a la compañía y prometiendo a cambio proteger sus puestos de trabajo durante al menos cinco años. Pero cuando llega el momento, la compañía toma la decisión de cerrar. Los trabajadores, liderados por Laurent Amédéo, se niegan a aceptarlo e intentan recuperar su trabajo.

  • IMDb Rating: 6,9
  • RottenTomatoes: 73%

Película / Subtítulos (Calidad 720p)

 

Stéphane Brizé y su actor-fetiche Vincent Lindon regresan tras Une Affaire d’amour, Quelques Heures de Printemps y La Loi du Marché con una película que describe con espíritu documentalista y cámara en mano a-la-cinéma verité la lucha de los sindicalistas que representan a 1.100 operarios despedidos tras el cierre de una fábrica alemana de autopartes ubicada en Francia.

Las medidas de protesta (tomas, protestas callejeras), los violentos choques con la policía, las arduas y discontinuas negociaciones con el gobierno y con los patrones (y sus múltiples representantes) conforman el núcleo de la primera mitad, mientras que en la segunda se abre la posibilidad de encontrar un comprador y empiezan a ver las grietas, las diferencias entre los distintos sectores gremiales: los más duros que no quieren ceder un centímetro y los que empiezan a ver con buenos ojos las compensaciones económicas extraordinarias que ofrece la empresa además de las indemnizaciones legales.

Vincent Lindon se luce -como casi siempre en su carrera- en el papel del íntegro líder obrero que carga con la responsabilidad de encabezar la lucha y -claro- de sus consecuencias muchas veces inmanejables (e inimaginables) en medio de fuertes dilemas éticos y morales.

El film -que remite por momentos al Laurent Cantet de Recursos humanos y al cine social del británico Ken Loach- es valioso, urgente, necesario, pero también bastante arduo porque no da respiro (solo hay una subtrama íntima en la que el Laurent Amédéo de Lindon sigue el embarazo de su hija) y las asambleas y ruedas de negociaciones se hacen un poco largas. Cine político sin concesiones en una edición muy combativa como la de Cannes 2018. (Diego Batlle – OtrosCines.com)

El de Stéphane Brizé es un cine de carácter social. El director de El precio de un hombre es ducho a la hora de rodar, cámara en mano, las vicisitudes de los trabajadores. Tal vez no sea tan anticapitalista ni tenga el humor de un Ken Loach o el vuelo poético de los hermanos Dardenne, y se parezca a su colega Laurent Cantet en Recursos Humanos, pero es igualmente riguroso.

En Guerre se centra en los empleados de una empresa alemana de autopartes que decide cerrar una fábrica en Agen, luego de comprometerse hacía dos años a mantener los puestos de trabajo, aunque eso significara a los empleados perder bonos y sufrir algunas rebajas salariales.

El filme, o la cámara en mano, con ese espíritu cuasi documentalista, entonces, sigue a los huelguistas, que poco a poco empiezan a tener su propia grieta. Esto sucede cuando la empresa comienza a fogonear algún tipo de arreglo: mientras algunos siguen a Eric Laurent, un líder sindical íntegro, no quieren saber nada y se mantienen firmes en su posición, porque saben que bajar la cabeza les significará a la larga peores condiciones de vida, hay otros que optan por tomar algunos euros ante la necesidad imperiosa de sobrevivir.

Tal vez como parámetro y, a la vez, diferencia, no se presenta la vida privada del personaje que interpreta Vincent Lindon (el único actor profesional del elenco, ya que los obreros son obreros, los patrones son patrones, y así) como en El precio de un hombre. Poco se sabe de él, porque Brizé prefiere insistir con el desarrollo del conflicto sindical, teniendo como base las charlas internas y con los delegados de la empresa, y alejarse, si cabe el término de lo individual.

Pero es sobre las espaldas de Lindon donde recae el peso de la historia. Como siempre, el protagonista de Rodin y Une Affaire d’amour está estupendo, tiene ese halo de credibilidad en su mirada, en su dicción, y aunque la película está plagada de diálogos (debe ser el filme con mayor cantidad de palabras por minuto del cine francés) el actor saca adelante el relato, de una actualidad universal. (Pablo O. Scholz – Diario Clarín)