En Investigation of a Citizen above Suspicion el jefe de la brigada de homicidios asesina a su amante, pero pone en evidencia pruebas contra sí mismo porque no soporta que se burle el orden establecido y que los culpables queden impunes.
Mejor Película Extranjera en los Premios Oscars 1970
Gran Premio del Jurado y Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes 1970
Mejor Película y Mejor Actor en los Premios David di Donatello 1970
- IMDb Rating: 8,0
- RottenTomatoes: 94%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Muchas veces la ubicación temporal de determinado film en la carrera de un realizador no significa gran cosa porque el susodicho se pasó toda su trayectoria rodando la misma película una y otra vez o debido a que el caos creativo le gana a todo ordenamiento lógico dentro de la producción artística considerada, sin embargo este no es para nada el caso de Investigation of a Citizen above Suspicion, obra maestra que se sitúa justo en la mitad del derrotero profesional de dos décadas como director de Elio Petri y que tranquilamente funciona no sólo como un resumen de sus obsesiones temáticas y formales de siempre sino también como una especie de bisagra entre las dos principales etapas de su carrera, hablamos de la heterogénea de los inicios y la centrada decididamente en las sátiras que llegaría a partir de la película que nos ocupa, mojón clarísimo de una fase naciente que de todos modos tendría su cúspide en términos de calidad, originalidad y desparpajo en esta epopeya inolvidable protagonizada por Gian Maria Volontè y Florinda Bolkan, verdugo y víctima conscientes del orgullo de las capas privilegiadas de la sociedad enferma en la que vivimos. Dicho de otro modo, con su parodia implícita de la institución policial el film no sólo anticipa los análisis sardónicos del proletariado y el sindicalismo de izquierda de La Classe Operaia va in Paradiso, la burguesía más freak y ciclotímica de La Proprietà non è più un Furto, el statu quo de la política y la oligarquía económica de Todo Modo y los ejecutivos de los mass media y del mundo del espectáculo en general de Buone Notizie, sino que el cineasta italiano en parte recupera también elementos aislados de su lamentablemente poco conocido período fundacional en línea con el misterio, los interrogatorios, la verdad manipulada, la corrupción y la esquizofrenia mafiosa de L’Assassino y A ciascuno il suo, la crisis existencial y las diversas idas y vueltas de I Giorni Contati, y Un Tranquillo Posto di Campagna, la esplendorosa burla al consumismo, esa avaricia capitalista y el Milagro Económico Italiano de los 50 y 60 de Il Maestro di Vigevano, la sátira sobre el matrimonio moderno del segmento Peccato nel Pomeriggio correspondiente al opus colectivo Alta Infedeltà, codirigido por Mario Monicelli, Franco Rossi y Luciano Salce, y aquellas ironías en torno a los asesinatos institucionales/ mediáticos de la epopeya de ciencia ficción vanguardista e idiosincrasia muy sesentosa La Decima Vittima.
Más cerca del Francesco Rosi de Il Caso Mattei, Lucky Luciano y Cadaveri Eccellenti, una gloriosa trilogía de clásicos del cine testimonial acerca de la podredumbre estatal y civil y su connivencia con el crimen organizado, el gran capital y el poder público, que del Gillo Pontecorvo errante de Kapò (1960), La Battaglia di Algeri, Queimada y Ogro, cuatro odiseas sin duda fundamentales en lo que atañe al retrato tanto del maquiavelismo del aparato represivo y de vigilancia y manipulación popular como de la lucha incesante por la independencia de los pueblos, Petri en esta oportunidad une fuerzas junto al talentoso coguionista Ugo Pirro, colaborador histórico de figuras como Pontecorvo, Carlo Lizzani, Giuseppe De Santis, Martin Ritt, Valerio Zurlini, Sergio Corbucci, Paolo Cavara, Damiano Damiani, Veljko Bulajic, Mauro Bolognini, Vittorio De Sica, Stipe Delic, Pasquale Squitieri, Luigi Comencini, Lina Wertmüller y hasta el argentino Raúl de la Torre, un señor con el que asimismo trabajó codo a codo en A cada uno lo suyo, La Clase Obrera va al Paraíso y La Propiedad ya no es un Hurto y que vino a reemplazar al también mítico Tonino Guerra, con el cual Elio colaboró en El Asesino, Los Días Contados, La Décima Víctima y Un Lugar Tranquilo en el Campo. El realizador aprovecha la enorme experiencia de Pirro en el poliziotteschi, esa suerte de exégesis del film noir hollywoodense y europeo de antaño desde la mirada exploitation documentalista de los queridos cineastas italianos de las décadas del 60 y 70, y su propio generoso bagaje como guionista al servicio de terceros, su primera profesión dentro del ecosistema del séptimo arte a expensas sobre todo de gente como su padrino artístico De Santis o como Lizzani, Bulajic, Giuseppe Amato, Leopoldo Savona, Gianni Puccini y Dino Risi, todo con el objetivo manifiesto de construir una fábula kafkiana inspirada muy lejanamente en Der Prozess, y Das Schloß, que gira alrededor de la alienación moderna y lo fácil que resulta para el hombre de hoy en día perderse en la masa a pesar de las múltiples técnicas de vigilancia, control, castigo, cooptación, adiestramiento, internalización del acecho y burocratización identificadora fanática del Estado y los conglomerados privados trasnacionales, por un lado, y de la tragicómica necesidad de los esbirros del poder de autolegitimarse mediante una impunidad fetichizada al extremo de cometer delitos espantosos al paso como prueba de su carácter de “intocables” que jamás ameritarán un arresto o verdadera represalia, por el otro lado, como si todo se tratase de una competencia caníbal ya no únicamente contra los otros sino contra uno mismo y lo alcanzado hasta ese punto a nivel de la supremacía legal.
Es precisamente el convencimiento con respecto a su prestigio y poder ilimitado como funcionario público experto y jerarca de una red de influencias institucionales, sumamente aceitada vía el temor que genera en sus colegas, el factor que lleva al protagonista, el jefe sin nombre del Departamento de Homicidios de un distrito de la policía romana (Volontè), a cometer un acto aberrante tracción a una soberbia infantil enraizada en un exceso de seguridad en su persona y en el delirio de que todos necesitan de su perdón y protección paternalista, hablamos del asesinato de su hermosa y ricachona amante, Augusta Terzi (Bolkan), mujer a la que le corta la garganta con una hoja de afeitar mientras tenían sexo y en esencia una loca importante que compartía con el oficial, a quienes sus subalternos llaman cíclicamente “doctor” cual cargo interno, un fetiche macabro con los casos de homicidio en los que el protagonista intervino en su larga carrera que los llevaba a montar en la intimidad del departamento de ella las escenas de los crímenes, amén de constantes invitaciones de la fémina a que la viole, la interrogue cual detenida, la torture brutalmente y hasta simule su asesinato en diferentes y coloridas circunstancias que invocan a muertos famosos de entonces y años previos. El protagonista de Investigation of a Citizen above Suspicion está convencido de su “insospechabilidad” y de la idiotez de sus correligionarios de la policía, a quienes considera unos tibios que de seguro obviarán las pruebas en su contra por miedo a su furia o por simple negligencia/ torpeza/ pasividad policial semi involuntaria, el inspector en jefe se autosabotea adrede después del hecho dejando sus huellas dactilares por todo el lugar, llevándose alhajas varias de la víctima, no tocando unas 300.000 liras en efectivo, plantando un hilo de su corbata en una uña del cadáver, pisando el charco de sangre y caminando por todos lados, denunciando el crimen desde el teléfono del departamento, robando dos botellas de champagne de la heladera de la cocina y para colmo dejándose ver por un testigo, Antonio Pace (Sergio Tramonti), vecino de la mujer, militante anarquista y aparentemente otro amante más de Terzi, a su vez casada con un homosexual anodino y algo ridículo (Massimo Foschi). Verdugueando al siempre risible Nicola Panunzio (Aldo Rendine), un oficial con un primo comunista, y jugando a tres puntas con un periodista de policiales, Patanè (Fulvio Grimaldi), y dos subalternos, el complaciente Mangani (Arturo Dominici) y el porfiado Biglia (Orazio Orlando), el doctor va cayendo sonriente y de a poco en el centro de la investigación mientras disfruta de un ascenso hacia el Departamento de Seguridad que lo saca de aquella comisaría, lo sitúa en el ámbito de la represión antisubversiva y lo pone en la esfera de un funcionario lacónico y gris que responde al establishment comunal más conservador y mafioso (Gianni Santuccio).
Como hiciese en otras ocasiones a lo largo de su carrera, Petri en Investigation of a Citizen above Suspicion, la cual forma parte junto a La Clase Obrera va al Paraíso y La Propiedad ya no es un Hurto de la denominada Trilogía del Poder, echa mano de los tenaces primeros planos del director de fotografía Luigi Kuveiller, eje central de la permanente sensación de claustrofobia burocrática e ideológica enajenada del privilegio, de los flashbacks y flashforwards de la estructura narrativa laberíntica que nos propone el genial montaje de Ruggero Mastroianni, otro ingrediente crucial del vértigo que enmarca al accionar no sólo del doctor sino de todos aquellos que se mueven a su alrededor como acólitos obedientes e intercambiables, y del excelente motivo musical entre detectivesco clásico y farsesco del eterno Ennio Morricone, pivote del sustrato ultra grotesco del periplo retórico y de su cercanía para con lo que sería una comedia negra tácita que se confunde con una propuesta dramática en verdad terrorista e iconoclasta al punto de ir destruyendo paulatinamente todo lo que a priori se podría esperar de un thriller testimonial de jerarquías públicas ponzoñosas dispuestas a mirar para otro lado si el criminal es parte del núcleo duro del andamiaje administrativo enquistado en las instituciones de la nación de turno. Más allá del diseño de producción de Romano Cardarelli, la dirección de arte de Carlo Egidi y el vestuario de Angela Sammaciccia, otros tres rubros destinados a reforzar el trasfondo vacuo, repetitivo, insensible y falsamente importante de esa “autoridad constituida” que el protagonista dice representar hasta sus últimas consecuencias, el corazón y gran titiritero de Investigation of a Citizen above Suspicion es un Gian Maria Volontè en éxtasis y magníficamente sobreactuado capaz de simbolizar para nosotros a escala visual tanto la sangre fría impostada del doctor como ese sustrato pueril y caprichoso que se esconde detrás de una máscara de impunidad, alarde y autoconfianza represiva exacerbada que no sólo sirve para pensar el auge de las guerrillas urbanas y bucólicas en el mundo durante los 60 y 70, con las Brigadas Rojas dominando el ámbito italiano, sino también un viejo latiguillo del cine policial, el del mentado “crimen perfecto” que ya había sido analizado por Alfred Hitchcock en Rope, aunque ahora invirtiéndolo todo porque en lugar de la altanería apolítica y civil de Brandon (John Dall) y Philip (Farley Granger), quienes estrangulaban a su amigo David Kentley (Dick Hogan), escondían el cadáver en un arcón y realizaban una fiesta para jactarse de su superioridad incluso delante de la fuente de sus ideas nietzscheanas, el profesor Rupert Cadell (James Stewart), hoy tenemos a un funcionario estatal cuya soberbia viene no del intelecto sino del poder público acumulado con el tiempo, fanfarronería similar a la de los criminales del opus del británico pero trastocada ya que en vez de procurar no ser apresado, nuestro adalid de las normas inmutables se obsesiona con facilitar su captura para testear hasta dónde llegaría su margen de influencia concreta dentro de la estructura burocrática, por ello la típica intranquilidad del suspenso y el paradigmático sentimiento de culpa ante el homicidio son reemplazados por Petri por una angustia de corte masoquista en la que la confirmación de las sospechas del doctor, centradas en el hecho de que sus colegas evitarán enfrentarse a su persona por su endiosamiento en la pirámide de las fuerzas de opresión, provoca paradójicamente una insoportable frustración porque ello implicaría que el aparato institucional que lo contiene es un esquema absurdo que se desvanece en un santiamén frente a los antojos, matufias y/ o prerrogativas de sus miembros individuales. El personaje de Volontè se siente tentado a no hacer nada cuando el marido gay de la víctima muta en el principal sospechoso de la pesquisa y hasta a señalar a Pace, un varón que competía por la misma vagina y un anarquista que participa de esas marchas que critican y contradicen los mandatos de la plutocracia nauseabunda en el poder, como un posible chivo expiatorio en materia del asesinato, no obstante sus contradicciones ideológicas y su pulsión de muerte lo conducen a exculpar a ambos hombres y a profundizar los autosabotajes festejando el inconformismo investigativo de Biglia, condenando toda esa mediocridad acomodaticia de Mangani y confesando directamente su culpabilidad primero ante un gracioso plomero que encuentra en la calle (Salvo Randone) y a posteriori en una carta dirigida al personaje de Dominici, su reemplazo en la cúpula del Departamento de Homicidios. La naturaleza banal y pusilánime del gesto asesino del doctor contrasta con la eficacia de la labor de Biglia, algo así como su doppelgänger aún sin enloquecer, y la fiereza contracultural de Pace, su némesis declarada y por cierto representante de aquella juventud que todavía recurría a pura honestidad y candor a los modelos anticapitalistas en boga de la época, nos referimos a los comunistas, partisanos, trotskistas, maoístas y anarquistas que se habían transformado en el gran enemigo de la derecha torturadora, demencial, chauvinista e intolerante ante lo distinto que se resguardaba detrás de sus armas, muros y espionaje tecnológico, eventualmente generando una represión hiper violenta contra lo que percibían como una oposición política que los podría desbancar de un aparato administrativo al que consideraban -y continúan considerando- de su propiedad. La patética noción del “sacrificio” en pos del bien público por parte de estos esperpentos de la policía y el gobierno se viene abajo en el opus de Petri por el peso de sus propias mentiras y su propio envilecimiento sin freno, basta con recordar el desenlace y cómo el sueño del doctor anticipa su exoneración en privado bajo el mandato en conjunto de los jefes del establishment, todos diletantes de esa mentalidad corporativista que tiende a violar las sacrosantas leyes que ellos mismos redactaron y a defender al gremio como un todo coherente de posibles escandaletes en los que pudiesen quedar manchados en función del desfalco y sus constantes “relaciones carnales” de alcance mafioso cotidiano… (Emiliano Fernández- MetaCultura.com)
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