Ixcanul trata sobre María, joven maya cakchiquel de 17 años, quien vive con sus padres en una finca cafetalera, en las faldas de un volcán activo de Guatemala. Le espera un matrimonio concertado, proyecto que no quiere aceptar, pero del que no puede huir. María intentará cambiar su destino a pesar de su condición de mujer indígena. Pero una complicación con su embarazo la obligará a salir en busca de un hospital: el mundo moderno con el que tanto soñó le salvará la vida, pero a un precio demasiado alto.

Premio Alfred Bauer (Festival de Berlín 2015)

Mejor Ópera Prima (Premios Platino 2016)

Mejor Vestuario (Premios Fénix 2015)

  • IMDB Rating: 7,1
  • Rottentomatoes: 100%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Normalmente no me entusiasman demasiado las películas como Ixcanul, finalmente la ganadora del premio Alfred Bauer del Festival de Berlín 2015. Siento que ese tipo de películas reflejan una idea de cine latinoamericano de exportación, poblado de imágenes autóctonas y una pobreza bien iluminada y cuidadosamente compuesta que intenta jugar con las buenas conciencias europeas de una manera paternalista. Es lo que suelo llamar “cine por comité”. O, de una forma un poco más desagradable: worldcinema.com.

Es cierto, Ixcanul, la opera prima del guatemalteco Jayro Bustamante tiene muchas de las características de ese tipo de coffee-table cinema, al punto que uno puede imaginarse un bonito libro de fotos de imágenes de la película acompañando algunas de sus ediciones en BluRay. Tampoco ayudaba mucho que el director circulara por la ciudad con las dos actrices vestidas en sus ropajes típicos, creando una suerte de show multicultural para consumo de la burguesía europea.

Lo cierto es que, más allá de esos reparos que me ponen siempre un poco a la defensiva a la hora de ver estos filmes, es innegable que Bustamante es un cineasta con talento, con gran sentido visual, enorme comprensión de los distintos subtemas que su historia despierta y que sabe jugar en el límite justo entre la condescendencia y la sinceridad a la hora de mostrar la vida de esta familia indígena de ascendencia maya, que vive cosechando café, no habla castellano y vive a la vera de un peligroso volcán que la separa de México, primero, y de Estados Unidos, después.

La historia se centrará en la hija de este grupo familiar, que no se siente muy a gusto con el rol servil que le toca cumplir dentro de esas tradiciones, no parece muy entusiasmada con la boda que le están armando con un hombre poderoso de la región, ya que en realidad ella parece tener más interés sexual en otro joven de su edad, digamos, no del todo presentable, con el que se meterá en problemas.

Entre víboras peligrosas y las complicaciones de las relaciones veremos la vida cotidiana y sacrificada de la familia, en un paraje tan espectacular visualmente como claramente complejo para vivir. Un evento narrativo fuerte sacará a la película de su tono casi descriptivo y la transformará en un drama que intenta acercarse a un problema muy grave que se vive en Guatemala: el robo de bebés. El país centroamericano está considerado uno de los principales en los que se comete este aberrante delito.

Solo al final, Ixcanul dejará las plantaciones, las montañas y las víboras para tomar contacto con el mundo urbano. Hasta ese momento, salvo por algunos detalles, lo que veíamos podía estar transcurriendo en cualquier momento y circunstancia. Es en ese encuentro en el que el cuidado y la belleza pictórica que la película tenía hasta ese momento –de paisajística pobreza– cambia de tono y registro y se centra más claramente en un problema social, cultural, económico y político que afecta a ese y a otros países, de una manera más realista.

Y, más allá de algunos forzados giros de guión, lo hace con una crudeza y un realismo que saca a Ixcanul de esa suerte de fábula brumosa en la que transcurre buena parte de su metraje y la convierte en una película electrizante y hasta angustiante. Es entendible que los atuendos, las costumbres y el paisaje en el que viven los protagonistas sean lo suficientemente seductores como para que ni el director, ni el fotógrafo ni mucho menos los productores puedan evitar mostrarlos en todo su misterioso y colorido esplendor, pero la película mejora cuando deja de ser consciente de ese eje, cuando se libera de las ataduras casi fotográficas que la apresan durante su primera hora.

Aún dentro de esos esquematismos for export de la primera parte, Bustamente demuestra tener un enorme control narrativo, inusual para un operaprimista. Y cuenta con una actriz enorme que es la madre de la adolescente, cuyo rostro gana en en intensidad y gracias a él la película se va volviendo más verdadera y menos álbum de fotografías. Ixcanul se sostiene, crece y se termina valorando porque excede las limitaciones de su inicial idea rectora en lo que respecta a lo audiovisual: cuando deja de importarle la combinación de colores y se preocupa por la verdad de su historia. (Diego Lerer – micropsiacine.com)