El detective Mark McPherson investiga el asesinato de Laura, una elegante y seductora mujer que aparece muerta en su apartamento. McPherson elabora un retrato mental de la joven a partir de las declaraciones de sus allegados. El sugestivo retrato de Laura, que cuelga de la pared de su apartamento, también le ayuda en esta tarea.

Mejor Fotografía (Premios Oscar 1944)

  • IMDB Rating: 8,1
  • Rottentomatoes: 100%

Película (Subtítulos incluídos en el link)

Otto Preminger, director estadounidense nacido en Viena en 1906, cometió probablemente el mismo error que Orson Welles: realizar su obra maestra al principio de su carrera. Con Laura, al igual que Welles con Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), alcanzó el máximo reconocimiento de crítica y público de toda su trayectoria, lo que hizo que a lo largo de los años (treinta y siete películas en cinco décadas), sus sucesivas obras fueran inevitablemente comparadas con Laura, contribuyendo con ello al desprestigio del conjunto de su filmografía.

En la actualidad, y con la perspectiva que indudablemente aporta el tiempo, cabe preguntarse si en realidad nos encontramos ante un director con méritos suficientes para incluir en el listado de los “grandes”. Para ello, deberíamos examinar si en su obra aparecen rasgos personales en estilo y temática que lo eleven a esa categoría de escogidos. Aunque sus gustos fueron eclécticos, una visión en profundidad nos lleva a concluir que destacaba en soltura para plasmar guiones rigurosos, por su estilo aparentemente invisible, con movimientos de cámara sencillos, con tomas largas que perseguían a sus protagonistas a través de movimientos de grúa o travellings muy elaborados, siguiendo a los actores a cierta distancia y dejando que el espectador sacara sus propias conclusiones. A la búsqueda siempre de la verdad, sus películas se llenan de tribunales, de problemas sociales y políticos, abordando con independencia y valentía las distintas problemáticas que afrontaba. Los conflictos de la sociedad le preocupaban enormemente, y no tuvo reparos en retratar mundos como el de la droga (El hombre del brazo de oro, The Man with the Golden Arm, 1955), la justicia (Anatomía de un asesinato, Anatomy of a Murder, 1959), los prejuicios raciales (La noche deseada, Hurry Sundown, 1966), el terrorismo (Rosebud, 1975), el tema judeo-palestino (Exodo, Exodus, 1960), o incluso instituciones como el Senado (Tempestad sobre Washington, Advise and Consent, 1962), la Iglesia Católica (El Cardenal, The Cardinal, 1963) o el ejército (El proceso de Billy Mitchell, The Court Martial of Billy Mitchell, 1955). Como Preminger expresó abiertamente, sus intereses por las cosas iban cambiando, procurando no repetirse y mostrar las dos caras del asunto. Para ello, se ayudó indudablemente de la independencia que le otorgaba el poseer su propia productora ya desde mediados de los años cincuenta.

En Laura, a través de esa puesta en escena que le identificó, logra una mirada imperecedera y cautiva sobre conflictos que le preocuparían siempre: el amor, la muerte, la obsesión, el transcurso del tiempo; dándole la vuelta al género negro mediante la utilización de un ambiente urbano y sofisticado, construye un modelo en el que la planificación se encuentra supeditada a la narración, pero que alcanza simetría en todos sus elementos a través del encaje modélico de la música, la iluminación, la interpretación de los actores y sus movimientos dentro del encuadre. También se aleja Preminger de los parámetros del cine negro en la iluminación, al dejar de lado las luces y sombras de carácter expresionista que identifican al género, y optar por una claridad en interiores muy definida, que resalta la belleza de los rostros y el refinamiento de los decorados. No obstante, dicho alejamiento no es total, y los juegos de luces y sombras consiguen crear en ciertos momentos, como en el interrogatorio en comisaría o en determinadas escenas en casa de Laura, el ambiente adecuado de intriga y desasosiego. Con todo ello, no cabe duda de que nos encontramos ante un film noir, que recurre a flashbacks para presentar la historia, a la voz en off que subjetiviza personajes e introduce hechos, y que gira alrededor de un crimen y la investigación de su autor.

El realizador vienés era un magnífico director de actores, y en Laura brillan con luz propia todos ellos. Gene Tierney sobresale como Laura Hant por su espectacular belleza, y sabe dotar a su personaje tanto del candor como de la frialdad necesarios, de un carácter amable y seguro en sus habilidades profesionales y personales. Dana Andrews, encarnando al detective Mark McPherson, mediante una interpretación calculadora y distanciada de estereotipos del genero, refleja la obnubilación y sugestión que va apoderándose de su persona y nos va llevando de sobresalto en sobresalto a lo largo de investigaciones e interrogatorios. Clifton Webb, como Waldo Lydecker, periodista de éxito e influencia, contribuye decisivamente a la grandeza de la obra y nos muestra una influencia que sobresale en inteligencia, modales refinados, capacidad dialéctica y carácter protector y posesivo, además de extravagante. Vincent Price, como Shelby Carpenter, elabora un retrato de vividor con encanto, que manifiesta no saber gran cosa de nada pero un poco de todo, y que acepta manchas en su carácter pero no en sus trajes.

La trama resulta sugestiva y envolvente. La película se inicia con una voz en off de Lydecker expresando: “Nunca olvidaré el fin de semana en que murió Laura”, precedido por el retrato y el tema musical de Laura. Con este magistral arranque, nos vemos arrastrados por una historia morbosa, sorpresiva y compleja, que aporta componentes novedosos en sucesivas contemplaciones. Los objetos, al igual que los personajes, van adquiriendo una importancia relevante, y cuadros, relojes o escopetas van haciéndose hueco en significado y simbolismo.

El año 1944, a pesar de la existencia de la Segunda Guerra Mundial, nos ofrece una producción cinematográfica estadounidense excepcional, con algunas obras maestras como Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder), La mujer del cuadro (The Woman in the Window, Fritz Lang), Tener y no tener (To Have and Have Not, Howard Hawks) o Luz que agoniza (Gaslight, George Cukor). Entre ellas, sin ninguna duda, se encuentra esta obra de Otto Preminger a la que el paso del tiempo ha ido engrandeciendo y situando dentro de su singularidad y excepcionalidad. (Pilar Roldán Usó – elespectadorimaginario.com)