Le Boucher sucede en un pequeño pueblo francés, durante la celebración de una boda, cuando la maestra Helene y el carnicero Popaul entablan conversación. Ella, a pesar de su juventud y belleza, vive como una monja en el segundo piso de la escuela. Él es un hombre muy gentil que sufre terribles pesadillas provocadas por recuerdos de la guerra. Cuando empieza a surgir una relación sentimental entre ellos, dos mujeres aparecen brutalmente apuñaladas en el bosque.

Mejor Actriz en el Festival de San Sebastián 1970

  • IMDb Rating: 7,3
  • RottenTomatoes: 84%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Le Boucher se desarrolla en un pequeño pueblo francés, con gente rural y una atmósfera incluso bucólica. En este encuadre y durante la celebración de una boda, se conocen la maestra Helene y el carnicero Popaul. Entre ambos se entabla una buena amistad, sintonía y afecto. Helene, a pesar de ser una mujer muy bella y joven, vive recluida en el segundo piso del edificio de la escuela y dedicada de pleno a su tarea pedagógica y a su labor como directora del centro. Popaul es un hombre muy amable y afectuoso que sufre pesadillas provocadas por recuerdos y traumas de la guerra en la que había estado. Poco a poco surge una relación sentimental entre ambos, justo en el momento en que aparecen brutalmente asesinadas a cuchilladas en el bosque dos mujeres.

Se trata de una cinta serena y directa, de trama sencilla, en la que Chabrol se emplea desde la claridad, con la ausencia de artificios como instrumento a destacar, pero en cuya historia late un profundo ángulo de pasiones e historias de vida más complejas de lo que aparentan las imágenes del bonito pueblo francés. Es decir, que hace un análisis psicológico sutil y profundo de la violencia que atormenta a un hombre que, empero, es capaz de encontrar redención y consuelo si alguien como Helene le da la posibilidad de ser escuchado y mirado con cariño, algo que probablemente se le había negado antes. La conclusión es una obra intensa, que emociona y eleva el espíritu.

Respecto a este extremo del consuelo por la palabra y la mirada de un «otro» afectivo y empático, recuerdo que leía hace años un muy interesante artículo del Dr. Ruiz Ogara que hablaba sobre el poder tranquilizador de la palabra. Se refería al terreno de la psicoterapia, cómo sosiega y apacigua escuchar la voz del terapeuta versus esos terapeutas siempre silentes, que no apaciguan la angustia ni empatizan con el cliente. Y, si recordamos, el protagonista, el carnicero, reitera en más de una ocasión a Helene, que su mirada lo apacigua y serena. De manera que este efecto apaciguador de la mirada —para el caso es lo mismo de comunicadora ésta que la palabra— es un tema presente e importante en este film.

Claude Chabrol no puede estar más genial en esta película como director y guionista. El guion tiene como elemento primordial un lenguaje sucinto y natural, pero a la vez cocinado con la pasión de la palabra emotiva y la fuerza estética. La fotografía de Jean Rabier es colorista y alegre, y mueve la cámara en travellings y zooms de gran calidad, con enfoques en picado y oblicuos muy interesantes; todo lo cual da de sí un relato visual muy hermoso. La música de Pierre Jansen arropa las escenas de baile con armonías vibrantes que de alguna forma anticipan escenas trágicas; en sus notas se dibuja la desconfianza, el temor y la angustia, y sirven de ropaje a las imágenes del film. La interpretación de los protagonistas es de excelencia (Jean Yanne, Stephane Audran, Antonio Passalia, Roger Pudel), incluyendo las intervenciones de los parroquianos del lugar, incluidos los menores, que desprenden franqueza y naturalidad. De hecho, Le Boucher la dedica Chabrol a la localidad donde rueda esta cinta.

Le Boucher, que cumple ahora 55 años, es un admirable ejemplo de aproximación al tema de la psicopatía, de los criminales en serie, tema por lo común plagado de sangre y personajes siniestros o estúpidos. En este caso una obra sencilla, de pueblo, una historia que podría haber ocurrido en cualquier lugar, aunque la sencillez no le resta dramatismo. Chabrol persigue un análisis de la psicología del asesino (incluso desde el principio ya podemos intuir con claridad quién es el criminal); lo importante es el retrato y la descripción de sus comportamientos, su manera de pensar, sus circunstancias personales pasadas, el contexto en que se desenvuelve o sus más íntimas relaciones. La manera de contar esta especie de cuento rural por Chabrol es verosímil, habiendo en su obra un predominio de la imagen sobre la palabra; así, elimina todo diálogo accesorio o banal, por lo que se componen de frases directas y naturales. Todo ello nos va llevando al progreso de la trama y, muy importante, a la posibilidad más que evidente para quien vea esta película, de que el espectador interactúe emocionalmente con los personajes y con la urdimbre de la historia. Chabrol, limpiamente, con algunos planos de distancia media nos hace participar del pueblo, como si estuviéramos allí. Incluso, en ocasiones, parece que en vez de en una butaca de cine o TV, estuviéramos sentados en algún banco de una plaza del pueblo viendo lo que ocurre.

Le Boucher es sin duda una pieza clave en la obra del gran Claude Chabrol. Posee un guion absorbente, una excelente puesta en escena, unos actores impecables y un enfoque visual que tiñe toda la obra de una gran intensidad. Una película que rebosa belleza visual, sonora, verbal, intelectual y emocional: una joya de la cinematografía. (Enrique Fernández Lópiz – Encadenados.org)