En Man on the Roof, un policía se encuentra ingresado en un hospital de Estocolmo cuando es brutalmente asesinado. Martin Beck y Einar Rönn iniciarán la investigación del caso. El hombre asesinado era una persona infame, conocido entre sus colegas por abusar de sus privilegios de policía.

Mejor Película y Mejor Actor en los Premios Guldbagge 1976

  • IMDb Rating: 7,3
  • RottenTomatoes: 89%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Pocos meses después de fallecer Per Wahlöö (1926-1975), la compañía Svensk Filmindustri —participada por capital estatal— contabilizaría entre sus proyectos inminentes la puesta en marcha de Man on the Roof, la adaptación de la séptima de las novelas sobre las andanzas del detective Martin Beck escritas por el primero en coalición con su esposa Maj Sjöwall (1935). Carl Gustaf Lindstedt, un rostro popular del cine y de la televisión sueca, se postularía para encarnar a Beck con arreglo a su parecido físico y ese comportamiento distante, «de vuelta de todo», que se desprende de las páginas elaboradas por la dupla de escritores. Editada en nuestro país dentro de la colección de Serie Negra auspiciada por RBA, El abominable hombre de Säffle (1971) daría pie a al relato cinematográfico orquestado por Bo Widerberg, director y guionista que había concentrado en apenas un lustro una relación de títulos que, a la postre, le granjearían un puesto en las enciclopedias temáticas de arraigo internacional, a saber, Elvira Madigan (1967), Ådalen 31 (1969) y Joe Hill (1971), concebida esta última en régimen de coproducción entre los Estados Unidos y su país de origen, Suecia.

Para Man on the Roof —un título traducido del original que se presta a confusión y cuesta vincular al nombre del título de la novela de partida— en Widerberg sigue prevaleciendo la mirada crítica sobre la sociedad escandinava a lo largo y ancho de los últimos cien años desde la fecha del estreno de su décimo largometraje, esto es, finales del siglo XIX —Elvira Madigan, marcada por un efecto de tragedia en clave romántica— hasta alcanzar las postrimerías de la década de los sesenta —Ådalen 31, sobre la huelga de unos trabajadores de la industria paperera que tuvo un foco mediático considerable—. Pero esta vez Wideberg lo hizo a través de una propuesta extraída del criminal procedure servido en la novela de marras de la pareja Wahlöö-Sjöwall, cuya punto de arranque —el asesinato de un agente del orden convaleciente en el hospital (el ensañamiento del mismo marca la pauta del realismo que quiso imprimir el cineasta para cada secuencia)— deriva en una contundente crítica en torno al estamento policial, en el uso y abuso de un poder otorgado por la sociedad civil. Por tanto, principia en Man on the Roof el interés del realizador escandinavo por radiografiar ese “mundo culto”, en el que al emerger a la “superficie” acaban velándose a los ojos de una sociedad que caminaba de la mano de la Administración Olof Palme hacia un modelo de progreso espejo para países del continente europeo, como el nuestro, en vías de establecer una democracia con los fundamentos bien asentados.

Lejos de lo que puede dejar entrever el aparato publicitario de la época que ha tenido acomodo asimismo para su lanzamiento en DVD a cargo del sello A Contracorriente, Man on the Roof adopta un semblante de crónica policiaca consagrada al realismo, bordeando el concepto semidocumental. Una propuesta, por consiguiente, desconectada de la realidad del thriller estadounidense formulario de los años 70 en sus servidumbres de una acción que, por lo general, entra en conflicto con el estudio de caracteres que sí persigue Man on the Roof sujeta a la idiosincrasia sueca. Mas, puesta en perspectiva en relación a The Laughing Policeman (1973) —una de las cumbres creativas de Stuart Rosenberg, que adaptaría la cuarta de las novelas sobre el inspector Martin Beck, El Policía que Ríe (1968), también editada por RBA— , Man on the Roof muestra a las claras el “abismo” conceptual, la manera de entender el cine entre una y otra producción, entre uno y otro director. En su dispositivo final, si acaso, Man on the Roof abandona su “rigidez” formal adecuada a centros hospitalarios, al interior de viviendas captadas en la penumbra (una óptima forma de leer el estado anímico de los personajes en liza) o en departamentos de policía para promover una escenificación, en algunos de sus tramos, inherente al cine de acción a través del empleo de grandes angulares captados desde el cielo. La «caza del hombre» está servida, pero Wideberg no pierde comba a la hora de seguir filtrando una mirada asaz crítica en que, por ejemplo, un voluntario puede prestarse a colaborar en el despliegue policial portando un arma (aunque no tenga permiso para ello) con la connivencia de los mandos al frente del operativo, pero asimismo de la sociedad que admite estas prácticas lesivas, en definitiva, para un Sistema que presume de modelo para otras realidades continentales. (CineArchivo.net)