The Cursed sucede a finales del siglo XIX, cuando un hombre llega a una aldea remota para investigar el ataque de un animal salvaje, pero descubre una fuerza mucho más grande y siniestra que tiene a la mansión y a sus habitantes sometidos.

  • IMDb Rating: 6,2
  • RottenTomatoes: 75%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

The Cursed, la nueva película de Sean Ellis, constituye un claro ejemplo del hecho de que todavía se pueden entregar productos potables manejándose en un terreno repleto de estereotipos aunque muy bien administrados, dando a entender que la enorme mediocridad del cine de género actual podría revertirse si volviesen ingredientes del acervo de antaño como la variedad estilística, una mínima profundidad discursiva, alguna que otra novedad y sobre todo rasgos autorales que le quiten el lustre superficial, aburrido y preciosista a las películas y nos devuelvan esas experiencias erráticas de otra época en las que los desniveles y hasta delirios varios estaban vinculados a las paradojas de creadores individuales que le imponían su idiosincrasia a la faena de turno y le escapaban a la uniformidad anodina de hoy en día, un achatamiento formal que rápidamente lleva a la exasperación del espectador. Decidido a combinar los latiguillos de las propuestas de hombres lobos y aquellos otros de los dramones de época basados en la explotación popular a instancias de una oligarquía terrateniente parasitaria que se siente dueña de la vida de sus vasallos, Ellis construye un relato ambicioso que consigue la proeza de dosificar con exactitud por un lado los detalles ya harto conocidos de cada formato, como la paranoia y violencia de los poderosos ante cualquiera que ose cuestionar su autoridad, la discriminación social contra minorías como los gitanos y las maldiciones que se vinculan a la venganza/ justicia frente a atropellos del poder, y por el otro lado variaciones sutiles de lo anterior en línea con un diseño interesante de los licántropos en cuestión y una premisa deudora del western y del cine de aventuras.

El prólogo transcurre durante la Batalla del Somme de 1916 de la Primera Guerra Mundial, conflagración en la que un capitán del ejército francés (Alun Raglan) es herido de tres disparos en el abdomen y llevado a un médico que le extrae las balas y halla una cuarta de plata en su cuerpo. La trama salta 35 años en el pasado y así descubrimos que el susodicho es un niño llamado Edward (Max Mackintosh), quien tiene una hermana un poco mayor, Charlotte (Amelia Crouch), y vive en una mansión campestre junto a sus padres, Isabelle (Kelly Reilly) y Seamus Laurent (Alistair Petrie), este último un latifundista que cuenta con muchos siervos viviendo y trabajando en su propiedad y que contrata, a la par del clero y los otros oligarcas del lugar, a mercenarios para que maten a unos gitanos que reclamaban tierras en la zona sobre una base legítima de 80 años atrás. Los nómadas venían de detener a la Bestia de Gévaudan mediante la idea de condensar su ignota venganza -ya saciada- en 30 monedas de plata, las mismas que recibió Judas por entregar a Jesús a sus enemigos, por ello la anciana hechicera de los gitanos (Pascale Becouze) maldice a Laurent, su prole y todos los cómplices pasivos o activos de la región en la carnicería resultante, en la que los esbirros de los terratenientes matan a hombres, mujeres y niños e incluso convierten a uno de ellos en espantapájaros cortándole manos y pies, colocándole una bolsa en la cabeza y colgándolo símil cruz. Los niños autóctonos pronto padecen pesadillas, el púber Timmy (Tommy Rodger) se hace de la plata, que había sido fundida para crear unas mandíbulas, y así el mentado Edward termina siendo mordido y mutando en un hombre lobo imparable.

Hay que sincerarse y aseverar que The Cursed es la segunda película atractiva de un Ellis bienintencionado al que casi siempre le faltaba un poco más de garra y/ o inventiva para redondear productos interesantes, memorables en serio, pensemos que hasta el día de hoy lo mejor de su carrera seguía siendo Metro Manila (2013), aquel insólito y desgarrador thriller filipino de fuerte raigambre social del director y guionista británico, ya que el resto de su producción artística caía en una medianía cansadora que pinta de pies a cabeza su identidad como cineasta en consonancia con devaneos de géneros clásicos y una inclinación arty que nunca llega a dominar del todo el esquema retórico, hablamos de largometrajes previos en sintonía con Cashback (2006), una comedia existencialista, absurda y cuasi erótica que resultaba muy despareja, The Broken (2008), esa reformulación bastante fallida de Invasion of the Body Snatchers (1956), de Don Siegel, y The Twilight Zone (1959-1964), la mítica serie televisiva de Rod Serling, y Anthropoid (2016), retrato correcto y no mucho más de la Operación Antropoide, léase el asesinato en 1942 del tremendo Reinhard Heydrich, uno de los principales jerarcas del Tercer Reich junto a Heinrich Himmler y el propio Adolf Hitler, por parte de un comando checoslovaco entrenado por los ingleses, lo que desencadenó una dura represalia de los nazis vía las matanzas masivas en los poblados de Lídice y Ležáky. Mediante el ardid de traer a colación a la anacrónica Bestia de Gévaudan del Siglo XVIII a través de un patólogo que investiga las flamantes muertes y perdió a su esposa e hija en los asesinatos, John McBride (Boyd Holbrook), Ellis crea a un cazador externo de peso, lúcido.

Más cerca de aquellos licántropos posmodernos polirubro de Wolf (1994), de Mike Nichols, Ginger Snaps (2000), de John Fawcett, Dog Soldiers (2002), opus de Neil Marshall, Cursed (2005), de Wes Craven, y Wildling (2018), de Fritz Böhm, que de las reinterpretaciones ochentosas -ubicadas entre el cinismo y la tradición de Lon Chaney Jr. y la Hammer- de The Howling (1981), del querido Joe Dante, An American Werewolf in London (1981), de John Landis, Wolfen (1981), de Michael Wadleigh, y Silver Bullet (1985), de Daniel Attias, The Cursed respeta la ciclotimia narrativa promedio de Ellis, por momentos acelerando la acción y en otras ocasiones ralentizándola, y homologa el pecado original, la muerte de los gitanos, con esta masacre de un Edward animalizado, vinculada no al lobo peludo gigantón clásico sino a una especie de demonio albino de unos CGIs bastante dignos y no intrusivos para con un contexto bucólico a lo Lejano Oeste con muchos descampados, habitantes frágiles símil colonos y partidas de caza que movilizan a señores y esclavos por igual para detener los reglamentarios homicidios. Entre secuencias oníricas tenebrosas y una sutil tensión romántica entre McBride y el personaje de la siempre esplendorosa Reilly, el film no ofrece demasiadas víctimas ni tampoco apabulla en lo que respecta al gore aunque logra mantener el nervio narrativo tensado durante las casi dos horas de metraje y ello ya es algo más que encomiable en el paupérrimo mainstream contemporáneo, amén de la denuncia discursiva de fondo, muy habitual en el terror sobrenatural, en torno a crímenes negados que transforman a la impunidad en fuente de una angustia que reinicia el ciclo predatorio… (Emiliano Fernández – MetaCultura.com.ar)