Día: 9 de enero de 2025

  • Black Peter (Milos Forman – 1964)

    Black Peter (Milos Forman – 1964)

    En Black Peter un tímido adolescente llamado Petr tendrá que enfrentarse a dos situaciones que le permitirán madurar: su primer trabajo y su primer amor.

    Leopardo de Oro a la Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Locarno 1964

    • IMDb Rating: 7,0
    • RottenTomatoes: 74%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    “La primera película de Forman se caracteriza por su desenvoltura y levedad. El tratamiento de la imagen y la economía de la expresión se perciben, por ejemplo, durante la escena clave del baile del sábado, en la que algunos de los episodios de la historia se entrelazan con secuencias abordadas a manera de documental, ayudando a modelar la atmósfera del lugar y la tipología de los personajes”. (Ivan Sviták, Film a doba, 1965)

    Aunque Petr, un aprendiz de 16 años, preferiría estar tumbado en la piscina mirando a las chicas, debe vigilar a los clientes para impedir que roben en el supermercado. Precisamente acaba de meterse en líos en el trabajo tras echarle el ojo a un cliente sospechoso y haber sido demasiado tímido como para dirigirse a él. En casa, su pedante padre continúa sermoneándole y para colmo su novia se desvive por un amigo suyo del pueblo.

    Con la ayuda de “no actores” (personas de a pie que nunca habían actuado antes) y la poética cámara de Jan Nemecek, Milos Forman captura en Black Peter la autenticidad de los típicos días de verano en el ambiente de un pueblo checo a comienzos de los años 60. Expresa el sentimiento de las rebeliones juveniles surgidas en el Bloque Oriental, incluso unos años antes de que comenzara la Primavera de Praga.

    Black Peter nos presenta una serie de acontecimientos aparentemente insignificantes de la vida de Petr, un aprendiz de 16 años. Acaba de comenzar su trabajo de verano como dependiente en una tienda, pero rápidamente comprende que su principal cometido es vigilar con el fin de evitar hurtos. Él preferiría holgazanear toda la tarde junto al agua, charlar con sus amigos y flirtear con las chicas. Sin embargo, debe quedarse en el supermercado y aguantar al mandón de su jefe y los reproches de su padre en casa. El personaje del padre lo interpreta el brillante “no actor” Josef Vostrcil.

    Casi en la categoría de los “no actores”, el actor Vladimír Pucholt deleita con el papel de Cenda, un aprendiz de albañil fanfarrón, cuyo sonoro “¡holaaaaa!” se hizo rápidamente popular en Checoslovaquia y todavía persiste entre algunos de los comentarios cómicos más famosos y recurrentes.

    Aunque Black Peter está basada en una novela de Jaroslav Papousek (un amigo de Forman), el director combina de una forma tan sensible el temperamento de actores y “no actores”, que sus diálogos parecen completamente auténticos, como si fueran grabaciones de conversaciones reales. La cantidad de frases vacías con las que el padre bombardea al apático Petr al final de la película son una ilustración brillante de la brecha generacional.

    Esta obra maestra surgida en los albores de la Nueva Ola Checoslovaca trajo a la gran pantalla algo a lo que los cinéfilos de este país no estaban acostumbrados: – un mensaje auténtico sobre la brecha generacional y aquello que los jóvenes buscan, un mensaje que apunta entre líneas hacia la decadencia y el provincialismo de las relaciones sociales de ese tiempo.

    Black Peter consiguió el primer premio del Festival de Cine de Locarno, donde superó incluso a las más grandes personalidades de dirección de su tiempo como por ejemplo al iniciador de la nouvelle vague francesa Jean-Luc Godard o al italiano Michelangelo Antonioni. Black Peter tenía un presupuesto muy bajo y, aparentemente, ésta es la razón por la cual Forman buscó “no actores” para los papeles principales. Además, es así como definió la poética de toda su producción, apostando con frecuencia por actores originales y más o menos desconocidos. La única excepción fue Vladimir Pucholt que, por aquel entonces, se encontraba en cuarto curso de sus estudios en la Academia de Música y Artes Dramáticas de Praga (DAMU). (MilosForman.com)

  • Black Cat White Cat (Emir Kusturica – 1998)

    Black Cat White Cat (Emir Kusturica – 1998)

    En Black Cat White Cat Grga Pitic, un mafioso gitano que controla los vertederos de basura, y Zarije, el orgulloso propietario de unas obras de cemento, son amigos desde la infancia. Ahora tienen ochenta años, han sobrevivido juntos a todo tipo de aventuras y se profesan un profundo respeto. Estando Zarije en el hospital, su hijo Matka acude a Grga para pedirle dinero. Él y su socio Dada lo necesitan para hacer un gran negocio vendiendo petróleo en el mercado negro. Pero las cosas salen mal y, entonces, Dada amenaza de muerte a Matka si no consigue que su hijo se case con su única hermana soltera. Pero, naturalmente, el chico está enamorado de otra.

    León de Plata al Mejor Director en el Festival de Venecia 1998

    • IMDb Rating: 8,0
    • RottenTomatoes: 95%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Considerado “el Fellini de los Balcanes”, Emir Kusturica insiste en practicar un estupendo retrato sobre la comunidad gitana en tono de comedia en su largo Black Cat White Cat.

    Toda la picaresca de la trama es un claro homenaje a una cultura que sobrevive con sus modos trágicos y sus maneras de júbilo.

    Parece difícil a priori aceptar que un cineasta (y asimismo bajista de una banda de rocanrol) de la estatura intelectual y creativa de Emir Kusturica despliegue toda su sensibilidad, su mirada siempre escrutadora sobre la superficie de la comedia picaresca, esa que no elude el golpe y porrazo, el grotesco y los latigazos satíricos.

    Pero Kusturica, el maestro que ha resuelto formidablemente filmes como precisamente Time of the Gypsies y Underground con una avasallante, desmoronadora caligrafía dramática, posee todo el derecho de deslizarse en la territorialidad de la comedia para volver a indagar la cultura gitana: esa comunidad que ha sobrevivido a todas las épocas en condiciones al margen, más allá de sus riquezas y sus pobrezas —esa polaridad—, sus ritualidades y sus modos de vida en este caso a la rivera del Danubio.

    Black Cat White Cat refiere, según el refrán, a la suerte. A esa noción de los afortunados y los desafortunados que, de algún modo, marca la línea de gestión del filme con esos personajes que le imprimen al propio relato un calor humanista en sus maneras de relacionarse, de ser y de estar, de andar anímicamente la comarca, la propia geografía de sus realidades y sus ensoñaciones, sus generosidades y sus mezquindades.

    El cineasta practicó un casting con 3.500 gitanos y por supuesto seleccionó esos rostros tan extraños como entrañables, tan vivaces como tremendos en su expresividad: Kusturica aprovecha para mostrarlos con esa cámara que más que filmar, habla; más que rodar, incorpora esa escritura en carne viva de esos hombres o sujetos con un trazado utópico limitado, acaso como atado a su sistema de planeta afectivo absolutamente caótico, en franca revuelta y estridencia, pero de una autenticidad a prueba de cualquier catástrofe.

    El plan satírico del filme propone, por lo tanto, otra visión o revisión de la cultura gitana. No cambia el contenido ni tampoco esos personajes subidos de revoluciones que parecen devorarse a sí mismos, que se traicionan en su propio código de fidelidades y que vuelven a hermanarse, mientras una banda sonora los envuelve con un entrecruzamiento entre jubiloso y melancólico.

    Black Cat White Cat posiblemente sea el filme menos poético de KBlack Cat, White Catusturica o el que quizá menos apela a esa constante de “realismo mágico” que se delataba claramente en sus títulos anteriores. Pero Kusturica en su homenaje a esos gitanos del alma, tan lejanos en su cercanía balcánica, se planteó fundar una especie de diario de costumbres. Y lo logra con la suficiencia de un cineasta ejemplar y ejemplarizante que dejó atrás las crudezas de halo trágico de Underground para construir un mundanal ruido de gitanos que también hacen reír a los espectadores.

    Debe verse por el rendimiento de los actores, por la imaginación y la creatividad inagotable de un cineasta que aún desde lo grotesco, aún desde la posición de comediante, literalmente conmueve. (Raúl Forlán Lamarque – OtraParte.org)

  • The Shadow Strays (Timo Tjahjanto – 2024)

    The Shadow Strays (Timo Tjahjanto – 2024)

    En The Shadow Strays una joven asesina no duda en enfrentarse a su mentora y a su organización en su empeño de rescatar a un niño que perdió a su madre a manos de una poderosa banda criminal.

    • IMDb Rating: 6,5
    • RottenTomatoes: 79%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Hay algo que es innegable para cualquier persona que vea unos minutos de cualquier película de Timo Tjahjanto: el tipo filma escenas de acción como muy pocos. Crudos, violentos, bestiales, sus enfrentamientos cercanos, mano a mano, con armas o cuchillos, son de una brutalidad pocas veces vista, de una energía visceral, de una fiereza única en el mundo. Ni la saga John Wick se le acerca. Lo que hace el realizador de Indonesia es una especie de coreografía sangrienta de cuerpos que se destruyen, uno frente a otro, aunque por uno de esos milagros del cine siguen en pie mucho más que lo imaginable. Bah, que lo humanamente posible.

    El problema, bueno, es cuando no filma acción. A veces, en películas como Headshot o The Night Comes for Us, se las rebusca bastante bien como para que uno pase de largo las fragilidades narrativas que rodean a esas escenas. En The Shadow Strays se le hace un poco más difícil. Con cerca de 145 minutos de duración, por más que casi la mitad de ellos estén tomados por la danza salvaje de armas, golpes y cuchillos hay que lidiar con otro tanto de una trama que se expande y se complica innecesariamente en una larga cadena de acontecimientos que, convengamos, no le importa mucho a nadie. Uno ve sus películas por sus escenas de acción y solo necesita una mínima y más o menos coherente trama que las sostenga. Acá, el hombre decidió hacer un relato tan épico como innecesario.

    La película tiene un buen planteo y una espectacular escena de acción que ocupa los primeros 20 minutos de película y que se asemeja a una bastante similar de Kill Bill, de Quentin Tarantino. Allí, a un líder de la yakuza japonesa le avisan que lo están buscando de una peligrosa organización de asesinos tipo ninja para matarlo y el tipo no presta atención. Pronto se presenta uno de estos miembros de «Las Sombras» (tal el nombre del misterioso grupo) y liquida a casi todos los agresivos y gritones mafiosos japoneses. Pero en un momento, cuando mata sin querer a una mujer inocente, se distrae y es frenado a los tiros. Tiene que venir otra «sombra» a rescatarlo, salvarlo y liquidar al líder. Y ahí nos damos cuenta que no una sino las dos «sombras»… son mujeres.

    Esa escena servirá apenas como introducción de una trama que se complica varias veces más. La protagonista tiene apenas 17 años y la llaman «13» (Aurora Ribero) ya que ese es el nombre/número que le dieron en la organización en la que trabaja. La mujer que la rescata y que funciona como su superior se llama Umbra (Hana Malasan) y, tras el error de 13, decide mandarla a descansar un poco a Jakarta, Indonesia, de donde es oriunda. Solo le pide una cosa: que siga tomando las pastillas que la organización le da y que, aparentemente, le limita la empatía, los sentimientos, le facilita ser una máquina de matar.

    La chica trata de seguir las reglas –pese a dormir mal y tener pesadillas– hasta que un día todo se rompe cuando descubre que unos mafiosos matan a una mujer que vive cerca suyo dejando a su hijo de once años solo. Poco después de que ella conecte con el chico en cuestión, a él lo secuestrarán miembros de esa misma mafia, o eso parece. Será allí que 13, a quien no le han encomendado ocuparse de ese tema, tratará de descubrir donde está el chico y, en el camino, deberá liquidar, uno a uno, a una organización mafiosa que se expande y extiende hasta lo imposible, con jefes que responden a otros jefes, que responden a otros jefes y así. Un rompecabezas de villanos a los que, al fin y al cabo, a 13 no le quedará otra que intentar liquidar uno a uno, paso a paso. ¿Podrá?

    The Shadow Strays en una película que cierra con una escena de acción violentísima e impactante que se extiende por 40 minutos. Si uno quitara buena parte de lo que no tiene que ver con eso podría decir que está ante un espectacular ejemplo de cómo filmar escenas de acción hoy. Pero Tjahanto siente que hay una saga para armar aquí, una que involucra políticos, gangsters y la propia organización de «las sombras» en sí, ya que ni Umbra ni sus otros «colegas» desaparecen por completo del mapa. Hay tráfico de drogas, políticos complicados, embarazos no deseados, muertes inesperadas, traumas de origen, traiciones impensadas y así, en un combo de ideas y tramas de media docena de películas de género juntas.

    Y en realidad lo único que uno quiere ver es cómo la protagonista se las rebusca para liquidar a decenas de hombres y mujeres, cómo una máscara de plástico puede ser más peligrosa de lo que parece y cómo dos «amigas» casi se matan a los golpes para luego terminar peleando juntas contra un tercero en una rara forma de sororidad. Los baños de sangre del indonesio no son cosa de niños: hay caras explotadas, cortadas en pedacitos, partes del cuerpo que vuelan por los aires, ríos de sangre inundando la pantalla, cuchillazos de a decenas, disparos a quemarropa y una cantidad de sonoros golpes que uno siente que debería ir a una enfermería tan solo al verlos.

    El problema es lo demás. Los realizadores de John Wick, inspirándose en el mismo estilo de peleas, se dieron cuenta que la trama tenía que ser simple, básica, operativa, que la gente pagó la entrada para ver a Keanu Reeves liquidar rivales y que lo demás, en cierto sentido, es secundario. En The Shadow Strays, el director cree que la melodramática epopeya en la que envuelve a la protagonista es importante y la pone a enfrentar un desafío tras otro, uno más enredado que el anterior. Y es un esfuerzo que no rinde sus frutos. Más allá de eso, si uno se relaja a la hora de atar cabos entre las capas del poder mafioso, disfrutará de la masacre. Que para eso pagó la entrada. Bueno, la suscripción. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)