En A History of Violence, Tom Stall vive tranquilamente con su mujer y sus hijos en un pequeño pueblo de Indiana, donde casi nunca pasa nada. Pero un día, tras evitar un robo en su restaurante, no sólo es considerado un héroe por todos, sino que además atrae la atención de los medios de comunicación. En estas circunstancias, recibe la extraña visita de alguien que asegura conocer su pasado.

  • IMDb Rating: 7,5
  • RottenTomatoes: 87%

Película / Subtítulo

Después de Spider (2002), David Cronenberg optó por hacerse cargo de la adaptación a la gran pantalla del cómic o novela gráfica A History of Violence de John Wagner y Vince Locke. Se dice que Cronenberg aceptó el proyecto en parte para compensar el no haber cobrado nada por su anterior trabajo, y puede que así fuera, al fin y al cabo dirigir es un trabajo y este hombre no vive del cuento, pero, de nuevo, se trata de una película que encaja perfectamente en su coherente carrera, no es obra aparte sin conexión con las demás y que podría haber realizado cualquiera. Queda patente su interés por el texto que tiene entre manos (violencia, sexo, identidad…) y se percibe su mirada, su idea del cine.

Según el director canadiense, el guion que le ofrecieron (escrito por John Olson) llamó su atención en primer lugar por toda la iconografía y mitología vinculada a Estados Unidos, por esos elementos que uno espera encontrar en la típica historia norteamericana; elementos con los que Croneberg podía jugar y pervertir para tratar algo mucho más fascinante que un simple relato violento de redención. Tenemos el pequeño pueblo aislado y tranquilo, los buenos vecinos, los valores familiares, las recompensas del trabajo duro, el sheriff, el bar, los forasteros indeseables, los tiroteos… Podría tratarse de un western, el género estadounidense por excelencia. O una de mafiosos, con el gánster elegantemente vestido amenazando la paz del héroe. A ratos, A History of Violence es eso. Por un lado tenemos a los Stall, una familia ejemplar que está viviendo el sueño americano, y que representa el amor y todo lo bueno, y por otro lado están los villanos, unos monstruos que solo entienden de robar, violar y matar; tenemos el conflicto planteado y solo queda esperar a que el héroe lo resuelva, y todos contentos con nuestra dosis de violencia «justa». Pero Cronenberg no quiere hablar de buenos y malos, de héroes y villanos; su objetivo es la naturaleza humana, la oscuridad y la luz que hay en cada uno de nosotros.

Que Cronenberg adapte un relato ajeno no significa que no se haya implicado en el guion. Lo hace, y no solo en la etapa de pre-produción, también lo modifica durante el rodaje y durante la post-producción. El que lea el cómic descubrirá que la adaptación cinematográfica comienza de manera similar, con un hombre corriente que despierta su alter ego violento para detener a unos criminales, pero difiere mucho en el desarrollo y el desenlace; a Cronenberg no le interesaba el espectáculo violento, sino retratar la violencia innata al ser humano, y cómo podemos convivir con ella. En este sentido es muy significativo el final de la película, un cierre cargado de significado y emoción, de lo mejor que ha rodado el canadiense.

Cronenberg no usa storyboards y acude al set sin una idea preestablecida de cómo va a rodar la escena. Lo decide in situ, con el equipo. Ensaya con los actores en el escenario, lo más cerca de la ficción, permitiendo que se sientan cómodos con sus personajes, sus frases, su ropa, los objetos que le rodean y el lugar dónde tienen que moverse. Las improvisaciones están permitidas y ningún detalle es irrelevante para Cronenberg, todo lo que el reparto pueda aportar a sus personajes es bienvenido. Dos de las escenas más recordadas de A History of Violence son las sexuales. Las incluyó Cronenberg, no estaban en el guion de Olson. Y el motivo es que si estaban plasmando la faceta más salvaje o animal del hombre, era imprescindible abarcar la sexualidad.

Durante la presentación de A History of Violence en el festival de Cannes, un periodista comentó a Cronenberg que le había sorprendido (negativamente) cómo la gente aplaudía entusiasmada tras las escenas violentas. Y el realizador contestó, con la tranquilidad y la sinceridad que le caracterizan, que ésa era justo la respuesta que él buscaba cuando las filmó. A la mayoría puede que le resulte inconcebible la idea pero Cronenberg sabe y demuestra que el ser humano disfruta con la violencia; lo mismo que disfruta del sexo. En este sentido, su película es un puñetazo de verdad en el estómago de la hipocresía. No hay más que ver las películas, las series o los videojuegos que se hacen y triunfan, o el mismo pasado del ser humano, toda esa Historia de Violencia. ¿Cómo es posible que aún haya tanta gente que mire hacia otro lado, y crea en fantasías como el cielo y el infierno? Cronenberg apuesta por asumir lo que somos, con el objetivo de poder controlarlo, no en ensalzar la violencia o darle un sentido positivo, como suele hacer el cine industrial o comercial. Aquí no hay un héroe de Hollywood que tras matar a los malos vuelve a casa satisfecho y entre aplausos, porque ha devuelto la paz, con sangre en las manos.