En Aquí no ha Pasado Nada, Vicente, que vive en Los Angeles, regresa a Chile a pasar el verano en la casa de playa de sus padres. Es un joven imprudente y algo solitario. Pero una de esas noches rutinarias de perseguir chicas y tomar copas su vida cambia para siempre; se convierte en el principal sospechoso de un atropello con huida que causa la muerte de un pescador local. «Yo no era quien conducía», dice, pero sus recuerdos son confusos. Sí recuerda estar en el coche, y que el conductor era el hijo de un poderoso político.
- IMDb Rating: 6,8
- RottenTomatoes: 86%
Un famoso caso policial sacudió Chile en 2013. En él, el hijo de un célebre político mató mientras manejaba su auto borracho a un transeúnte en la ruta. El caso tomó estado público y se convirtió en un escándalo nacional, especialmente tras salir el joven liberado e inocente de todo cargo y culpa. En Aquí no ha Pasado Nada, el director de Huacho y Matar a un Hombre, Alejandro Fernández Almendras, hace una versión libre de ese caso (aquello de “inspirado en…” también evita problemas legales, digamos) que cambia nombres y detalles pero que obviamente refiere al caso de Martín Larraín, uno de los hijos del entonces senador Carlos Larraín (pariente lejano de Pablo Larraín, para más datos) y miembro de una de las familias más poderosas de Chile.
Aquí, AFA (como se hace llamar el director en los créditos) lleva la situación al 2015, cambia el apellido (ahora son “los Larrea” y el chico se llama Manuel) y arma un guion junto a Jerónimo Rodríguez, el director de Rastreador de Estatuas, en el que agrega una serie de situaciones ficcionales a la historia, modificando otras. El filme se centra en ahora en Vicente Maldonado (Agustín Silva, hermano del también realizador Sebastián Silva), un joven veinteañero de vacaciones que, tras conocer a dos chicas, termina en una fiesta en la que está Manuel y varios de sus amigos. Se conocían solo por terceros, pero en tanto la noche avanza (y el alcohol y los flirteos de Vicente con dos chicas) todos terminan yendo en auto de una fiesta a otra. En uno de esos traslados –y mientras Vicente está borracho en el asiento de atrás besándose con una de las chicas–, el auto golpea contra algo o alguien. El conductor, Manuel, se da cuenta que pasó algo grave y llama directamente a su padre. A Vicente lo dejan ahí en la ruta, cerca de su casa. El no parece entender muy bien qué es lo que sucedió.
A la madrugada lo vienen a buscar y allí empieza una inesperada pesadilla ya que todos los demás ocupantes del auto parecen confabulados en decir que era él quien manejaba el coche. Cuando la familia de Vicente (Paulina García encarna a su madre) se da cuenta de la situación nota que el asunto es más complicado de lo que parece, ya que el poder político y económico de los “Larrea” hará seguramente más que difícil que el chico pueda fácilmente zafar de las absurdas acusaciones. A Vicente, un tanto naive (por no decir muy poco lúcido), se le presentará un problema casi irresoluble: ¿enfrentar al poder con la verdad o arreglar con ellos para salir lo mejor parado del crimen cometido?
Aquí no ha Pasado Nada no está, de todos modos, narrada como un policial, sino que trata de ponerse en el lugar del confundido Vicente, empezando por su vida relajada de muchacho de clase media alta (fiestas, chicas, alcohol, drogas) y siguiendo durante un buen tramo de la película en ese mismo estado de despreocupación sin tomar del todo conciencia del problema en el que se ha metido. De a poco, sin embargo, entiende que la cosa cambió: no le responden los llamados, no lo invitan (o lo echan) a las fiestas y pronto le hacen entender que entre la verdad y lo que se puede probar hay una gran diferencia. La justicia, digamos, no está hecha para gente como él. Y, mucho menos, para la víctima del accidente, que es como el centro de gravedad sobre el que gira la película y que no parece preocupar mucho a ninguno de los involucrados en el choque.
Aquí no ha Pasado Nada intenta ser una disección de cómo se maneja el poder y la justicia en Chile, especialmente en los casos ligados a familias poderosas. La necesidad de “pertenecer” y no quedarse afuera de esos circuitos se enfrentan a lo que uno podría considerar como justicia, mientras que el resto de los ciudadanos ve todos esos acuerdos y arreglos económicos entre policías e involucrados cada vez con mayor fastidio, fastidio que suele inundar redes sociales pero no mucho más. Es que los medios responden a los mismos intereses y también siembran dudas donde no las debería haber. Y si hay que tirarse en contra de la víctima (el que caminaba por la ruta) o falsear mediante sinuosos abogados todas las pruebas y declaraciones, ¿por qué no hacerlo?
El sistema narrativo del filme no es el usual para este tipo de trama. AFA utiliza muchos mensajes de texto en pantalla para mostrar la forma en la que los protagonistas se comunican entre sí, y su decisión de centrarse más en las vivencias cambiantes de Vicente que en el thriller hecho y derecho saca a la película –por suerte– del formato “caso policial” clásico, aunque sin evitarlo del todo, ya que la presión de la potencial condena se respira todo el tiempo en el aire. Aquí no ha Pasado Nada intenta ser una película que se mete en una forma de vida y en una clase social que puede ser tan impune como irresponsable y en la que no existe ni la culpa ni la conciencia de clase. Y, básicamente, en un universo de privilegio en el que los otros –los que están, literalmente, fuera de foco– no existen. Son un incordio para resolver con un par de cheques y olvidarse del asunto. (Diego Lerer – Micropsia.com)
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