Tilikum es una orca que fue responsable de la muerte de tres personas, entre ellas una experimentada entrenadora. Blackfish muestra las consecuencias, a veces devastadoras, de mantener a esas inteligentes y sensibles criaturas en cautiverio.

Mejor Documental (Satellite Awards 2013)

  • IMDB Rating: 8,1
  • Rottentomatoes: 98%

Película / Subtítulos

¿No se volvería usted un poco psicótico si le mantuvieran confinado en una bañera diez horas al día durante el resto de su vida? Es la pregunta que a modo de tesis plantea el documental Blackfish, último filme de la directora-productora Gabriela Cowperthwaite. El sujeto en cuestión no es humano y tampoco se trata de una bañera, aunque las dimensiones a escala sean equivalentes. Blackfish cuenta la historia de Tilikum, la orca estrella del parque temático Sea World Orlando. Un animal carismático y dócil ante público, pero cuyo historial de asesinatos le convierte en una especie de Jeffrey Dahmer de las ballenas.
La película se centra en la última de sus víctimas Dawn Brancheau, entrenadora jefe del parque a la que sin razón aparente agarró un día con sus mandíbulas y sumergió bajo el agua de la piscina en la que tantas veces habían escenificado su espectáculo. Las imágenes de archivo de este ataque mortal y de otros similares perpetrados por orcas dan una gran veracidad al filme y consiguen que el espectador sienta el pánico en su propia carne. Y sin embargo, Blackfish no habla del miedo del hombre hacia el animal salvaje sino de todo lo contrario. Concebida desde la óptica del animal confinado, el documental es una crítica al negocio de la explotación de animales en cautividad. A través de los testimonios de ex entrenadores de Sea World, descubrimos las circunstancias de Tilikum y entendemos su tragedia. Como explica uno de los entrenadores “cuando le miras a los ojos, te das cuenta que alguien habita allí dentro”. Un alguien cuyas circunstancias le han hecho desarrollar esta psicosis asesina. “¿Y a quién no le pasaría?”, se pregunta el espectador durante la cinta. Objetivo conseguido. La película posee momentos muy emotivos. Pero es precisamente el abuso de estos momentos lo que le resta cierta calidad. Un ejemplo es el testimonio entrecortado por las lágrimas de un cazador de ballenas que explica la mecánica malvada que utilizan los barcos balleneros.
Blackfish es, en general, un filme informativo que sirve su propósito de agitador de conciencias. Prueba de ello es la reacción de los ejecutivos de Sea World, que rechazaron aparecer en el documental para defenderse, y que, sin embargo, se han lanzado a una gigantesca campaña de descrédito en los principales medios de Estados Unidos con un paquete de 50 argumentos que intentan probar su inexactitud y manipulación. Y es que el caso de la muerte de Dawn Brancheau sigue aún en los tribunales, tras la apelación de los abogados del parque temático a la acusación de inseguridad laboral. El aspecto judicial tiene gran peso en la cinta y supone uno de los aciertos de la misma. De forma muy original, la directora cuenta la historia en clave de thriller judicial en el que el asesino en vez de un psicópata misógino es una orca psicológicamente acosada.
La cinta se estrenó en los cines de Nueva York y Los Ángeles, donde ha tenido un relativo éxito de taquilla (lo que permite el género documental) y una amplia aceptación entre la crítica. Nos son pocos los que comparan su efecto al de The Cove, sobre la matanza de delfines en Japón, nominado a los Oscar en 2009 y un símbolo para los activistas en pro de los derechos de los animales. A pesar de la fuerza del mensaje no está muy claro que el debate sobre la cautividad de las ballenas sea de gran interés en estos momentos para el público americano, y que éste no lo considere parte de una discusión más amplia en la que entran todos los animales confinados a zoológicos de todo el mundo. Un argumento que en cualquier caso serviría para rebatir a aquellos que critican la película por pertenecer a la categoría David contra Goliat, o lo que es lo mismo “pequeñas películas contra grandes corporaciones” (en este caso Sea World). Un género que puso de moda el cineasta Michael Moore y que parece estar en alza. Para bien y para mal. (Inés Esteban González – elantepenultimomohicano.com)