Etiqueta: Documental

  • Marinheiro das Montanhas (Karim Aïnouz – 2021)

    Marinheiro das Montanhas (Karim Aïnouz – 2021)

    Marinheiro das Montanhas comienza en enero de 2019. El cineasta Karim Aïnouz decide tomar un barco, cruzar el Mediterráneo y embarcarse en su primer viaje a Argelia. Acompañado del recuerdo de su madre, Iracema, y de su cámara, Aïnouz nos relata con detalle el viaje a la tierra natal de su padre; desde la travesía por mar hasta su llegada a las montañas del Atlas en Cabilia -una región montañosa del norte de Argelia- y su regreso. La película entrelaza presente, pasado y futuro.

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 88%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    En Marinheiro das Montanhas, el realizador brasileño de padre argelino retorna a la tierra en la que nació su porgenitor, Majid, para recuperar su historia, conocer el lugar y saber más acerca de sus orígenes. Es un momento quizás clásico en la vida de cualquier persona que llega a cierta edad: la necesidad de saber más del pasado, de la historia familiar. Y más aún en casos como los de Aïnouz en los que los viajes, los desencuentros, las desapariciones y los misterios han ido oscureciendo buena parte de su propia historia.

    La película puede ser vista –y en cierto sentido está estructurada– como un diario de viaje. No hay (o no parece haber) equipo de filmación. Es el director, cámara en mano, capturando sus experiencias que empiezan cuando arriba a Argel, lidia con las miradas raras y hasta sospechas en aduanas y aeropuertos para ir, de a poco, sintiéndose cada vez más «como en casa» en tanto va adentrándose en las particularidades y costumbres locales, conociendo gente y dando espacio a sus testimonios a cámara. Todos ellos, claro, intrigados además por su situación e historia familiar.

    En paralelo al viaje que Karim emprende al pequeño pueblo de la región de Cabilia que es oriundo su padre y en el que todavía viven algunos familiares distantes que desconocen su existencia, Marinheiro das Montanhas contará la historia de su Majid, de su madre Iracema (fallecida en 2015 y al que el realizador se dirige desde la narración, a modo de carta), de cómo se conocieron mientras estudiaban en los Estados Unidos, de los viajes de él, los desencuentros, el paso a Brasil y otras circunstancias específicas que es mejor dejar que el espectador descubra por sí mismo. Lo cierto es que se trata de una serie de peripecias raras (que remedan, en algún sentido, los desencuentros geográficos y los intercambios epistolares de A vida invisível de Eurídice Gusmão, su anterior y premiado film) que marcaron a fuego la vida del realizador de Madame Satã.

    Con una voz en off que recuerda y analiza, que pregunta y se hace preguntas, que investiga en la realidad social argelina actual –hay protestas en ese momento en el país, capturadas por el realizador en el documental Nardjes A..— así como la del pasado –la guerra con Francia es un hecho importante, hasta clave, en la historia familiar–, la película va ganando en calidez y emoción cuando Karim llega al pueblo en el que muchos llevan su apellido y en el que es recibido como uno más de la familia, por más que solo algunos pocos (los más ancianos) recuerden a su padre, que marchó de allí hace bastante más de medio siglo.

    Las limitaciones «técnicas» del tipo de rodaje no molestan ni incomodan. Al contrario, capturan a la perfección lo que es, en definitiva, una experiencia. Y lo que separa a Marinheiro das Montanhas de los incontables documentales biográficos que investigan o recuperan la relación de cineastas con sus historias familiares, es que la de Aïnouz es tan personal como universal, se entrecruza con temas importantes de la historia del siglo XX (y de sus consecuencias en el XXI) y no se trata solo de onanismo cinematográfico o de terapia pública. Un poco como sucede con los documentales autobiográficos de Andrés Di Tella –que también hacen ese cruce entre lo personal y lo histórico/político–, este film brasileño demuestra a la vez que «el cine del yo» y «el cine del otro» (o «el cine del mundo») no tienen porqué ser asuntos separados. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

  • Vestida de Azul (Antonio Giménez Rico – 1983)

    Vestida de Azul (Antonio Giménez Rico – 1983)

    Vestida de Azul es un apasionado, crudo y veraz documental en el que seis transexuales relatan en primera persona cómo son sus vidas en la España de los ochenta. Son seis personajes reales: Lorenzo, René, José Antonio, Paco, Juan y José, y de cómo y por qué se convirtieron en Lorena, Renée, Nacha, Eva Tamara y Jossete, respectivamente. Loren, la mayor, estuvo encerrada en Carabanchel. Cuenta lo mal que lo pasó durante el servicio militar a través de una graciosa anécdota. Renée Amor es peluquera y familia aún no sabe de su vida como mujer. Nacha se dedica al mundo de la prostitución. Eva es artista: realiza striptease integral y playbacks de Lina Morgan. Tamara es gitana y fue maltratada por su familia debido a su condición, aunque ahora es feliz. También se dedica al mundo del espectáculo bailando como Lola Flores e Isabel Pantoja. Y por último, Josette, también artista, y quizá el caso más peculiar ya que, además de tener una hermana en su misma situación, Eva Welch, llegó a casarse aun sabiendo su identidad de género y orientación sexual.

    • IMDb Rating: 7,5
    • FilmAffinity: 7,3

    Película (Calidad 1080p)

     

    Hace mas de cuarenta años llegaba a los cines de España Vestida de Azul (1983), el primer documental patrio protagonizado por seis mujeres trans que se estrenaba en salas comerciales. Y, para sorpresa de sus responsables, se convirtió en un éxito de taquilla que amortizó muy bien los cuatro duros que había costado ponerlo en marcha. Esa cinta, pionera y de gran interés informativo, es el punto de partida del ensayo Vestidas de azul: Análisis social y cinematográfico de la mujer transexual en los años de la Transición española, donde la periodista Valeria Vegas analiza cómo los medios y el cine abordaban la transexualidad en una época hostil para un colectivo demasiado expuesto.

    La escena inicial de Vestida de Azul ilustra muy bien la esencia de la trama: la reasignación de la marginalidad. En esa secuencia, un grupo de mujeres —entre las que se encuentran varias de las protagonistas— ejerce la prostitución en una calle de Madrid cuando un coche policial se presenta en el lugar para llevar a cabo una redada contra trabajadoras sexuales. La escena podía ser ficcionada, pero recreaba una situación nada extraña para las allí presentes, puesto que cualquier agente podía detenerlas en esa época amparándose en la entonces aún vigente ley sobre «peligrosidad social».

    «Eran años donde el término travesti ni siquiera se veía confuso (salvo cuando el entrevistado era un médico), y se asumía erróneamente que englobase por igual al artista transformista que a las mujeres trans», explica la autora. «Porque ‘travesti’ no se empleaba para los hombres trans. Ellos, afortunadamente, resultaban invisibles ante ese error descriptivo. Las protagonistas empleaban el término de la misma manera coloquial que lo hacía el resto de la sociedad».

    A fin de cuentas, la información sobre el tema brillaba entonces por su ausencia en una España que jugaba, como podía o sabía, a ser moderna. Algo de lo que daban buena cuenta las protagonistas del bizarro documental, que en las conversaciones que mantienen entre ellas esbozan sus alegrías e ilusiones, pero también sus miserias y los motivos por los que, tan a menudo, se sentían despojos humanos. «El mundo, la sociedad y su entorno no cesaban en decirles que eran lo peor. Y ellas se lo acababan creyendo. Digamos que en aquella España aún no había calado el ‘I will survive’ de Gloria Gaynor. No había autoestima ni desde la cultura de masas», apunta Vegas.

    La perra vida a la que estaban abocadas las minorías sexuales en esa época se cebó fuera de los focos con las seis protagonistas de Vestida de Azul. De hecho, cuatro de ellas (Eva, Loren, Tamara y Renée) fallecieron víctimas del sida, la drogadependencia o la exclusión social. Hoy día, solo sobreviven Nacha y Josette —a quien muchos daban por muerta hasta hace poco, y que en la película protagoniza un curioso reencuentro con quien entonces era su exmujer en la vida real— . «Josette vive en Madrid, nunca se sintió identificada como mujer trans y en los años noventa regresó a su identidad masculina. Nacha lleva una vida tranquila en Vigo», apunta Vegas.

    La intención inicial de su director, Antonio Giménez-Rico, era la de hacer una película de ficción, pero el burgalés cambió de idea a medida que, en el proceso de documentación, se acercaba a la triste realidad de las mujeres trans de la época. Eso sí, tuvo claro desde el primer momento que no quería caer en el sensacionalismo ni los prejuicios. Y que tampoco pretendía juzgar ni moralizar a la sociedad.

    El cineasta cuenta en el ensayo que, al principio, trató de buscar perfiles distintos, pero vio que aquello sería una misión casi imposible, dado que la inmensa mayoría de esas mujeres se veían obligadas entonces a dedicarse al mundo de la prostitución y el cabaré. Lo triste es que los empresarios de esas salas de fiesta con espectáculos de transformismo solían contratar a mujeres trans y travestis con el único fin de exhibirlas como fenómenos de feria. «Y ellas, por muy buena intención que tuviesen, sabían que esos matrimonios y público variado que acudían a verlas lo hacían desde el morbo”, explica la periodista. «No se les daba la oportunidad de progresar como vedettes, y otras muchas estaban en el espectáculo sin tan siquiera valer para ello. Era el camino paralelo a la prostitución. Otra vía de explotación al fin y al cabo. Cuando a finales de los ochenta acabó la moda de los cabarets, tuvieron que buscarse la vida».

    Vestida de Azul se llegó a presentar en el (aún entonces no competitivo) Festival de San Sebastián, pero se perdió en el tiempo. «Hoy en día es una película maldita que estuvo años sin distribución, y parece ser que hasta la copia de la Filmoteca está algo estropeada. ¡Siempre quedará el legado de ripear el VHS!», apostilla Vegas sobre una película que hoy día forma parte de la historia LGTB española.

    Pero, además de celebrar la existencia de este documento audiovisual, la periodista explica en su libro las desalentadoras claves del tratamiento sensacionalista y transfóbico que se daba en los años de la Transición a las noticias protagonizadas por mujeres transexuales: «El tratamiento transfóbico en artículos y en el cine se veía de manera natural. Era un linchamiento asumido tanto a nivel público como individual, incluso en los años noventa. La conclusión a la que llegué es que los beneficios de la democracia sólo eran disfrutables para la sociedad imperante, dentro de esa mayoría hetero-cis. Las minorías asumían los aires de libertad con la resignación de no tener ciertos derechos».

    «Ha mejorado, pero ha sido una evolución lenta y torpe», responde la valenciana cuando se le pregunta si cree que el tratamiento informativo de la realidad trans ha evolucionado como debería. «Casi podríamos decir que esa ética deontológica para el colectivo de personas trans no empieza a aplicarse hasta hace un lustro. Lo importante es saber de dónde venimos, por eso quise escribir este libro. El mañana ya depende de nosotros». (Aashta Martínez – DosManzanas.com)

  • Dahomey (Mati Diop – 2024)

    Dahomey (Mati Diop – 2024)

    Es noviembre de 2021 y 26 tesoros reales del Reino de Dahomey están a punto de abandonar París para regresar a su país de origen, la actual República de Benín. Junto con otros miles, estos objetos fueron saqueados por las tropas coloniales francesas en 1892. Pero, ¿qué actitud adoptar ante la vuelta a casa de estas reliquias en un país que tuvo que salir adelante con su ausencia? El debate está abierto entre los estudiantes de la Universidad de Abomey-Calavi.

    Oso de Oro a la Mejor Película en el Festival de Berlín 2024

    • IMDb Rating: 6,8
    • RottenTomatoes: 99%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en español)

     

    Como ocurre con la poesía, a veces la mejor forma de contar algunas historias es tomando el camino largo de la alegoría y la metáfora. Es posible que algo de eso, de forma deliberada o intuitiva, haya guiado a Mati Diop a la hora de abordar la que se narra en Dahomey, su última película. Nacida en Francia de familia senegalesa, la cineasta documenta la devolución a la República de Benín de 26 piezas de arte que fueron saqueadas por el Estado francés en 1892, como parte del proceso de colonización de África llevado adelante por las potencias europeas.

    Dahomey ganó este año el Oso de Oro, máximo premio de la Berlinale. Es cierto que, realizando un moderado ejercicio de mala intención, puede pensarse que dicho honor obedece simplemente al imperativo biempensante que forma parte del estándar progresista o a los complejos de culpa que abrazan quienes integran esos sectores de las sociedades europeas contemporáneas. Por algo existen las leyendas urbanas según las cuales en el mundo de los grandes festivales de cine hay determinadas temáticas muy efectivas a la hora de chantajear emocionalmente a programadores y jurados. Las dictaduras en América latina, las migraciones asociadas a conflictos bélicos en Medio Oriente o las consecuencias de la colonización europea del continente africano serían algunas de ellas.

    Pero es cierto que Dahomey exhibe méritos numerosos, no solo en el abordaje del relato documental, sino también en la exhibición de una riqueza que es eminentemente cinematográfica. Un ejercicio que se permite correrse del registro puro de lo real, intercalando elementos que pueden interpretarse como intervenciones directas de la ficción. Entre ellos, se destaca la inclusión de un relato en off que busca darle una voz a esas obras apropiadas de forma ilegítima. Una voz que no se detiene en ese juego cercano a lo fantástico, sino que además consigue expresar de forma indirecta la magnitud de un saqueo del cual el arte es apenas un exponente simbólico.

    Queda claro que la vuelta a casa desde esos museos europeos -que con precisión poética notable la película define como “las cavernas de la civilización”- representa un camino de regreso que otras víctimas de ese mismo saqueo ya no pueden hacer. En primer lugar, los millones de personas arrancadas de su tierra para ser convertidos en esclavos. Pero también las fortunas incalculables en recursos naturales, que sirvieron para que los grandes imperios de los siglos XVIII y XIX continúen siendo hoy las potencias dominantes, disfrutando de un bienestar que los legítimos dueños de esas riquezas están lejos de gozar.

    “Estoy desgarrado entre el miedo de que nadie me reconozca y de yo no reconocer nada”, dice la voz en off. En apenas una frase, esta entidad sobrehumana no solo consigue explicar el desarraigo, dando cuenta de la pérdida potencial que implica para la identidad, sino también del carácter cartesiano de la película. Lejos de mostrarse segura a la hora de exponer las cuestiones que aborda, Dahomey elige construir un discurso a partir de la duda expresada de forma subjetiva a través de ese personaje que relata la experiencia de volver en primera persona. Pero no solo la del singular.

    En Dahomey también hay un nosotros, una mirada colectiva respecto de lo que ese acto de restitución significa para la cultura e identidad de los benineses. Un registro coral que la película hilvana a partir de un grupo de jóvenes universitarios que debaten acerca de las implicancias en torno al regreso de esas obras. Que, vale aclarar, representan menos del 0,5% de las más de 7.000 piezas pertenecientes al acervo cultural del Reino de Dahomey que Francia se apropió durante los casi 70 años que duró su dominio colonial. (Juan Pablo Cinelli – Página12.com.ar)

  • Sugarcane (Emily Kassie y Julian Brave NoiseCat – 2024)

    Sugarcane (Emily Kassie y Julian Brave NoiseCat – 2024)

    Una investigación sobre abusos y niños desaparecidos en un internado indígena desencadena un ajuste de cuentas en la cercana Sugarcane Reserve.

    Mejor Dirección en Documental en el Festival de Sundance 2024
    Mejor documental 2024 para la Asociación de Críticos Norteamericanos (NBR)
    • IMDb Rating: 7,4
    • RottenTomatoes: 85%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    Desde 1894 el gobierno canadiense obligó a niños y niñas de diversas comunidades indígenas a vivir en internados cerrados que estaban a cargo de la Iglesia Católica. En total, existieron 139 de estas “escuelas” en Canadá y otras 408 en los Estados Unidos. La última cerró en 1997 por lo que hubo más de un siglo de actividad.

    Sugarcane se concentra en la historia de uno solo de esos institutos, la St. Joseph’s Mission ubicada cerca de la reserva Sugarcane de Williams Lake en la Columbia Británica de Canadá, en cuyos alrededores se descubrieron entre 2021 y 2022 decenas de tumbas NN de potenciales víctimas de lo que para muchos ha sido una suerte de genocidio.

    Emily Kassie y Julian Brave NoiseCat (este último ligado de forma directa a los hechos), dos cineastas con escasos antecedentes, construyen una apasionante y demoledora narración en el que, a partir de investigaciones judiciales, denuncias periodísticas, materiales de archivo y muchos nuevos testimonios, se exponen los abusos sistemáticos (incluidas torturas y violaciones) que sufrieron cientos de menores. De esas violaciones por parte de los curas se produjeron varios embarazos y, en ese sentido, resultan desgarradoras las historias de quienes nacieron en esas condiciones.

    Sugarcane está construida con una sensación de mucha cercanía y urgencia, por momentos con estética de western (los rodeos, las praderas), pero sobre todo como un thriller en el que se va avanzando en la investigación, en el descubrimiento de horrores tan extremos que hasta el Papa Francisco se refirió a ellos y pidió perdón de forma pública en nombre de la Iglesia.

    El uso de herramientas geofísicas para estudiar el suelo en busca de tumbas no identificadas y los relatos en primera persona donde surgen la culpa, la vergüenza, pero también la necesidad de saber la verdad por más dolorosa que pueda ser y obtener una justicia reparadora son otros aspectos que hacen de Sugarcane un documental tan potente como revelador. (Diego Batlle – OtrosCines.com)

  • Smoke Sauna Sisterhood (Anna Hints – 2023)

    Smoke Sauna Sisterhood (Anna Hints – 2023)

    Smoke Sauna Sisterhood sucede en la oscuridad de una sauna finlandesa, donde las mujeres comparten sus secretos y experiencias más íntimas, lavando la vergüenza retenida en sus cuerpos y recuperando su fuerza a través de un sentimiento de unión.

    Mejor Dirección – Documental en la Sección World Cinema del Festival de Sundance 2023
    Mejor Documental en los Premios del Cine Europeo 2023

    • IMDb Rating: 7,1
    • RottenTomatoes: 81%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en vario idiomas, entre ellos el español)

     

    A las personas que no residen en los países nórdicos o bálticos probablemente les resulte un tanto ridícula la idea de que la sauna sea algo sagrado, ya que los clichés de los gimnasios y los centros de ocio abarrotados abundan en el imaginario colectivo de los no iniciados. Sin embargo, el hecho de que la Unesco haya incluido la tradición de la sauna de humo de Võrumaa, una región en el sur de Estonia, en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, demuestra cómo de importante es la sauna en la vida de muchas personas y sociedades. Smoke Sauna Sisterhood, el primer largometraje documental de Anna Hints, presentado en la Competición World Cinema Documentary de Sundance, es una celebración de la sauna tradicional, que explora los rituales y el folclore que se esconden tras esta experiencia, pero también es un canto a su poder curativo, tanto espiritual como físico, y a la fuerza interior de las protagonistas que la utilizan.

    En este lugar, las mujeres se sientan juntas y participan en una experiencia única. El calor sube, los cuerpos desnudos gotean sudor y las espaldas reciben golpes con ramitas de abedul. Por otra parte, mientras sus cuerpos se limpian, con el calor de la sauna y los fríos estanques del exterior trabajando conjuntamente, las mujeres encuentran tiempo para revelar sus historias. Historias de tristeza, de terribles agresiones sexuales y profundas pérdidas, de sexualidades confusas y desesperación absoluta. También hay relatos sobre encuentros sexuales cargados de humor, amor y esperanza. En la sauna no hay juicios, solo aceptación. El alma acaba tan limpia como el cuerpo.

    Hints consigue generar un espacio etéreo y mágico en una película que debe ser experimentada en pantalla grande y con público. En lo que obviamente supone un logro técnico extraordinario (Hints ha confesado en varias entrevistas que muchos pensaban que las cámaras no serían capaces de soportar el calor de la sauna), a menudo tenemos la sensación de estar allí, dentro de la sauna, y es fácil imaginar a algunos miembros del público sintiendo un aumento de la temperatura (aunque solo sea por sugestión). Gracias a la inteligente fotografía de Ants Tammik, Smoke Sauna Sisterhood juega con el anonimato que ofrece este lugar. Las sombras, el humo y los reflejos de la piel rosada crean una belleza abstracta, un espacio seguro y desconocido, pero libre y acogedor.

    La honestidad de las protagonistas resulta a menudo conmovedora, y sus historias son desgarradoras. De hecho, aunque estamos ante una exploración de la experiencia que se genera en la sauna, también se trata de un documento marcadamente feminista. En muchas de las historias de subyugación femenina, el subtexto nos habla de una sociedad que aún tiene mucho que aprender sobre la igualdad de género. A pesar de todo, también hay unión, un vínculo que ofrece la esperanza de un futuro mejor para las nuevas generaciones.

    Hay ciertos paralelismos entre la sauna y el cine. Ambos son lugares de oscuridad colectiva, donde nos reunimos para escuchar, aprender y, en las circunstancias adecuadas, salir mucho mejor de lo que estábamos antes de entrar. Aquellos que tengan el placer de ver Sauna sin duda saldrán reconfortados. (Laurence Boyce – CinEuropa.org)

  • Bread & Roses (Sahra Mani – 2023)

    Bread & Roses (Sahra Mani – 2023)

    Bread & Roses es un documental que narra la experiencias de las mujeres afganas bajo el régimen talibán desde que éstos, tras la retirada de las tropas norteamericanas en 2021, tomaron el control de Kabul. La historia sigue a tres mujeres mientras luchan por intentar recuperar su autonomía, capturando el espíritu y la resiliencia de las mujeres afganas a través de una cruda descripción de su angustiosa situación en la que se les cierra el acceso a las escuelas.

    • IMDb Rating: 6,7
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    La retirada de las tropas estadounidenses de Kabul, a mediados de 2021, posibilitó entre otras cosas que los talibanes tomaran el control de la capital de Afganistán muy poco tiempo después. Fue un momento caótico, en muchos sentidos, pero uno de los más graves y severos estuvo (y sigue estando) relacionado con la política que ese movimiento religioso tiene con respecto a las mujeres, a las que obliga a no estudiar, a no ejercer ningún tipo de profesión, a vestirse con la más severa de las vestimentas (el hijab y similares), a no salir a la calle sin compañías, a no hacer deportes, a no decidir con quién casarse, a no expresarse y a no ser vistas. Básicamente, a una vida de encierro y casi esclavitud. Algo así como una prisión domiciliaria.

    Bread & Roses se centra en las experiencias de un grupo de mujeres tras la llegada de los talibanes a Kabul, grabaciones en su mayoría clandestinas realizadas tanto en la calle como en las casas, en manifestaciones y en las inevitables salidas de un país que las limita de una manera que para casi todo el mundo resulta inconcebible. Presentada fuera de competencia en el Festival de Cannes, el filme de Sarah Mani –que se estrena ahora en Apple TV+– tiene un apoyo desde la producción de la actriz Jennifer Lawrence y funciona como un retrato urgente y desgarrador de la situación que las mujeres afganas viven en su país.

    Los materiales son, en su mayoría, «en bruto» y, salvo por algunos planos urbanos más genéricos y cuidados, la película procede como un documental en directo y clandestino acerca de las experiencias de las protagonistas. El contexto y las restricciones específicas no se explican mediante entrevistas o voces en off pero la mayoría son conocidas y en general se entienden a partir de lo que van contando las protagonistas, cuyas vidas van empeorando más y más con el paso de las semanas y con el endurecimiento y radicalidad de las medidas.

    Los materiales fueron enviados a la directora desde Kabul y entre las protagonistas se destaca una dentista, Zahra, que tiene que abandonar su práctica y usar el consultorio con fines activistas; Taranom, que se escapa a Pakistán y sufre desde allá lo que sucede en su ciudad y con su gente; y Sharifeh, una empleada cuyos planes de vida cambian de un día para otro a partir de la llegada de los talibanes. Hay niñas, también, que comparten esta suerte de militancia secreta con las mujeres mayores. En el medio, autos siguen a mujeres en las calles, se viven tensas situaciones públicas y las mujeres van viendo, día a día, cómo su vida pasa a transformarse en un arresto domiciliario de hecho.

    Se habla a menudo de películas que son urgentes y necesarias, especialmente este tipo de documentales sobre complicadas situaciones políticas. Y si bien es una frase que suena a lugar común, acá hay algo de eso, especialmente si se toma en cuenta que las vidas de las mujeres bajo el dominio de los talibanes en Afganistán continúa así y hasta ha empeorado sustancialmente, como se puede ver en algunas imágenes de locales abandonados al final de Bread & Roses. Un film que, a su modo, es una celebración de la resiliencia ante la más adversa situación imaginable. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

  • Super/Man: The Christopher Reeve Story (Ian Bonhôte y Peter Ettedgui – 2024)

    Super/Man: The Christopher Reeve Story (Ian Bonhôte y Peter Ettedgui – 2024)

    En Super/Man: The Christopher Reeve Story es la historia de una estrella de cine mundial, pero que en 1995 sufrió un accidente casi mortal motando a caballo que le dejó paralizado del cuello para abajo. Después se convirtió en activista en favor de los tratamientos para las lesiones medulares y los derechos de las personas con discapacidad.

    • IMDb Rating: 8,3
    • RottenTomatoes: 98%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    Aquí tenemos un documental que se aleja de la narrativa simplista que enmarca la vida de Christopher Reeve como una tragedia de “un actor caído en desgracia” y que, en cambio, busca ofrecer una representación más humana del hombre que, tras interpretar al icónico Superman, se convirtió en un verdadero héroe en la vida real al defender los derechos de las personas con discapacidades motoras. Dirigida por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, los autores de Rising Phoenix, el estupendo documental de Netflix sobre los juegos paralímpicos, la película toma un enfoque audaz y honesto, evitando las trampas de otras biografías que tienden a romantizar o simplificar la vida de un artista.

    Uno de los aspectos más potentes que ofrece Super/Man: The Christopher Reeve Story es la manera en que los medios trataron el accidente de Reeve en 1995, resaltando el aparente “irónico” contraste entre su rol de Superman y su nueva condición como tetrapléjico. La idea de que Superman ya no podía volar, sino que ni siquiera podía moverse, constituyó una reducción sensacionalista que deshumaniza a Reeve. El documental se esfuerza por desmantelar esa visión y centrarse en su historia de resistencia casi sobrehumana, en lugar de insistir en la tragedia y en la pérdida.

    Reeve, que fue gravemente herido al caerse de un caballo, se fracturó las dos vértebras superiores y quedó paralizado del cuello hacia abajo. Lo que podría haber sido visto como una trágica culminación de su vida, en realidad, fue el inicio de una nueva etapa en la que Reeve se convirtió en una figura emblemática de la lucha por los derechos de las personas con lesiones de médula espinal. La película pone énfasis en esta transformación, destacando cómo Reeve no se resignó a su condición, sino que la abrazó como una oportunidad para abogar por los demás.

    Super/Man: The Christopher Reeve Story es conmovedor al mostrar cómo Reeve, junto a su esposa Dana, quien también es retratada como una “Mujer Maravilla” por su devoción y activismo, trabajó incansablemente para sensibilizar al público sobre las lesiones de la médula espinal y recaudar fondos para investigaciones que pudieran mejorar la calidad de vida de las personas en su situación. Dana no solo se encargó del bienestar físico y emocional de Reeve, sino que se convirtió en su aliada en la lucha por un cambio real.

    Sin embargo, lo que hace que este documental sea particularmente efectivo es su rechazo por caer en el melodrama o en una idealización forzada. No se escapa de mostrar las realidades físicas y emocionales que enfrentó Reeve, desde las dificultades cotidianas de su parálisis hasta el dolor de su familia, en especial sus hijos, quienes, como se muestra a través de conmovedores videos caseros, vivieron las consecuencias directas del accidente.

    Super/Man: The Christopher Reeve Story también toma el tiempo para reflexionar sobre la carrera de Reeve antes y después del accidente. Aunque su interpretación de Superman sigue siendo uno de sus papeles más queridos, Reeve luchó por ser reconocido más allá de ese rol, destacándose en muy buenas películas como Street Smart, The Bostonians, Deathtrap y Somewhere In Time (que apenas se mencionan en el documental). Después de su accidente, Reeve continuó actuando y dirigiendo, mostrándose en producciones como la versión para televisión del clásico de Hitchcock Rear Window, en la que interpretaba a un hombre paralizado; o su faceta como director en la cinta de HBO In The Gloaming, en la que unos padres (Glenn Close y Davis Strathairn) se enfrentan a la condición de su hijo (Robert Sean Leonard) como portador del virus del SIDA.

    Sin embargo, pese a que faltó explorar un trabajo en el cine y la televisión que fue más allá de Superman, el énfasis está puesto en el compromiso de Reeve con el arte y su deseo de seguir creando a pesar de sus limitaciones físicas, subrayando su fortaleza y su insaciable pasión por su trabajo, lo cual hace de este documental algo genuinamente poderoso.

    Aunque se siente que faltan muchos aspectos por explorar, este es un trabajo que, en general, trata la historia de Reeve con gran respeto y profundidad. A lo largo de la película, el enfoque en las relaciones personales, especialmente con figuras como el fallecido Robin Williams, su amigo de la escuela Juilliard, añade una dimensión aún más emocional y personal a la narrativa.

    Super/Man: The Christopher Reeve Story es un documental poderoso que no trata simplemente de contar la historia de una tragedia, sino de celebrar la vida de un hombre que, después de perderlo todo, encontró una nueva manera de ser un héroe. Al final, la película deja claro que el verdadero legado de Reeve no es solo su rol como Superman, sino su lucha incansable para mejorar la vida de los demás, convirtiendo su tragedia personal en un impulso para el cambio.

    Como dato adicional, existe un hermoso documental llamado Look Up In The Sky!: The Amazing Story Of Superman, que nos habla sobre el personaje inmortal creado por Jerry Siegel y Joe Shuster y que funciona como una hermosa pieza de compañía para este. (André Didyme-Dôme – Es.RollingStone.com)

  • American Boy: A Profile of Steven Prince (Martin Scorsese – 1978)

    American Boy: A Profile of Steven Prince (Martin Scorsese – 1978)

    American Boy: A Profile of Steven Prince es un documental de 1978 dirigido por Martin Scorsese. Su protagonista es el amigo de Scorsese Steven Prince, más conocido por su pequeño papel de Easy Andy, el vendedor de armas de Taxi Driver. Prince cuenta historias sobre su vida como ex drogadicto y mánager de Neil Diamond. Scorsese intercala películas caseras de Prince de niño mientras habla de su familia.

    • IMDb Rating: 7,3
    • RottenTomatoes: 73%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Martin Scorsese conoció a Steven Prince en el rodaje de Taxi Driver (1976), para la que Prince interpretó al sórdido vendedor de armas, en una de las secuencias más recordadas de la película. Después de aquel encuentro, había vuelto a ser actor suyo en un pequeño rol de New York, New York (1977), y había trabajado como asistente de producción en The Last Waltz (1978), dada su experiencia en el mundo del espectáculo musical. En esos años febriles de trabajo para Scorsese, el cineasta trabó una profunda amistad con Robbie Robertson y con el propio Steven Prince, por quienes se deja arrastrar a una espiral de fiestas y de drogas, a una existencia frenética que terminará por escapársele de las manos, y que casi acaba con su vida. Sin embargo, aún pudo filmar un curioso documental que, si bien no me parece tan redondo como Italianamerican (1974), creo es de obligado visionado para los seguidores del cineasta.

    En el documental el lector puede adentrarse en la personalidad, cuanto menos oscura y singular, de Steven Prince, un sujeto que fue adicto a la heroína y cuyo rostro parece esculpido a sangre y fuego por los bajos fondos de cualquier gran ciudad. No es casualidad que Scorsese se interesara en él, pues sin compartir del todo (algo habitual en el realizador) su punto de vista, sí comprende sus motivos y su forma de vida, y le fascina su alteridad para con su propio entorno. Así, construye uno de sus compulsivos y descarnados documentales, alejados, como él mismo, de todo clasicismo narrativo dentro del género, y deudor únicamente de la propia, e insustituible, mirada del propio Scorsese, al que se ve en su salsa. Prince habla y habla, cuenta docenas de anécdotas, y Scorsese «simplemente» se limita a escuchar, con su impenitente y apasionada curiosidad.

    Quien vea este documental accederá a un mundo que, si conoce la obra de Scorsese y Tarantino, le resultará familiar. No creo aventurado afirmar que la amistosa pelea entre el gran Michael Madsen y el tristemente fallecido, a los 41 años, Chris Penn en la seminal Reservoir Dogs está sacada, inspirada, directamente, de la feroz presentación de Steven Prince en este documento descarnado. Pero también es imposible no sentirse un poco más cercano del universo que Scorsese describiera con tanta precisión en Mean Streets o Goodfellas, pues el propio Prince, y sus colegas, pertenecen a un universo muy cercano al de Johnny Boy o Tommy DeVito, por citar los dos referentes más violentos e impredecibles de ambas películas.

    Pero sin duda el espectador advertirá que el episodio de la chica con sobredosis a la que hay que «despertar» con una inyección de adrenalina, Tarantino la incluyó en un pasaje memorable de Pulp Fiction. Cuando hace seis años Tarantino presentó en Cannes Death Proof, no se perdió una MasterClass que Scorsese impartía en dicho festival, como oyente. La deuda que el director de Tennessee tiene con Scorsese es inmensa, al igual que la gran mayoría de directores del cine mundial que han indagado, con mayor o menor fortuna en los ámbitos del cine negro de las últimas tres décadas, aunque sólo sea para negarle y deconstruirle. Pero muy pocos se acercan con una mirada tan limpia, tan jocosa, a un tipo como Prince, y le regalan tantos minutos de conversación en los que podemos tocar con las manos un ambiente que pocos conocen: lo sórdido como cotidianidad.

    Con la cámara de Scorsese sabiamente emplazada en la habitación, no tardamos mucho en sentir que somos nosotros los que estamos hablando con Steven Prince, sintiendo que estamos sentados en esa habitación, testigos privilegiados de sus alucinantes anécdotas vitales. Acabamos sintiendo a este sujeto, a Prince, como a un amigo cercano que, sin ningún motivo especial, nos hace partícipes de su vida. Scorsese se detiene en su expresivo rostro, en su enérgica voz, con paciencia de entomólogo, como si observara a una criatura fuera de toda norma que merece una atención especial. Y, además, Scorsese tiene bastante en común con Prince, quizá por pertenecer a un submundo que ambos conocen muy bien. Se expresan con idéntica verborrea y exceso gestual. Son dos almas mellizas (no gemelas) cuyo destino era conocerse, retroalimentarse y, probablemente, llevar a cabo este documental.

    Con este inclasificable American Boy: A Profile of Steven Prince, Scorsese vuelve a indagar, de manera satisfactoria, en un alma contradictoria y a ratos tenebrosa, sin la menor concesión al espectador y con una lucidez que espanta. Insertando imágenes de vídeo procedentes de clips familiares de los Prince, siempre en segundo plano pero muy presente, Scorsese contó con la ayuda de Michael Chapman en la imagen, quien ya había deslumbrado con la fotografía de Taxi Driver y volvería a hacerlo en Raging Bull, de la que hablaremos dentro de poco. Terminaba para el cineasta una década sensacional, con la que se había convertido en director estrella, y empezaba una década llena de vicisitudes, como no podía ser de otra manera en un artista tan apasionado. (Adrián Massanet – Espinof.com)

  • Block Party (Michel Gondry – 2005)

    Block Party (Michel Gondry – 2005)

    En Block Party Dave Chappelle, quiere hacer una fiesta para sus amigos, para los músicos que tanto admira, y decide recurrir al método más antiguo y convencional: el «boca a boca» y el megáfono. Invita personalmente a sus vecinos, a la señora del almacén, al peluquero y a los niños de las escuelas. Todos lo conocen por la televisión y lo quieren ¿El sitio escogido? Un callejón cualquiera del barrio.

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 74%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Imaginaos por un momento que Chiquito de la Calzada, en 1997 (o sea, en la cúspide de su poder mediático) decide organizar uno de esos conciertos de “fiestas del barrio” que tanto abundan en verano. Imaginaos por un segundo que los artistas invitados fueran Paco de Lucia, José Mercé, Tomatito, Camarón o Enrique Morente (nótese la ausencia de representantes del Flamenco-Fashion, como Ketama o Chambao) y luego digamos que va Pedro Almodóvar y hace un documental no sólo del evento en sí, sino de las circunstancias personales que rodean a su organizador (recordemos: Chiquito) y del ambiente social entre los espectadores del evento.

    Con todo ello, transportemos el material a Estados Unidos (obviando por supuesto el hecho irrefutable de que son los representantes culturales del Maligno) y sustituyamos a Chiquito de la Calzada por Dave Chappelle, y a los artistas mencionados por Mos Def, Kanye West, Jill Scott, The Fugees, Dead Prez, Erykah Badu y a The Roots a los instrumentos. Almodóvar vuela en línea directa a su La Mancha natal de una patada en el culo y entra Michel Gondry en escena (director de Eternal Sunshine of the Spotless Mind). Tenemos Block Party. Y ahora imaginemos las posibilidades que tiene de estrenarse en España.

    Ninguna. Nadie conoce a Dave Chappelle en nuestro país, a pesar de que en Estados Unidos este tío es el nuevo Eddie Murphy y algunos de los gags de su show de televisión son simplemente antológicos (la parodia del Grand Theft Auto entre ellos). Chappelle renunció a un contrato de 50 millones de dólares y se marchó durante un año a África, harto de la espiral de dinero que rodeaba su vida. En los meses previos, mientras el cómico rumiaba esta decisión, se rodó el documental, que consta de dos partes intercaladas entre sí: el concierto y los días anteriores en los que Chappelle reparte entradas a sus conocidos (blancos y negros) de su localidad natal de Dayton, Ohio. Es sorprendente lo contenido que está Chappelle, que en esta ocasión prescinde de imitaciones y se limita a hacer gala de un humor tipo Eugenio y a explicar los motivos que le han llevado a organizar el evento: “Es el concierto que siempre quise hacer”, afirma encantado.

    Block Party no es una antología del cómico. Es un estudio del hombre. Trata de un individuo en un momento de su vida en el que no sabe muy bien qué hacer con la misma, y que se decide a organizar una fiesta con un único motivo: celebrar algo porque sí en una reunión de seres humanos más cercana a la cultura del botellón, donde predominan las risas, la conversación y los minis que a la cultura del garito, donde todos los sábados es Nochevieja, te metes en un garito hasta el culo de gente, pagas 10 euros por copa, tardas ocho horas en ir al servicio y volver, te vas a otro garito, no te dejan entrar, te vas a otro, pagas 12 euros (que son más de las seis) e intentas averiguar qué coño te están diciendo los colegas porque, vaya por Dios, este era el único espacio que había en todo el local. Pegado al puto altavoz de 4000 vatios, en la sutil diferencia entre “divertirse” y “ahogar frustraciones”.

    Los conciertos públicos, esa forma de comunicación ancestral, sustituida hoy en día por La Cubierta de Leganés, la Joy Eslava, y los magos del bongo, son la espina dorsal sobre la que se asienta el documental de Gondry, en el que nadie está triste y entre número y número podemos acercarnos a los artistas invitados que a través de pocas palabras, nos dan su opinión sobre la música como un altavoz de conciencia social y de expresión de humanidad, muy cercano a lo que se solía hacer en los años 70 (¿recordáis Woodstock? Yo tampoco). Gondry es como un tiburón en este aspecto, porque ninguna reacción personal pasa desapercibida: las risas de los viejos que intentan arreglar un coche al principio del film, los gritos de éxtasis de los chavales de la orquesta juvenil de Dayton cuando se enteran de que van a tocar en Nueva York, los ciudadanos del pueblo de Chappelle recibiendo las entradas y recordando con afecto a su hijo pródigo, el espontáneo que salta en mitad del concierto para improvisar con el micrófono y un breve arco argumental dedicado a la pareja de ancianos que vive en el edificio enfrente del cual tendrán lugar las actuaciones, dos hippies estrafalarios de tiempos pasados que llevan juntos 40 años y son la prueba irrefutable de que cada oveja encuentra a su pareja. Algún día.

    ¿Y las actuaciones? Bien, si por casualidad eres aficionado a lo mejor de lo mejor del rap (descartando a los gangsta rappers y demás escoria), amigo/a mío: estás en el Paraíso. Es difícil saber con qué carta quedarse, pero creo que hay tres momentos estelares en el documental: Kanye West cantando Jesus Walks acompañado de la banda musical de chavales antes mencionada (majorettes incluídas); Mos Def con Umi Says en directo y, sobre todo, un increíble dueto de You Got Me (el mayor éxito de The Roots) con Erykah Badu y Jill Scott. Musicalmente hablando, no parece haber ni un solo momento débil en el concierto, a pesar de pequeños errores de improvisación y fallos en la calidad del sonido (el evento se organiza, cagontó, en medio de una fuerte lluvia).

    Pero por encima de todo, Block Party es el show de Chappelle y su persona, que se encuentra totalmente expuesta al público y encuentra inconcebibles momentos de intimidad y autorreconocimiento: “Me levanté esta mañana a las cuatro. Me dormí hasta las ocho y me volví a acostar a las dos. Porque soy un cómico y no doy un palo al agua”. Y porque Chappelle está harto. Harto de la industria. Harto de sí mismo, de su imagen y de la prostitución del entretenimiento. Tan harto de que la única forma de expresarlo es a través de un blues: “Mi chica me ha dejado. Mi coche se ha roto. He perdido veinte dólares. Tengo problemas. Estoy hecho mierda. Es cierto, tengo más problemas de los que puedo contar. Por eso puedo decir ‘Que te jodan’”.

    Block Party es el documento de un hombre quemado que descubre que ante la duda, lo mejor que puede hacer es hacer lo que mejor sabe hacer. Hacer reír. (HorasPerdidas.com)

  • Orlando, ma Biographie Politique (Paul B. Preciado – 2023)

    Orlando, ma Biographie Politique (Paul B. Preciado – 2023)

    Orlando, ma Biographie Politique recuerda que en 1928, Virginia Woolf publica Orlando, la primera novela en la que el personaje principal cambia de sexo en medio de la historia. Un siglo más tarde, el filósofo Paul B. Preciado decide escribirle una carta a Virginia Woolf: su Orlando ha salido de la ficción y lleva una vida que jamás habría imaginado.

    Mención Especial Documental en la Sección Encounters y Premio Teddy del Festival de Berlín 2023

    • IMDb Rating: 7,0
    • RottenTomatoes: 95%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    “Nunca estuviste tan viva como ahora”, apunta la voz en off del filósofo convertido en cineasta Paul B. Preciado. Se trata de una apelación a la figura de Virginia Woolf, quien, en su novela Orlando, imaginó a un personaje que atravesaba el tiempo y el género, invocando la idea de la transición de sexo mucho antes de que los feminismos pusieran en cuestión el binarismo y de que el movimiento trans tuviera lugar. Que Preciado haya hecho una película a partir del texto de Woolf es una de esas armonías que a veces se producen en el universo. En Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce (2019), Preciado escribía: “Leo el diario que Virginia Woolf escribió entre 1927 y 1928, mientras trabajaba en la redacción de Orlando. Entender cómo construye narrativamente a Orlando me ayuda a pensar en la fabricación de Paul. ¿Qué ocurre con el relato de una vida cuando es posible modificar el sexo del personaje principal?”.

    El texto de Woolf está intrínsecamente ligado a la biografía de Preciado, pero en su película, el director va más allá: Preciado es Orlando, y Orlando es también el nombre de una veintena de personas trans que elaboran sus discursos y hacen suyo el texto de Woolf. En manos del filósofo y cineasta, Orlando ya no solo atraviesa el tiempo y el género, sino también las historias de diversas personas trans. En este sentido, Orlando, ma biographie politique retoma la representación del yo como fenómeno plural, un gesto que atraviesa el cine feminista desde las obras primerizas de Chantal Akerman hasta las creaciones de Miranda July. Al mostrar el propio cuerpo, la propia voz e incluso la propia experiencia, Preciado se desmarca de la concepción del hecho biográfico como algo puramente individual, y se decanta por dar forma a una idea de lo colectivo.

    Orlando, ma biographie politique no es únicamente la biografía de Preciado. Este debut en la dirección fílmica es exactamente lo que una podía imaginar al pensar en la reunión entre los universos de Woolf y Preciado. Recuerdo aquellas palabras de Un viaje en Urano y también las que venían a continuación, en las que el filósofo mostraba su desencuentro con la Virginia Woolf de los Diarios, a la que acusaba de mostrarse por momentos más preocupada por sus sombreros que por las desigualdades sociales que había a su alrededor. En Orlando, ma biographie politique, Preciado pone en su justo lugar la novela de Woolf, una genialidad tremendamente avanzada a su tiempo. No rehúye, sin embargo, ciertas discrepancias: Woolf, viene a decir Preciado, hace que su Orlando sea un aristócrata inglés. Nada que ver, dice Preciado, con el hijo de una costurera en un pequeño lugar de España.

    Resulta especialmente fascinante escuchar a Preciado advertir cómo Woolf “olvidó” la confrontación con la psiquiatría. En uno de los episodios centrales de la película, los distintos personajes acuden a la consulta de un médico, son sometidos a tratamientos de testosterona y acaban en la mesa de operaciones. Así es como Preciado trasciende a Woolf. En Testo yonqui (2008), el filósofo narraba su experiencia con la testosterona sintética y desarrollaba una teoría a caballo entre el capitalismo contemporáneo y lo que él definía como un régimen “farmacopornográfico”. En este libro, Preciado se movía con habilidad entre el discurso político y social, entre el análisis de la composición química de la testosterona y su historia personal. Esta multiplicidad de enfoques vuelve a aflorar en Orlando, ma biographie politique, una película inspirada en Woolf, pero plenamente gobernada por Preciado. Es el propio director quien firma la letra de Pharmacoliberation, una canción de ritmo frenético que desata estéticamente la parte del film dedicada a las hormonas. Y es que Orlando… no se limita a construir discurso teórico a través de palabras e ideas, sino que también busca un rozamiento lúdico con los cuerpos, un tema central en la obra de Preciado.

    Que, en un momento de la película, uno de los personajes llore la muerte de Godard no es fruto únicamente de la coincidencia histórica. Orlando, ma biographie politique bebe de Woolf, es muy Preciado, y tiene algo de Godard, desde que al comienzo de la película se juega con las letras del título. No es algo frecuente ver reconocido el vínculo entre el radicalismo de Godard y el cine transfeminista. La puesta en escena de Preciado deconstruye los códigos propios del cine, desde el personaje al decorado. Además, de fondo, suena de forma constante otra nota godardiana: la de la poesía. Hay una idea muy bella: la del encuentro entre la poesía y la concepción trans del género. La poesía le da continuamente al lenguaje un uso que no es el habitual. En Machado, por ejemplo, el sol de verano es “una trompeta gigante”, los limones son “frutos de oro”. Por su parte, en una concepción no binaria del género, los términos “hombre” o “mujer” perderían el valor definido que la sociedad insiste en otorgarles.

    En el Orlando de Sally Potter, quizá lo más interesante era la presencia de una actriz profundamente contemporánea. Era 1992 y Tilda Swinton encarnaba a aquel noble que vivía a lo largo de siglos, y que despertaba un día y era una mujer. Si Swinton es una de las actrices más importantes de nuestro tiempo es porque encarna como pocas la fluidez de género. Si, en el Orlando de Potter, la figura de Swinton era central, en el de Preciado, los rostros y las presencias son muchas y variadas. Las palabras del filósofo y de la veintena de otras personas que exponen sus testimonios (y encarnan a Orlando) se entremezclan con pasajes de la novela. Toda voz es la congregación de tantas otras: he aquí uno de los gestos políticos de la película. El otro está en los testimonios que explican su voluntad de situarse en un lugar intermedio, que no sea ni el de hombre ni el de mujer. “No soy un chico, soy un chico trans”, o “no soy una mujer, soy una mujer trans”, afirman.

    En el pasaje central de la novela, Woolf escribe: “Orlando se había convertido en mujer, no es posible negarlo. Pero en todos los demás aspectos Orlando seguía siendo exactamente el mismo. El cambio de sexo, aunque alteraba su futuro, no alteraba en nada su identidad”. No hace falta realzar ni la vigencia ni la radicalidad de una obra como esta. Es por estas palabras, grabadas en nuestra memoria, que Orlando, la novela, atraviesa también el tiempo, anticipando en 1928 una de las cuestiones centrales de nuestra época. (Violeta Kovacsics – OtrosCines.com)

     

  • Petite Fille (Sébastien Lifshitz – 2020)

    Petite Fille (Sébastien Lifshitz – 2020)

    En Petite Fille Sasha lleva soñando con ser una niña toda su infancia. Además de varias entrevistas con los padres, quienes hablan claramente de Sasha como su niña, la película muestra también la lucha incansable de la familia contra un entorno hostil. Vemos a Sasha jugando, yendo a clases de ballet y durante una visita a un terapeuta especializado en identidades de género. En la escuela, a Sasha no se le permite vestir ‘como una niña’, debe usar ropa ‘de niños’. En varias ocasiones Sasha no entiende por qué los adultos lo hacen todo tan complicado, y no la dejan simplemente ser quien es y vestir lo que le apetezca.

    • IMDb Rating: 7,6
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Frente a la mirada limpia, a veces invadida por el dolor y la frustración, de Sasha; el director Sébastien Lifshitz utiliza el fuera de campo como elemento distorsionador de la paz familiar. Un enemigo a combatir que permanece invisible para nuestros ojos pero que condiciona absolutamente el relato. Petite Fille contiene tantos elementos de alabanza como de reparo. No puede ser casualidad que se estrene justo ahora en España, elemento oportunista de distribución en tiempos donde captar un espectador resulta una tarea complicada para un sector desfalleciente, cuando la película anterior y casi simultánea no ha conseguido estrenarse en salas, Adolescentes. Nos habla de una niña atrapada en cuerpo de niño. Una niña a la que seguimos durante un año, alrededor de su noveno-décimo cumpleaños, y que es sobreexpuesta de manera permanente por la cámara del cineasta. En medio de la polémica entre los socios de gobierno y sectores feministas acerca del alcance de la ley que regule la transexualidad, la película habla de batallas cotidianas, del ejercicio de una libertad individual que ni daña ni perjudica la de los demás. Una niña que lucha por serlo socialmente con el apoyo incondicional de su familia por encima de los condicionantes fisiológicos.

    La limpieza de la mirada de Sasha queda empañada, innecesariamente, por recursos formales destinados a conseguir la empatía emocional del espectador de manera gratuita. Uno de los peores es el uso musical escogido para acompañar las imágenes, el énfasis sentimental de determinados momentos viene subrayado por una música superflua dirigida a señalar al espectador el momento en que toca emocionarse. Otro, que roza esa pornografía destinada a participar de lo que siente el personaje se quiera o no, es el de sostener el primer plano sobre el rostro de la niña, esperando el momento en que sus ojos se van a llenar de lágrimas recordando las situaciones de acoso o maltrato que sufre en el colegio. Son detalles que empequeñecen la película porque lo importante de la misma sería la muestra innegable de una realidad que existe y que no obedece a un capricho, como igual de relevante es dejar traslucir sin filtros la homofobia latente en nuestra sociedad occidental. Porque no hayan querido ser filmados, o porque se haya decidido huir de mostrar en imágenes a los elementos discordantes y desestabilizadores, Una niña queda como relato íntimo del dolor y la esperanza de alcanzar lo que se desea. El sufrimiento provocado por lo externo sólo lo contemplamos en sus consecuencias, pero no en sus acciones directas cuando estas se producen.

    Aceptado el género de la niña por la familia, Petite Fille habla de la batalla de esta última por conseguir que Sasha sea tratada como lo que quiere ser y no como la dirección escolar quiere que se muestre conforme a su sexo biológico. Hay dos momentos mucho más crueles relacionados con el ballet que practica Sasha que la sobreexposición de la niña hasta que llora ante la cámara. Es la visibilización sutil de la discriminación, la de ser tratada con el género masculino, el ser obligada a vestir como «príncipe» y no como «princesa». Son momentos donde la película logra el efecto de un buen observador, cuando selecciona entre el material filmado aquello que chirría, que justifica el dolor e impotencia de una niña cuando se siente rechazada en su personalidad y es obligada a desarrollar un rol que no quiere y no siente. Es en el detalle donde la película consigue superarse y soltar el lastre del recurso fácil, es mucho más revelador ver a los hermanos jugar en casa o a Sasha con sus amigas que asistir al «busto parlante» (ese mal recurso del cine documental que se transforma en reportaje televisivo) de una madre que adopta la posición de coprotagonista en el dolor.

    «Qué gusto», dice Sasha cuando se quita la ropa con la que es obligada a ir al colegio y se puede colocar un vestido en su casa. En la Francia laica y republicana, paradigma de la libertad, todo es más oscuro de lo que los lemas y soflamas de la revolución parecerían predicar. El enemigo de Sasha es el sistema educativo, que aparece en la película como aparato de represión, indirecta si se quiere, pero pieza nuclear de la uniformización de costumbres y modelos, como elemento de preservación de la moral burguesa dominante que impone y no acepta lo diferente. Falta la voz de la otra parte, incluso saber por qué esa madre tan batalladora por los derechos de su hija no acude a instancias superiores exponiendo su caso ante las decisiones del centro escolar. Quizás entonces la película perdería fuelle o dramatismo, pero se respiraría más sincera. En todo caso, donde no hay duda, donde Petite Fille fluye con naturalidad y decencia es cuando filma a Sasha haciendo lo que cualquier niña haría libre de condicionantes. Ahí aparece la niña por más que haya quien se atreve a negarlo o rechazarlo. Es la diferencia entre bailar temerosa e insegura en el colegio o mostrarse como una mariposa en el jardín de su casa, la diferencia, trascendental, entre ser libre y no poder serlo. (Miguel Martín Maestro – ElAntepenúltimoMohicano.com)

  • Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel (Alex Stapleton – 2011)

    Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel (Alex Stapleton – 2011)

    En Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel  numerosas personalidades del mundo del cine rinden un sincero homenaje a la vida y obra de Roger Corman.

    • IMDb Rating: 7,6
    • RottenTomatoes: 84%

    Película/ Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Las autopistas del cine llevan al éxito en Hollywood, a la fama ante los fotógrafos y a la alfombra roja de los Óscar. Pero en las carreteras secundarias de la gran pantalla, la de las cintas con escasísimo presupuesto pero repletas de ingenio, Roger Corman fue un auténtico dios. Corman falleció el jueves a los 98 años en su casa de Santa Mónica (California), según anunció su familia a última hora del sábado.

    Terror, ciencia-ficción, monstruos, cine de explotación, acción disparatada, comedia involuntaria… Corman fue un genio polifacético (director, productor, actor, guionista y lo que hiciera falta) y asombrosamente prolífico (sus películas se cuentan por cientos) que llegó a ser encumbrado como «el Papa del cine pop» o «el rey de la serie B».

    Menospreciado por la historia canónica del cine, Corman fue, sin embargo, un padrino más que generoso de incontables talentos. Estrellas como Jack Nicholson, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Robert de Niro, James Cameron, Joe Dante, Peter Bogdanovich, Jonathan Demme, Peter Fonda, Ron Howard, Bruce Dern o Dennis Hopper le deben sus primeros pasos profesionales a este artista que desprendía, al contrario que sus películas, un aire de elegancia y de extrema amabilidad.

    «La diferencia entre la imagen que presentas al mundo y lo que hay en tu subconsciente es significativa», dijo en el documental «Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel» (2011). «Me han dicho que mi imagen es la de una especie de tipo normal y convencional. Pero claramente, mi subconsciente es algo así como un infierno en ebullición», bromeó. Aunque el cine fue su pasión desde niño, Corman (Detroit, EE.UU., 1926) flirteó de joven con otros rumbos profesionales: estudió ingeniería en Stanford, pero rápidamente se dio cuenta de que no era lo suyo.

    Tampoco le fue bien en su primera experiencia en el cine, ya que en el estudio 20th Century Fox, primero como mensajero y después evaluando guiones, no encontró su lugar. En la década de los 50 dio con la tecla de la mano de American International Pictures: cine independiente hecho en la más absoluta precariedad, con cero vergüenzas e infinita pasión. Con rodajes de un puñado de días y que aprovechaban hasta el último centavo, la mente autodidacta de Corman comenzó a brillar con cintas como Monster from the Ocean Floor (1954), The Fast and the Furious (1954) o The Little Shop of Horrors (1960).

    No disponía de los medios de los grandes estudios, pero su mirada artesanal, desvergonzada, tiernamente cutre y totalmente rendida al entretenimiento encontró todo un filón en unos jóvenes estadounidense de la posguerra que buscaban en las salas y autocines una experiencia salvaje y transgresora no apta para sus padres. «De algún modo, es como si sus películas se hubieran hecho en la esquina de tu barrio. No cargaban con el peso de lidiar con el ‘arte’ en mayúsculas. Pero eran arte de otro modo», argumentó Scorsese en Corman’s World.

    En los años 60 presentó su famosa serie de películas sobre Edgar Allan Poe, como House of Usher (1960) o Pit and the Pendulum (1961), que, con el protagonismo de Vincent Price, le coronaron como maestro del terror.

    «Un niño tiene miedo al trueno, al rayo y al monstruo debajo de la cama. Sus padres le dicen que no hay nada de qué preocuparse, pero él sabe que hay muchas cosas de las que preocuparse», ironizó Corman en un debate en Los Ángeles (EE.UU.) en 2019 junto al director argentino Andy Muschietti («It», 2017). «Una de las tareas de trabajar con el terror es atravesar nuestra conciencia, que siente que no hay nada de lo que preocuparse, y llegar al recuerdo infantil», apuntó.

    En una obra tan vasta como la suya hay títulos con ADN de lo más diverso: la ambiciosa reflexión racial de The Intruder (1962), la rebelde The Wild Angels (1966) o la lisérgica The Trip (1967). Por el camino, Corman dio sus primeras oportunidades a futuras leyendas: Martin Scorsese filmó para él Boxcar Bertha (1972), Jack Nicholson debutó en el cine de su mano con The Cry Baby Killer (1958), Robert de Niro le debe uno de sus primeros papeles con Bloody Mama (1970), Francis Ford Coppola hizo con él su ópera prima con Battle Beyond the Sun (1962), etc.

    Títulos como Death Race 2000 (1975) o Grand Theft Auto (1977), ya tras fundar su compañía New World Pictures, agrandaron la figura de un creador que se mantuvo trabajando hasta el final de su vida. Y también destacó por ser un gran distribuidor, aunque quien no conozca su biografía, siempre llena de sorpresas, se extrañará al saber que fue una persona clave para que llegaran a Estados Unidos cintas de autores muy reverenciados de Europa como Ingmar Bergman, Federico Fellini o Michelangelo Antonioni.

    Tras décadas como una estrella de culto en los márgenes del séptimo arte, en 2009 recibió el Óscar honorífico, un momento en el que el cine se pudo redimir ante una figura única, tal y como lo resumió Tarantino aquel día. «La Academia te da las gracias, Hollywood te da las gracias, los cineastas independientes te dan las gracias -dijo. Pero lo más importante: por todas los momentos salvajes, extraños, guays y locos que pusiste en los autocines, los amantes del cine del planeta Tierra te dan las gracias».

    Tras su fallecimiento a los 98 años el jueves 9 de mayo de 2024, su familia lo recordó como un revolucionario del cine, además de un hombre generoso, y llegaron los homenajes de grandes figuras. Entre otros, el director español JA Bayona aseguró que «no existiría el cine tal y como lo entendemos sin alguien como Roger Corman», mientras que Gale Ann Hurd, productora de «Terminator», lo describió como un «visionario». (ElDebate.com)

  • All the Beauty and the Bloodshed (Laura Poitras – 2022)

    All the Beauty and the Bloodshed (Laura Poitras – 2022)

    All the Beauty and the Bloodshed sigue la vida de la artista Nan Goldin y su activismo contra la dinastía farmacéutica de los Sackler, responsables de la mayor epidemia de opioides de la historia de Estados Unidos.

    León de Oro a la Mejor Películaen el Festival de Venecia 2022
    Premio libertad de expresión y Top documentales 2022 para la National Board of Review

    • IMDb Rating: 7,5
    • RottenTomatoes: 95%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    La directora de My Country, My Country (2006), The Oath (2010), y Citizenfour (premio Oscar en 2015), sorprendió al quedarse con el máximo galardón de la 70ª edición de la Mostra con este retrato de la fascinante vida de la fotógrafa y activista Nan Goldin.All the Beauty and the Bloodshed expone el entramado de la obra artística, la vida privada y la militancia de Nan Goldin, para llegar a la conclusión de que no hay división entre estos distintos aspectos de la célebre fotógrafa. Goldin hizo arte de las fotografías propias y de la gente con la que relacionó; también hace arte con las acciones de su grupo de concientización sobre la adicción a los opioides recetados. Sus fotografías son tan personales como políticas; su lucha política tan artística como personal.

    En vez de proponer un relato biográfico clásico o un retrato de artista como el que presentan incontables documentales, con personas hablando a cámara sobre el personaje y su obra, Poitras construye el film a partir de tres ejes: las fotografías y slideshows creados por la propia Goldin; el registro de las acciones en museos que ella realiza con su grupo P.A.I.N (Prescription Addiction Intervention Now); y el relato en primera persona de la fotógrafa, a veces en off y otras en cámara. También hay grabaciones de amigos y familiares, que contribuyen a expandir el perfil de Goldin.

    El documental sigue todo el arco narrativo de lo que sucedió con el grupo militante de Goldin. El resultado se puede leer en cualquier nota en Internet o alguien familiarizado con el mundo del arte puede ya estar al tanto, pero la clave de la película de Poitras es que muestra cómo llegaron a su objetivo y construye una expectativa que hace de la revelación del resultado un momento altamente emotivo.

    Lo que Goldin y su grupo buscaban, en un principio, era convencer a instituciones como el Metropolitan Museum of Arts, el Guggenheim, la National Portrait Gallery de Londres y el Louvre, entre otras, de que no recibieran más donaciones de la familia Sackler. Logrado ese fin, la nueva meta fue que se retirara el nombre Sackler de las salas de esos museos (por ejemplo, llevaba ese nombre la sala donde está ubicado el Templo de Dendur, en el Met de Nueva York).

    El motivo detrás del pedido es que los Sackler son los dueños de Purdue Pharma, la farmacéutica que desarrolló y fabrica el Oxycontin, un opioide muy popular en los Estados Unidos que genera adicción. La propia Goldin fue adicta a este medicamento, pero pudo hacer rehabilitación y sobrevivió. Muchas personas no tuvieron la misma suerte: se calcula que el 70 por ciento de las muertes relacionadas con el consumo de drogas son debido a los opioides.

    Poitras sigue con su cámara a Goldin y su grupo, que incluye a ex adictos y familiares de víctimas de los opioides, mientras avanzan con pancartas sobre los espacios de los museos que llevan el nombre de los Sackler. Las manifestaciones tienen un estilo de performance, con grandes cantidades de falsos frascos de medicamentos que lanzan al suelo, al tiempo que ellos mismos se recuestan para representar a los muertos por los opioides. Liderado por Goldin, el grupo utiliza armas que son de algún modo artísticas para llamar la atención de estas instituciones, en las que la propia fotógrafa expone sus obras.

    Intercalado con las acciones del grupo, sus avances y los peligros que enfrentan al ir en contra de una familia poderosa, Poitras cuenta la vida de Goldin, desde su infancia difícil y el suicidio de su hermana, hasta el descubrimiento de su pasión por la fotografía y la caótica y creativa Nueva York de fines de los años ’70 y principios de los ’80 en la que floreció como artista. La directora deja que Goldin cuente su propia historia, con su voz y con sus fotografías. Hay otros elementos, visuales y sonoros, incluidos testimonios de otras personas, pero es esa combinación de la honestidad que la fotógrafa expresa en su obra y en las reflexiones sobre su propia vida, la que hacen que el documental sea tan fascinante y ofrezca una semblanza tan profunda sobre Goldin.

    El coraje y el sentido del humor son características de la fotógrafa que quedan al descubierto en el documental, que tiene momentos muy emotivos, sin caer en el golpe bajo. Esas marcas se pueden ver en la obra de Goldin, en su vida y en su militancia, que continúa más allá de los logros conseguidos. El gran acierto del documental de Poitras es desarmar el entramado del arte, la vida y la política, mostrar los hilos y cómo se mezclan; volver a armar ese tejido para comprender mejor a Goldin en todas sus facetas. (María Fernanda Mugica – OtrosCines.com)

  • Retratos Fantasmas (Kleber Mendonça Filho – 2023)

    Retratos Fantasmas (Kleber Mendonça Filho – 2023)

    Retratos Fantasmas es un viaje multidimensional a través del tiempo, el sonido, la arquitectura y el cine, ambientado en el paisaje urbano de Recife, capital costera brasileña de Pernambuco: un territorio histórico y humano, examinado a través de las grandes salas de cine que sirvieron como espacios de convivencia durante el siglo XX.

    • IMDb Rating: 7,8
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Cada cineasta enfoca este tipo de proyectos de una manera diferente, ligada a su propia historia. Retratos Fantasmas es, más que cualquier otra cosa, un documental autobiográfico del director de Bacurau, uno en el que nos cuenta quién es, cómo se compone su familia, cómo empezó en el cine, el lugar en el que vive e historias de iniciación personal. En el caso de Kleber Mendonça Filho, además, su documental tiene algo equiparable a sus ficciones: una sensación muy precisa de lugar. Como O Som ao Redor y Aquarius se trata de películas con una profunda conexión con la ciudad de Recife, en la que nació, creció, vive y trabaja. De ese modo, el film se vuelve una doble biografía en paralelo: el del crecimiento (bienvenido) de un cineasta y el de (no tan bienvenido) de una ciudad.

    En su primera parte la película funde las biografías y ahí se nota la conexión evidente. Fotos e imágenes históricas de un barrio de la ciudad de Recife van centrándose en la calle en la que él vivía entonces y sigue viviendo ahora. Esas fotos de época pegan un salto temporal y vemos que hoy ese mismo sector se ha convertido en una masa enorme de torres altísimas entre las que han sobrevivido pocas zonas residenciales. La de su familia es una de ellas. Y a partir de esa sensación de lugar, la historia. O las historias.

    Kleber hablará de cómo su casa fue cambiando con el correr del tiempo, cómo cambió el barrio, su familia y de a poco aparecerá el propio director, como protagonista de esta historia, ya que en esa casa y calles aledañas filmó sus primeros cortos amateurs y sus ya conocidos largos, especialmente O Som ao Redor, que se filmó en gran parte en su residencia. Ese segmento presentará esos primeros «fantasmas»: las personas que ya no están (su madre, que murió joven), las casas vecinas que fueron devoradas por termitas, aquel perro que no callaba y hasta alguna lúdica «aparición» que se colará en una escena. Es un proceso de cambios personal, profesional y barrial.

    La pintura se abre en el segundo segmento de Retratos Fantasmas para hablar de los cambios en la ciudad de Recife, centrándose más que nada en la desaparición de la mayoría de las grandes salas de cine del centro de la ciudad y, de hecho, del centro en sí como lugar de encuentro y de reunión popular. Se trata de una decadencia ligada a lo económico, a los cambios culturales y a las maneras en la que la burguesía se fue moviendo a los suburbios abandonando, como sucede en muchas grandes ciudades del mundo (el área urbana de Recife tiene 4 millones de habitantes), los viejos centros urbanos.

    Es una zona que Kleber adora, que le trae muchísimos recuerdos (la cinefilia aparece aquí también ya que en esa zona estaban las distribuidoras de los estudios de Hollywood) y que va describiendo del mismo modo –entre lo personal y lo social– que la primera parte. Es un retrato crítico de una transformación urbana y social que es bastante parecido al de sus películas de ficción (Aquarius es el caso más evidente) y que evidencia, sino la desaparición, al menos la atomización del mundo en el que el cineasta creció, el de una cierta burguesía progresista ligada al arte y a la cultura que se conectaba fuertemente con la historia de la ciudad.

    Detalles de las salas de cine, entrevistas a proyectoristas, escenas muy graciosas de los rodajes de sus propias películas, los recuerdos de latas y fotogramas abandonados en volquetes (acá sucedía lo mismo), de las alteraciones de su casa y de los mapas de la ciudad son algunos de los elementos con los que Mendonça Filho juega en este documental de clara inspiración pandémica y fuerte contenido emocional y personal. Quizás sea raro que un realizador con apenas tres largos de ficción en su carrera haya hecho ya un documental autobiográfico de este tipo, pero el realizador pernambucano ya es una figura consagrada que promedia su quinta década y es lo suficientemente inteligente para saber meter su propia historia en un contexto más grande, que lo excede.

    No es Retratos Fantasmas parte de ese ombliguismo cinematográfico tan de moda que, a partir de la popularidad de las cámaras digitales y la edición casera, permite que cualquier proyecto de director sienta que su biografía amerita un largometraje. Kleber contextualiza su historia en la de su ciudad, la de su país y la del cine, o la del consumo cinematográfico. A los que atravesamos los cambios de estas décadas (tenemos con el realizador casi la misma edad) nos es difícil no sentirnos afectados y hasta emocionados ante la desaparición de ese mundo que conocimos y la llegada de otro al que tratamos de adaptarnos. No dice Kleber aquí que todo tiempo pasado fue mejor ni nada parecido. Lo que muestra es un proceso de cambios que torna irreconocible eso que conocimos y supimos querer. Pasa con las ciudades, pasa con las películas, pasa con las personas. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

     

  • Adolescentes (Sébastien Lifshitz – 2019)

    Adolescentes (Sébastien Lifshitz – 2019)

    En Adolescentes, y durante cinco años, el cineasta sigue a Emma y Anaïs, amigas entre sí, desde los 13 a los 18 años. En 2019, año en que van a poder votar por primera vez, ¿en qué tipo de mujeres se han convertido? Las vemos en su vida cotidiana, durante el año escolar y durante las vacaciones, tanto en los momentos clave de sus vidas como en los más banales.

    Mejor Documental, Montaje y Sonido en los Premios César 2019

    • IMDb Rating: 7,1
    • RottenTomatoes: 71%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Por la cualidad de su registro, el aspecto más o menos casual y estilo narrativo “suelto”, sin los plot points de los que suelen echar mano los guionistas profesionales, Boyhood (Richard Linklater, 2014) sólo delataba su condición de ficción por la presencia de actores conocidos en el elenco. Adolescentes, décimo largometraje del realizador parisino Sébastien Lifshitz, es una suerte de compañera espiritual de la película de Linklater. No sigue a sus protagonistas a lo largo de doce años sino “sólo” cinco, durante lo que podría considerarse el corazón de la adolescencia. Al contrario de Boyhood, Adolescentes sólo delata su condición de documental porque en los créditos finales, quienes figuran como protagonistas son «Anaïs” y “Emma”. Al ser más concentrado el arco temporal que en la película de Linklater, las mutaciones de ambas son más leves, más imperceptibles, tanto en términos físicos como de vivencias. Al finalizar (es tal la sensación de continuidad del film, que hablar de final suena como la Novena Sinfonía en mi bemol) Anaïs y Emma serán un poco otras, un poco las mismas. Como la edad que retrata, Adolescentes es una película en tránsito.

    La película es tan sencilla y directa como el título. Anaïs y Emma son compañeras del secundario, y amigas. Como el sistema educativo francés está secuenciado de modo distinto al argentino, cuando el film comienza ambas tienen 15 y cursan el último año de la primaria. El momento justo de la transición. Tienen físicos, caracteres, inserción social y destinos tan opuestos como sólo un guionista experto parecería capaz de concebir, cuestión de que le cierre el balance. O un buen director de casting, por más documentalista que sea (ver entrevista). Emma es morocha, delgada y tímida. Anaïs es pelirroja, rellenita y expansiva. Emma es hija de padres profesionales, los de Anaïs son de clase media, tirando a baja. Viven en una ciudad de provincia llamada Brive. Emma discute con su madre porque Geografía no le gusta nada. Anaïs se aburre en clase, habla con las compañeras en voz alta, protesta por lo inconducente del estudio. Ninguna de las dos sabe qué hacer después del cole. Desde lejos les ponen puntaje a los chicos, como a ellas en las pruebas, de acuerdo a lo “churros” que son. Es la edad en que unos y otras todavía están lejos. Eso va a ir cambiando.

    Lifshitz empezó a rodar en 2015, en paralelo con el ataque a la redacción de Charlie Hebdo. Por ese azar que suele signar a los documentales, Adolescentes es entre otras cosas un registro sobre el modo en que el más brutal choque de culturas, el terrorismo, la conversión del estado en estado policial, son procesados por un grupo de chicos que asoman a la vida civil. Aparece el miedo a salir a la calle, pero también la lucidez de no confundir islamismo con extremismo. Una chica sigue las secuelas del atentado en su celu, y Lifshitz filma en el mismo plano la pantalla del dispositivo y la reacción del grupo de amigos ante ese horror desconocido. La puesta en escena de Adolescentes es flexible y precisa, oscilando entre discretos planos a distancia y primeros planos escrutadores.

    Al momento de elegir especialización, Emma y Anaïs se bifurcan: la primera está entre la actuación y el cine, la segunda empieza a descubrir que le gusta atender a niños y ancianos enfermos. Empieza a atender también a su madre, cuando ésta ya no está en condiciones de desenvolverse sola: la relación se invierte. Emma sigue «echándole flit” a la suya, que como muchas parece querer manejar a la hija por control remoto. Emma, que frunce su boca de un modo que un actor profesional no podría, rumia entre dientes “no soy con otros igual que con ustedes”: autopercepción esencial del adolescente. Pronto llegará el momento de soltarse en la disco (escena de inimitable vividez), y de probar qué se siente cuando se está a solas con un chico. Se siente un poco raro. Ya habrá ocasión de hacerse amiga del deseo propio. Pero eso queda para otra película: en ésta es tiempo de adolecer. (Horacio Bernades – Página12.com.ar)

  • Directamente para Video (Emilio Silva Torres – 2021)

    Directamente para Video (Emilio Silva Torres – 2021)

    En Directamente para Video, lo que empieza como una reunión de devotos del “cine malo”, con la mítica uruguaya ‘Acto de violencia en una joven periodista’ como centro y con testimonios de Daniel Hendler (entre otros), se convierte en una investigación acerca de su elusivo director con inesperadas consecuencias

    • IMDb Rating: 6,0
    • FilmAffinity: 6,0

    Película (Calidad 1080p)

     

    En 1988 el uruguayo Manuel Lamas escribió, dirigió, compaginó y musicalizó Acto de violencia en una joven periodista, película “directamente para video” (de ahí el título) que con el tiempo se convirtió en objeto de culto de cinéfilos de ambas márgenes del Río de la Plata (así lo confirman los testimonios que ofrecen Martin Buscaglia, Daniel Hendler o Manuel Nieto allá; Santiago Calori y Federico Rotstein acá). Un film hecho sin recursos, caligrafía cinematográfica, prejuicios ni límites por una suerte de Ed Wood de Montevideo que generó miles de encuentros grupales para verla una y otra vez (sus fans eran capaces de repetir cada uno de sus insólitos diálogos) hasta que la ajada cinta del VHS dijera basta.

    Emilio Silva Torres reconstruye la historia de aquel proyecto y luego decide ir todavía más allá: sale en busca de los intérpretes que trabajaron y hasta de los videoclubistas que la comercializaron para conocer qué fue de la vida (y la obra) de Lamas. La investigación es fascinante y arroja descubrimientos insólitos.

    Lo que no termina de funcionar del todo en la segunda mitad es una suerte de ficcionalización con espíritu de película de terror, aunque Directamente para video -incluso con sus manipulaciones y engaños- jamás deja de intrigar porque el misterio de Lamas (un tipo que combinaba una pasión desbordante por el cine con una profunda misoginia) está bien construido y encuentra su resolución recién con los carteles finales. Como sostiene el título de una de las cuatro películas de ficción (además de una docena de documentales y muchos cortos publicitarios) que Lamas filmó durante su vida… Es tan fácil mentirle a los hombres.

    Para ver en un perfecto programa doble con otro film sobre “cine malo” estrenado en este BAFICI 2021: Los visionadores, de Néstor Frenkel. (Diego Batlle – OtrosCines.com)

  • Uppercase Print (Radu Jude – 2020)

    Uppercase Print (Radu Jude – 2020)

    En Uppercase Print, el dictador Nicolae Ceausescu está en el gobierno, liderando una Rumania comunista. Es el año 1981 y escribe la historia oficial con la ayuda de la Televisión Nacional. Mugur Calinescu, un adolescente de 16 años, escribe con tiza y en mayúsculas otra historia en las paredes con mensajes de protesta contra el régimen. Sus acciones se recopilan en un voluminoso archivo que mantiene la Policía Secreta (Securitate), que lo observaron, aprehendieron e interrogaron.

    • IMDb Rating: 6,6
    • RottenTomatoes: 83%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Uppercase Print, de Radu Jude, proyectada en el Festival de Cine de Sarajevo después de haberse estrenado en la Berlinale, se ha descrito como un “docudrama” en el amplio sentido de la palabra (y lo deja claro en sus primeras escenas). Tres actores de televisión gritan “¡Cuando hablamos del valor de Rumanía, Ceaușescu está en nuestras almas!”, pero cuando llega el momento de hacer una segunda toma, se hace el silencio: no hay texto en el teleprónter, y cuando se habla del valor de Rumanía, es mejor no improvisar.

    La película se basa en una obra de teatro que, a su vez, está basada en los archivos policiales secretos del caso “Fence” de 1981 –cuando Mugur Călinescu (Şerban Lazarovici), un joven decepcionado, escribió mensajes de protesta contra el régimen en las paredes–; y es el tipo de propuesta que vuelve locos a los críticos. Compleja, inteligente y exageradamente larga, se convierte a los pocos minutos en la investigación más extraña de los últimos años. La Policía Secreta busca al misterioso autor armada con unas muestras de su caligrafía, instando a los ciudadanos a “decir un NO rotundo a la situación que se desarrolla en nuestro país”, antes de compararlo con Polonia. Pronto, con la ayuda de sus expertos e informantes, encuentran al culpable. Tiene 16 años.

    Queda demostrado que Jude es uno de los directores rumanos más interesantes, ya que pasó de Aferim! a Scarred Hearts, y en este punto puede hacer cualquier cosa. Siempre dispuesto a mirar al pasado de otra forma, en especial ese pasado que otros preferirían ocultar, sin intentar oscurecer las raíces teatrales de esta historia. Sus actores están en un escenario modesto, repiten las líneas tal y como están escritas en los archivos, y con la mayor indiferencia posible, algo que hace que el espectador se incline para escuchar mejor. Las descripciones prácticas de la vida de una persona siendo destrozada lentamente dan escalofríos, al igual que observaciones como “la madre llora” leídas con cara de póquer. Pero este estilo de interpretación es sólo uno de los elementos que hace a Uppercase Print tan efectiva. La edición de Cătălin Cristuțiu también ayuda puesto que inserta varias escenas de archivo de la Televisión Nacional, como informes entusiastas sobre limpiezas de alfombras que ahora tienen lugar en el tejado, recetas de musaka o una inesperada pelea entre dos niños bailando frente a la cámara.

    El “método” de Jude es intenso y abusa de la hospitalidad. Sin embargo, su película se sumerge mucho más en una determinada época y sus contradicciones que muchos dramas prestigiosos, cargados de emociones. Y aunque “el retrato de una época a través de una persona” pueda sonar a cliché, este acercamiento resulta bastante efectivo. Hasta en los diálogos que se dicen directo a cámara, sin emociones en la cara de los actores, el sentimiento sigue ahí, y el proceso de frenar a un joven idealista, narrado en detalle, es difícil de digerir. “Te seguirán aunque pasen 10 años”, dice el actor, que repite las palabras del padre de Călinescu y, sin embargo, todo lo que se ve en la tele es, por ejemplo, una entrevista sobre los beneficios del ejercicio físico diario. Se esperan una desregulación y disociación para los años siguientes. (Marta Balaga – CinEuropa.org)

  • Años Luz (Manuel Abramovich – 2017)

    Años Luz (Manuel Abramovich – 2017)

    En Años Luz Manuel Abramovich, capturó como un intruso sonoro el meticuloso trabajo de la directora salteña Lucrecia Martel en el rodaje de su película Zama y la cálida, humana y divertida precisión con la que ajusta cada detalle que sucede en los planos de su película. «Yo estoy a años luz de poder ser la protagonista de una película”, le dice Martel a Abramovich cuando este le plantea por mail su idea de un documental que la tenga a ella como personaje principal. Lo que dice la directora es, en parte, cierto: Martel está a años luz. Del resto.

    • IMDb Rating: 6,3

    Película (Calidad 1080p)

     

    Lucrecia Martel es -con toda justicia- una de las cineastas más analizadas del planeta y Zama no fue la excepción, ya que dio lugar a El mono en el remolino, un diario de rodaje escrito por Selva Almada, y a esta película llamada Años luz.

    Para quienes crean que el de Abramovich es un simple making of de esos que podrían ir entre los extras de un DVD/Blu-ray hay que advertirles que la película tiene entidad y vuelo propios. El director incluye en distintos momentos un hilarante intercambio de correos electrónicos entre él y Martel en el que la “relación” va pasando por distintas etapas: “seducción” (no se conocían y él le propone el proyecto), dudas, fascinación, irritación, enojos… La realizadora se siente por momentos inhibida, invadida, manipulada, incómoda de aparecer en cámara, de ser observada: “Quedamos en que fuera una semana y eso es todo”, le dice la creadora de La Ciénaga y La Niña Santa a Abramovich. “Me gustaría seguir yendo a filmar el rodaje. Creo que va a quedar algo muy especial”, le responde él.

    Pero tampoco se trata de un mero intercambio de e-mails: Abramovich filma a Martel… filmando. Y también mientras piensa, mientras da indicaciones, mientras interactúa con los actores o con las cabezas de equipo con una mezcla de serenidad y convicción, mientras escucha con auriculares un diálogo que no la convence del todo, mientras fuma su cigarro. Es un placer ver cómo un director (que dicho sea de paso comparte con ella varias cuestiones respecto de, por ejemplo, el uso del sonido) la observa cual voyeur con fascinación, a la distancia justa como para no interferir pero al mismo tiempo con una capacidad infrecuente como para captar cada mínimo detalle que nos revele algo de ese meticuloso, introspectivo e insondable universo marteliano.

    Es probable que el trabajo de la directora salteña siga siendo, incluso después de apreciar Años luz, un misterio inescrutable para los cinéfilos que la adoran, pero eso no significa que la película carezca de hallazgos y valores. Si los rodajes son, por la cantidad de tiempos muertos y repeticiones, esencialmente aburridos, el realizador de Solar y Soldado logra que las bellas imágenes de Martel filmando se conviertan en una ceremonia a la que asistimos con respeto, admiración y placer. (Diego Batlle – OtrosCines.com)

  • Gods of Molenbeek (Reetta Huhtanen – 2019)

    Gods of Molenbeek (Reetta Huhtanen – 2019)

    En Gods of Molenbeek creciendo en el barrio de Molenbeek, en Bruselas, entre atentados suicidas y patrullas policiales, los amigos Aatos y Amine se plantean grandes preguntas existenciales que han ocupado a pensadores y teólogos desde el principio de los tiempos. ¿Existe un poder superior? ¿Es la naturaleza un dios? Con una claridad refrescante, los niños de seis años reducen la espiritualidad a sus principios básicos y cuestionan el propio conocimiento. El modo en que estos niños dan sentido a lo insensato y reflejan su entorno a través de la fantasía puede enseñar mucho sobre cómo y cuándo los humanos se separan de su humanidad.

    • IMDb Rating: 7,3

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    Es difícil encontrar otro lugar en Europa que se haya hecho tan famoso en los últimos años como el distrito Molenbeek de Bruselas. Pero aunque la directora finlandesa Reetta Huhtanen descubra su reciente mala fama de “hervidero de yihadistas”, está lejos de condenar a sus diversos habitantes. En su primer documental, Gods of Molenbeek, que inaugura la presente edición del Festival de Cine DocPoint de Helsinki, ese lugar que ha generado titulares acusatorios es, ante todo, un hogar.

    O eso parece para los niños que viven allí, de orígenes completamente distintos y que apenas son conscientes de ello. El chileno-finlandés Aatos, el musulmán Amine y la sensata Flo están acostumbrados a cantar “Cumpleaños feliz” en cada lengua que conocen; y, gracias a ellos, este modesto documental es encantador. Casi toda la película se desarrolla como un anuncio de Benetton donde unos niños de Bullerbyn multiculturales juegan y escuchan a las arañas, mientras la cámara los sigue al nivel de sus ojos. Hannu-Pekka Vitikainen, en su doble papel de productora y cinematógrafa, ha grabado todo en cuclillas (después de un rato, uno empieza a preocuparse por sus rodillas).

    Rápidamente, Gods of Molenbeek toma forma de película gracias a sus diálogos. En parte porque Aatos, que podría haber tenido conversaciones profundas con Jean-Pierre Léaud en Los 400 golpes, es un niño muy curioso (en especial, cuando se trata de religión). “¿Dios existe? Supongo que sí pero sólo en las historias finlandesas,” dice, pero su interés va más allá, reforzado por su mejor amigo y vecino Amine. Aatos se enfrenta constantemente a “Su” presencia y se asusta cuando otros niños lo engañan para que crea que en realidad está comiendo cerdo. “No sé si lo sé,” dice cuando le preguntan por qué no se le permite comerlo, pero él está convencido de que es una característica de un auténtico musulmán. Es esa clase de película donde las reflexiones sobre la identidad se mezclan con un comentario sobre el martillo de Thor y los hábitos alimenticios de un erizo.

    Aunque la temática y la ejecución nos resulten familiares, se trata de un trabajo muy bien hecho (en especial, cuando Huhtanen evita intencionadamente adentrarse en el terreno de lo “cursi”, gracias a la divertida Flo, que amenaza con robar el protagonismo). “Si crees en Dios, estás loco. Y si te vuelves loco, deberías decírmelo”, le dice a Aatos sobre su repentino interés por la espiritualidad. Pero aunque parezca adorable, pronto empiezan a aparecer las primeras señales de maldad en forma de murmullos que cada vez se oyen más altos y claros. Los niños, antes ajenos al sonido de las sirenas, pronto ven cómo los policías revisan sus mochilas y empiezan a distanciarse. Debería ser una película sobre Molenbeek pero, en realidad, es sobre hacerse mayor, como dice Flo, “con problemas, accidentes y mal tiempo”. Y fronteras. (Marta Balaga – CinEuropa.org)

  • Life of Crime 1984-2020 (Jon Alpert – 2021)

    Life of Crime 1984-2020 (Jon Alpert – 2021)

    Life of Crime 1984-2020 es un recorrido incansable por las calles y las cárceles de Newark, la ciudad más grande de Nueva Jersey, y una lucha desesperada por sobrevivir al enemigo más letal que jamás haya atacado Norteamérica.

    • IMDb Rating: 8,4
    • FilmAffinity: 8,3

    Película / Subtìtulo (Calidad 1080p)

     

     

  • News from Home (Chantal Akerman – 1977)

    News from Home (Chantal Akerman – 1977)

    News from Home son imágenes de la ciudad de Nueva York y sus habitantes. Sobre esas imágenes oímos leer las cartas que la madre de la directora de la película le envía desde casa, en Europa.

    • IMDb Rating: 7,4
    • RottenTomatoes: 69%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Este 2015 que, por suerte para un servidor, se nos va será recordado por los amantes del cine de autor más profundo como el de la despedida de Chantal Akerman. La directora belga siempre fue una exiliada de los circuitos de cine popular, arrastrando tras de sí una fama de autora compleja, perseguida por un tormento existencial, que supo trasladar a sus obras más aclamadas a lo largo de toda su trayectoria artística. Su cine se caracteriza por ese halo de experimentación y radicalidad que suele espantar a los cinéfilos menos acostumbrados a contemplar ese séptimo arte periférico y abrupto cincelado por esos rebeldes que luchan contra todo lo que huele a convencional. En las obras de Akerman se siente ese hastío vital sumido en intimidad, pero también esa disconformidad en contra de la sociedad donde tuvo que sobrevivir la artista belga. Un vacío que hizo tomar a Akerman la fatal decisión de acabar con su pesar poniendo así fin a esa soledad congénita plagada de preguntas sin respuesta en la que había desembocado su dolorosa estancia en este complejo mundo, envolviendo así su final de ese silencio que marcaba el curso del tiempo en sus mejores filmes.

    La hipocresía no es precisamente una de mis virtudes —sí, en este mundo hay que ser un poco hipócrita y sibilino para poder abrirse paso en medio de la irrespirable jungla en la que se han convertido las sociedades modernas—. Por ello no voy a ser yo quien alabe las bondades del cine de Chantal Akerman, sencillamente porque por un motivo u otro sus obras de ficción no han conseguido nunca convencerme. Creo que no existe película mala, sino que una película se convierte para los ojos del espectador que la contempla en buena dependiendo del momento en la que la visualizó. Quizás mis encuentros con Akerman no fueron del todo satisfactorios desde una perspectiva íntimamente personal, y por ello no logró conquistarme como si lo ha conseguido con una amplia mayoría de adoradores de la cinefilia. Pero del mismo modo, he de afirmar que desde que hace pocas horas tuve la suerte de poder disfrutar de News from Home me hallo profundamente enamorado de una de las obras más sorprendentes, tiernas, conmovedoras y también angustiosas que he podido ver en los últimos tiempos. Ello me ha llevado a la necesidad de escribir unas humildes líneas con el fin de poder desahogar el vacío y el dolor que me acecha desde que esa última imagen de Manhattan alejándose en el horizonte en medio de una atmósfera espectral y aterradora se encuentra grabada en mi memoria.

    Sí, quizás no sea nochebuena la mejor época desde el punto de vista sentimental para admirar esta obra maestra. O quizás sí, y sea por ello que la película me ha cautivado. La nochebuena. Ese día en que la familia está obligada a reunirse para disfrutar los excesos de un compendio desmesurado. Todo es excesivo. La alegría, los buenos deseos, las felicitaciones artificiales, las ganas de agradar y mostrar que formas parte de ese ambiente festivo donde las risas, el cordero y la reunión familiar se dan la mano en una explosión de felicidad que quiere ser compartida a todo el mundo. En nochebuena no existe hueco para la tristeza. No puedes acordarte de los que ya no están. Debes olvidar que te acompaña alguien cuya enfermedad está consumiendo los pocos alientos de vida que parecen emanar cada mañana. Al contrario, debes manifestar con una sonrisa tan artificial como las celebraciones navideñas que todo va bien y que compartes esas ganas de desfasar y pasarlo bien radiografiadas hasta las últimas consecuencias en todo tipo de material fotográfico distribuido sin ningún atisbo de reflexión por quienes quieren hacer partícipe a los demás de su festejo particular en este día tan señalado. En estos días el silencio brilla por su ausencia, cuando quizás éste sea el ambiente más deseado por aquellos que están viviendo un pequeño mal trago familiar.

    Un silencio que es la seña de identidad de News from Home. Y es que la obra de Akerman se alza como un decálogo acerca de la nostalgia disfrazada de pequeños retales de memoria sobre el tiempo que estuvo residiendo en Nueva York con el fin de captar las enseñanzas de una nueva generación de autores independientes como Jonas Mekas o Andy Warhol. Una aventura tortuosa y quebrada, lastrada por la soledad, la inestabilidad económica y residencial, la ausencia de ese cariño familiar —sobre todo materno— que necesitaba una personalidad tan sensible como la de la autora nacida en Bruselas, que atendiendo al desarrollo de la obra se siente padeció Akerman durante su corta estancia en los Estados Unidos.

    News from Home no es un documental al uso. Se trata más bien de un ejercicio de redención personal y autobiografía que surge de la necesidad de Akerman de compartir el dolor que la acompañó durante un breve periplo de su propia existencia vital: el que abarcó su año de permanencia en la fría e inhumana ciudad de Nueva York. Para ello Akerman apostó por construir su obra a través de imágenes sustentadas en portentosos planos fijos dotados de un misterioso movimiento gracias al continuo caminar de los diferentes personajes que aparecen y desaparecen dentro del inquebrantable plano fijo ilustrado por Akerman, pero también en virtud de esos desplazamientos de los coches y autobuses en infinita circulación por las calles y avenidas de la ciudad con sus quejosos sonidos. Una tendencia lograda desde una incipiente posición estática igualmente por ende de esa combinación de la celeridad de un metro que viaja a toda velocidad por las aceras subterráneas de la gran urbe con esa posición pasiva, indolente y ascética de sus viajeros inmersos en su propia individualidad sin que aparezca ningún atisbo de contacto humano entre individualidades diversas. Unos usuarios de metro silenciosos, solitarios, embutidos en la lectura del periódico o también enfrascados en miradas perdidas hacia el horizonte cual zombies sin alma que anhelan viajar hacia estancias menos dantescas.

    Ese movimiento granjeado de un modo absolutamente magistral, sustenta la metáfora temporal que esconde el documental. Porque News from Home se observa ante todo como un fascinante viaje emocional a través de la mente de Akerman. Una odisea alumbrada sin trampas ni cartón, sintetizada a través del poder de la imagen y de esas emocionantes y auténticas cartas que la madre de la directora belga la envió incesantemente para tratar de averiguar el estado emocional y financiero de su amada hija. Unas epístolas escritas por la madre de Akerman con un lenguaje sencillo y directo, mostrando a veces cierto desasosiego, pero terriblemente emocionales. Unas misivas que finalizan casi siempre con un tu amada madre que sin duda tocan lo más profundo del alma humana.

    Asi, el éxodo planteado por la autora de Toute une Nuit arranca con un espectacular plano fijo de una desierta calle de Nueva York en el nacimiento de un nuevo amanecer. La profundidad de la calle se adorna por una serie de edificios de construcción antigua y por el silencio… Un silencio que solo será roto por el sonido de los coches en plena circulación y por la aparición de los primeros trabajadores del alba. Pero ello no quiebra el sosiego. La ciudad se anuncia como un ente descomunal y desalmado donde los viandantes parecen evadir cualquier símbolo de comunicación bilateral. De repente la paz será vencida por una tenue voz en off que comenzará a leer la primera de las misivas enviadas a Akerman por su madre. Las imágenes no son tomadas al azar. Las mismas descifran el discurso cultivado en la correspondencia recibida. Con un Mi querida niña. Recibí tu carta y espero que me escribas a menudo se da paso al recorrido sentimental que vertebra el film. Esta primera carta denota añoranza, pero también esperanza en el incierto futuro que se abre para Akerman en una ciudad tan inhumana como Nueva York. En la misma la madre de Akerman hablará sobre la pérdida que se ha instaurado en la familia por la ausencia de la directora, pero igualmente exhibirá los buenos deseos implícitos en todo comienzo, conteniendo igualmente un punto en común con el resto de misivas: la descripción de pequeños avatares familiares ocurridos tanto al padre, al hermano como a primos y demás parientes de la autora belga.

    La culminación de la lectura se ligará con toda una serie de imágenes simbólicas —siempre con vigorosos planos fijos— que publican la soledad encarnada en las calles de Nueva York. Unos planos estáticos que como ya he comentado vierten en una extraña sensación de continuo ajetreo a través del contenido que delimita el continente de la imagen: viandantes caminando en soledad engullidos en sus prisas y temores, automóviles circulando sin rumbo ni destino conocido que evidencian la incomunicación y aislamiento inherente a ese monstruo sin rostro que adopta la figura de Nueva York.

    Y estas milimétricas y precisas imágenes estampadas por el talento de Akerman para captar la esencia del momento, seguirán acompañadas por esa voz en off que tramita las aprensiones familiares de una madre que echa de menos las cartas de vuelta de su hija. Unas cartas que a medida que avanza la película se muestran más angustiosas. Una intranquilidad alimentada por la falta de contestación de Akerman ante las dudas y preguntas que sobresaltan a su madre. Así, las misivas irradiarán ese vacío y pena familiar colmada de una incipiente depresión de la privación de la querida hija. Una separación que solo será atemperada por el ánimo que supone recibir noticias del ser querido o el desahogo que supone contar a esa descendiente perdida en medio de la gran ciudad el desaliento acontecido en el seno familiar, siendo especialmente conmovedoras esas líneas donde la madre indica a su hija la tranquilidad y serenidad que la supone visitar el mar, la exposición con todo tipo de detalles de acontecimientos cotidianos que tienen lugar en el discurrir de la vida familiar o la paz que la irradia recibir una contestación a sus cartas por parte de Akerman.

    Porque uno de los puntos que más me fascinan deNews from Home es la dicotomía que presenta entre lo impersonal —reflejado en unas imágenes de Nueva York carentes de singularidad donde la obscenidad, la soledad de unos transeúntes aislados de la muchedumbre, de unos edificios en estado de demolición que aprisionan las angostas avenidas y aceras que se elevan en el exterior de la ciudad o esos travellings tomados a bordo de un vagón de metro apático repleto de viajeros colmados de desidia e igualmente captados viajando de copiloto en un coche que absorbe el tono displicente del alma de la ciudad— y lo personal —unas cartas que se oponen a estas imágenes de las que brotan los miedos, las esperanzas y sobre todo el amor incondicional y el cariño de una madre quien trata de arropar con sus humildes letras la soledad consciente de esa hija pródiga cuya partida ha roto la estabilidad emocional de la emisora de las misivas—. De este modo Akerman presenta con un poderoso talento esa combinación entre la ausencia y la presencia, el desaliento y la esperanza, la aflicción y la ilusión en una travesía que se engloba como una especie de calvario interior para nada ajeno que traslada al espectador hacia un extraño paraíso terrenal construido en base a los paisajes salvajes de una selva morada por todo tipo de razas amenazadoras para el mantenimiento de la aquiescencia sentimental de una cineasta cuyo tormento y angustia únicamente fue atemperado por la cercanía y cariño materno.

    En este sentido, News from Home adopta la forma de un retoño vivo que alumbra su despertar a la vida gracias a un montaje increíble y arriesgado que coordina con un carácter simbólico de vértices ecuménicos el desconsuelo del mortificador e indestructible aislamiento que supura de las imágenes de la cinta, con la quebradiza incertidumbre que emana de las cartas que edifican la apuesta narrativa desplegada por Akerman. Y es que la narración a través de los sacrificados recuerdos de Akerman confieren a la cinta un halo tenebroso y fantasmal que evoca una sensación de pérdida definitiva. De elegía de la inocencia, de los deseos, de las perspectivas de vida y de la ilusión. De un tiempo perdido que jamás volverá a ser vivido. Porque como en las películas más aclamadas de la autora belga, el paso del tiempo constituye el dogma inexorable que marca la cadencia del destino.

    Resulta imposible no sentirse profundamente conmovido por una película de la talla y el calado emocional de News from Home. Porque esta es una película intrínsecamente personal que toca muy de lleno en el alma del espectador. Akerman quiso hacernos partícipes de su familiaridad y sus vivencias, pero sin querer ser sentimental ni producir urticaria. Las imágenes que emanan de la obra gozan de un cierto grado de equidistancia, hecho que incita a hacer nuestras tanto las estampas como esas cartas escritas con el corazón de una madre. Porque esos silencios conscientes son los que acechan a todos los seres humanos. Un silencio de soledad, pero también que hace reflexionar acerca de la insatisfacción que condena al ser humano a una continua lucha contra sus semejantes para tratar de alcanzar sus objetivos cueste lo que cueste, renunciando para ello a la sencillez y la felicidad que otorgan las pequeñas cosas. Una felicidad inalcanzable que nos atormenta y tortura que solo podrá ser lograda gracias a lo que sugiere ese simbólico y magistral plano final con el que Akerman pone la guinda a su pastel. Así, un barco parece alejarse poco a poco, sin hacer apenas ruido, de la vorágine de la ciudad representada por esos rascacielos que anuncian la estancia en la isla de Manhattan. De este modo, lentamente, la ciudad va alejándose y perdiéndose entre la niebla… Se trata de una despedida. De un regreso a los orígenes y a la familia. Un retorno a la felicidad gracias al abandono de ese paraje hostil morado por extraños seres individualistas adoradores de la propia satisfacción de sus necesidades. Pero… ¿será esta renuncia suficiente para hacer girar nuestra existencia hacia círculos más agradables y dichosos? La eterna pregunta que jamás tendrá respuesta… (Rubén Redondo – CineMaldito.com)

  • Fire of Love (Sara Dosa – 2022)

    Fire of Love (Sara Dosa – 2022)

    En Fire of Love Katia y Maurice Krafft amaban dos cosas: el uno al otro y los volcanes. Durante dos décadas, esta atrevida pareja de vulcanólogos franceses se dejó seducir por la emoción y el peligro de este elemental triángulo amoroso. Recorrieron el planeta, persiguiendo las erupciones y sus consecuencias, documentando sus descubrimientos en impresionantes fotografías y películas para compartirlos con un público cada vez más curioso a través de intervenciones en los medios de comunicación y giras de conferencias.

    Mejor Montaje Documental en el Festival de Sundance 2022
    Mejor documental 2022 para los Críticos de Chicago
    • IMDb Rating: 7,7
    • RottenTomatoes: 97%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Aunque el título original es el bastante más lírico Fire of Love, el elegido para su estreno en América Latina, Volcanes: La tragedia de Katia y Maurice Krafft, es todo un spoiler, aunque es cierto que la directora estadounidense Sara Dosa (The Seer and the Unseen, ReMastered: Tricky Dick and the Man in Black, The Last Season) anticipa ya desde los primeros minutos el trágico desenlace en la vida de los dos protagonistas de este documental.

    En efecto, una de las primeras imágenes de Fire of Love muestra a los franceses Maurice y Katia, quienes compartían su vida en pareja pero además eran los vulcanólogos más famosos del planeta, el 2 de junio de 1991; es decir, un día antes de su muerte por una inesperada explosión en el monte Unzen, en Japón, que terminó también con la vida de una cuarentena de periodistas que cubrían esa erupción.

    “La curiosidad es más fuerte que el miedo”, admitían Maurice y Katia en cada entrevista, mientras jugaban con la idea de vivir en una “ruleta rusa” permanente, una “existencia kamikaze” con el objetivo de apreciar la belleza volcánica en todas su dimensión y esplendor. Se arriesgaban acercándose más de lo aconsejable en cada crater que estudiaban y, por lo tanto, puede decirse que murieron en su ley.

    Construida casi íntegramente con materiales audiovisuales (de una belleza sobrecogedora) tomados del frondoso archivo que el matrimonio alimentó durante un cuarto de siglo, Fire of Love trasciende el (de por sí excelente) ejercicio de found-footage con la incorporación de algunos pasajes animados y sobre todo de una voz en off (a cargo de la multifacética artista Miranda July) que de alguna manera nos hace “presente” el pensamiento y el sentir de los protagonistas.

    Katia y Maurice se conocieron en 1966 en la Universidad Estrasburgo y desde entonces no se separaron más (aunque él armó unas películas por su lado). El documental reconstruye a partir de las hermosas imágenes que ellos mismos tomaron distintas expediciones a Islandia en 1968, a Zaire en 1973, a Indonesia en 1979 o a Colombia 1985 para visitar “famosos” volcanes como el Estromboli, el Etna, el Nyiragongo, el Santa Helena o el Anak Krakatau

    En medio de ese fascinante y peligroso universo de placas tectónicas, cráteres ardientes, magma, fumarolas y ríos de lava, el documental se permite ser al mismo tiempo profundamente humano y didáctico. Entenderemos así las diferencias entre los volcanes rojos y los grises (estos últimos los verdaderamanete peligrosos) y conoceremos el humor negrísimo al que tienen que apelar de forma casi inevitable aquellos que coquetean a cada rato con la muerte para sentir “los latidos de la Tierra”. Porque, lejos de quedarse en el espíritu estrictamente científico (que lo tiene), Volcanes: La tragedia de Katia y Maurice Krafft alcanza una dimensión espiritual y épica que lo acerca en varios pasajes al cine del gran Werner Herzog, quien supo dedicarle a este mismo universo su film Into the Inferno y también un reciente trabajo a la pareja: The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft. (Deigo Batlle – OtrosCines.com)

  • Tabloid (Errol Morris – 2010)

    Tabloid (Errol Morris – 2010)

    Tabloid es un aclamado documental que cuenta la sorprendente historia de Joyce McKinney, una ex-Miss Wyoming con un alto coeficiente de inteligencia que, en el año 1977, fue acusada de raptar a su novio, un joven perteneciente a la religión mormona, para fugarse con él

    Mejor Documental 2010 para el Círculo de Críticos de San Francisco

    • IMDb Rating: 7,0
    • RottenTomatoes: 72%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Con el estilo interrogativo y los personajes fuera de lo común que acostumbra a tener en sus filmes, Errol Morris entrega en Tabloid una de las películas más simpáticas y amenas de su carrera. El realizador de The Thin Blue Line, Mr. Death y The Fog of War, entre otros, uno de los más interesantes documentalistas estadounidenses de los últimos 35 años, encuentra un personaje que le permite hacer uno de sus filmes más juguetones, si se quiere, pero igualmente rico y ambiguo.

    Joyce McKinney es el personaje central de esta curiosa historia. Una mujer que, en los años ’70, viajó de Estados Unidos a Gran Bretaña con el objetivo de secuestrar (o rescatar, depende la versión que uno crea) al hombre que amaba para sacarlo del universo mormón en el que él participaba y por lo que se habría alejado de ella. Su «rescate/secuestro» se puso más interesante cuando, según se dijo entonces, la mujer lo llevó a una cabaña, lo ató a la cama y se dedicó a tener sexo con él durante varios días.

    El caso se hizo famoso y el personaje se transformó en una celebridad en Gran Bretaña. ¿Era una enamorada excéntrica que quería rescatar al amor de su vida y «curarlo» en la cama? ¿O una delirante que quiso secuestrar a un hombre que no la quería como ella dice? Nunca se sabrá, porque según ella a su pareja le lavaron el cerebro los mormones y siempre dirá que fue secuestrado y «torturado». Ella dice que no fue así, pero no hay testigos de esos días de sexo y cadenas.

    Ese es sólo el comienzo de la historia de Joyce, una ex Miss Wyoming que no dejó de aparecer en la vida pública con casos extraños y bizarros hasta hoy: prostitución grupal, clonación de perros, fugas varias, etc. Es un claro antecedente de la «celebrity culture» actual, bien trash, que en esos años no estaba tan explotada. Morris toma su historia y amplia el relato para contarnos como dos tabloides británicos se peleaban por su historia: uno a favor de ella y otro, en contra.

    Con el sistema de entrevistas acostumbrado de sus anteriores filmes, Morris presenta las distintas opciones y comentarios que se hacen de la/s historia/s de Joyce. Y es ella, delirante pero muy inteligente, extraña pero querible, la que enriquece su historia, la que tiene excusas y justificaciones para todo, la que nos hace pensar que no es otra cosa que la bonita chica de pueblo a la que el mundo enredó en situaciones que la excedían.

    Especie de artista conceptual de sí misma, Joyce lleva a Morris en Tabloid a reflexionar sobre esa estética y lógica del exceso, algo que él deja en claro en ciertas cuestiones de la puesta en escena, más lúdica y graciosa que lo habitual. Morris nunca juzga ni toma partido. El presenta el discurso de la protagonista, de algunos personajes que la acompañaron en sus diversas travesías y -si bien controla lo que dicen desde la edición- deja que ellos solos presenten sus casos, se contradigan o no y hagan lo que finalmente hacen los grandes protagonistas del mundo «tabloide»: tratar de venderse a sí mismos, de crearse como personajes más grandes que la vida, tan enormes como los titulares gigantes que a los pocos días se olvidan. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

  • Kurt Vonnegut Unstuck in Time (Robert B. Weide y Don Argott – 2021)

    Kurt Vonnegut Unstuck in Time (Robert B. Weide y Don Argott – 2021)

    En Kurt Vonnegut Unstuck in Time, y a casi ocho años después de su muerte, Kurt Vonnegut sigue siendo una de las figuras literarias más populares de los siglos XX y XXI. Lectores de todas las generaciones y de todas partes del mundo continúan siendo fascinados por su cómica -y cósmica- perspicacia. Sorprendentemente, todas las obras de Vonnegut se siguen pulicando y su popularidad no muestra signos de menguar. Sin embargo hasta la fecha no había un documental definitivo sobre su extraordinaria vida y obra.

    • IMDb Rating: 7,8
    • RottenTomatoes: 94%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    ¿Cómo hablar de Kurt Vonnegut sin mencionar al tiempo? Matadero 5, su obra más celebrada, habla del bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial desde los ojos de un viajero temporal. El escritor niega la linealidad de los sucesos, lo que hace que este en particular, tan terrible, lo sea aún más (“no hay nada inteligente que decir sobre una matanza”, es una de sus frases célebres). De esa manera construyó una amarga comedia sobre la cara más terrible de la raza humana. Es el tiempo tan importante que se filtra en el propio desarrollo del documental que realiza Robert B. Weide: se comenzó a rodar 25 años antes de la muerte Vonnegut, y tras esta faltaron otros 15 antes de que se decidiera a completarlo. De ahí la constante presencia del director dentro del documental (con su consiguiente disculpa a la audiencia por, parece ser, saltarse las rígidas reglas de la producción cinematográfica norteamericana). Lo que empieza como un proyecto ideado por un fan del escritor acaba deviniendo en una profunda amistad. De nuevo el tiempo haciendo de las suyas.

    Así, Kurt Vonnegut Unstuck in Time tiene una inevitable pátina nostálgica, ya que este contenido doblemente biográfico está remarcado por los diferentes formatos en los que se presentan las imágenes. Desde videos muy antiguos, pertenecientes a la infancia del escritor hasta la imagen digital de nuestros días, pasando por imágenes con textura de todas las épocas del video, desde el más casero hasta el más profesional. Todos ellos registran la comicidad inherente de Vonnegut, quien tras su traumática experiencia en la guerra “pierde interés en lo real” (algo que se acaba siendo, una vez más, una broma, ya que el propio documental muestra su resurgimiento como figura pública en los últimos años de su vida gracias a la actitud antibelicista con la que toma partido contra el gobierno de Bush y su invasión de Irak). Weide nos otorga, incluso, momentos de verdadera belleza con un Vonnegut que visita la primera casa en que vivió, donde su padre arquitecto hizo imprimir las huellas de todas las personas de la familia en la repisa de la entrada. La huella del tiempo a través de sus huellas, y el rostro del escritor mostrando todo ese dolor que ocultaba su actitud cómica.

    Estos instantes hermosos quedan empañados por la intrusión del director en la propia película. La manera en que trata la vida de Vonnegut, con delicadeza y mimo, contrasta con la hipersensibilidad, a menudo impostada, con la que habla de él y de su mujer. Su presencia como amigo del escritor y los momentos que pasan juntos se sienten naturales y plenamente justificados, pero cuando Vonnegut es desplazado y el documental pasa a ser solamente de Weide la experiencia pierde sentido. A todo esto se le suma una puesta en escena heredada del documental más televisivo, género muy trabajado por el director, que no aporta nada al relato.

    Kurt Vonnegut Unstuck in Time funciona, en definitiva, como un buen resumen curatorial del archivo personal del director, con imágenes que hablan tanto de la cara más amarga como de la más amable. Esta última es la que gana, pues gracias a la amistad que vertebra la película el espectador puede deconstruir la cansina figura romántica del artista, y ver que la creación es, en esencia, género puramente humano. (Pablo Fernández – RevistaMutaciones.com)

     

     

  • Close Encounters with Vilmos Zsigmond (Pierre Filmon – 2016)

    Close Encounters with Vilmos Zsigmond (Pierre Filmon – 2016)

    En Close Encounters with Vilmos Zsigmond recorremos la vida del director de fotografía Vilmos Zsigmond, desde las calles de Budapest a Hollywood. A numerosos artistas, como John Travolta y Nancy Allen y así como reconocidos operadores se les pide que hagan un retrato de un artista completo.

    • IMDb Rating: 7,0
    • FilmAffinity: 6,4

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

  • Los Niños de Dios (Martín Farina – 2021)

    Los Niños de Dios (Martín Farina – 2021)

    En Los Niños de Dios Francisco y Sol fueron criados fuera del sistema, en una comunidad religiosa llamada La Familia Internacional. En un intento por liberar la voz y reconfigurar el rompecabezas de la subjetividad, la recuperación del pasado a través de sus recuerdos permite exponer hechos anteriormente negados.

    • IMDb Rating: 5,3
    • RottenTomatoes: 71%

    Película (Calidad 1080p)

    https://www.youtube.com/watch?v=X2aGoxooukI&ab_channel=EscribiendoCine

     

    Para los que crecimos en los años ’80, la idea de las sectas producen escalofríos seguramente ligados a los tristemente célebres suicidios masivos que tuvieron lugar en el seno de una de ellas, liderada por un tal Jim Jones, en 1979. No fue la única, claramente: han habido otros escándalos y varios de ellos han sido reportados tanto periodísticamente como en series documentales. La famosa secta conocida como «Children of God» –llamada originalmente «The Family»– es una de esas oscuras historias, con escándalos internacionales y nacionales, ya que fue allanada en 1993 en la Argentina, con acusaciones de abusos, violaciones, pedofilia y muchas otras cosas igualmente espeluznantes.

    Farina no procede del modo convencional aquí, como era de esperar. Y se agradece. En lugar de hacer un racconto de los sucesos locales de esa secta (algo que bien podría hacer otro documental) Los Niños de Dios se centra en las experiencias de su propio familia, ya que sus tíos y primos fueron parte de esa comunidad durante muchos años y, en algunos casos, todavía conservan ciertas prácticas adoptadas en esa época. Es así que su cámara se mete en la vida de sus dos primos (Francisco y Sol), quienes lidian con la experiencia pasada, con las contradicciones internas y con su propia y devota familia mientras sus vidas privadas, en la actualidad, poco y nada tienen que ver con ese pasado.

    La observación de sus hábitos y su vida actual –hay muy bellos momentos musicales entre ambos, interpretando standards de jazz y algunas canciones religiosas– va dando paso de a poco a momentos más confesionales, a ir contando y mostrando cosas terribles del pasado. Es así que no solo vemos impactante material gráfico de la secta sino que vamos conociendo algunas de sus prácticas, siempre con la distancia que da el tiempo transcurrido. No hay una afectada sobredramatización de esas experiencias al estilo hollywoodense. Se las cuenta, casi, de manera natural, una suerte de «así eran las cosas» y ya. El resto está tallado en los propios cuerpos, en los rostros, en las miradas.

    Lo que vuelve aún más fascinante a este modo de contar las cosas, es que si bien la familia protagonista está alejada actualmente de esa secta (cuyo líder David Berg murió en 1994 y que oficialmente ya no existe hoy aunque…), los padres siguen siendo creyentes y manteniendo lo que parecen ser algunas de sus tradiciones, lo cual genera conflictos generacionales además de una manera muy diferente y contrastada de interpretar el pasado.

    Y Farina –quien ya hizo otros dos films un tanto más experimentales sobre sus familiares, Cuento de Chacales y El Lugar de la Desaparación— sabe meterse en esos quiebres de sentido, generando ideas bastante inquietantes sobre los daños y fracturas psicológicas que producen experiencias tan traumáticas como las vividas por los protagonistas. Y también sobre la posibilidad de superarlas. Los Niños de Dios es un documento excepcional. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

     

  • Terminal Norte (Lucrecia Martel – 2021)

    Terminal Norte (Lucrecia Martel – 2021)

    En Terminal Norte y durante el año que asoló la pandemia, Julieta Laso, cantora del Río de la Plata, se refugió en el Norte del país para ensayar un show que fue cancelado. Allí conoció músicas extraordinarias, con quienes cantó y conversó en largas tertulias nocturnas.

    • IMDb Rating: 6,2

    Película (Calidad 1080p)

    https://www.youtube.com/watch?v=sTLQTVpvnIc&ab_channel=Berlinale-BerlinInternationalFilmFestival

     

    La cantante Julieta Laso es el alma y guía de este mediometraje documental. Ella articula la narración y se encuentra con un grupo de mujeres en las afueras de Salta. Son cantantes, muchas marginales, que representan la lucha transformadora del arte en el norte argentino.

    Pero Terminal Norte (2021) no sólo nos muestra a su protagonista (y pareja de Lucrecia Martel), junto a su colaboradora, Noelia Sinkunas, y al maestro salteño de guitarreros Bubu Ríos. También presenta a la coplera Mariana Carrizo, la coplera trans Lorena Carpanchay de los valles calchaquíes, B Yami ícono del trap emergente, y al dúo feminista Las Whisky. Todas rodeadas de un entorno selvático cantan y charlan en una suerte de ritual de resistencia.

    Cada una expresa su punto de vista y razones para realizar su arte. Terminal Norte las describe y les da el tiempo y espacio para que desarrollen su arte. En un formato convencional, este mediometraje sería un abanico de artistas presentando sus números musicales uno tras otro. Pero en manos de Martel, la cosa llega a otra dimensión.

    Mientras escuchamos la presentación de cada una de ellas, se escuchan voces “sobre montadas” que dicen no conocer a las protagonistas. Del mismo modo aparece la necesidad de descubrirlas, intercalada, sobre expuesta, entre la música y la geografía salteña. Como las lechuzas que descubren de fondo en un video capturado por un teléfono. Lo interesante está escondido frente a nuestros ojos (y oídos). El cine está ahí, presente en este “episodio musical”, cuya construcción audiovisual desenmascara los trasfondos y sentidos detrás de las artistas. Música regional, folclore tradicional a simple vista, pero territorio de resistencia, lucha y empoderamiento femenino que dan fuerza y razón de ser a este relato.

    La extraordinaria capacidad de Martel (que escribe y dirige este proyecto producido por Contar y Rei Cine) para salirse de lo habitual e invitarnos a un viaje sensorial es maravillosa. Nos traslada a un tiempo y espacio conocido pero por reconocer, con mujeres artistas que forman parte de un colectivo cultural fascinante. Si el arte moviliza y transforma miradas y puntos de vista, este es un ejemplo sustancial. Y solo necesitó 36 minutos para demostrarlo. (Emiliano Basile – EscribiendoCine.com)

  • This Much I Know to Be True (Andrew Dominik – 2022)

    This Much I Know to Be True (Andrew Dominik – 2022)

    This Much I Know to Be True es un documental que captura la profunda amistad y relación personal y creativa de Nick Cave y Warren Ellis, mientras dan vida a las canciones de sus dos últimos álbumes de estudio, «Ghosteen» (Nick Cave & the Bad Seeds) y «Carnage» (Nick Cave & Warren Ellis). En el film se muestran las primeras actuaciones de estos álbumes, grabado en la primavera de 2021 antes de su gira por el Reino Unido, y los vemos acompañados por otros cantantes y un cuarteto de cuerda, mientras dan vida a cada canción. La película cuenta con una aparición especial de una gran amiga, y colaboradora de ambos, Marianne Faithfull.

    • IMDb Rating: 7,9
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Al principio, el único contexto que nos brinda la nueva colaboración entre Andrew Dominik y Nick Cave es el de un escueto título explicativo («Londres, 2021», reza) y el de una voz a la que no hace falta poner cara. «El mundo ha cambiado», dice, «Ahora un músico ya no puede vivir de los conciertos; ya no puede estar de gira». Nosotros vemos, leemos y oímos esto en una Berlinale engorrosamente marcada por estas circunstancias: pruebas PCR diarias, aforos limitados a la mitad, mascarillas obligatorias en interiores y, por supuesto, precaución extrema a la hora de organizar unas fiestas que han quedado prácticamente relegadas a la clandestinidad. Pero por suerte, el momento en el que tomamos contacto con This Much I Know to Be True, no es tan oscuro como aquel en que este proyecto fue filmado.

    Porque los eventos que aquí se plasman, se viven en riguroso diferido; porque aún no son tiempos para la música en directo. La sociedad Dominik-Cave sigue pues consagrada a la construcción de esos refugios que deben protegernos de los horrores que marcan nuestra vida, tanto a nivel colectivo como en un plano más estrictamente íntimo. Venimos, conviene recordarlo, de One More Time With Feeling, documental dedicado a la grabación del álbum «Skeleton Tree», proceso marcado por la muerte de Arthur, hijo del cantautor australiano. En aquel caso, el uso del blanco y negro y sobre todo el trabajo con el 3D, modelaban el espacio y el tiempo para que tanto una dimensión como la otra protegieran a un artista que sentía el vacío a su alrededor; a alguien enfrentado al abismo de tener que responder a preguntas que no tenían respuesta (obvia).

    Seis años después de aquel golpe, This Much I Know to Be True recurre al color y se olvida de las gafas polarizadas, abrazando de paso el formato de pantalla 4:3, como si las imágenes quisieran seguir arropando a las personas de las que dan fe. Una de ellas nos muestra a Nick Cave delante de un ordenador, enfrascado en una lectura que, según él mismo nos cuenta, es parte fundamental del proceso de creación en el que, de forma permanente, está inmerso. Se trata de «The Red Hand Files», la vía de comunicación directa entre el artista y sus fans. Si en la línea temporal ucrónica que Damon Lindelof exploró para su continuación de Watchmen los mortales intentaban comunicarse con el todopoderoso Dr. Manhattan entrando en cabinas telefónicas, aquí sucede lo mismo con un servicio de newsletter interactivo.

    Un rápido vistazo a dicha página web nos da una noción muy sólida del espectro de cuestiones al que Cave se enfrenta, desde «¿Cuándo vamos a poder verte en Austin?» a «Tengo 17 años, ¿qué puedes contarme sobre el amor?», pasando obviamente por el eterno «¿Por qué sufrimos?» La pantalla no sirve para marcar distancias, sino justo para lo contrario: disolverlas. Así se humaniza una divinidad amable, que usa su omnipresencia para estar cerca de quienes le quieren, y su supuesta omnipotencia para mostrarse como lo que es: un ser vulnerable, que no se avergüenza de señalar su humildad ante aquellos grandes enigmas cuya resolución exige, por lo menos, un tiempo y una dedicación igualmente sincera. Mientras, en otra casa de Londres, Warren Ellis, ese sospechoso habitual, abre su portátil y a Andrew Dominik, detrás de la cámara, se le escapa un grito de incredulidad: «¿¡Pero esto qué es!?», el músico, consciente de que a veces las palabras sobran, se limita a sonreír y a mostrarnos el desconcertante espectáculo de un escritorio que es puro síndrome de Diógenes.

    El orden (en las ideas, en las emociones) y el caos absoluto; lo divino y lo demoníaco. Esta especie de yin y yang que convive en el montaje y, por supuesto, en el mismo cuadro y pentagrama, es la escisión dualista del concepto que Iain Forsyth y Jane Pollard apuntaron en 20.000 Days on Earth, seguramente la película que mejor ha logrado plasmar a Nick Cave como objeto artístico total. Si se prefiere, como una fuente inagotable de creatividad que solo puede ser canalizada, irónicamente, a través del carácter expeditivo de esas exploraciones que, en realidad, son viajes sin retorno posible. Pasado, presente y futuro, fantasía y cine documental, introspección y ensoñación… no hay límites (formales, narrativos) dentro de la cabeza del demiurgo, de modo que estos se tienen que encontrar en la relación que este establece con sus iguales.

    Con la mayoría de integrantes de las «Bad Seeds» fuera de juego, Warren Ellis, el hombre de los mil y un documentos esparcidos por su escritorio, actúa como contrapeso para alguien que abiertamente lo ve como un estímulo, pero también como una amenaza. Al principio de This Much I Know to Be True, Nick Cave eterniza una exposición de sus últimas creaciones como escultor: una serie de figuras en las que se nos muestra al Diablo en algunos de los momentos más remarcables de su vida (su primera asistencia al colegio, el día en que contrajo matrimonio, aquel otro en que fue a la guerra…), y así se comporta la elegante y magnética presencia de este habilidoso violinista, solución en carne y hueso a otra pregunta infernal: ¿Cómo sería Niccolò Paganini si tuviera 240 años de edad?

    Con la excusa de la grabación de algunas de las canciones de «Carnage» y «Ghosteen», This Much I Know to Be True ahonda en las soledades compartidas por Nick Cave y Warren Ellis, esos dos vientos que recelan el uno del otro, pero que se necesitan (como artistas, como seres humanos) para formar ese huracán que siempre persiguen: si paran de crear, se apagan, seguro. Esto no es música, es un hechizo, una invocación; una terapia, un ritual de exorcismo, sofisticado y crudo a la vez, en el que aquellas preguntas sin respuesta con las que tanto uno como el otro tropiezan, se rebotan a las más altas (y bajas) instancias. Voces de género indeterminado, coros celestiales, orquestas filarmónicas, cámaras que no ocultan la presencia de otras cámaras, aparatos electrónicos que marcan ritmos arrítmicos… Andrew Dominik doma la tempestad con travellings circulares; con un tornado que envuelve pero que no aprisiona, y que muy gustosamente expone el artificio en el que andamos metidos.

    This Much I Know to Be True es un elaborado espectáculo que apabulla, pero que nunca se desliga de la escala humana; que se siente improvisado y premeditado, a la vez. Una conjunción de luces, sonidos y letras que no pueden retenerse en su totalidad (al menos en la primera reproducción), pero que de alguna manera u otra, calan inmediatamente. En época pandémica, y seguramente fuera de ella, las salas de cine se reivindican como el mejor sitio del mundo para disfrutar y entender esas composiciones que parecen llegadas de otro mundo: allí donde un sistema de sonido bien afinado puede descubrir todas las capas en las que estas van sedimentando; allí donde un primer plano bien tirado, no intimida, sino que crea una complicidad irrompible con el objeto de estudio. Andrew Dominik lo ha vuelto a hacer: de nuevo, su cámara no desnaturaliza, sino que atrapa brillantemente la esencia de criaturas infinitas. Así se obra el milagro: ante el privilegio de estar en compañía de Dios y del mismísimo Diablo, se aparta la vana tentación de la mitomanía, y se nos acerca al éxtasis de las verdades universales. (Víctor Esquirol Molinas – ElAntepenúltimoMohicano.com)

  • Waste Land (Lucy Walker – 2010)

    Waste Land (Lucy Walker – 2010)

    Waste Land es un documental sobre el trabajo del artista brasileño Vik Muniz, centrado en una instalación en el Jardim Gramacho, uno de los mayores vertederos de basura del mundo, en la ciudad de Río de Janeiro

    Premio del Público en la Sección Panorama del Festival de Berlín 2010

    • IMDb Rating: 7,8
    • RottenTomatoes: 90%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Vik Muniz (1961, Sao Paulo) es un artista que no se reconoce como tal. Nunca quiso serlo hasta que una bala perdida le llevó a Nueva York con 22 años. El arte le dejó fascinado. Así es como Vik Muniz se convirtió en un retratista de su mundo. De sus recuerdos. Recuerdos que a veces son imágenes de otros, grabadas como un hito importante en su memoria. Iconos de masas, víctimas de la era de la reproductibilidad que cuestiona como algo personal y universal de muy distinta manera. Transmisible al resto del mundo como una pregunta: “Disfruto viendo cómo reacciona la gente […] los artistas somos mejores haciendo preguntas que contestándolas”. A nosotros nos toca interactuar con sus recuerdos y decidir si los compartimos, le devolvemos la pregunta o los seguimos desarrollando a través de nuestra propia existencia.

    “A a veces para crear algo nuevo hay que olvidar lo que significa la palabra nuevo”. Muchas de sus obras reproducen las de otros artistas: la Medusa de Caravaggio, la Gioconda de Andy Warhol, el retrato del Che Guevara… pero no como simple reproducción versión o copia, sino como parte de un significado justificado por un elemento esencial en el contexto del momento, y como parte de un estilo personal del que se han apropiado –como una forma de reproductibilidad técnica- centenares de artistas y artesanos callejeros. Hilo, azúcar, espaguetis, chocolate, agujas, arena y hasta nubes. Cualquier materia es válida para aportar simbolismo a la obra. Obras tan efímeras como reproductibles. Con un proceso creativo de ida y vuelta: fotografía, proyección-dibujo-fotografía. El original dibujado desaparece dejando todo el trabajo posterior de comunicación a la fotografía. ¿Fotógrafo? Tampoco se considera uno de ellos. Influido por el arte pop (incluyendo sus inicios en la publicidad), el arte povera, el minimalismo, el foto realismo de Chuck Close, la obra de Joseph Beuys, el cine y los propios recuerdos de su infancia y juventud en Brasil; la obra de Muniz intenta acercarse a todo tipo de personas: entendidas y ajenas al arte, de las clases altas a los más pobres.

    La documentalista londinense Lucy Walker, nominada en dos ocasiones al Oscar, por el documental pertinente y por el corto documental The Tsunami and the Cherry Blossom (2011), es experta en contar caminos vitales, de superación, transición y cambio (Devil’s Playground, A ciegas, The Crash Reel). La eterna duda del documentalista ¿involucrarse o no? No es para ella una cuestión: “¿Deben interferir los documentalistas en la vida de las personas objeto de su trabajo? No creo en la objetividad […] Tu presencia está cambiando algo; no hay duda. Y tú tienes una responsabilidad”. Waste Land es una muestra clara de esta filosofía traspasada arte de Vik Muniz, cuya serie de retratos con basura (o material reciclado) de los trabajadores del vertedero de Jardim Gramacho (Río de Janeiro), sirvió para ayudar a estas personas, muchos de ellas metidas entre montañas de basura desde la infancia: “No creo en el arte que se origina en una idea o un mensaje político que luego se vuelve arte. Pensar en hacer arte para defender a los oprimidos, eso no es hacer arte, es hacer política. Si en el camino de hacer arte, de buscar concretar una idea artística, se puede transmitir un mensaje político, eso es otra cosa”.

    El trabajo que muestra el documental Waste Land recuerda a los Niños de azúcar –hito en la carrera del artista-, donde retrató a los hijos de una plantación de caña de azúcar con eso mismo: azucar. Lucy Walker, a quien el tema de la basura, como esta habla del ser humano, su transformación y cambio, así como los grandes espacios en los que se amontona, le llamaba especialmente la atención, rueda con el interés del documentalista, la pasión del cineasta, el cariño de alguien totalmente implicado y el amor por el arte. Casi sin darnos cuenta que estamos caminando hacia delante al son de la banda sonora de Moby: conocemos al artista, el contexto social de Río, la vida de los trabajadores del vertedero, como grupo, dentro de su asociación ACAMJG (the Association of Recycling Pickers of Jardim Gramacho) y como individuos, sus vidas, sus intereses (algunos realmente sorprendentes y todos menormente interesantes), sus sueños… no hay lugar para la pena y la compasión. La dignidad eclipsa el olor de la basura y cualquier vergüenza que pueda conllevar la profesión: no son basureros, trabajan con material reciclable y hacen un bien inmenso a la sociedad y al mundo. Y casi sin darnos cuenta llegamos al final, donde la emoción del proceso artístico (que se viene desarrollando desde el inicio en forma de idea y llega hasta el mismo final de la subasta, la compra, la exposición y la reproducción) se mezcla con la emoción humana. Porque un documental puede emocionar tanto como una película de ficción. Y el arte, como no, es siempre pura emoción.

    Waste Land -en mi opinión, uno de los mejores documentales sobre arte contemporaneo- es una fusión de emociones: la del mejor documental de Lucy Walker, la de una de las obras más interesantes de Vik Muniz y la de una historia de dignidad que nos enseña que la belleza está en cualquier parte. Ya lo decían los pintores realistas: todo es digno de ser pintado. (Lucía Perez García – LaBrújulaDelArte.com)

    “El momento en el que una cosa se transforma es el más bello de los momentos”. Vik Muniz, Waste Land.

  • Flee (Jonas Poher Rasmussen – 2021)

    Flee (Jonas Poher Rasmussen – 2021)

    En Flee, un refugiado afgano residente en Dinamarca acepta contar su historia personal con la condición de que no se revele su identidad. Para lograr tal propósito, el director decidió emplear un estilo de animación que no sólo protegía al protagonista, sino que potenciaba su historia.

    Mejor Película Independiente en los Premios Annie 2021
    Premio del Jurado – Documental (World Cinema) en el Festival de Sundance 2021
    Mejor Documental, Mejor Film Animación y Premio University en los Premios del Cine Europeo 2021

    • IMDb Rating: 8,0
    • RottenTomatoes: 98%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Aunque el cajón de sastre de los géneros cinematográficos sea una herramienta fantástica que permite clasificar todo tipo de producciones para, así, facilitar la comunicación entre espectadores, críticos, cineastas o curadores, es propenso a dibujar una serie de líneas que discriminan largometrajes de forma artificial y que favorecen prejuicios y afirmaciones mucho menos veraces de lo que podrían parecer a simple vista.

    Entre ellas, se encuentran la de catalogar la animación como un género en sí y no como una técnica más, empleada para moldear un relato —ahí están títulos tan brillantes como A Scanner Darkly para difuminar estos falsos límites—, o la idea de que documental y ficción pertenecen a mundos diferentes cuando, en realidad, comparten infinidad de engranajes narrativos y no difieren en absoluto en lo que respecta a su capacidad de impacto sobre el espectador.

    Con Flee, el cineasta danés Jonas Poher Rasmussen destruye por completo cualquier tipo de barreras preconcebidas al hibridar animación y documental en una de las cintas más extraordinarias que llegará a nuestros cines a lo largo de este 2022. Un desgarrador viaje al corazón de su protagonista —protegido por trazos de dibujo y capas de color bidimensionales— y a los horrores de la guerra que demuestra que la emoción más pura no entiende de etiquetas.

    La simple naturaleza del filme —producido, entre otros, por Riz Ahmed y Nikolaj Coster-Waldau— y el modo en que reivindica la animación como mecanismo y no como género, lo convierten de por sí en una pieza tremendamente especial. Y es que, si Rasmussen ha dado forma a su obra sustituyendo fotogramas por lienzos, ha sido para ayudar a mantener en el anonimato a Amín, un refugiado afgano sumido en una búsqueda permanente de un hogar —y del significado real del término—, y cuya condición para participar en el proyecto fue preservar su identidad.

    Durante sus imprescindibles 90 minutos de metraje, Flee pasa de puntillas por el conflicto bélico en Afganistán, explorando sus entresijos geopolíticos y sus terribles consecuencias para la población local con acierto, pero sin ir más allá de lo contextual, para poder centrarse en su verdadero núcleo: el corazón y la vida de un Amín que transpira humanidad, y que sirve de maestro de ceremonias en una historia demoledora y llena de contrastes sobre el descubrimiento personal y el instinto de supervivencia.

    Entre los sólidos cimientos del drama sobre la migración que mueve el largo, la animación se eleva como un elemento esencial a la hora de catalizar la emoción; regándolo de sorprendentes matices que invitan a conectar de un modo inesperadamente visceral con el protagonista —puede que con mayor intensidad que si hubiese tenido un tratamiento de acción real—, y virando entre un estilo «tradicional» con voluntad narrativa y uno con trazas más experimentales que capturan el terror y la ansiedad de algunos pasajes realmente asfixiantes.

    Con Flee y su atípica concepción, la cada vez más difusa barrera entre realidad y ficción se diluye hasta prácticamente desaparecer, haciendo aún más sobrecogedores los momentos más dramáticos —impecable la integración esporádica de metraje real— pero, al mismo tiempo, permitiendo que los pocos pasajes luminosos lo sean aún más. Y, en última instancia, todo esto se traduce en un más que probable flujo de lágrimas, algunas mucho más amargas que otras, tan trascendente en su fondo como en su habilidad para hacer que nos replanteemos cómo miramos el cine. (Víctor López G. – Espinof.com)

  • The Most Beautiful Boy in the World (Kristina Lindström y Kristian Petri – 2021)

    The Most Beautiful Boy in the World (Kristina Lindström y Kristian Petri – 2021)

    The Most Beautiful Boy in the World se remonta a 1971, con motivo del estreno mundial de Morte a Venezia, el director italiano Luchino Visconti proclamó a su Tadzio como «el chico más hermoso del mundo». Una sombra que hoy, 50 años después, pesa aun en la vida de Björn Andresen. Una película sobre el precio de la belleza.

    • IMDb Rating: 6,8
    • RottenTomatoes: 81%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Festival de Cannes, 1971. En medio del estreno de Morte a Venezia, su director Luchino Visconti proclama a su joven protagonista, Björn Andrésen, como “el chico más bello del mundo”. Desde entonces, el filme cambia la vida del adolescente que encarnó al legendario Tadzio, en la adaptación de la novela de Thomas Mann, cuya versión italiana cautivó al público y dividió a la crítica.

    Un sector la consideró una obra maestra automática. Otros denostaron su mirada decadente, autobiográfica y babosa, que representaba el deseo del autor con vapores, sudores y redundancias operáticas, por cortesía del actor Dirk Bogarde, al compás de Mahler. Un resumen del kitsch, del qualité modernista, que circulaba por aquel entonces en Europa, tras el declive de las vanguardias de la posguerra.

    A la distancia, Morte a Venezia describe el fin de una era, el cierre de un ciclo, el eclipse de una generación que se consagró antes en los cincuenta y sesenta, topándose con un recambio que ya venía anunciado el propio Visconti en Il Gatopardo. Luego, los chicos del baby boom tomarían el control de la industria, mientras sus antecesores resentirían el golpe, declarando egocéntricamente la muerte del cine, que en realidad era la de ellos y de su etapa.

    Internamente el séptimo arte atravesaba por una de sus crisis, una de sus fases de transición y Morte a Venezia ocuparía un escenario de conflicto, donde se cobraron algunas víctimas, se elaboraron duelos y surgieron mártires que todavía reclaman un derecho a réplica, desde una contemporaneidad revisionista, altamente problemática.

    No en balde, la revista Perro Blanco lleva tiempo debatiendo sobre la deriva actual del género documental, sobre la manía de corregir y cancelar el pasado, a partir de una memoria herida, bajo la influencia de la nueva corrección política. En tal sentido, despierta preocupación que se pretenda condenar la creación libre de un autor en el pretérito, de una película clásica, de un largometraje de otro tiempo, al ponerlo a dialogar forzada y maniqueamente con las ideas circunstanciales del presente.

    Hay un cierto cine progresista, de circulación en Festivales, que se dedica a reconstruir los horrores del vano ayer, con un sentido del morbo que se disfraza de campaña reivindicativa.

    Todo ello se activa y detona con el lanzamiento de The Most Beautiful Boy in the World, el documental que fascinó al público de Sundance y que hoy nos llega por servicio de streaming, narrando la fragilidad existencial y la depresión del actor Björn Andrésen en el milenio, después de conquistar al globo como Tadzio en el siglo XX.

    Hablamos de un meta réquiem del cine, que recurre a procedimientos de contraste entre la realidad vigente del hombre en ruinas y el espacio prometedor del casting de Morte a Venezia, cuando los productores y creadores visualizaban sus sueños, a costa de los futuros traumas de sus figurantes. En años recientes, el propio documental ha buscado sembrar su conciencia culposa, acerca del tema, con propuestas como Showbiz Kids, relatando las angustias y tragedias de las estrellas prematuras que devoró el monstruo de Hollywood Babilonia. Son trabajos al límite del exorcismo, del sadfishing y de la autoindulgencia, ilustrando la compasión de los egos trastocados por la industria, muchos con razón y juicio, algunos participando del juego para recibir un pago y apostar a que se consume el mito del segundo aire. Val, que me gustó por su excentricidad naiff, tiene bastantes elementos y condimentos de la receta que he señalado.

    The Most Beautiful Boy in the World transita por la misma vereda, pero tiene más enfermedad de importancia, más conciencia de su dominio técnico y de su reflexión histórica, inspirándose en Visconti y el cine sueco. El filme encontró un sujeto con el que plantear un auténtico ejercicio de crítica contra ciertos mecanismos del cine, como lo puede ser la explotación laboral de la infancia y de la pubertad, sin anticipar las consecuencias o evitar los daños colaterales. Björn Andrésen expresa una objeción válida respecto a su papel en Morte a Venezia, al sentirse deshumanizado y cosificado, al circunscribirle un aura de perfección estética que le abriría puertas en la publicidad y los medios de comunicación, pero que lo convertiría en un estereotipo con fecha de caducidad.

    Björn Andrésen luce irreconocible en el tiempo presente, ocultándose en un look de hippie, de anciano ahora prematuro que está al borde del paro y la indigencia. Una doble muerte en Venecia se va urdiendo en el documental, dejando que la fotografía, en un impecable formato de alta definición, capture la vejez que anticipa el réquiem, el funeral, el cementerio de las luminarias que consumimos en la pantalla. Melancólica y nostálgica, la película persevera y se impone por una energía, por una cuestión motora, por una mezcla de sonido e imagen que solo emana del cine. Así que vean The Most Beautiful Boy in the World para aproximarse a una conversación íntima que funciona como terapia colectiva. (Sergio Monsalve – PerroBlanco.net)

  • Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films (Mark Hartley – 2014)

    Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films (Mark Hartley – 2014)

    Luego de Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films, ¿qué tendrá la Cannon para inspirar no uno, sino dos documentales? La respuesta es fácil: cinefilia sin complejos, descaro y dos grandes cerebros, Menahem Golam y Yoram Globus. Electric Boogaloo analiza las demenciales estrategias publicitarias con que la productora sacudió los cimientos de Hollywood.

    • IMDb Rating: 7,4
    • RottenTomatoes: 82%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Siguiendo la estela de Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation! (2008) y Machete Maidens Unleashed! (2010), que se encargaban de analizar, respectivamente, el cine exploitation producido en Australia y en Filipinas, Mark Hartley continúa su periplo por las cinematografías más singulares del planeta con el repaso a una de las productoras más emblemáticas de los años 80: Cannon Films. No hace mucho, en esta misma revista digital, José Luis Forte reseñaba el libro que un servidor y sus locos compañeros de Applehead Team Creaciones editamos para glosar la vida, obra y milagros de Menahem Golan y Yoram Globus. El documental de Hartley, si bien no añade más información que la vertida sobre el libro, es un complemento perfecto para los que lo hayan leído y quieran atacar a sus sentidos con reclamos audiovisuales de innegable poder: escenas de rodaje de sus películas más famosas, fragmentos de los tráilers, secuencias memorables, imágenes de archivo con Golan y Globus en plena faena (la mayoría de ellas, eso sí, ya vistas en un documental de la BBC de 1986 titulado The Last Moguls)… Tanto si han leído el libro como si no, si son de los que se dejaron sus ahorros en el videoclub alquilando una y otra vez las cintas de Dudikoff, Bronson, Norris y Van Damme, Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films es el documental que no querrán perderse por nada del mundo, ya que en él descubrirán los entresijos de algunas de sus películas favoritas y entenderán mejor por qué éstas eran como eran, qué les llevaba a Golan y Globus a darles luz verde y por qué algunas se quedaron solamente en un estado embrionario y no llegaron a nacer jamás. Para los que sólo conozcan el fenómeno de la Cannon de una manera más superficial pero les interese saber algo más sobre un innegable referente de la cultura popular, el estudio de Mark Hartley puede reservarles algunas sorpresas que no conviene desvelar y que hacen del caso Cannon una de las más fascinantes, imprevisibles y rocambolescas anomalías de la industria del cine de finales del siglo XX.

    Porque, y esto lo representa muy bien Hartley, hay mucho más detrás del logo de la Cannon que hiperbólicas epopeyas fascistoides, aventuras protagonizadas por ninjas o películas de Breakdance o Lambada. Por supuesto, eso es lo primero que se nos viene a la memoria cuando echamos la vista atrás y esbozamos una sonrisa cómplice que, en muchos casos, esconde la más pura felicidad (y en otros, lamentablemente, la condescendencia). Pero tras todo lo que recordamos, la Cannon escondía, sobre todo, el deseo de dos enamorados del cine que dejaron su Israel natal para conquistar Hollywood, comprar un viejo sello en decadencia y convertirlo en una major que pudiera medirse las caras con Warner Bros., Twentieth Century Fox o Universal Pictures. Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films deja claro que no lo consiguieron y se molesta en explicar por qué. Pero también expone hasta qué punto rozaron con los dedos ese sueño y por qué no fueron capaces de agarrarlo y convertirlo en realidad. En este sentido, Hartley no sólo apunta a la tosquedad con la que Golan y Globus afrontaban sus proyectos, a esa temeridad que les hacía inventarse guiones sobre la marcha, vender películas de las que sólo tenían un cartel y un título o entrevistarse con un mono. También apunta con el dedo a la hipocresía con la que la crítica, parte del público e incluso algunos de sus colaboradores más cercanos recibían cualquier producto de la Cannon, ya fueran sus actioners más formulaicos o sus títulos más ambiciosos desde un punto de vista artístico. Recordemos que la Cannon fue la casa de Sam Firstenberg y Albert Pyun, pero también acogió a John Cassavetes, Jean-Luc Godard o Franco Zeffirelli cuando ya nadie más daba un duro por ellos. Sin embargo, como bien dice alguno de los muchos entrevistados que aparecen en el documental, cualquier película que fuera precedida por el logo de la Cannon perdía automáticamente su prestigio. Algo que hizo que incluso alguna maravilla como Runaway Train, de Andrey Konchalovski, pasara desapercibida para la mayoría de críticos, con la excepción de un Roger Ebert que la calificaba como “una de las mejores películas de aventuras” que había visto en su vida.

    El documental, no obstante, y a pesar de poseer un inevitable carácter reivindicativo (y eminentemente festivo), no es una hagiografía de Menahem Golan y Yoram Globus. Es más, supone una plataforma perfecta para que algunos de los que trabajaron con ellos se desahoguen a gusto y vuelquen su disconformidad con lo que tuvieron que hacer en su momento. Algunos se lo toman con ironía y utilizan el sentido del humor cuando recuerdan cómo tenían que actuar en taparrabos (“Me sentía un poco ridículo haciéndolo”, dice Dolph Lundgren sobre su papel en Masters of the Universe), o cómo los presupuestos de la Cannon decrecían en torno al 80% desde que se anunciaban hasta que finalmente se concretaban (Richard Chamberlain, que fue Allan Quatermain en dos cintas para la Cannon, explica cómo se daba cuenta de que aquello que estaban haciendo no podía estar más lejos a nivel presupuestario de Indiana Jones). Alex Winter, el añorado Bill de Bill & Ted’s Excellent Adventure y Bill & Ted’s Bogus Journey, se muestra algo más duro con la metodología de Golan y Globus, con los que trabajó en Death Wish 3, Michael Winner, (1985), su debut en el cine. Pero ninguno llega tan lejos como Laurene Landon, la protagonista de America 3000 (David Engelbach, 1986): mostrando una copia en VHS de su película (la única que posee, dice), enciende un mechero y prende fuego a la carátula mientras declara “Esto es lo que pienso de Cannon Films”.

    Quizá temiendo que algo así pudiera pasar, Menahem Golan y Yoram Globus rechazaron la invitación de Hartley para aparecer en este documental. Y, en un gesto que dice mucho sobre lo astutos que siempre han sido, se sacaron de la manga su propia biografía audiovisual, The Go-Go Boys: The Inside Story of Cannon Films (Hilla Medalia, 2014), que consiguieron estrenar en Cannes antes que el trabajo sobre el que nos ocupamos en esta reseña… y poco antes del fallecimiento de Golan, a quien Hartley dedica su documental sin resentimiento alguno. A falta de ver The Go-Go Boys, que supongo que ofrecerá una visión mucho más amable e idealizada de la compañía, Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films es un resumen perfecto de lo que fue la Cannon: atrevimiento, inconsciencia, diversión, eclecticismo, ambición y locura. Un fenómeno irrepetible (aunque sí imitado, como también se explica al final del film), que merecía un estudio de estas características en el que el entusiasmo y la nostalgia no tuvieran que estar necesariamente reñidos con la revisión crítica y la necesaria contextualización. Justo como sucede en nuestro libro. Larga vida a la Cannon. (Pedro José Tena – ElAntepenúltimoMohicano.com)

  • Kinshasa Makambo (Dieudo Hamadi – 2018)

    Kinshasa Makambo (Dieudo Hamadi – 2018)

    Kinshasa Makambo transcurre en enero de 2015 cuando el Presidente de la República Democrática del Congo, Joseph Kabila, recurrió a una enmienda constitucional para poder ser elegido presidente por tercera vez. Esta película documenta las manifestaciones posteriores y sigue a tres personas de la resistencia.

    • IMDb Rating: 6,6
    • Rotten Tomatoes: 100%

    Película (La copia viene con varios subtítulos, entre ellos el español)

     

    En el apartado de Wikipedia correspondiente a la República Democrática del Congo, la entrada “Cultura” incluye referencias a la música, gastronomía, turismo y deportes de ese país del centro de África. Ninguna que refiera a cine. De ese origen es sin embargo el autor de films de no ficción Dieudo Hamadi, que no resulta desconocido en el circuito de festivales de cine internacionales. Nacido en 1987 y abocado a la realización de documentales políticos, Hamadi cuenta a la fecha con cinco films, de los cuales los más recientes, Kinshasa Makambo y Downstream to Kinshasa (conocido también por su título en francés, En route pour le milliard) fueron parte de la Berlinale 2018 y Cannes 2020. Éstas son las que ahora estrena la plataforma Mubi, que en su momento programó las tres primeras películas de Hamadi. De ellas se comenta Kinshasa Makambo, dado que Downstream to Kinshasa no se presenta con subtítulos en español.

    El opus 4 de Hamadi transcurre en los meses previos a la elección presidencial congolesa de 2016, en las que el presidente Joseph Kabila, en el poder durante una década, se postula para un tercer mandato. Lo cual es anticonstitucional. Ante esta situación, sectores de la población reclaman su renuncia, con una organización que por lo que puede verse es entusiasta pero no del todo amalgamada, y que incluye marchas, movilizaciones, quema de vehículos y enfrentamientos con la policía. En la más violenta de esas confrontaciones, que tuvo lugar el 19 de setiembre de 2016, se registraron diecisiete muertos. Narrada desde el punto de vista de un grupo de resistentes -del cual, tal como indica alguna referencia a cámara, el realizador parece formar parte-, para estructurar el relato Hamadi elige seguir a tres protagonistas. Uno de ellos acaba de salir de prisión, otro viene de una experiencia como trabajador indocumentado en Estados Unidos, el tercero está de vuelta en Kinshasa luego de una temporada en su ciudad natal.

    Con algunos fragmentos que se perciben guionados y “actuados”, Kinshasa Makambo tiene lugar en dos espacios: las calles, que los grupos de manifestantes toman con frecuencia, y los interiores donde se reúnen a discutir política y estrategia. Las escenas callejeras incluyen corridas y piedrazos, mientras que en sus reuniones los militantes comienzan mostrando unidad, para dar paso a grietas cada vez más visibles. De allí tal vez el “makambo” del título, que en idioma lingala quiere decir “dolor de cabeza”. Expresando en términos de puesta en escena el lugar que ocupa el realizador en relación con lo que narra, en ambas series narrativas la cámara es una protagonista más, frecuentemente llevada en mano por el propio Hamadi, sobre todo en exteriores. Sigue a los protagonistas con travellings hacia adelante, mientras que en las escenas de corridas el camarógrafo pierde control del dispositivo, generándose sacudones visuales en los que la forma se hace una con aquello que documenta.

    Un brusco corte en el relato abre en él una cisura, tal como sucede con la oposición al gobierno de Kabila. Ese corte se manifiesta durante un enorme acto de masas cuyo principal orador es Étienne Tshisekedi, líder octogenario que propone una salida dialoguista. Algunes manifestantes lo presionan para endurecer su posición y esas dos posturas signarán de allí en más la interna de los militantes, alineados en bandos cada vez más opuestos. El film de Hamadi vira de una primera parte en la que da la sensación de que “el grueso del pueblo” marcha unido contra el gobierno, a una segunda mitad donde esa unidad se resquebraja. Renegando de resoluciones tranquilizadoras, Hamadi deja esa escisión tal como parece haber quedado en los hechos: en estado de tensión. (Horacio Bernades – pagina12.com.ar)

  • Jodorowsky’s Dune (Frank Pavich – 2013)

    Jodorowsky’s Dune (Frank Pavich – 2013)

    Jodorowsky’s Dune cuenta como en 1975, el polifacético artista y director de culto Alejandro Jodorowsky soñó con un proyecto: la adaptación de la novela clásica de ciencia-ficción Dune, de Frank Herbert. Junto al guionista de Hollywood y maestro de efectos especiales Dan O’Bannon, el (futuro) diseñador de Alien H.R. Giger y el artista de cómics Jean “Moebius” Giraud, todos bajo la dirección de Jodorowsky, Dune sería una superproducción cuyas cotas de ambición sobrepasaban todos los límites. Un sueño que se derrumbó antes de poder alzarse. Al fin, tras cuatro décadas, un documental nos desvela el film que pudo ser el Dune de Alejandro Jodorowsky, documental que emplea un enfoque similar a Lost In La Mancha de Terry Gilliam, y que nos permite descubrir entrevistas con sus principales artífices y una inmersión en todo el trabajo de pre-producción creado para la cinta.

    Premio del Público en el Festival de Sitges 2013

    • IMDb Rating: 8,1
    • RottenTomatoes: 98%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Hay muchas grandes películas que nunca han llegado a existir. Proyectos soñados que van desde el Superman de Tim Burton a The Island of  Dr. Moreau de Richard Stanley o, por supuesto el Napoleón de Stanley Kubrick. Pero ninguno de ellos duele tanto en la comunidad cinéfila como el Dune de Alejandro Jodorowsky. Viendo las nuevas imágenes de la versión que ha dirigido Denis Villeneuve es inevitable pensar en el gran proyecto frustrado del director y artista chileno. Y es inevitable porque sigue permaneciendo en el tiempo, como una herida abierta que ha entrado en la leyenda gracias a su legado silencioso: cómo creó un equipo que ha participado y dejando ideas perdidas del proyecto en la crema del género. Hasta ahora había mucha información sobre el proyecto, mucho arte conceptual e historias contadas por sus protagonistas, pero nunca habíamos visto cómo todas esas partes jugaban juntas para formar un todo, y no hay nadie mejor para contarlo que el propio director (o no-director) de la locura que habría supuesto su visión de la novela de Frank Herbert.

    Ante todo, hay que tener en cuenta que Alejandro Jodorowsky es un cuentacuentos nato, para algunos un genio, para otros un charlatán. Lo que queda claro con Jodorowsky’s Dune, en forma de entrevista “ilustrada”, es que alberga una pasión por el proyecto que parece no haber perdido a sus 84 años —en el momento del rodaje—, y habla del mismo como si aún los estuviera explicando a sus inversores. Desde luego, Jodo, como lo llaman sus conocidos, ha demostrado que es bastante más que un Paulo Coelho del surrealismo.

    En su exposición, el director de El Topo (1970), demuestra un gusto exquisito por el arte y el diseño, estar al corriente de tendencias y el trabajo de otros autores de cine y todas las disciplinas, incluso en la actualidad. Para crear su visión, Jodo quiso rodearse de un equipo de genios. Algunas opiniones algo torpes lo dibujan como un amateur caprichoso que busca entrar como un elefante en una cacharrería, pero el trabajo de Frank Pavich en Jodorowsky’s Dune pone en contexto el trabajo previo del artista y se dedica a alinear culturalmente sus intenciones con los setenta.

    Se cree que si llega a haber sido filmada Dune habría sido un desastre, un totum revolutum sin sentido. Tan solo los planos espaciales que presenta habrían supuesto una revolución en narrativa space opera, pese a que algunos creen que sería como una de esas explotaciones italianas de Star Wars, olvidando que esta todavía no había sido rodada. El libro de storyboards que contiene la película en viñetas solo ha sido “visto” de boca de Jodorowsky por Nicolas Winding Refn, que afirma que habría sido absolutamente revolucionaria.

    Claro que Refn puede que tan solo esté fanfarroneando porque solo él ha tenido dicha oportunidad. Independientemente de ello, es un proceso fascinante ir descubriendo cómo Jodo fue buscando a sus “guerreros” para componer el equipo de artistas que compondrían los “vengadores” del proyecto. Desde H.R. Giger y Dan O’Bannon a Pink Floyd y Dalí, es una idea tan megalómana que no hay forma de imaginar qué habría resultado al final. Lo que queda claro es que es un film que todos habríamos querido ver. Es demasiado grande como para no soñar con él. Y aunque las realidades de la industria impidieron que Jodorowsky lo dirigiera, por falta de confianza para unos, presupuesto irreal para otros, la parte más increíble del documental viene en su clímax, cuando se revela cómo el storyboard preconfigura decenas de trabajos míticos del cine fantástico y de ciencia ficción. Desde Star Wars a Alien, pasando por Raiders of the Lost Ark, Contact, Flash Gordon y tantas otras en las que el equipo estuvo involucrado.

    Por supuesto, mucho de ese germen se deja notar en el trabajo de cómic de Jodorowsky. Mucho de lo que vemos está impreso en El Incal, considerado una obra maestra del cómic, que debería ahuyentar los escepticismos de cara al film que nunca fue. Resulta conmovedor el relato de un Jodo aliviado al ver que la versión de David Lynch fue un fracaso, sin dejar de reconocer en el americano a uno de los grandes artistas del siglo XX. Jodorowsky’s Dune acaba siendo una revelación, un secreto desvelado y sobre todo, un manifiesto de que el noveno arte puede contener a todos los demás.

    Jorodowsky’s Dune nos habla del verdadero poder del cine y recuerda que lograr lo increíble es tan sencillo como formar una visión ambiciosa, dando un bofetón en la cara que grita que el arte está esperando a removerse, en las millares de cuentas de Instagram llenas de diseñadores y artistas que pueden remodelar las aburrida manufactura puritana del blockbuster actual. Casi da pena que, incluso con un nombre como Lynch o Villeneuve, es imposible no sentirse decepcionado tras saber que en la dinámica de mercado actual, es imposible ver algo que nos conmueva como lo que imaginó el director de Santa Sangre. (Jorge Loses – Espinof.com)

  • Gunda (Viktor Kossakovsky – 2020)

    Gunda (Viktor Kossakovsky – 2020)

    Gunda es la protagonista de este tríptico documental en blanco y negro. Cuida de sus hijos, los acompaña en sus descubrimientos y luego se toma un pequeño respiro para recargar energías. Se acerca curiosa a la cámara. ¿Sabe cuál será su destino? ¿Qué es lo que estará pensando? ¿Qué pensará de nosotros? Gunda es uno de los varios cientos de millones de cerdos que habitan en el planeta, junto con mil millones de reses (representadas en este documental a través de dos vacas), y más de veinte mil millones de pollos. Estén jugando en el barro, sacudiéndose las moscas o buscando gusanos, todos ellos son héroes.

    • IMDb Rating: 7,3
    • Rotten Tomatoes: 97%

    Película / No requiere subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Gunda es una cerda que acaba de parir una decena de lechones. La vemos alimentarlos mientras las crías crecen. Luego nos concentraremos en las desventuras de un gallo con una sola pata. Y poco después nos adentraremos en la cotidianeidad de unas vacas en medio de una nube de moscas. Cualquier podría pensar con razón que el más reciente film del director de ¡Vivan las antípodas!, Manifestación y Aquarela es un trabajo didáctico para consumo escolar o de divulgación para un canal tipo Animal Planet o National Geographic, pero en verdad se trata de un largometraje que genera una extraña fascinación y adquiere una dimensión casi poética y connotaciones que parecen propias de una obra de ficción.

    Rodado en blanco y negro en Noruega, España y Reino Unido (el propio Kossakovsky y Egil Håskjold Larsen fueron los directores de fotografía), con la cámara casi siempre ubicada a la altura de los animales, Gunda retrata a sus criaturas con una justa distancia, una sana curiosidad y una enorme paciencia y capacidad de observación.

    Hay dos instancias del documental (coproducido por Joaquin Phoenix) que pueden generar cierto ruido. Una (inentendible e injustificable en relación con el resto del conjunto) tiene que ver con unas tomas desde un drone y con las vacas moviéndose en cámara lenta. Un ejercicio de virtuosismo que cae en un regodeo y una espectacularidad que la película -por suerte- no reaparece en el resto de su hora y media. La otra está relacionada con la presencia del hombre ya sobre el final. No vamos a caer en spoilers, pero es desgarradora y el único momento en el que sobrevuela un espíritu de denuncia.

    En los distintos pasajes del film (Gunda volverá a escena cerca del cierre), Kossakovsky es respetuoso y consigue así una narración armónica y elegante. Alguien la definió con algo de sorna e ironía como “Babe filmada por Béla Tarr”. Algo de eso hay, pero el resultado es en muchos pasajes decididamente fascinante. (Diego Batlle – otroscines.com)