En Carmen y Lola, una adolescente gitana que vive en el extrarradio de Madrid, está destinada a vivir una vida que se repite generación tras generación: casarse y criar a tantos niños como sea posible. Pero un día conoce a Lola, una gitana poco común que sueña con ir a la universidad, dibuja graffitis de pájaros y es diferente. Carmen desarrolla rápidamente una complicidad con Lola, y ambas tratarán de llevar hacia delante su romance, a pesar de los inconvenientes y discriminaciones sociales a las que tienen que verse sometidas por su familia.

Mejor Dirección Novel y Mejor Actriz Secundaria en los Premios Goya 2018

  • IMDb Rating: 7,3
  • RottenTomatoes: 90%

Película (Calidad 1080p)

 

Hay películas que se mueven por la pantalla sin reglas, sin estilo, sin gestos aprendidos; películas que mal entienden de definiciones o lugares comunes. Carmen y Lola es básicamente lo contrario a casi todo. Es relato de frontera madrileño con aspecto de telenovela. Es ficción con la impostura del melodrama. De hecho, resulta más fácil definir el debut de Arantxa Echevarría como directora por lo que no quiere ser que por lo otro. Y es ahí, en ese espacio vacío y sin nombres, donde encuentra su sitio, entre la tradición recia (y hasta rancia) y la más elemental de las libertades, entre el mito y lo nuevo. Es una historia ficticia, pero con actrices tan reales que ni siquiera son actrices. Es casi un documental, pero perfectamente consciente de que sólo la imaginación da sentido. Se ocupa de la más prohibida de las pasiones y, sin embargo, en la pantalla todo resulta obvio y hasta necesario. Es, por necesidad, un escándalo, por sensacionalista, y sin embargo, cada gesto de la película resulta perfectamente reconocible. Y provocadoramente libre. E indefinible.

La cinta, para situarnos, cuenta el primer amor de dos mujeres. Y lo hace perfectamente consciente de cada uno de los tópicos que informan la historia más veces contada, más veces repetida. Y siempre nueva. La película da sus primeros pasos con modales de crónica, quizá simple docudrama. Lo que se ve es la narración detallada de lo dado, lo evidente quizá. Lo que importa, en definitiva, es la puntual descripción de todo aquello que conforma el paisaje de lo obvio. De alguna manera, la película funciona en el primer acto como una ceremonia en la que todo resulta tan familiar como, a su modo, sagrado. El universo gitano es narrado a la vez como realidad y ensoñación en una especie de relato mitológico con la cara y las manos sucias.

Y así hasta que irrumpe la ficción. Clara y ruidosa. Entonces Carmen y Lola adquiere la textura de los cuentos de hadas. Pero a voz en grito. Quiere la película ser una proclama antes que sólo poema. Y como tal se comporta ajena a remilgos y haciendo suyos cada uno de los tópicos que la informan. Nada de la narración obedece a otra exigencia que no sea la de los viejos arquetipos, la de las voces ya escuchadas. Y quizá gastadas. Pero todo es dictado bien alto, y sin pedir ni permiso ni disculpas. Y es en ese gesto político, por políticamente incorrecto, donde se hace fuerte la propuesta de Echevarría. De repente, todo adquiere nuevo sentido: el sentido de lo nuevo. El viejo mito gitano es vuelto a contar pero del revés, dejando a la vista su poderío, su encanto, su gloria infatigable y, en cada una de sus contradicciones, sus miserias.Carmen y Lola es una película tan evidente y clara que en su claridad confunde. Es mito, es provocación y es sueño. (Luis Martinez – ElMundo.es)

La opera prima española Carmen y Lola combina cierto realismo en su puesta en escena con una narración más cercana al cuento de hadas clásico a la hora de contar la historia de una chica adolescente lesbiana en una comunidad gitana muy tradicional y especialmente represiva con ese tipo de cosas. Lola, la protagonista, tiene 16 años y si bien cumple con los requisitos formales de sus obligaciones familiares (trabaja en el mercado con ellos, cumple con algunos de los mandatos paternos) se distingue porque estudia en una escuela con “payos” (no gitanos) y es la única gitana allí ya que a las adolescentes en su comunidad se las prepara más para el matrimonio que para otra cosa. Y, secretamente, porque le gustan las chicas, algo prohibidisimo en ese mundo que no parece haberse enterado de la existencia de ningún movimiento de liberación de la mujer.

Por otro lado está Carmen, una chica más convencional. Tiene solo un año más que Lola pero no solo parece mucho mayor sino que ya se está preparando para ser “pedida” en matrimonio, formal y tradicional ceremonia de “entrega” de la niña para la casi arreglada boda. Parece feliz con su lugar más clásico en este mundo: quiere casarse, trabajar una peluquería, tener hijos y dedicarse a ellos y a su marido de por vida. Pero Lola y Carmen se conocen en el mercado. Y empiezan una amistad que se complica cuando Lola, con Carmen ya “pedida”, le deja en claro su interés por ella, lo que llevará a una serie de complicaciones, amoríos, problemas y conflictos de todo tipo: personales, entre las dos y, potencialmente, con el resto de la comunidad.

Carmen y Lola será, seguramente, uno de los crowdpleasers de esta edición de la Quincena. Es ese tipo de película que logra el apoyo popular aunque despierte dudas en cierta parte de la crítica, como sucedió con Mustang años atrás. Es una película efectiva y también efectista que se sostiene en base a una situación que si bien existe y es muy dramática está contada aquí de un modo excesivamente convencional. Las oposiciones y enfrentamientos son bastante previsibles en un película que casi nunca va a fondo con su tema sino que se contenta con mostrar la parte más colorida y accesible del problema, tanto desde lo sexual (es una película tímida en ese sentido y a la vez coquetea con cierto lesbian chic) como desde lo familiar.

Si bien es cierto que ese tono medio inocente de Carmen y Lola (parece una película de la sección Generation de la Berlinale) hace que no caiga en excesos de crueldad, a la vez le impide llegar a verdades más profundas y personales. Las actrices en su mayoría no profesionales (en especial las dos protagonistas, además de una amiga de Lola y su madre) están muy bien pero la verdad emocional que desprenden no llega a sentirse a fondo por un guion que prefiere manejarse casi siempre al borde del estereotipo (Lola pinta, hace graffitis con palomas y… nunca vio el mar) y que raramente escapa a esa clara marcación narrativa. Es una pena que la realizadora no haya tratado de ir más a fondo en su búsqueda porque el tema es fuerte, complicado y actual, pero la película va por el trazo grueso y no lo logra mostrar en toda su complejidad. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)