En Chevalier, y en medio del mar Egeo, seis hombres se encuentran en pleno viaje de pesca, en un lujoso yate, para jugar a un juego. Durante este juego serán comparadas varias cosas, que serán medidas. Las canciones serán acribilladas, y la sangre analizada. Los amigos se convertirán en rivales. Pero al final del día, cuando el juego termine, el hombre que gane será «el mejor hombre». Y podrá llevar en su dedo meñique el anillo de la victoria

  • IMDb Rating: 6,4
  • RottenTomatoes: 82%

Película / Subtítulo

El machismo es un grupo de hombres compitiendo entre sí por ver quién monta antes una estantería de Ikea. Chevalier insiste, al contrario, en desmontar los mecanismos de poder de las rutinas más pedestres. Unos amigos, o algo parecido, se reúnen en un lujoso yate con la idea de elegir quién de ellos es el mejor. Así, en general, y con el mismo gesto cansino con el que podrían discutir de fútbol.

Los mecanismos más rastreros y procaces de la adulación, la competitividad o el exhibicionismo pondrán en marcha un extraño ceremonial tan rigurosamente ajeno que se diría idéntico a cualquiera de nosotros. El resultado es una calculada, fría y muy inquietante alegoría machista con aspecto de bomba muy bien armada. Si están familiarizados con el cine de Lanthimos, se pueden hacer una idea de la estrategia. La idea es descontextualizar, aislar, cada uno de los gestos supuestamente inocentes que configuran la realidad y así hasta desnudarlos de significado; hasta exhibirlos en su más brutal obscenidad. Tal cual. Irrenunciable. (Luis Martinez – Diario El Mundo)

El viaje de regreso a casa de seis hombres que se han tomado un retiro vacacional a bordo de un lujoso yate sirve a Athina Rachel Tsangari para formular una pregunta saludable e insolente: ¿qué es lo que mejor define a la masculinidad de nuestros tiempos? La respuesta se parece bastante a la que hubiese encontrado una homóloga de la incisiva cineasta en el Paleolítico: la competitividad territorial, el juego de poder, la lujuria por la supremacía… aunque esta sólo pueda afirmarse en el más fatuo y precario de los territorios.

Tras sus prácticas de submarinismo y su catártico ablandamiento de pulpos sobre roca, los personajes de Chevalier deciden ocupar su viaje de vuelta en lo que bien podría ser el juego viril definitivo: una incesante competición en todos los aspectos de la existencia para poder determinar cuál de ellos es “el mejor en todo”. El sobrepeso, las entradas, la postura a la hora de dormir o el modo en que uno se lava los dientes puntúan en igual medida que sus conocimientos sobre cocina en lo que parece un patológico juego de transferencia del subtexto esencial de todo pulso masculino: dicho vulgarmente, medirse los churros. Los seis viajeros no descuidan esa manifestación literal de su impulso: sí, en Chevalier también hay secuencias dedicadas a comparar longitudes fálicas, pero en un registro que desarticula todo riesgo de parecerse a una zafia comedia adolescente americana.

Formada en Estados Unidos, donde trabó amistad con Richard Linklater, Athina Rachel Tsangari regresó a su Grecia natal para convertirse en motor central de su Nueva Ola: productora de los tres primeros largometrajes de Giorgos Lanthimos, la cineasta afirmó su identidad a través de un segundo largometraje –Attenberg (2010)-, en el que dos amigas expresaban su repudio a la especie humana mimetizando la expresividad animal recogida en los documentales de David Attenborough, mientras el paisaje familiar se precipitaba hacia su desintegración. Con su compartida confianza por la labor de los intérpretes y su parejo gusto por el encuadre distanciador y una cierta mirada clínica, Chevalier y Attenberg forman una estupenda pareja de baile.

La directora, que menciona el Husbands (1970) de Cassavetes para aclarar que su relación con los personajes es más comprensiva que airada, transmite con brillantez tanto lo fútil del triunfo como la irrelevancia de la identidad del ganador, pero es menos elegante al subrayar la fascinación de las clases subalternas por esa competitividad viril. (Jordi Costa – Diario El País)