Aunque Dalva tiene 12 años, se viste, se maquilla y vive como una mujer. Una noche, de repente se la llevan de la casa familiar. Atónita e indignada al principio, luego conoce a Jayden, un trabajador social, y a Samia, una adolescente con mal genio. Una nueva vida parece comenzar para Dalva, la de una niña de su edad.

  • IMDb Rating: 7,5
  • RottenTomatoes: 95%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

“No soy una niña, soy una mujer”. Sin embargo, Dalva (Zelda Samson) no es una mujer, es más bien una muñeca. Una muñeca maquillada, disfrazada por su padre, que ha hecho de ella su pequeña esposa. Una muñeca dócil en busca de amor.

Dalva, el primer largometraje de Emmanuelle Nicot, seleccionado en la Semana de la Crítica del 72º Festival de Cannes, empieza en plena crisis. Dalva está consagrada a su hogar, a su padre. Así que le dan otro hogar, donde por fin podrá ser una niña, vivir esa infancia que le han quitado. La transición es brutal, forzosa. Dalva es desconfiada y resistente. Sin aliento, cuestiona a los adultos silenciosos que la enfrentan, se pregunta de qué querrán defenderla.

Sigue siendo la actriz de la historia construida por su padre, de esa historia de amor prohibido. “Pero nosotros, no tiene nada que ver”, dice ella. Vive su separación como una injusticia. Al quitarle a su padre, le quitan el amor. Harán falta las miradas de los demás y, luego a la propia mirada, para que desaparezca el condicionamiento del que ha sido objeto.

A veces, la emancipación se reduce a nada, a un par de pendientes que te quitas con solemnidad. La vida de Dalva gira en torno a la apariencia, a la casa, y eso le permite ser lo que no es, una mujer. En la residencia, eso le permitirá recuperar lo que le fue confiscado, su infancia y su adolescencia. La ropa comprada por su padre la definía. La que va a comprarse sola, con la ayuda de su educador, le permitirá liberarse. Como el chaleco prestado por Samia (Fanta Guirassi, la excelente recién llegada), la joven con la que comparte habitación y que se convertirá en su amiga, le permite ser vista de una manera diferente a una muñeca, y la ayuda a abrir la puerta hacia una nueva vida.

Aunque Dalva empieza como un drama, citando el crimen último del incesto, la película es una trayectoria de reconstrucción, e incluso de invención. Dalva va hacia la luz, y por fin asoma la despreocupación. Emmanuelle Nicot se inclina hacia el después, la reparación. Aquí no es tanto la palabra lo que salva, sino la reapropiación del cuerpo. Ese cuerpo también es el de Zelda Samson, la joven actriz que interpreta a Dalva.

Emmanuelle Nicot tiene buenas experiencias con el casting salvaje. En su cortometraje A l’arraché, la historia se vio magnificada por la interpretación de la joven actriz descubierta para la ocasión. Grabada en 4.3, de cerca, a menudo desde atrás, Zelda Samson presta su energía palpitante, primero rebelde y luego cada vez más luminosa a Dalva, una niña enfadada que por fin tiene tiempo de descubrir la adolescencia a su ritmo. (Aurore Engelen – CinEuropa.org)