En Dick Johnson Is Dead, y empleando la magia de la creación cinematográfica y del humor negro de su familia, una hija trata de hacer todo lo posible por mantener el recuerdo de su padre de 86 años vivo para siempre. Así se narran los últimos años de Dr. Dick Johnson, a través de todo tipo de fantasías relacionadas con la muerte. Juntos, padre e hija confrontan la inevitable realidad que a todos nos aguarda.

Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance 2020

  • IMDb Rating: 7,8%
  • RottenTomatoes: 100%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

En los últimos años, los documentales familiares se han vuelto casi un cliché. En especial, los que lidian de un modo casi terapéutico con la relación entre los cineastas y sus padres. En cierto sentido, uno podría esperar distintas versiones de la misma trama (cada una con sus particularidades, claro está, pero finalmente parecidas) en la que un/una cineasta trabaja la relación con alguno de sus padres –o con los dos– a través de una película intentando llegar a algún tipo de reconciliación emocional. Pero nada, o casi nada de eso, está en Dick Johnson Is Dead.

La película de Kirsten Johnson, veterana camarógrafa y/o directora de fotografía de muchísimos documentales (Fahrenheit 9/11, Citizenfour, The Invisible War) y realizadora de la sorprendente Cameraperson –en la que utiliza material sobrante de otras películas filmadas por ella para armar una suerte de autobiografía emocional– no parte de un conflicto previo entre padre e hija ni nada parecido. Al contrario. Queda claro por lo que se ve y por la voz en off de Kirsten que entre ella y su padre, el psiquiatra Richard Johnson, no parecen existir ese tipo de problemas. Al contrario, la suya luce como una relación ideal: cariñosa, abierta, llena de ternura y códigos compartidos. Richard es un padre extraordinario y un abuelo generoso. Entonces: ¿para qué la película?

Sencillo. Dick sufre un incipiente Alzheimer y la hija quiere compartir con él esos últimos años en los que su relación no se verá previsiblemente complicada por los problemas de memoria que genera esa enfermedad. Ambos saben lo que se viene porque la madre de Kirsten y esposa de Dick sufrió lo mismo más de una década atrás y la experiencia fue durísima y se extendió por varios años. Y si bien no lo dice nunca en el documental, es una buena excusa transformar un deseo personal –reparador también de algo que no hizo con su madre– en un trabajo. En lugar de pasar gran parte del tiempo filmando en distintos puntos remotos del mundo (si vieron Cameraperson sabrán que la mujer acostumbra recorrer los lugares más extremos y exóticos del planeta), la cineasta puede dedicar meses y meses a estar con su padre. Y él con sus nietos.

Pero hay una idea superadora detrás de todo esto. Kirsten no quiere simplemente retratar a su padre en su vida cotidiana sino que se ponen de acuerdo en filmar su muerte. ¿Cómo es esto? No es algo literal, claro. Kirsten convence a Dick de imaginar muertes accidentales posibles y filmarlas. Usando dobles de cuerpo y escenas ficcionales bastante absurdas, el muy simpático y amable Dick se presta a ser actor de su propio fallecimiento y hasta imaginar posibles «paraísos» en los que luego podría recalar. Es así que, además de acompañarse en esos años de vida –en los que Dick empieza a sufrir de manera más evidente la enfermedad y se muda a vivir con ella e hijos a Nueva York–, padre e hija arman bizarras escenas de ficción con un equipo de filmación… incluyendo el propio funeral del aún no difunto buen hombre.

¿Humor negro? Sí, muchísimo. A algunas personas podrá parecerle extremo lo que se propone Kirsten en Dick Johnson Is Dead, pero es encantadora la manera en la que el padre y la hija se entretienen y divierten lidiando con algo tan complicado como la evidente posibilidad de una cercana muerte o, al menos, de una enfermedad que vuelva imposible mantener ese tipo de relación e intimidad. Hay momentos complicados –cuando el Alzheimer avanza, cuando Dick ya no tiene la misma chispa ni disponibilidad para seguir filmando, entre otras que es mejor no revelar– y si bien el film va volviéndose un tanto más serio y emotivo con el correr de los minutos, los Johnson siguen guiñándole un ojo a los espectadores hasta el mismísimo final de la película.

Jovial y alegre, cariñoso y simpático, Dick Johnson es todo un personaje en sí mismo. Y la hija lo sabe. Una de las peculiaridades de la familia es que son Adventistas del Séptimo Día y esa religión tiene una particular relación con la muerte y con lo que sucede después. Más allá de que en algún que otro momento haya escenas que puedan parecerle a algún espectador casi una encubierta publicidad de los beneficios de ese credo, la película nunca lo propone como tal. Funciona, en ese apartado, como en todos los demás: homenajeando los deseos, creencias e imaginación del padre. No hay aquí juicios ni recriminaciones ni pases de factura. Tampoco son necesarias las reconciliaciones. Dick Johnson Is Dead –como lo dice, de algún modo, la muy buena traducción del título al castellano– es una amorosa despedida, en vida, de una hija a su padre.