Half Nelson trata sobre Dan Dunne, un profesor de un conflictivo instituto de Brooklyn, el cual es adicto a las drogas. Cuando Drey, una problemática estudiante, descubre su secreto, nace entre ambos una insólita amistad.

Mejor Opera Prima (Círculo de Críticos de Nueva York 2006)

Top 10 – Mejores Películas del Año (American Film Institute 2006)

Mejor Actor y Mejor Actriz (Premios Independent Spirit 2006)

Mejor Actor Revelación (National Board of Review 2006)

  • IMDB Rating: 7,2
  • Rottentomatoes: 90%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Dan Dunne (Ryan Gosling) es un carismático profesor de Historia en un instituto marginal de Brooklyn. Su tendencia izquierdista y su imaginación lo hacen alguien heterodoxo pero eficaz. Sin embargo, lleva una doble vida y tiene problemas con las drogas. Drey (Shareeka Epps), una de sus alumnas, descubrirá a su profesor tomando drogas en los lavabos y entre ambos nacerá una amistad dado que ella está siendo tanteada por el mismo camello, Frank (Anthony Mackie), al que no delató su hermano encarcelado.

Ryan Fleck, cineasta indie que suele colaborar con su compañera Anna Boden, se desveló en esta película como una de las voces más frescas y sorprendentes del cine independiente de los Estados Unidos. El problema es que sus películas posteriores no han gozado de demasiado éxito y esta dupla (él director y escritor, ella escritora y productora) autoral no ha tenido la continuidad que merecería.

Half Nelson es tan inteligente, compleja y sutil que causa estupor ver como todavía hoy, siete años después con la ascendente y meteórica popularidad de su autor protagonista, no goza de toda la fama que debería. Resulta inexplicable, ciertamente, y no debe uno ponerse pesimista sino explicar qué hace de esta historia de profesor en barrio conflictivo algo distinto.

El protagonista, encarnado por un sublime Ryan Gosling que ya nunca ha vuelto actuar así de bien – aunque haya ganado notables capacidades como estrella, carece ahora de la energía y el frágil patetismo que aquí destila como nunca -, no es, para empezar, alguien desagradable o más bien encantador. Es un personaje humano: hay demasiadas escenas en las que comprobamos que este profesor de Historia y monitor de baloncesto es un imbécil, pero en otras se inclina el espectador a perdonar algunos de sus defectos, pues no solamente es apasionado sino que entiende de un modo ético la Historia.

La alumna recién descubierta está encarnada por una naturalidad asombrosa por Shareeka Epps. De padre ausente, madre trabajadora en el servicio de urgencias y un hermano mayor encarcelado debido al tráfico de drogas, su interpretación conmueve como pocas. Cuando la figura del traficante ronde por su vida, tampoco la película se carga de maniqueísmo: el siempre solvente Anthony Mackie no hace de su personaje alguien necesariamente turbio, aunque sepamos que ninguno de sus negocios escapa de la sordidez. Hay brillo en el encuentro entre Mackie-Gosling, dos personajes de distintas opciones éticas y muy buenos grados de razonamiento. Ahí está el secreto de Half Nelson.

Se yuxtapone la historia, acompañada por una banda sonora de los geniales Broken Social Scene, con escenas de los alumnos recitando episodios históricos. Y no es casualidad que Half Nelson hable de la dialéctica. En su final, uno de los más sabios del cine reciente, no tenemos una conclusión que nos haga felices, que nos conforte y que nos promete que las cosas serán más sencillas para estos protagonistas. Pero la esperanza no debe albergarse o generarse en la expectativa, muchas veces inútil, de que las cosas sean simples o que el mundo sea tan binario como buenos contra malos.

No, lo cierto es que hay buenas personas en pésimos asuntos vitales y así vamos, claro está, conforme pasan los días, por eso el final brillante de esta, lo diremos sin rodeos, obra maestra nos da algo mucho más valioso para acompañar nuestros días: un camino, una salida, una opción ética y un sentido común en el que se puede cargar el futuro.

En esta película rarísima y perfecta, en la que los personajes, como decía Rosenbaum, hablan de la política de su tiempo y lo hacen sin complejos, hay muchas virtudes, desde un desarrollo nada complaciente hasta un saludable discurso de protesta e inteligencia, pero la primordial es que sabe entender a sus personajes como seres complejos y nada sencillos y, con todo, no renuncia a las buenas causas, a las buenas ideas. (Pablo Muñoz – espinof.com)