En La Reconquista, Manuela y Olmo son una antigua pareja que se vuelven a encontrar quince años después. Cuando eran unos adolescentes estuvieron enamorados, pero se separaron. Se trata de una película sobre el tiempo; o sobre la conciencia del tiempo: del tiempo perdido y del recuperado; sobre lo que recordamos de nosotros mismos y lo que no; sobre las palabras, los gestos y los sentimientos a los que seguimos guardando fidelidad, porque nos definen y nos interpelan en el presente, el pasado y el futuro.

  • IMDb Rating: 7,0
  • FilmAffinity: 6,3

Película  (Calidad 1080p)

 

Simple y directa. Emotiva pero pudorosa, discreta. Romántica pero tímida, casi aniñada. La Reconquista es la más claramente “rohmeriana” de las películas del español Jonás Trueba, contando en tres movimientos la historia de una suerte de triángulo amoroso. En un film de largos diálogos y acciones que transcurren en poco tiempo, Trueba y su elenco aprovechan al máximo los ecos que la situación genera y logran expresar algo muy genuino y humano sobre las relaciones de pareja.

La primera parte –la más larga– cuenta el reencuentro de dos novios de la adolescencia en Madrid, cuando andan por los treinta. En la cadena de acontecimientos que los lleva de un bar a un concierto y luego a otro bar y más adelante a bailar los vamos conociendo: él es Olmo (Francesco Carril, actor habitual de Jonás), que se ha mudado a una casa nueva con su actual pareja (Aura Garrido), con la que se plantea tener un hijo. Ella es Manuela (Itsaso Arana), que vive en Buenos Aires y está en Madrid para las fiestas. Sabemos que es actriz, que tuvo un novio mucho tiempo que la dejó y que ahora está sola y asegura –modismo porteño aprendido– que “garcha todas las noches con uno distinto”. Esa noche, parece, le toca su noviecito de los 15.

La cita avanzará entre recuerdos, lectura de viejas cartas, anécdotas (para los curiosos de las relaciones argentino-españolas, lo que aquí sale a la luz es que a Manuela le gusta tomar Fernet y que le llama la atención que en Buenos Aires haga calor en Navidad) y una sensación de que el reencuentro es inevitable. Aunque, en una noche larga (en la que escuchamos cantar a Rafael Berrio, cantautor de Donostia que encarna al padre de Manuela, varias canciones en vivo) todo puede pasar. O nada.

La segunda parte tendrá que ver con el regreso de Olmo a casa y la conversación matutina que tendrá sobre lo sucedido con su mujer. Esta parte es la más breve y divertida de las tres, jugada un poco más directamente sobre la comedia y la confusión. La tercera es un flashback al romance adolescente de ambos, 15 años atrás, donde conocemos los inicios y parte del desarrollo de esa relación.

No hay más que eso. Un hombre, una mujer, otra mujer; una historia pasada, una presente, una futura posible o dos. Las idas y vueltas del amor, del deseo, las marcas que el tiempo deja en las personas, las pasiones que parecen eternas pero luego prueban no serlo y así. No hay grandes eventos, crímenes, misterios ni asesinatos y, aún dentro de las reglas de la comedia dramática romántica tampoco hay demasiados acontecimientos fuertes. Es un devenir, una noche, una mañana, un recuerdo, varias canciones. Y punto.

El conflicto está claro. A Olmo le moviliza la llegada y el encuentro con Manuela, pero a la vez parece estar muy bien con Clara. El flashback al pasado permite entender un poco más de dónde venía su relación pero también podría la película desprenderse de todo eso. De todos modos, los actores adolescentes y sus juegos amorosos son igual de simpáticos y tiernos que los de los adultos.

La Reconquista tiene algunos problemillas: es un tanto larga, hay demasiadas canciones enteras y repetidas (en vivo y en disco) y alguna reiteración de lecturas de cartas que sobra. Pero son detalles menores. Cualquier espectador que se haya reencontrado con una novia adolescente (o novio) cuando ya esté en sus 30 y en una nueva situación romántico/emocional podrá identificarse fácilmente con cualquiera de los dos protagonistas, si bien es claro que el director de Los Exiliados Románticos pone el punto de vista principalmente en lo que le sucede a Olmo.

Y La Reconquista narra este reencuentro con elegancia, discreción, para algunos de una manera un tanto inocente y ñoña, pero no es algo que yo vea como un problema. Hay un tiempo enorme entre el romance inicial y el reencuentro y eso no es algo que se rompe tan fácilmente. Hace falta dar varias vueltas, consumir varias cervezas (y un Fernet) para que la cosa se relaje un poco. Eso, para mí, es lo esencialmente “rohmeriano” del filme más que las conversaciones y las caminatas: el deseo ligeramente desplazado hacia la conversación, las vueltas del discurso amoroso, esa especie de coqueteo un tanto histérico entre los protagonistas. Esa moral de las comedias del gran Rohmer son la matriz de La Reconquista. Y eso, que para algunos la vuelve anticuada y poco realista, para mí es lo que la hace una película superior a la mayoría que intentan investigar por caminos parecidos las idas y vueltas del deseo amoroso. (Diego Lerer – OtrosCines.com)