En Les Herbes Folles Marguerite no contaba con que le robaran el bolso al salir de la tienda. Y menos aún con que el ladrón tirara lo que había dentro en un aparcamiento. En cuanto a Georges, de haberlo sabido, no se habría agachado a recogerlo.

  • IMDb Rating: 6,2
  • RottenTomatoes: 68%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

«No importa, nos habremos amado mucho». Esta frase de Gustave Flaubert que Alain Resnais cita en Les Herbes Folles, presentada ayer en el Festival de Cannes, resume el despliegue de divertidos, brillantes y sutiles giros que nos presenta el veterano director francés de 86 años en esta accidentada historia de amor. Una alegre magia cinematográfica que, sin embargo, desaparece al final como si el hechizo se desvaneciera.

Alex Réval y Laurent Herbiet son los autores de esta adaptación al cine de la novela de Christian Gailly, L’incident. Les Herbes Folles comienza con el robo de un bolso, el de Marguerite Muir (la siempre perfecta Sabine Azéma) y el hallazgo de su cartera por parte de Georges Palet (un fantástico André Dussollier). Este último, un simpático maniático seducido por el misterio y la perspectiva de una aventura, empezará acosando a la primera, una dentista soltera aficionada a los aviones, para encontrarse con ella a base de llamadas, cartas y reconocimientos a los alrededores de su domicilio, antes de que los papeles se inviertan.

Un juego amoroso sobre el que Alain Resnais borda un encaje cinematográfico de suma finura que adorna con una voz en off (Edouard Baer) y diálogos de un humor delicioso, así como con un bello tratamiento visual que juega con el brillo de los vivos colores del decorado y los accesorios (amarillo, azul y rojo), con el imaginativo montaje (destacan las incrustaciones en la imagen) y con la cautivadora suavidad de los movimientos de la cámara.

Esta riqueza visual, que debe mucho al reconocido talento del director de fotografía Eric Gautier, deja la puerta abierta a los actores para que se muevan a su gusto (merecen una mención especial Mathieu Amalric, que interpreta a un policía hipertenso, y Anne Consigny en su papel de una esposa más que tolerante, sin olvidar a Emmanuelle Devos, que hace de colega de la dentista) en una comedia que roza lo burlesco y donde los protagonistas no dejan de ceder a sus impulsos. Pasando de una idea a otra a la velocidad de la luz, no terminando lo que empiezan, imaginándose un escenario antes de pasar al siguiente, Georges y Marguerite se mueven al ritmo de la duda dejándose llevar por el amor y la casualidad. Se encontrarán por primera vez delante de un cine ante el cartel de Los puentes de Toko-Ri (1954) y como dice el narrador: «Cuando salimos del cine, nada nos sorprende». Nada excepto, quizás, el brío alegre y virtuoso (y eso a pesar de que Les Herbes Folles baja el nivel al final) de un Alain Resnais que no competía en Cannes desde hace 29 años, cuando se llevó el Gran Premio del Jurado por Mon oncle d’Amérique. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)