En Les Misérables, Stéphane acaba de unirse a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia de Montfermeil, un suburbio al este de París. Allí conoce a sus nuevos compañeros, Chris y Gwada, dos agentes experimentados en las enormes tensiones que existen entre los distintos grupos organizados por el control del barrio.
Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2019
Premio Discovery 2019 en los Premios del Cine Europeo
Mejor Película, Mejor Actor Revelación, Montaje y Premio del Público en los Premios César 2019
Mejor Película Europea en los Premios Goya 2019
- IMDb Rating: 7,7
- RottenTomatoes: 84%
Película (Calidad 1080. La copia tiene subs en varios idiomas, entre ellos el español)
“Amigos míos, recordad esto: no hay malas hierbas ni hombres malos. Sólo hay malos cultivadores”. El cineasta francés Ladj Ly concluye con esta cita de Victor Hugo su primer largometraje de ficción, Les Misérables, que compite en la 72ª edición del Festival de Cannes. No es casualidad, ya que el autor escribió una parte de su famosa novela en Montfermeil, una ciudad situada a 17 kilómetros en línea recta de París, y que constituye un marco exclusivo para este OVNI de la producción francesa. A pesar de las diferencias históricas, muy pocas cosas parecen haber cambiado desde mediados del siglo xix para las clases sociales desfavorecidas que son ignoradas, como fieras enjauladas, y vigiladas por la policía.
Les Misérables se situa en el barrio marginal de Bosquets y Chris (Alexis Manenti), que dirige el equipo de día de la BAC (Brigada Anti-Criminalidad) local y que es considerado por sus superiores como un elemento experimentado y un poco impulsivo, describe la situación a un nuevo compañero, Stéphane (Damien Bonnard), que acaba de llegar de Cherburgo. En el vehículo de patrulla, Gwada (Djebril Zonga) completa el trío. A continuación, nos enteramos de que este lugar era el núcleo del tráfico de drogas pero que los Hermanos Musulmanes han hecho limpieza, algo que no impide a la policía estar atenta a “la brutalidad del mundo que nos rodea”. El ambiente es viril y Stéphane pronto recibe un apodo que no le agrada. Además, le hacen la novatada de enviarlo a buscar información a la casa de Salah (Almany Kaoute), un antiguo delincuente que se convirtió a la religión y que dirige el barrio.
Durante una ronda, Chris comete algunos abusos de poder mientras hace un control de identidad. Un cachorro de león ha sido robado de un circo ambulante y los forasteros amenazan con represalias a «Le Maire» (Steve Tientcheu), una especie de jefe alternativo pagado por la municipalidad para mantener la paz en Bosquets. Nuestros tres policías se interponen y deciden buscar al culpable, que se delata en las redes sociales. Pero el arresto de Issa (Issa Perica), un adolescente reincidente, sale mal y un dron pilotado por Buzz (Al-Hassan Ly), otro chico del barrio, graba toda la escena. Para Chris y Gwada, lo más importante es recuperar las imágenes que pueden incriminarlos y desatar un incendio en el barrio; mientras que Stéphane tiene un punto de vista más deontológico sobre el asunto. Comienza una ola de tensiones y fricciones…
La cámara ágil del director fotografía Julien Poupard (y un dron muy bien integrado en el argumento) mezcla un realismo compuesto de pequeños toques de la vida cotidiana y la cultura popular de los habitantes del barrio, con un ritmo intenso y una energía visual potente. Les Misérables se impone con una gran fuerza en torno a personajes que encarnan figuras muy creíbles en un universo áspero donde el respeto es un valor de doble filo. El “Yo soy la ley aquí” de un Chris que se excede en sus funciones resuena como una constatación terrible; y Les Misérables refleja, a través de un argumento dinámico, la situación de las zonas sin concesión de territorio, a las que no se puede comprender ni ayudar, observándolas desde el exterior con maniqueísmo. Ladj Ly nos sumerge en esta realidad sin pasar por el thriller y gana la apuesta cinematográfica de hacer visibles los matices de este lugar y de poner sobre la mesa un problema profundo de representación en la sociedad francesa, cuando estos mismos jóvenes de Bosquets son los primeros, como prologa la película, en participar de la felicidad colectiva de una victoria en el Mundial y en desgañitarse cantando La Marsellesa. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)
Entrevista a Ladj Ly en el sitio CinEuropa.org
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