En Me and You and Everyone We Know, Christine Jesperson es una artista solitaria que trabaja como conductora de taxis para mayores. Ella utiliza sus fantasías artísticas para sentirse más cerca de sus objetos de deseo. Richard Swersey, dependiente de zapatería recién separado y padre de dos niños, parece estar preparado para las cosas sorprendentes que van a pasarle, pero cuando conoce a Christine, siente pánico. La vida no es tan complicada para los hijos de Richard. Robby, de siete años, mantiene un peligroso romance por Internet, mientras que Peter, de catorce años, se convierte en conejillo de Indias de unas chicas vecinas suyas, que están practicando para sus futuros noviazgos y bodas. En este universo, lo prosaico es trascendente y las personas comunes y corrientes se convierten en personajes luminosos que hablan de sus pensamientos más íntimos, siguen secretos impulsos y experimentan momentos de sincera humanidad que a veces se acercan a lo surrealista. Buscan compañía por caminos atormentados y finalmente encuentran alivio en los breves momentos en que consiguen conectar con alguien en la tierra.

Cámara de Oro a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes 2005
Premio Especial del Jurado a en el Festival de Sundance 2005
Mejor Interprete Revelación 2005 para la Asociación de Críticos de Chicago
  • IMDb Rating: 7,3
  • RottenTomatoes: 82%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Filmada durante 2005, Me and You and Everyone We Know es la ópera prima de Miranda July, artista plástica estadounidense. Cine independiente criado bajo del alero del auspicio de un taller de guión de Sundance, e inscrito en referentes del tipo P. T. Anderson, o incluso Gondry; lejano a postulados políticos y más bien atraído a una revisión estetizada de lo cotidiano. Personajes frágiles, mínimos. Inscritos en una red de coincidencias, en una ciudad anónima, un town estadounidense sin mayores atractivos. Christine Jesperson (la misma July, en una limpia performance) es una artista más bien solitaria, que maneja un taxi a domicilio en el que siempre transporta al mismo hombre, y que usa sus muñecos para realizar sus videos, llenos de pequeños inventarios objetuales. Richard Swersey (John Hawkes, de The Sessions) es un vendedor de zapatos de una multitienda, recién divorciado, y aprendiendo a vivir con sus hijos pequeños, Robbie (con siete años y un romance por Internet a cuestas) y Peter (de catorce, el conejillo de indias de las amigas del barrio que pretenden ignorar sus inexperiencias sexuales). Personajes incluidos desde abismos generacionales, desde abismos conductuales.

Me and You and Everyone We Know se articula en torno a la delicadeza del tratamiento visual, pero sobretodo sobre la base de la importancia de la construcción del momento, ante una continuidad cinematográfica estricta. Las conexiones que entre los personajes aparecen son casi fortuitas, pero siempre detonantes: las adolescentes que corren huyendo del sexo, la curadora de arte que infructuosamente busca su propia originalidad, una niña que no sabe como relacionarse con el resto si no es desde la perfección y sus demandas. Hay algo allí, algo detrás de con quien te encuentras, una ventaja detrás de esas coincidencias aparentes: un énfasis sobre las libertades individuales, sobre el poder de escoger algunas opciones sobre otras.

Las preguntas aparecen en torno al cómo vivir en comunidad, en el cómo establecer relaciones que en un principio parecen ser convenientes pero de las cuales luego dan ganas de huir. Christine desde un principio se plantea vivir cada día como si fuese el último, y transforma todos sus ‘para después’ en ‘ahora’. Richard, ante esa magia que aparece tras su divorcio, representada por Christine, se intimida sin saber qué hacer. Las evoluciones no se construyen a partir de los grandes gestos, o de la épica, sino en conversaciones de vereda, en conversaciones mediadas por los soportes tecnológicos (memorable la curadora observando el video de Christine o Robbie chateando apenas en el computador), o en la misma imaginación de los personajes. Pretensiones: lo que se quiere, lo que se busca, son los ejes de los comportamientos de cada uno de los luminosos personajes, con una visión poética de lo cotidiano y de la infancia.

En términos técnicos, constituir con rigurosidad su cine es para July un oficio que compatibiliza dentro suyo dos dimensiones distintas del criterio de elaboración artística: un interés expreso por lo simbólico y al mismo tiempo una cierta búsqueda de refinamiento en la técnica, atribuida a una noción de pulcritud. Cinematográficamente, el asumir imágenes que se inscriban en ambos campos conecta a la directora con los criterios relacionados con su propia formación en el arte plástico. Con una perspectiva fresca, femenina, invade el arte audiovisual desde aquellos presupuestos, siempre relativos a lo pictórico. Es casi imposible evitar hacer una asociación a ‘Play’: la dirección de Alicia Scherson en su primer largometraje elabora algunos puentes, algunos modos de contacto con el cine de July, en términos de su sutileza, de su riqueza cromática, de personajes anónimos inscritos en circunstancias que los entrelazan. Claro que es previa ‘Play’ en su realización: el hecho de que Me and You and Everyone We Know se ubique a posteriori como una similitud habla quizás de un fenómeno generacional, de una perspectiva femenina, aguda e inteligente de los significados que pueda tener el cine más allá de lo narrativo; de las cualidades que este mismo puede alcanzar. Ello además de modo independiente de las nacionalidades de origen y los contextos creativos de ambas, lo que se convierte en algo aún más interesante de reconocer. Las posibilidades que otorga July en Me and You and Everyone We Know hablan del propio cine norteamericano, que parece permitir que direcciones más lúcidas que el mainstream y que no obstante pueden reconocerse como una probabilidad hacia lo masivo. La vocación por una historia no necesariamente lineal, en la que se corren más riesgos que ventajas aseguradas, da un eje refrescante al oficio, una nueva percepción y una nueva y oxigenante mirada. (Omar Zúñiga Hidalgo – LaFuga.cl)