En Never Look Away, Kurt Barnert es un joven estudiante de arte en la Alemania del Este. Está enamorado de su compañera de clase, Ellie. El padre de ella, el Professor Seeband, un famoso médico, no aprueba la relación de su hija y está decidido a destruirla. Lo que ninguno de ellos sabe es que sus vidas están conectadas por un terrible crimen cometido hace décadas.

  • IMDb Rating: 7,7
  • RottenTomatoes: 85%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Reconozco que fui a ver Never Look Away sin saber muy bien qué me iba a encontrar. Mis datos eran los justos: sabía que era una película alemana y que había sido nominada a mejor fotografía y mejor película de habla no inglesa en los Óscar 2019. Ambos óscares ganados por Roma, con la que comparte mucho más de lo que puede parecer.

Florian Henckel von Donnersmarck vuelve de su letargo (han pasado ocho años desde The Tourist para retomar su interés por el arte y la fuerza inherente que posee para contar la vida de Kurt (Tom Schilling, de Oh Boy), un joven pintor criado en la Alemania Nazi y en la postguerra de Berlín oriental.

La primera vez que le vemos es solo un niño, interesado por el arte, que visita una exposición de «arte degenerado» de mano de su tía Elisabeth (Saskia Rosendahl), que se convierte en su primera mentora y le deja una dicha grabada a fuego «lo que es auténtico es bello».

Sin embargo, esta sufre un brote psicótico y es trasladada a una institución dirigida por el Profesor Carl Seeband (Sebastian Koch), prestigioso ginecólogo que cumple gustosamente con la orden de esterilizar (y practicar la eutanasia) a toda chica enferma o con cualquier tipo de condición que pueda comprometer el futuro de la raza aria.

Tras la tragedia de la guerra y todos los crímenes en ella cometidos, volvemos a ver a un crecido Kurt trabajando como rotulista en la Alemania oriental. Viendo sus talentos, es recomendado para entrar en la Academia de Bellas Artes de Berlín, para hacer arte «al servicio del pueblo». Allí conocerá y se enamorará de Ellie (Paula Beer, la nueva musa de Christian Petzold, vista en Transit y Undine), que cursa diseño de moda… y cuyo padre es el mismo Carl Seeband.

Al igual que el personaje de Kurt, la película de Donnersmarck está consagrada al arte y su poder para transmitir la verdad, la realidad, aunque sea veladamente. El protagonista nos lleva a explorar distintas interpretaciones del arte como cultura. De la necesidad de que sea colectivo (la pintura socialista) hasta el salto a las vanguardias y el arte más contemporáneo.

De ahí que funcione muy bien el título original, que viene a significar «obra sin autor». No voy a desvelar cómo sale esa frase en la película, pero tiene cierto punto de mirada crítica a la vida en general y en esa búsqueda de los bello en la pureza de la realidad. Y la realidad no tiene autor. Al menos no uno físico.

Tenía sentadas detrás en el cine a unas señoras que, en cuanto se encendieron las luces de la sala comentaron «esto es la vida misma». Y no creo que haya mejor virtud para Never Look Away que el ser capaz de reflejar la vida en su sentido más elevado.

Elevado y, hasta cierto punto, frustrante. Porque eso implica que viendo esta película no puedes evadirte del pensamiento de que la vida es una mierda y que las injusticias pueden salir impunes. No hay una épica solución que permita el cierre deseado. Simplemente se acepta la situación y se sigue adelante sobreviviendo la tragedia.

Técnicamente, Never Look Away es brillante y espléndida. Por volver a la comparación con ‘Roma’, creo que Donnersmarck desarrolla mucho mejor la historia que Cuarón. Pero si el mexicano logra hacer una gran poesía realista sobre la época de juventud, el alemán entrega un lienzo extenso, expresionista a ratos, delicado y muy sensible.

Y lo hace aprovechando al 100% la fuerza evocadora de la imagen y un maravilloso uso de la música, lo que crea escenas perturbadoramente bellas como la del bombardeo de la ciudad. Una escena que contrapone lo repentino de la muerte con un ensimismamiento ante el panorama llameante de la ciudad.

Este ensimismamiento, a su vez, absorbe a Florian Henckel von Donnersmarck, quien no deja que la historia fluya al ritmo adecuado recreándose demasiado en su exposición. Como el artista que se muere de ganas por explicarte su cuadro.

Esto solo ayuda a superar las tres horas de metraje y a que nos quede demasiado claro qué está pasando en cada momento. A pesar de este «inflado» artificioso, Never Look Away es una delicia de ver. Una joya imperfecta y excesiva pero hermosa. (Albertini – Espinof.com)